Es hora de reconocer las invaluables contribuciones que hacen los profesionales de la salud y de brindarles el respeto, el apoyo y la protección que merecen.
Por Dr. Roberto Baquero Haeberlin – Expresidente del Colegio Médico Colombiano
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Los recientes incidentes de violencia contra médicos han vuelto a sacar a la luz la urgente necesidad de humanizar el trato a los profesionales médicos. Los alarmantes ataques, incluidos apuñalamientos e incluso asesinatos, han puesto en alerta máxima a todo el sector de la salud. Es descorazonador ver la falta de cambios y la aparente indiferencia de las autoridades para detener estos actos de violencia contra quienes dedican su vida a salvar a otros.
Como alguien que ha sido parte de la profesión médica durante décadas, siempre he abogado por la humanización de la práctica médica. Sin embargo, la situación actual exige un cambio de enfoque hacia la humanización del trato hacia los propios médicos. El creciente número de agresiones a médicos y personal de la salud es una grave preocupación que no se puede ignorar.
Tomarse la justicia por mano propia no solo tiene graves consecuencias sino que también socava las mismas instituciones que deben protegernos, especialmente en un momento en que el respeto a las instituciones es imperante para el bienestar de la sociedad.
Los médicos rurales, en particular, ejemplifican el compromiso social inherente a la profesión médica. A menudo se aventuran en áreas remotas y aisladas para brindar servicios de atención médica a las comunidades más necesitadas y olvidadas por el Estado.
Recuerdo con cariño y añoranza mi propia experiencia como médico rural en un pasado ya muy remoto, pero es desalentador ver cómo ha cambiado el panorama. Los desafíos que enfrentan los nuevos médicos que ingresan en este campo, incluidos contratos irregulares, extenuantes jornadas de trabajo, el incumplimiento en el pago de salarios, la falta de beneficios como pensión, seguro médico, riesgos laborales, así como casos de maltrato, acoso y hasta asaltos sexuales, han disuadido a muchos de cumplir con la prestación de este servicio social.
Esto no solo coloca a estos médicos en una posición vulnerable, sino que también dificulta la prestación de servicios de salud esenciales a quienes más los necesitan.
La pasada pandemia debería haber servido como un claro recordatorio para la sociedad de que los médicos no son solo profesionales, sino que también son seres humanos con sus propias vulnerabilidades y limitaciones. Si bien es natural que los médicos cometan errores, es fundamental reconocer su compromiso inquebrantable de brindar la mejor atención posible a sus pacientes.
La pérdida de la vida de un médico es una pérdida para toda la sociedad y afecta no solamente a su familia sino también a toda la comunidad de trabajadores de la salud. Resulta desmoralizador ver la falta de empatía y de apoyo hacia los profesionales de la salud que arriesgan sus vidas todos los días para salvar a otros.
Creo firmemente en que la base de cualquier sistema de salud está en sus recursos humanos. Sin una fuerza laboral dedicada y empoderada, ninguna infraestructura, empresa o edificio puede garantizar el bienestar de una población. Es imperativo que prioricemos la humanización del trato a nuestros profesionales de la salud, tanto médicos como todos aquellos trabajadores que día a día construyen el sistema de salud del país.
Unámonos para apoyar y valorar a nuestros héroes de la atención médica, que trabajan incansablemente para salvaguardar la salud de toda una nación. Insto a las autoridades, los tres poderes del Estado, a quienes diseñan las políticas públicas y a la sociedad en general a tomar medidas inmediatas para abordar los problemas apremiantes que enfrentan los profesionales de la salud.
Es hora de reconocer las invaluables contribuciones que hacen los profesionales de la salud y de brindarles el respeto, el apoyo y la protección que merecen.
Es mediante el esfuerzo colectivo y el compromiso de humanizar el trato hacia el talento humano en salud que se puede dar el giro hacia una sociedad más compasiva y menos violenta, es decir, mucho más civilizada.
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