Desde el siglo pasado, el desarrollo agrícola y su relación con el proceso de urbanización y la industrialización, han sido algunos de los hechos que más han modificado las relaciones entre el ambiente y la salud.
De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS) más de la mitad de la población mundial vive en áreas urbanas y se espera que esta proporción siga aumentando. Las tendencias de urbanización presentan tanto oportunidades para tener una mejor salud pero también significan un riesgo.
En las urbes los desequilibrios ambientales están relacionados con el nivel de residuos que se generan, la contaminación del aire y la falta de planeación de las ciudades. En las zonas rurales de países con economías extractivistas dependientes de la exportación de recursos primarios, como Colombia, la explotación minera, el uso de plaguicidas y hasta las acciones desencadenadas por el conflicto armado son los mayores responsables del daño ambiental y de la afectación a la salud de las población que viven en áreas aledañas.
En la Cita con el Experto, del Colegio Médico Colombiano, el doctor Javier Idrovo, especialista en higiene y salud ocupacional, magíster en salud pública y en Salud Ambiental, PhD en epidemiología, profesor de la Universidad Industrial de Santander e investigador senior de Colciencias, explicó que la la relación entre los humanos y el ambiente se pude expresar en dos determinantes: por la degradación ambiental y la injusticia social. La acción conjunta de la degradación ambiental y la injusticia social son los aspectos más importantes de la salud humana, teniendo como principales desencadenantes el crecimiento poblacional; la contaminación hídrica y aérea; la deforestación -a causa especialmente de la ganadería y la minería ilegal; el calentamiento global; la agricultura y la pesca no sustentables; el consumo creciente de bienes; la desigualdad en el ingreso; las crisis económicas; la militarización y las guerras.
Aunque Colombia es considerado uno de los países con más biodiversidad en el mundo, además de ser un país rico en minerales, fuentes hídricas y páramos, entre otros, también es uno de los países com mayor desigualdad en el mundo, lo que ha llevado a que la población más pobre esté más expuesta a los efectos del daño medioambiental y a la violencia desencadenada por los grupos que tratan de mantener algunas zonas del país para enriquecerse con la explotación de las riquezas que se encuentran en el suelo y subsuelo.
Existen al menos dos Colombias, una urbana y otra rural, con macadas diferencias entre ellas, afirmó el profesor Idrovo. “Lo más delicado es que seamos la nación con el número más alto de asesinato de líderes ambientales. Y en medio de la relevancia que ha tomado la defensa de los recursos naturales por el calentamiento global, resulta inaudito que se asesine a alguien por proteger una laguna o un páramo. Eso dice mucho del estado de nuestra sociedad y de las prioridades que tenemos”.
De la riqueza natural a la pobreza social
De acuerdo con la legislación nacional, y más específicamente el Decreto 4741 de 2005 en su artículo 2, un residuo peligroso (RESPEL) es aquel que por sus características corrosivas, reactivas, explosivas, tóxicas, inflamables, infecciosas o radiactivas, puede causar riesgo o daño para la salud humana y el ambiente. Así mismo, se consideran residuos o desechos peligroso los envases, empaques y embalajes que hayan estado en contacto con ellos.
La generación de esta clase de residuos está dada por diferentes actividades de consumo y producción de bienes y servicios en la sociedad, desde el sector manufacturero, pasando por la actividad agrícola, el sector de bienes y servicios e incluso los oficios domésticas.
Dentro de ese grupo de actividades, la minería, más allá de vese como un problema de salud ocupacional, debe, a su vez, ser analizada como un factor de riesgo para la salud de las comunidades de las zonas de influencia de las minas, señaló el doctor Idrovo. “En los últimos años Colombia empezó la transición de los problemas ambientales del hogar y el perihogar a ser afectada por las problemáticas locales, regionales y por los efectos globales.
La extracción de oro constituye gran parte de la actividad minera y está muy relacionada con la intoxicación por mercurio, un elemento altamente tóxico empleado para extracción del metal precioso. El uso del mercurio obedece a que es la tecnología más asequible, menos costosa, y con la cual los mineros artesanales han derivado su sustento. El riesgo de este metal pesado es que se trata de un neurotóxico que al estar cerca a los cuerpos de agua se transforma en metilmercurio, su forma más tóxica, y es incorporado a los peces, el alimento de miles de personas.
Algo parecido sucede con las minas de carbón (subterráneas o a cielo abierto), de esmeraldas, con la extracción de ferroníquel, petróleo y gas. En la minería de carbón, la sobrexposición al polvo respirable del carbón de las minas puede causar la neumoconiosis—también llamada enfermedad del pulmón negro— puede ser discapacitante y mortal en su forma más grave.
