Debemos priorizar nuestra salud mental; no está mal hacer una pausa o retirarse cuando ya no se ve la luz, a pesar de las exigencias y tiempos socialmente impuestos, cada cual va a su propio ritmo.
Por Cindy Viviana Rodríguez Echeverría, Presidenta de ANIR regional centro
Hace poco recibimos la triste noticia de otra vida que se apagó en búsqueda de lograr un sueño. Recibimos el llamado de compañeros y personas conocidas que buscaban en la ANIR un tipo de apoyo, así fuese emocional. En estas situaciones vuelven las preguntas: ¿No hubo señales previas?, ¿se habría podido cambiar el desenlace?, ¿se hizo todo lo posible?, ¿tuvo relación con un caso de maltrato?
Estos interrogantes, válidos en el proceso de duelo, nos lleva a revisar el trabajo que se ha realizado en este año por la salud mental y contra el maltrato. Siendo este tema anunciado desde hace mucho tiempo, las estrategias para afrontarlo se siguen quedando cortas ante una problemática que afecta cada vez más a nuestro gremio.
El llamado que hicimos a las instituciones para fortalecer las rutas de acompañamiento en salud mental fueron atendidos por algunos directivos. Incluso, la Universidad Nacional de Colombia y la Fundación San Martín se reunieron con nosotros para explorar programas, rutas y tomar recomendaciones a partir de nuestras vivencias personales y las que recolectamos en las múltiples denuncias.
Sin embargo, en algunas instituciones estos espacios no se replicaron e, incluso se tomó como un tema de importancia o una excusa para no cumplir las labores académicas y asistenciales. En otros escenarios, el tema se habló, pero la amenaza con la pérdida de rotaciones o invalidez de la incapacidad médica hacen difícil que los residentes y estudiantes pueden priorizar su salud mental y se le dé la importancia merecida.
Entre las dicusiones que tuvimos, se destaca la dificultad para acceder a atención en salud mental en el actual modelo, afectando no solo al personal asistencia, siendo un problema de salud pública. Esta barrera en salud imposibilita el acceso a tiempo, la continuidad y la adherencia a los tratamientos, aumentando el riesgo. Además, dificulta la validación de incapacidades y conceptos emitidos por los profesionales en salud mental particulares o de los hospitales de práctica a los que se acude ante la urgencia y necesidad de ayuda.
De la mano con organizaciones de psicología, hemos trabajado en un programa de salud mental, con algunos pilotos para ayudar a orientar las acciones más estratégicas, mientras continuamos uniéndonos al llamado para tener un sistema de salud que esté al servicio de los pacientes y no los considere clientes en un contexto mercantil.
Desde hace meses, nos incorporamos a la discusión del Proyecto de Ley “Doctora Catalina”, que modifica la actual ley de residentes. En este espacio tipificamos los tipos de violencia a las cuales nos vemos expuestos en el proceso formativo, pero, además, ponernos sobre la mesa la importancia de instaurar el sistema de salud mental para residentes, donde se realice un tamización de riesgo, acompañamiento permanente para buscar una detección temprana de crisis o riesgos de autolesión.
Este proyecto se logró aprobar en el primer debate de la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes, y estamos a la espera de los debates faltantes, esperando que los aportes a pensión, el día de descanso y la franja de alimentación, se nos reconozcan como derechos durante el proceso formativo.
Por último, probablemente el mensaje más importante: debemos priorizar nuestra salud mental; no está mal hacer una pausa o retirarse cuando ya no se ve la luz, a pesar de las exigencias y tiempos socialmente impuestos, cada cual va a su propio ritmo. No hay que temer hablar, es necesario acabar con la estigmatización y solicitar apoyo cuando se trate de salud mental. “No dejemos que la vocación nos cueste la vida”.
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