El doctor Ernesto Martínez Buitrago, médico internista e infectólogo de la Universidad del Valle considera que entre el 70 y el 75 por ciento de la población tiene que ser vacunada antes de que la gente pueda volver a movilizarse libremente.
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Hace énfasis en que el riesgo de complicaciones graves por Covid-19 es mucho mayor que el riesgo de efectos secundarios por la vacuna.
1. ¿Un alto porcentaje de colombianos no se aplicarían la vacuna, ya sea por temor a complicaciones o por dudas respecto a la efectividad de la vacuna, qué se le puede decir a esas personas con respecto a la seguridad de la vacuna?
EMB: La comunidad debe tener claro que la vacuna contra el SARS-CoV-2 es la única y válida opción que tendremos para poder retomar en gran parte la normalidad que conocíamos antes de la pandemia.
Este efecto ha sido demostrado históricamente con el impacto que las vacunas han tenido en varias epidemias y enfermedades infecciosas. El mejor ejemplo es la pandemia de influenza AH1N1 del 2009, cuyo control fue resultado de la vacunación amplia a nivel mundial con la nueva vacuna desarrollada para tal efecto.
De igual forma, la viruela se declaró erradicada de la humanidad en 1980 gracias a la vacunación generalizada contra este virus. Enfermedades epidémicas como la fiebre amarilla, el sarampión, la difteria, la tos ferina, entre otras, han podido controlarse y dejar de ser problemas de salud pública debido a las respectivas vacunas.
2. ¿Por qué aplicarse la vacuna es mucho mejor que esperar a conseguir la inmunidad natural, es decir, a infectarse con el virus?
Si bien pudiera considerarse que el efecto de inmunidad de rebaño se puede dar de manera espontánea y sin vacunación, hay una gran diferencia si se obtiene por medio de la infección natural definida por la resultante alta tasa de enfermos y de pacientes críticos, el colapso de los sistemas de salud, la falta de acceso oportuno a unidades de cuidado intensivo, y, como consecuencia de todo lo anterior, la alta mortalidad.
La tasa de letalidad o mortalidad por Covid-19 es en la actualidad alrededor del tres por ciento a nivel mundial, más alta que la observada con la pandemia de influenza del 2009 y, en general, una de cada cuatro personas que requieren hospitalización fallecen.
A este difícil escenario debemos sumar la incapacidad y las secuelas crónicas o irreversibles que pueden llegar a afectar a la mitad de los pacientes que son hospitalizados.
Para lograr la protección comunitaria o inmunidad de rebaño se requerirían varias olas o picos epidémicos, lo que implica un gran impacto en los sistemas de salud pero también afecta de manera intermitente y significativa la actividad económica y laboral cada vez que ocurre un recrudecimiento de la ola de contagios.
Por lo tanto, no es una opción segura para la sociedad ni saludable para la recuperación económica. Lo anterior quiere decir que la infección por Covid-19 es, de lejos, la opción más peligrosa. Aunque las personas mayores, obesas o con otros problemas de salud corren un mayor riesgo de sufrir complicaciones por el virus, las personas más jóvenes también se pueden enfermar gravemente.
3. ¿Por qué no hay que considerar como un fracaso de las vacunas que un pequeño porcentaje de la población que se vacuna presente reacciones alérgicas? Acaso no es normal que eso ocurra, incluso con otros medicamentos o alimentos?
Las vacunas que están disponibles actualmente y las que se continúan desarrollando han demostrado ser muy eficaces en prevenir la enfermedad de COVID-19, con tasas de protección del 70 al 95%, según sea la vacuna y el respectivo estudio, pero también muy seguras con efectos adversos mínimos y leves en la gran mayoría de los casos, algo normal y esperado con cualquier vacuna. Esto lo sabe todo aquel que lleva su bebé a vacunación rutinaria en la infancia o el adulto que recibe su vacuna de influenza anualmente.
El reporte de reacciones alérgicas, algunas de ellas severas, principalmente por la vacuna de Pfizer y la empresa tecnológica BioNtech, se ha asociado específicamente a uno de los excipientes de la vacuna, no al principio activo per sé, una sustancia conocida como PEG o polietilenglicol, que se ha visto asociada a reacciones alérgicas en el pasado.
Sin embargo, el mensaje importante es que la probabilidad de que esto suceda es extremadamente baja, de 1.1 casos por cada 100.000 individuos vacunados–un riesgo notablemente inferior a la alergia a la penicilina -, de los cuales el 70% han tenido historia de alergias severas en el pasado.
Esto no los excluye de la vacunación a menos que la historia de alergia sea directamente asociada a PEG o polisorbato, un compuesto similar que puede potencialmente inducir la alergia.
Otros tipos de alergia en la historia clínica de la persona, a otras sustancias o medicamentos, no representa ningún riesgo para recibir la vacuna. Las otras vacunas no han reportado estos fenómenos alérgicos descritos con la de Pfizer.
4. Algunos profesionales de la salud quieren esperar más tiempo para aplicarse la vacuna, precisamente la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) está considerando aplicar la mitad de la dosis a las personas entre 18 y 55 años. ¿Esto no genera mayor confusión y resistencia a la vacuna?
