En diálogo con el Colegio Médico Colombiano, el director del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, doctor Francisco Javier Lopera Restrepo, se mostró optimista con respecto al trabajo que adelanta para la prevención de la Enfermedad de Alzheimer Autosómico Dominante. Galardonado con el premio Bengt Winblad Lifetime Achievement Award, espera que su investigación consiga retrasar el inicio o retardar la progresión de dicha patología.
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¿Qué significa el premio Bengt Winblad Lifetime Achievement Award en su trayectoria profesional?
FL:Es un reconocimiento muy importante a mi trabajo y también a la dedicación de mi grupo de trabajo de neurociencias de la Universidad de Antioquia. Este premio se le concede a las personas que han trabajado toda una vida y que han hecho una contribución importante en el estudio de la Enfermedad de Alzheimer. Se entrega en el congreso mundial que organiza cada año la Asociación de Alzheimer (Alzheimer Association). Además, se convierte en una enorme satisfacción porque es la primera vez que un latinoamericano recibe este premio. En definitiva, es un honor, un gran orgullo en lo personal, así como lo es para el grupo de neurociencias de Antioquia, para la Universidad de Antioquia, para Colombia y para América Latina.
¿Además que las dificultades propias del conflicto armado que tuvo que superar para llevar a cabo su investigación, cuáles han sido los principales obstáculos para adelantar su trabajo científico?
FL: A lo largo de todos estos años el mayor inconveniente se ha centrado en el signo pesos, en los recursos económicos disponibles para la investigación. Desde la década de los 80 hasta el 2010 trabajamos con muchas limitaciones económicas. De hecho, las primeras dos décadas hacíamos trabajo de campo los fines de semana y festivos con recursos de nuestros propios bolsillos. Lo que nos movía era la pasión y el interés por lo que hacíamos; tomábamos la experiencia de hacer investigación en diferentes áreas del departamento como un paseo de fin de semana.
Por fortuna, en la década del 90 logramos obtener los primeros recursos de Colciencias y de la Universidad de Antioquia; a partir del 2010 comenzamos a contar con el apoyo de instituciones internacionales y desde entonces el trabajo de investigación es mucho más estructurado. Superada en parte la asfixia económica, nos enfrentamos a otro reto adicional: el tener que demostrar continuamente la seriedad e importancia de nuestro trabajo. Sembramos buenas semillas y como fruto ahora tenemos el apoyo internacional del Instituto Nacional de Salud y del Envejecimiento de Estados Unidos (NIA y NIH), del Instituto BANNER, de Genentech/Roche, de alguna ONG y de otras instituciones.
¿Cómo observa la investigación científica en este momento en Colombia? ¿Cree que el país ha avanzado en el campo de la ciencia?
FL: Claro, Colombia ha evolucionado pero no lo suficiente. Hace muchos años el gobierno de turno conformó una comisión de sabios para que le hiciera las debidas recomendaciones. La comisión cumplió con lo cometido, pero nadie hizo caso a sus sugerencias. El gobierno se hizo el sordo. Hace unos años, un nuevo gobierno volvió a integrar otra comisión de sabios con el mismo fin.
La síntesis de lo que recomendó esta última comisión fue que el gobierno debía hacer caso a las recomendaciones de la comisión anterior. Ahora hay que esperar a que se implementen dichas recomendaciones sin más largas, pues un país que no invierte en ciencias, tecnología e innovación no tiene futuro. La urgencia de los problemas de la guerra y de los conflictos ha impedido ver y actuar sobre la importancia de lo esencial para el futuro del país.
¿Haber podido identificar la mutación del gen presenilina 1 (PSEN1) qué ha significado para lograr entender la Enfermedad de Alzheimer?
FL: En la década de los 80 identificamos las primeras familias con Alzheimer de inicio precoz hereditario en Belmira, Yarumal y Angostura. Sabíamos que estábamos frente a una forma hereditaria de la enfermedad, nos dimos cuenta de que estábamos frente a una forma precoz de la enfermedad de Alzheimer de inicio tardío e inferimos que tenía que existir un gen responsable; pese a nuestro agudo instinto, en ese momento era muy complejo, por no decir casi imposible, poder comprobar nuestra hipótesis. La única forma era realizando el estudio del cerebro de algún afectado para comprobar que efectivamente se trataba del Alzheimer y luego efectuar el análisis del genoma para establecer el gen responsable.
A comienzos de los 90 tuvimos el acierto de conocer al doctor Ken Kosik de la Universidad de Harvad, momento en el que se comenzaron a reseñar las primeras mutaciones en el gen de la proteína precursora de amiloide (PPA) en el cromosoma XXI, responsable de Alzheimer familiar autosómico dominate de inicio precoz. Ken se animó a trabajar con nosotros para buscar una nueva mutación en dicho gen, pero los resultados no fueron los esperados.
A mediados de la década del 90 recibimos la donación de un cerebro de una paciente fallecida con la enfermedad de nuestra investigación y lo analizamos en el laboratorio del doctor Kosik, en Harvad, donde se constató que el cerebro tenía las placas de amiloide, los ovillos neurofibrilares y la neurodegeneración propias de la enfermedad de Alzheimer.
Posteriormente nos unimos al trabajo de Alison Goate, de la Universidad de Washington, quien había encontrado la asociación del cromosoma 14 en algunas familias con Alzheimer hereditario negativas a mutaciones del gen de PPA. En ese trabajo conjunto descubrimos la mutación E280A en el gen de la Presenilina1 en el cromosoma 14 como responsable del Alzheimer autosómico dominante de inicio precoz en Antioquia.
Estas 25 familias con más de seis mil herederos es hoy en día el conglomerado poblacional más grande del mundo con una forma genética de enfermedad de Alzheimer de inicio precoz. Lo que merece la pena destacar es que esa es la población elegible para ofrecer estudios de prevención.
