Todo análisis en época de empalmes permite ver el vaso medio lleno o ver el vaso medio vacío, pero los hechos no se pueden disfrazar.
Por Roberto Baquero Haeberlin – Director Comité Empresarial Colegio Médico Colombiano
Por un lado, semanas antes de terminar su gestión, el exministro de Salud, Fernando Ruiz, recibió la Orden del Congreso y la Orden de la Democracia Simón Bolívar por su labor en el manejo de pandemia y por el éxito en las cifras de vacunación.
Es un hecho que el gobierno saliente logró demostrar la capacidad de reacción para poder atender a la población, sin que la capacidad de pago fuera una barrera para el acceso. Todo habitante del territorio nacional, sin importar el régimen, la capacidad de pago o si se trataba de un migrante regularizado, tuvo acceso a los servicios de salud.
El informe de Amnistía Internacional de abril de este año muestra que México, Brasil y Perú, donde el uno por ciento de la población acapara el 30 por ciento de la riqueza, registraron el mayor número de muertes por Covid-19. El informe concluyó que los países con más desigualdad y menos gasto público en salud fueron los que más sufrieron durante la pandemia.
Aquí hay que reconocer que Colombia movilizó proactivamente los recursos necesarios para la compra de ventiladores, para solucionar los requerimientos de las unidades de cuidado intensivo, para la compra de vacunas a las multinacionales farmacéuticas y para brindar ayuda económica a la población más vulnerable.
El plan nacional de vacunación se desarrolló de manera equitativa, organizada, progresiva y dando prioridad a las personas con mayor riesgo, lo que hizo que el país pudiera sortear el cuarto y quinto pico sin que se dispararan los fallecimientos.
Ahora bien, quedaron tareas pendientes que el gobierno entrante tendrá que asumir con premura. En primer lugar, la emergencia sanitaria evidenció las pésimas condiciones en las que se encuentran los trabajadores de la salud. Por eso, el anuncio del nuevo gobierno de diseñar un estatuto para el trabajador de la salud que promueva la formalización laboral en cargos de planta del talento humano misional ha sido bien acogida por los profesionales de la salud.
El nuevo Presidente propuso: “fomentar la formación (con financiación pública) de las especialidades para salir del déficit histórico de personal de salud”.
En este punto, el nombramiento de la ministra Carolina Corcho revive la esperanza de que se termine de implementar la Ley de Residencias Médicas, ya que la doctora Corcho trabajó en la elaboración y en la promoción de dicha Ley.
Hasta el momento el ministerio de Salud ha cumplido con la reglamentación y el pago a los residentes en todo el país. Sin embargo, el ministerio de Educación se ha negado a regular el precio de las matrículas para dar cumplimiento al mandato establecido en el artículo 12 de la ley 1917 de 2018, con tal suerte que Colombia sigue siendo uno de los países con las matrículas más altas en todo el mundo y en donde estudiar o hacer una especialización en medicina es todo un privilegio.
Igualmente es apremiante revisar junto al minEducación el aspecto formativo -la calidad es preocupante- y de convalidaciones, lo que se convierte en un llamado a que los colegios de profesionales que tienen a su cargo las funciones públicas colaboren con el gobierno aportando la experiencia adquirida para garantizar un recurso humano de la mejor calidad.
Se abre el debate sobre el futuro de las EPS; hay voces desde el gobierno que promulgan su liquidación y otras voces desde los gremios que proponen una modificación de las EPS, idea que personalmente comparto. No se puede desconocer que las EPS cuentan con la infraestructura y la data necesaria para efectuar un mejor control sobre el sistema de salud.
Esa era la ruta trazada por el profesor José Félix Patiño (q.e.p.d.), quien en varias entrevistas y publicaciones propuso convertirlas en administradoras y asignarles un pago fijo para que se encargaran de la coordinación de la prestación y de la autorización de los servicios, pero ya no del pago a los prestadores, con lo que se les quitaría el manejo de los dineros públicos.
La reestructuración de la red pública tampoco da espera y es de vital importancia para implementar el modelo expuesto por el gobierno y para mejorar la calidad de los servicios que prestan. La falta de presupuesto -ya sea por corrupción o por simple rezago- los dejó en el siglo pasado en cuestión de tecnología.
Lo otro es esperar que esta vez sí se implemente el modelo de atención básica primaria, que más que vendernos el mismo modelo con un nombre diferente, la atención primaria sea la puerta de entrada al sistema de salud, en vez de que los pacientes tengan que entrar por urgencias.
No es un experimento, ya está comprobado que la alta resolución en el primer nivel, con médicos bien preparados y autónomos, mejora la calidad, la oportunidad y reduce los costos de la atención.
Habrá que dar un tiempo de espera para que los anuncios del gobierno se decanten, pasen por los filtros del debate y finalmente se traduzcan en propuestas aplicables a la realidad nacional. Como siempre, es mejor construir sobre lo construido y tratar de que el remedio no resulte peor que la enfermedad.
Fuente: Órgano de información del Colegio Médico Colombiano. Epicrisis. Ed. Nº 25 (Septiembre-Noviembre 2022).
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