El regreso a la presencialidad es la oportunidad para transformar la mala educación
Actualidad, Promoción y Prevención

El regreso a la presencialidad es la oportunidad para transformar la mala educación


El Covid-19 no solo puso en aprietos al sistema de salud, sino que afectó el desarrollo y el aprendizaje de los estudiantes.


El fundador del Instituto Alberto Merani, Julián de Zubiría, hace una serie de recomendaciones para mejorar la calidad de la educación y la salud mental de los estudiantes en la pospandemia.

En las últimas pruebas PISA, realizadas en diciembre de 2019, precisamente un par de meses antesde la pandemia, Colombia obtuvo el puntaje más bajo entre los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). El país mostró un marcado retroceso en lectura, ciencia y ningún avance en matemáticas.

Para el profesor Julián de Zubiría, economista de la Universidad Nacional de Colombia, magíster honoris causa en Desarrollo Intelectual y Educación de la Universidad Católica de Ecuador, investigador pedagógico y miembro fundador de la innovación pedagógica del Instituto Alberto Merani, en Bogotá, el panorama actual puede ser mucho peor, no solo por la pérdida prolongada de clases durante los dos años anteriores, sino porque desde hace 20 años la calidad en la educación ha venido decayendo mientras que las brechas cada día son más grandes.

La calidad de la educación que recibe un niño en la ciudad y uno en el campo es de una disparidad abismal, afirma el educador.


“Por ejemplo, en zonas rurales un niño en grado 9º lee como un niño de ciudad que está cursando 5º o 6º grado, es decir que el menor del campo está atrasado tres años y medio. Ahora bien, en comparación con el mundo, los estudiantes de cualquiera de las ciudades de Colombia, incluyendo a Bogotá, están dos años atrás con respecto a los estudiantes de los países miembros de la OCDE.

Un caso muy ilustrativo es que cuando le preguntan a los jóvenes que están en el grado 9º por la idea principal de un texto de dos o tres párrafos, la mitad de esos jóvenes no solo no puede mencionar la idea sino que ni siquiera tiene claro el tema al que hace referencia el texto que leyó.

Eso significa que la mitad de los estudiantes de 15 años lee como si tuviera seis años. Y entonces, un muchacho que no lee, no puede ser un buen ciudadano, no puede ser muy tolerante, no tiene acceso a la ciencia y, por tanto, está profundamente limitado, sin mencionar que en matemáticas el problema es mucho más dramático”.


De zubiría, quien también ha sido Consultor del Ministerio de Educación y Cultura del Ecuador, de la Universidad del Parlamento Andino, del Ministerio de Educación Nacional de Colombia y del Convenio Andrés Bello, además de presidente del capítulo colombiano de la Asociación de Educadores de América Latina y el Caribe (AELAC) afirma que durante la pandemia se hicieron más visibles las brechas porque la inmensa mayoría de los alumnos de instituciones públicas no contaba con acceso a internet -dos de cada tres no tenían conectividad-, muchos aún no tienen computador y en muchas zonas ni siquiera hay redes.

En los territorios apartados fue mayor el desastre. Y si bien la afectación en el rendimiento académico fue notorio, el daño en el aspecto socio-emocional fue mucho más alto, señala el educador.

Garantizar el derecho a la educación de calidad es defender la vida.

Según la investigación realizada por la fonoaudióloga Gloria Isabel Bermúdez, magíster en Discapacidad e Inclusión Social de la Universidad Nacional de Colombia, para finales del 2021, el 98% de los estudiantes universitarios se sentía afectados física y mentalmente por la pandemia, mostrando síntomas como tristeza, ansiedad, dificultad para concentrarse, depresión, alteraciones del sueño, mayor irritabilidad, sensación de soledad y estrés constante.

Así mismo, en cuanto a los más jóvenes, el Instituto Colombiano de Neurociencias de Colombia, tras una encuesta a 651 hogares, encontró que el 88 por ciento de los niños tiene alguna afectación en la salud mental y el comportamiento, y el 42 por ciento ha visto afectadas sus habilidades académicas en pospandemia.

Gloria Isabel Bermúdez

De acuerdo con los estudios que tiene el fundador del Instituto Merani, los estudiantes más perjudicados en estos últimos dos años fueron los preadolescentes porque básicamente lo que hace un preadolescente es conformar grupos. “Esa es la edad en la cual los jóvenes construyen su identidad con base en los grupos a los que pertenecen, lo cual fue imposible durante los dos años de encierro”.