La explotación de ferroníquel en la mina de Cerro Matoso, ubicada en el departamento de Córdoba, dio lugar a distintas clases de enfermedades de tipo respiratorio, cardiovascular y dermatológico. Los efectos más graves en la salud por la inhalación de polvo con compuestos de níquel son la bronquitis crónica, la disminución de la función pulmonar y el cáncer de los pulmones y los senos nasales.
En el horizonte también aparecen otros minerales igualmente problemáticos, como el asbesto, que causa la asbestosis (una forma de fibrosis pulmonar), placas, engrosamientos y derrames pleurales, y daños del ADN que llevan al desarrollo de cáncer de laringe, de pulmón y de mesotelioma. Este material se sigue empleando en los talleres de mecánica automotriz manejan las pastillas de asbesto en los frenos, se usó en la industria de la construcción y edificación para reforzar el cemento y los plásticos. Por su propiedad como aislante del calor, se utilizó en material para techos, material incombustible, como aislante en las calderas, tuberías de vapor y tuberías de agua caliente, pero se sigue empleando en la fabricación de trajes plateados de los bomberos aeronáuticos.
En cuando a la exploración de hidrocarburos, especialmente con el fracking o fracturación hidráulica, lo que ocurre es que se libera gran cantidad de gas metano. Además, el proceso requiere no solo del empleo de agua a presión, sino también de la mezcla de una cantidad considerable de químicos para poder extraer el petróleo y el gas natural, dijo el profesor. “En el fraking lo que se hace es romper las rocas que obstruyen la salida del petróleo de forma horizontal y no vertical, como inicialmente se hace. El gas metano que se libera durante el proceso de fractura hidráulica tiene un efecto invernadero tan potente, que atrapa 85 veces más calor que el CO2, lo que hace del fracking una práctica nociva para la salud de los humanos y del medio ambiente”.
Son más de siete plagas….
En el mundo se utilizan más de mil plaguicidas para evitar que las plagas estropeen o destruyan los alimentos. Cada uno de estos plaguicidas tienen efectos toxicológicos, pero no todos ellos son nocivos y su toxicidad depende, en muchos casos, de su función.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha alertado de que los plaguicidas son una de las principales causas de muerte por intoxicación, sobre todo en los países de ingresos intermedios y bajos. Precisamente, Colombia figura como uno de esos países con mayores índices de intoxicación con plaguicidas.
En la categoría de los plaguicidas hay dos formas de exposición: la ambiental que ocurre al consumir alimentos o agua con la sustancia, y la ocupacional que se hace a través de la piel y por vía respiratoria.
Los plaguicidas más utilizados en Colombia son los organoclorados (DDT, principalmente, los inhibidos de la colinesterasa, (organofosforados, carbamatos insecticidas, glifosato; los ditiocarbamatos, el amonio cuaternario, cumarínicos.
En cuanto al glifosato, que ha tomado mayor relevancia por la lucha contra los cultivos ilícitos, es importante anotar que el glifosato que se utiliza en jardinería y agricultura es diferente al que se utiliza en la aspersión aérea, puntualizó el experto en salud ambiental. “Este último viene mezclado con una sustancia conocida como Cosmoflux para que el compuesto se adhiera mejor a la hoja de coca y la destruya”.
El glifosato como tal es un herbicida de amplio espectro y es el plaguicida más utilizado en todo el mundo. Es comercializado por la multinacional Monsanto y su uso se ha extendido desde que la empresa desarrolló cultivos genéticamente modificados resistentes al producto. El glifosato se emplea principalmente en la agricultura, pero también en aplicaciones forestales, urbanas y domésticas. En 2015, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó el glifosato como «probable carcinógeno» humano (grupo 2A). La clasificación se basó en las pruebas disponibles sobre su efecto en humanos y animales. La Agencia identificó índices elevados de anormalidades congénitas y aborto espontáneo, sugiriendo un vínculo entre la exposición ambiental al glifosato y los problemas reproductivos.
La toxicidad de los plaguicidas varía dependiendo de las propiedades del químico, la vía de acceso al organismo (digestiva, respiratoria, dérmica), la concentración que alcanza a ingresar al sistema nervioso central y a otros órganos, así como el tiempo de exposición.
Lo cierto es que en las áreas rurales existen enormes conflictos socioambientales que hacen parte de las injusticias ambientales y en donde los indígenas, los campesinos y las mujeres siguen siendo los grupos más afectados por la explotación de los recursos naturales, concluyó Idrovo.
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