Yo me vacuno y espero que usted también lo haga
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Yo me vacuno y espero que usted también lo haga


El desarrollo de vacunas ha permitido duplicar la esperanza de vida en el último siglo. Aproximadamente tres millones de vidas se salvan cada año gracias a los programas de inmunización a nivel mundial.


Por Roberto Baquero Haeberlin – Presidente CMC

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Y pese a que el ser humano y los virus han evolucionado a la par durante milenios, ante la luz de la evidencia científica resulta incomprensible que en este momento los médicos tengamos que enfrentar no solo la amenaza de uno de los patógenos más nocivos para la humanidad sino también otro tipo de pandemia: la infodemia, definida como el exceso de información y la propagación rápida de textos, imágenes y vídeos inventados o editados que generan más confusión.

Sustancias que prometen erradicar el virus, remedios que se difunden como si fueran la panacea y hasta teorías de conspiración sobre supuestos complots de las farmacéuticas, microchips o riesgos de alteración del ADN tras la vacuna son tan dañinas como la propagación del mismo virus.

Esos rumores que crean esperanza pero que destruyen la confianza en la ciencia llevan a las personas a desobedecer las políticas de salud pública, a ignorar las recomendaciones de los médicos tratantes y a adoptar conductas de riesgo con tratamientos o curas que no cumplen con el rigor científico.

Por otro lado somos testigos del sacrifico mancomunado y generalizado de investigadores que tratan de encontrar una respuesta, una solución sensata y seria a la pandemia que, sin arrojar los mismos números catastróficos de otras pestes del pasado, ha obligado a que el mundo se detenga y a que esperemos con angustia los estragos que de todo esto se desprendan.

Sin duda, son muchos más quienes creen en las vacunas, pero hay algunos grupos que se valen de las redes sociales para hacer oposición y desestimar la utilidad de la inmunización. Tal vez la gravedad de la pandemia no sea por el tipo de virus sino porque no habíamos enfrentado una amenaza mundial en un tiempo en el que los humanos estuvieran tan conectados y tuvieran Facebook, Google, WhatsApp y tanto acceso a la información como en la actualidad. El peligro está en que la estadística más contundente no puede contrarrestar la emoción de la que se valen las noticias falsas.

Las últimas encuestas reflejan que cerca del 40% de la población no se aplicaría la vacuna contra el Covid-19, y las dos principales razones para rechazar la inmunización son el temor a posibles efectos secundarios y falta de confianza por el desarrollo acelerado en los distintos laboratorios.

En este sentido, las autoridades sanitarias de todo el mundo han aclarado que las vacunas que han recibido la aprobación para el uso de emergencia han demostrado en ensayos clínicos que son seguras y efectivas.

Se desarrollaron, probaron y aprobaron utilizando el mismo proceso riguroso implementado para las demás vacunas que ya hemos utilizado por décadas. Los conocimientos previos adquiridos con el SARS-CoV y el MERS-CoV hicieron posible acelerar el desarrollo de la vacuna y, dada la alerta mundial, los ensayos de fase 1 y 2 iniciaron de forma casi simultánea, lo que ahorró varios años de investigación sin poner en riesgo la seguridad del descubrimiento.

En cuanto a las posibles alergias o reacciones severas a la vacuna, las cifras mundiales hablan por sí mismas: con 30 millones de infectados, se registraron 700 mil defunciones; con más de 90 millones de personas infectadas, dos millones de fallecimientos. Con 30 millones de personas vacunadas, se han presentado 21 reacciones alérgicas y ninguna muerte relacionada con la vacuna. Además, las escasas reacciones alérgicas reportadas no se producen por el antígeno, son desencadenadas por el disolvente de la vacuna, el polietilenglicol o macrogol, que está presente en otros medicamentos, como laxantes, antibióticos, analgésicos, antiagregantes, corticoides y antihipertensivos.

El plan de vacunación masiva que el Gobierno diseñó permitirá aprender de la experiencia del resto del mundo para tratar de no repetir los mismos errores. Seguramente se presentarán percances y otros inconvenientes para alcanzar la meta de vacunar al 75% de los colombianos, pero al menos Colombia ganó tiempo valioso para hacer mejores cálculos y garantizar las dos dosis de las vacunas que así lo requieran. Ahora el gran reto es impedir por todos los medios de que la vacuna se convierta en un botín político y en un motivo más de polarización en el país.

Por último, si bien la vacuna puede ser el comienzo del fin de la pandemia, debe ser un esfuerzo conjunto de la sociedad. Cuantos más infectados se presenten, más probabilidades de nuevas variables virales y mayor es el riesgo para todos.

En otras palabras, el fin de esta tragedia no depende tanto de que se desarrollen nuevas vacunas sino del comportamiento de cada uno de los pobladores de la Tierra. Los médicos debemos ser los primeros en dar ejemplo. El llamado es a ser rigurosos con la información compartida, a convertirnos en los mayores influenciadores de nuestro entorno y a servir de antígenos contra las curas milagrosas.

No es mito. No es cuento. Es medicina basada en la evidencia. Es medicina basada en la experiencia.

febrero 22, 2021

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