Otro factor perjudicial, según de Zubiría, es que en Colombia aún persisten las estructuras familiares autoritarias, con cimientos muy débiles y en donde casi la mitad de los padres aún golpea a los hijos con el objeto que tenga a la mano. “Ese tipo de agresiones físicas se elevaron en el este periodo, agravadas por la crisis económica (donde una de cada tres mujeres perdió el empleo), el temor a contraer el virus y las cuarentenas que generaron un ambiente socioafectivo muy negativo.

Aunque la gran mayoría de los estudiantes colombianos ha regresado a sus aulas, las crisis emocionales, las ideas suicidas, la falta de motivación, la ansiedad y la depresión están más presentes en los entornos académicos, como secuelas de la descompensación que dejó en los jóvenes el encierro y el aislamiento. Como muchos estudiantes no tuvieron el apoyo de los colegios ni de las familias, y tampoco estudiaron en un clima de mediación, volvieron con muchos problemas socioemocionales, explica de Zubiría.

Por esa razón, para el educador, en este momento hay que priorizar la atención socioemocional de los estudiantes. “Estamos acostumbrados a la aprobación de años académicos, lo cual es un error porque no se tiene en cuenta la formación ética, el deporte, el arte o su forma de interactuar con el entorno. Hay un enorme sesgo académico, pues solo se tienen en cuenta los criterios académicos para calificar al estudiante o seleccionar al docente.

En este periodo hay que darle más peso a las actividades grupales, a las deportivas, a la convivencia, a escuchar a los alumnos y a empoderarlos. Las investigaciones muestran que la intervención del grupo en las situaciones de manoteo logra disuadir esta conducta en el 86 por ciento de los casos, entonces, lo mejor sería nombrar comisionados éticos, estudiantiles, deportivos, entre otros, en todos los colegios del país, ya que cuidar la salud mental de los alumnos es el reto en la pospandemia.

El colegio debe enseñar a pensar y actuar, pero primero debe enseñar a leer

Para de Zubiría, quien se ha preocupado por la capacitación de docentes en los temas de competencias, desarrollo del pensamiento y del talento en diversos países y ha dirigido cientos de investigaciones sobre los estilos cognitivos, los estilos de autoridad, la mediación en el aula y la modificabilidad de las inteligencias, además de liderar el Movimiento Pedagógico y Social por una Educación de Calidad, la raíz del problema es la falta de voluntad política.

“Hemos tenido gobernantes que comprenden muy poco de ciencia o de educación. En otros países los gobiernos conforman comités científicos y de educación para que los asesoren, pero en Colombia eso no ocurre. Los dirigentes lo único que hacen es agregar una materia nueva o una clase más que se ajuste a las tendencias mediáticas, pero que no modifica las variables y termina por hacer más daño que bien.

Por ejemplo, no hay un cambo en la formación de los maestros, pues saben mucho de muy poco, por el culto que se le rinde a la especialización en detrimento del pensamiento global. El papel de todo buen maestro no es transmitir información para que el estudiante memorice; es formular preguntas, diseñar analogías, enseñarle al alumno a desarrollar sus habilidades y destrezas, es decir, crear espacios para aprender a pensar en términos hipotético-deductivos, para aprender a deducir y para aprender a dudar. Se estudia en un claustro académico en el que se aprende poco de competencias socio-afectivas y trabajo en equipo.

“También se aprende muy poco a resolver problemas reales. Estamos en mora de darle más importancia al factor socio-emocional, cosa que no hemos hecho. Los maestros hablamos mucho de democracia, pero las instituciones no son democráticas, al interior reina la formalidad y el ambiente autoritario. Según la Unesco, el ambiente en el que se aprende y se forma un menor es la variable más importante para la educación”.

Los trabajos del profesor De Zubiría han comprobado que las inteligencias se modifican de manera sensible por la acción de los padres, maestros y de la cultura. De ahí que con el cambio de gobierno el educador se sienta optimista para dar inicio al proceso de transformación de la educación.

Dice que si hay una genuina voluntad política dicha transformación no toma mucho tiempo y cita el caso de Chile, que empezó este proceso en el año 98 con el ajuste de los currículos y en la formación de maestros, y en el 2003 tuvo buenos resultados.

Julián de Zubiría

“Hay que darle prioridad a la educación inicial para que el estudiante tenga buen rendimiento en los niveles superiores. Los datos revelan que el 72 por ciento de los jóvenes de los estratos uno y dos que logra entrar a la universidad se retira, no por factores económicos, sino por falencias en la formación primaria”.

