¡Divide y no vencerás, te autoaniquilarás!
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¡Divide y no vencerás, te autoaniquilarás!


Divide et impera, como se dice que dijo el emperador romano Julio César, paradójicamente es la estrategia con la que el país quisiera salir adelante.


Por Roberto Baquero Haeberlin – Expresidente del Colegio Médico Colombiano

La ciencia se ha esforzado por inventar una solución para la amenaza que ahora enfrentamos como humanidad con la expansión del SARS-CoV-2. La medicina progresa vertiginosamente dando respuestas a interrogantes que eran considerados misterios y prende la esperanza de construir una visión unitaria del mundo que nos rodea; sin embargo, el pensamiento humano pareciera que sigue aferrado a los paradigmas reduccionistas de varios siglos atrás.

Divide et impera, como se dice que dijo el emperador romano Julio César, paradójicamente es la estrategia con la que el país quisiera salir adelante.

Como en la Guerra Fría, Colombia sigue dividida en dos bandos antagónicos, no solo en la política, pues parece que los extremos más radicales han contaminado todas las esferas del bienestar social. Venimos de un conflicto armado de décadas, pasamos por una dura crisis política, caímos en una aguda desaceleración económica, estamos sobreviviendo a una emergencia sanitaria, pero seguimos, al mejor estilo de Maquiavelo, convencidos de que todo vale con tal de seguir aferrados al poder.

Esa relación bipolar elemental y simplista de blanco o negro, derecha o izquierda, gobierno u oposición, solo conduce a repetir la historia de muerte, exclusión, desigualdad, desplazamiento, por un lado, y rebeldía, violencia y protesta, por el otro. En año y medio de pandemia no hemos comprendido que lo que ocurra en una provincia de China afecta a todo el planeta, como el efecto mariposa.

Me resisto a creer que solo cuando juega la selección Colombia de fútbol, en los momentos de gloria para el deporte colombiano o cuando sufrimos una derrota que no consideramos justa, somos capaces de gritar a una sola voz. Pero de puertas para adentro no dejamos la visión de la singularidad de la realidad, de lo mío y los míos, dejando por fuera a todos los que no piensen como “yo”.


Si seguimos señalando con el dedo acusador al otro, si en cada palabra solo hay cizaña e intención de indisponer a los unos contra los otros, si en cada acto tratamos de defender a un gobierno o de armar un bloque contra el mismo, como en una jauría humana, seguro que Colombia será un país fallido.


Después de los más de cuatro millones de muertos que ha dejado el Covid-19 en el mundo, de ver los desastres naturales en otras latitudes por las lluvias intensas o el calor ardiente, es hora de considerar que la existencia humana debe tener un propósito más allá de agigantar el ego.

Nos tocó vivir una de las pandemias que se dan cada cien años, es un momento histórico, es hora de privilegiar el bien común por encima del interés particular, de rescatar las cualidades de portar la nacionalidad colombiana.

La unión hace la fuerza; es la única manera de avanzar. Debemos empezar por reconocer al otro, por escucharlo, respetarlo, de validarlo. Ser ejemplo desde nuestros hogares del cumplimiento de las leyes, que aunque pareciera que son letra muerta, porque no se cumplen, que son para los de ruana, es la única forma de construir un colectivo imaginario que abra la puerta al diálogo social, al respeto entre nosotros, a la educación, a nuevas oportunidades para todos; en otras palabras, a una verdadera civilización.

Además de nuestros deportistas, el recurso humano en salud sigue demostrando el compromiso con el país, su tenacidad para resistir pese a las condiciones laborales adversas que atraviesan y su amor incondicional por el trabajo que realizan.


Son muchos los que siguen corriendo el riesgo de contagio, los que han quedado con secuelas después de la infección y los que han fallecido por cumplir con un legado.


No ocurre lo mismo con los empleadores, con los dirigentes y gobernantes que no han sido capaces de reconocer el papel trascendental que tienen los trabajadores de la salud, negándose a corregir los abusos que se han perpetuado desde la aparición de la ley 100. Lo mínimo que se esperaría es el pago oportuno de sus salarios, contratos laborales legales y un trato digno.

De nada sirve comprar cientos de respiradores, dotar a las clínicas con la última tecnología o abrir más UCIs, si no hay recurso humano que pueda manejarlas.

Solo cuando el Gobierno comprenda que el gran capital, la mayor riqueza del sistema de salud es el recurso humano, la salud será un derecho fundamental y brillará un nuevo amanecer para Colombia.

septiembre 12, 2021

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