En todos mis años de ejercicio profesional, nunca me he encontrado con una incertidumbre tan profunda como la que enfrentamos hoy.
Por: Dr. Roberto Baquero Haeberlin – Expresidente del Colegio Médico Colombiano.
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Las reformas al sistema de salud actuales carecen de consenso y no tienen en cuentas las valiosas opiniones de los profesionales de la salud que se enfrentan a diario a los desafíos del sistema.
Estamos siendo testigos de una preocupante erosión de la autonomía, con prácticas de contratación que no respetan el mandato de la ley estatutaria de la salud sobre el trabajo decente y las normas de las Organización Internacional del Trabajo.
Problemas como el incumplimiento en el pago de salarios, los retrasos en las citas, la provisión inadecuada de medicamentos recetados e, incluso, la agresión física se han vuelto alarmantemente comunes; lo que más preocupa son los cierres de unidades de pediatría y de ginecobstetricia con el argumento de que nos son rentables.
Me pregunto si vamos a seguir siendo tolerantes a que cierren, como en el pasado, cuando se permitió el cierre de grandes instituciones formativas como el Hospital San Juan de Dios, el Hospital Infantil Lorencita Villegas de Santos o el Instituto Neurológico.
Esta situación da lugar a una profunda reflexión sobre el estado de nuestra profesión. Parece que hemos sucumbido a la complacencia, centrándonos en los intereses individuales en lugar de fomentar la solidaridad entre colegas.
Es desalentador observar que muchos de nuestros líderes, en particular los senadores que influyen en las decisiones que afectan a nuestro trabajo, tienen poco conocimiento y comprensión de las realidades que enfrentamos.
Ahora más que nunca, es crucial que nos unamos por una causa común. Debemos participar activamente en la política nacional, aprovechando nuestra experiencia para abogar por las reformas esenciales que nuestro sistema de salud y nuestras prácticas profesionales requieren con urgencia.
Además, debemos examinar críticamente las normas de habilitación que rigen nuestros consultorios y clínicas. Existe una percepción cada vez mayor de que estas normas diseñadas por técnicos sin conocer las realidades de nuestro entorno y son aplicadas por contratistas que carecen de los conocimientos necesarios, lo que lleva a demandas arbitrarias de cambios locativos que no mejoran la seguridad de los pacientes.
En cambio, estas medidas suelen restringir el acceso a la atención y aumentar los costos.
Consideremos la situación preocupante de algunos hospitales en poblaciones rurales donde no se ofrecen servicios esenciales, como la imposibilidad de asistir a un parto debido a la ausencia de ginecólogo o realizar una cirugía de venas varicosas porque no hay un cirujano vascular presente. Estas restricciones limitan gravemente nuestra capacidad de proporcionar una atención integral.
Es esencial reconocer que los médicos generales son plenamente capaces de atender partos y que los cirujanos generales pueden realizar safenectomías, ya que estos procedimientos están dentro de sus competencias de formación.
Invito a mis colegas a dejar de lado los sentimientos de celos y envidia, y a priorizar el bienestar colectivo de nuestra profesión. Al hacerlo, podemos trabajar juntos para mejorar la salud de nuestra nación y garantizar que el sistema de salud, por fin, pueda atender a todos los necesitados.
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