En efecto, y no debiera ser así. El cuerpo médico y de salud debe tener una posición unida y sólida ante la comunidad para que el mensaje que se entregue sea de seguridad y tranquilidad. Los primeros que deben resolver sus dudas, importantes, pertinentes pero explicables a la luz de la ciencia son los trabajadores de la salud.
Se están evaluando dos aspectos en los nuevos estudios en relación a la administración de las vacunas: uno, si es posible fragmentar una dosis en dos para mayor rendimiento de la vacuna y generar mejor disponibilidad y acceso; el otro enfoque es la posibilidad de intercambiar tipos de vacunas para completar los esquemas de vacunación de dos dosis, esquema que comparten la mayoría de las vacunas.
Aún no se disponen datos y no se recomiendan estas estrategias de ninguna manera. En este sentido, se tiene gran expectativa con la vacuna de Johnson & Johnson que, en sus reportes preliminares de fases 1 y 2, se ha observado que con una dosis se obtienen niveles de anticuerpos protectores adecuados y así obviaría las barreras de administración, implementación, operatividad y disponibilidad.
5. ¿Qué hacer para que la población no termine más confundida con la vacuna, así como pasó con el uso del tapabocas, los test y los medios de contagio?
La única respuesta posible es, por parte de los gobernantes y expertos en salud pública y vacunación, entregar mensajes claros de eficacia, seguridad y acceso que generen confianza, y por parte de la comunidad, confiar, así de sencillo.
No dudamos cuando el médico nos receta una penicilina intramuscular, dolorosa y con riesgo de alergia, para una amigdalitis porque es una medida ya arraigada en el conocimiento popular, pero es sorprendente ver cómo se propagan de manera exitosa en las redes alternativas como el dióxido de cloro ingerido o inyectado y el uso de sustancias o medicamentos sin soporte clínico científico suficiente; así mismo, se genera un escepticismo incomprensible ante las vacunas que han tenido un desarrollo y un escrutinio científico minucioso.
La sociedad debe confiar en la ciencia, de lo contrario retornaremos al oscurantismo de los siglos anteriores donde la esperanza o expectativa de vida era mucho menor.
6. ¿Cree que el fin de la pandemia y el encierro está cerca?
Sí, pero definamos “cerca”. Los cálculos más optimistas consideran que la pandemia como problema de salud pública mayor podrá estar mitigándose al completar los programas de vacunación con cobertura del 60-70% de la población.
Estos estimados tomarán entre seis y ocho meses para la mayoría de los países y podrán extenderse hasta el año 2022 según la capacidad de adquisición de las vacunas que tenga cada país.
Por lo tanto, deberemos esperar que las medidas de contingencia y autocuidado sigan vigentes mientras se alcanzan esos índices. Es importante entender que el coronavirus no desaparecerá.
Covid-19, luego de lograrse su control como pandemia, se convertirá en otro de los virus que periódicamente o intermitentemente afectará a los seres humanos, otro más de los virus respiratorios como aquellos que tenemos ya de manera regular, como el caso de los virus de influenza, parainfluenza, rinovirus, virus sincicial respiratorio, metapneumovirus y otros y, por supuesto, los “viejos” coronavirus que precedieron al SARS-CoV-2.
La buena noticia es que, junto con la influenza, serán los únicos virus respiratorios que se podrán prevenir con vacunas.
En este sentido, aún no es claro pero sí posible, que las mutaciones de este coronavirus, al igual que pasa con la influenza, hagan necesario actualizar las vacunas cada cierto tiempo para continuar garantizando su efectividad. Solo lo sabremos con el tiempo.
Por ahora podemos afirmar que las nuevas “cepas”, mejor denominadas variantes, que se están describiendo y diseminando en varias partes del mundo, como la B.1.1.7 detectada inicialmente en el Reino Unido, y la 501.V2, en Sudáfrica, ambas asociadas a una mayor capacidad para propagarse e infectar, pero no así a una mayor virulencia o mortalidad, no parecen afectar la efectividad de las vacunas que se desarrollan actualmente.
Toda persona que se vacune debe saber la vacuna lo protegerá de padecer la infección Covid-19, esto es de enfermarse, pero no se ha determinado cuánto evita la infección asintomática.
La razón es que los estudios de vacunas detectan los casos sintomáticos, no los infectados asintomáticos. Es perfectamente presumible que al no haber enfermos, la proporción de asintomáticos portadores del virus sea menor y con ello la excreción del virus mucho más baja.
No se descarta, sin embargo, que aún estando sanos por el efecto de la vacuna la persona no pueda contagiar a otros. Por ello y mientras no se alcance un alto nivel de vacunación regional o nacional, todos incluyendo los vacunados deberán continuar con las medidas de autocuidado y prevención de manera continua.
Por último, dado que las encuestas realizadas hasta ahora muestran una significativa reticencia del público a vacunarse, puede que lleve un tiempo ver una protección comunitaria generalizada.
Si resulta que solo el 50 por ciento se vacuna, entonces va a tomar mucho, mucho más tiempo volver a la clase de normalidad que todos añoramos.
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