¿Cree que la cura o el tratamiento preventivo para este tipo de demencia está cerca?
FL: Es muy poco probable que en los próximos cinco años tengamos disponible una terapéutica curativa para la enfermedad de Alzheimer. Incluso, es probable que nunca la tengamos, porque cuando una persona entra en demencia el cerebro ya está bastante destruido.
El estudio y seguimiento que hemos hecho a esas familias de Antioquia demostró que la enfermedad de Alzheimer tiene una etapa silenciosa que se extiende por décadas. En esta población las personas que nacen con la mutación paisa que causa el Alzheimer genético empiezan a depositar la basura de amiloide en su cerebro a los 28 años de edad, luego se agrega otra basura de proteína TAU fosforilada a los 38 años y a los 44 ya tienen además de la amiloidosis y la taupatía, una marcada neurodegeneración acompañada de muerte neuronal.
Es allí cuando empiezan los primero síntomas de pérdida de memoria. Cuando entran en demencia, en ese estado en el cual la persona pierde autonomía e independencia, por lo general precisa de supervisión y de un cuidador.
“En ese momento el cerebro ya está demasiado destruido y a los 49 años ya es demasiado tarde para instaurar un tratamiento curativo. Sin embargo, somos mucho más optimistas con el tratamiento preventivo”.
En el grupo de neurociencias de la Universidad de Antioquia iniciamos la era de los estudios preventivos en el 2013 con el programa API Colombia. La idea es concentrarnos por los próximos diez años en tratar a personas sanas, asintomáticas y con riesgo alto de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Es decir, nos vamos a dedicar a la prevención y no a la cura de la enfermedad. Si las personas sanas miembros de familias con Alzheimer genético participan en estos estudios como lo están haciendo los participantes de API Colombia, tengo la esperanza de que en una década podríamos tener resultados interesantes en la prevención o por lo menos en el retraso del inicio de los síntomas de la enfermedad.
El sueño que tenemos muchos de los investigadores de Alzheimer en el mundo es retrasar por lo menos cinco años el inicio de los síntomas de la patología. Si se lograra ese objetivo, se reduciría en un 50 por ciento la prevalencia y los costos de la enfermedad, lo cual tendría un gran impacto en materia de salud pública.
Nuestro grupo, en colaboración con los colombianos Joseph Arboleda, Yakeel Quiros y otros investigadores descubrimos y publicamos en noviembre de 2019 el caso de una mujer con la mutación paisa del Alzheimer que estuvo protegida por casi 30 años de los síntomas de la enfermedad porque tenía al mismo tiempo en su genoma otra mutación protectora. Esto significa que hemos descubierto un método natural para retrasar la enfermedad de Alzheimer no solo cinco sino 30 años.
En la práctica ese hallazgo se puede considerar una opción curativa dado que el Alzheimer generalmente inicia luego de los 65 años y agregar 35 de protección significaría aplazar el inicio de los síntomas hasta los 95 años, lo que de acuerdo con la expectativa de vida significaría la cura del Alzheimer.
¿Qué consejo le puede dar a sus alumnos y a los médicos que quieren seguir sus pasos?
FL: Lo único que les puedo recomendar a los Jóvenes médicos y científicos que decidieron transitar por este camino es lo siguiente: hay que amar profundamente lo que uno hace para disfrutar del trabajo y producir con eficiencia. Deben partir de lo que tenemos y construir nuevas oportunidades.
Cuando yo estaba en el colegio recuerdo que desde el grado cuarto de bachillerato marcaba la primera hoja de todos mis cuadernos con una frase que resumía aquello que quería hacer en mi vida y que me ha dado provechosos frutos, “Nada hay imposible para el que quiere”.
Saliéndonos un poco del contexto de la neurociencia, ¿cuál es su percepción de la pandemia de COVID-19?
FL: Nos cogió de sorpresa. El mundo no estaba preparado para una pandemia. Esto nos volvió a recordar que no somos indispensables para el planeta, que los eres humanos necesitamos más de los ecosistemas y, en consecuencia, los tenemos que valorar y preservar. La pandemia ha dado muchas lecciones. 1. Cuidar el planeta, 2. Mejorar los sistemas de salud pública, 3. Creer en la ciencia, impulsarla y desarrollarla.
¿Cómo ha sobrellevado las restricciones sociales?
FL: Han sido unos meses difíciles. Somos una especie social y para mí, más como paisa, resulta muy extraño tener que aceptar y obedecer la medidas impuestas por el distanciamiento social. Pero como defensor y garante de la vida entiendo que en la medida en que evitemos las demostraciones de afecto a través del contacto físico podemos cuidar y proteger a los seres que amamos. Nos tocó vivir una pandemia de las que generalmente ocurren cada cien años, así que la única alternativa es aprender a vivir con ella.
¿Qué piensa de la vacuna?
FL: Así tengamos ya varias vacunas en el mercado para hacerle frente al virus, no hay una que logre la efectividad del cien por ciento.
¿El 2020 es un año que muchos quisieran borrar de la memoria, alguna recomendación?
FL: No será posible borrarlo de la memoria porque cambió dramáticamente nuestras vidas, rompió la dinámica de las distintas sociedades en todo el planeta, se convirtió en un enorme reto para la ciencia, los gobiernos, la economía y nos llevó a regañadientes a replantear las prioridades. Sin duda dejará una huella indeleble en la memoria de nuestra generación.
Lo importante de este proceso de adaptación a la nueva normalidad es la capacidad que tengamos de arrancarle lo positivo. Si aprendemos las lecciones que nos enseñó este virus, saldremos todos fortalecidos, tanto el planeta como la humanidad.
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