Lo que ocurre es que muchos gobiernos se enfocan en la educación superior por criterio político, agrega el experto, pues los jóvenes tienen voto. “Sin embargo, el problema más agudo en el país está en los niños de cero a cinco años; la educación en ese rango de edad está muy descuidada porque los niños no salen a la calle a protestar, ni votan”.

Sin educación pública de calidad, no hay democracia

La propuesta del educador es que las instituciones educativas enseñen al ser humano a pensar, a amar y al buen desempeño dentro de la comunidad. Su modelo de Pedagogía Dialogante ha logrado desarrollarse parcialmente en el país debido a los modelos tradicionales de la enseñanza que persisten y a que la clase política ha sido indiferente. “Si no se transforma la educación, no se puede esperar que haya un cambio cultural o político.


Alguna vez el profesor Rodolfo Llinás dijo que un país se podía defender de dos maneras: con ideas o con armas. Nosotros escogimos la segunda y eso nos creó un problema de identidad. Un país que privilegia las armas a la educación no se pertenece a sí mismo porque tiene que apropiarse de las ideas de otros países.


Los gobiernos que tomaron la decisión de invertir en educación no lo hicieron porque fueran ricos y tuvieran los recursos para brindar educación de calidad. Todo lo contrario, siendo pobres invirtieron en ciencia y educación, y por eso hoy son más ricos”.

Para el profesor, todo parte de una decisión política de largo plazo y en Colombia eso no gusta, aclara.“Hacer que un niño lea mejor es un proceso lento y el beneficio se obtiene con el tiempo. Pero poner pavimento tiene un efecto inmediato y aumenta los índices de popularidad. Lo cierto es que la primera Misión de Sabios propuso al menos invertir el uno por ciento del PIB en ciencia y educación. Hoy, 28 años después, vamos en el 0.3 por ciento del PIB”.

Una de las características de la Pedagogía Dialogante es que reconoce el papel activo del estudiante en el aprendizaje y además le otorga valor al rol de mediador ocupado por el docente, quien asume que el conocimiento puede ser construido dentro o fuera de la escuela. Ese modelo educativo ha tenido gran acogida en países como Ecuador, República Dominicana, México y Perú.

Colombia ha reportado experiencias exitosas a nivel regional. En la actualidad el 11 por ciento de los 400 colegios públicos que existen en Bogotá (45 instituciones) está desarrollando un programa piloto de transformación de la educación a cuatro años.

La propuesta del profesor De Zubiría es darle mucha más relevancia a la expresión afectiva, al área de la sociabilidad del estudiante y a que desarrolle su talento en función del ambiente que le rodea, lo cual implica actualizar la educación.

“Debemos enseñar a leer desde el grado uno ajustando el método de lectura al grado del estudiante para que pueda desarrollar la capacidad de análisis y el pensamiento crítico, saliendo de los clásicos de la literatura universal y entrando a la lectura de audiovisuales, los recortes de prensa, a los encuentros en zoom o del lenguaje de mímicas, así como incluir contenidos de las diversas dimensiones humanas, en especial dilemas éticos y morales, y problemas más contextualizados y reales. Lo más importante es que es hora de tener una educación pública de calidad, pues es la mejor forma de construir democracia y de vivir en una sociedad con más oportunidades para todos”.

Fuente: Órgano de información del Colegio Médico Colombiano. Epicrisis. Ed. Nº 25 (Septiembre-Noviembre 2022).

septiembre 19, 2022

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Comité Editorial

Director
Dr. Stevenson Marulanda Plata

Editora
Maricielo Acero Rodríguez

Asesores Médicos
Dr. Jorge Diego Acosta Correa
Dra. Ivonne Díaz Yamal
Dr. Oswaldo Alfonso Borraez
Dr. Samuel Barbosa

Contacto comercial
Mary Stella Ardila Guzmán

NOSOTROS

Epicrisis es el órgano oficial de comunicación del Colegio Médico Colombiano. La opinión y conceptos personales expresados en los artículos firmados por un tercero no reflejan la posición de Epicrisis o el Colegio Médico Colombiano.

PBX: (+571) 746 3489 – Celular:(+57) 314 566 2174 – (+57) 323 232 4543 – (+57) 323 232 7752 – (+57) 314 566 2198Email : pqrs@colegiomedicocolombiano.org
Dirección: Carrera 7 # 69 – 17 – Bogotá, Colombia