Partir del maltrato, para cortar el ciclo
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Partir del maltrato, para cortar el ciclo


Los últimos eventos que han sucedido en el gremio médico tienen al país entero hablando sobre un tema que teníamos en deuda: el maltrato y la violencia que permean el proceso de formación no solo en medicina, sino en múltiples áreas de la salud.


Por Cindy Viviana Rodríguez Echeverría,  presidenta de la Asociación Nacional de Internos y Residentes (ANIR) regional centro.

Cuando me invitaron a plasmar algunas palabras en este espacio, imaginaba como podría hacer llegar de mejor modo la información a un gremio que le gusta la evidencia, busca lo más actualizado y se sigue por las P significativas.

Efectivamente, estamos construyendo unas bases de datos más sólidas y buscando ser lo más académicas posibles, además de unirnos con investigadores e investigadoras quienes han revisado estos temas como tesis de especialización, estudios cualitativos e incluso artículos en revistas indexadas, para exponer lo estructural de la situación.

Cindy Viviana Rodríguez Echeverría,  presidenta de la Asociación Nacional de Internos y Residentes (ANIR) centro

Sin embargo, quienes nos desarrollamos y formamos en esta área, no necesitamos de los números para saber que la problemática es real; lamentablemente, en nuestros caminos hemos sido víctimas o testigos de situaciones que hemos considerado totalmente inapropiadas y que lejos de aportar al proceso, vulneran y alejan del amor por la medicina que nos ha llevado a escoger esta carrera. Por esta razón, decidí escribir desde la humanidad, desde el llamado urgente para ser mejores versiones de nosotros mismos, de cortar el ciclo.

Y es que es algo que está tan intrínseco en nuestra cultura médica, que para algunas personas les es impensable imaginarse otro sistema de enseñanza y formación; como si estas herramientas, que nada tienen de pedagógicas, fueran el mejor o el único mecanismo para transmitir conocimiento en un arte tan bello como lo es el del ejercicio médico.

Cuando hablamos de “curar a veces, aliviar a menudo, consolar siempre”, frase que nos marcó en nuestro proceso formativo y nos mostraba la imagen de ese profesional amable, inteligente, en quien pacientes y familiares pudieran confiar en sus momentos de mayor vulnerabilidad, no nos podemos imaginar que esa misma figura humille, ridiculice, insulte e, incluso, intente abusar sexualmente a alguien a quien tiene a cargo; esto va en contra de nuestra misma razón de ser.

Por eso nuestro llamado ha sido a “cortar el ciclo”, ya que consideramos que este proceso, podremos salir mejores versiones de nosotros mismos. El llevar la vocería de personas que han denunciado, y de quienes sufren en silencio, me ha hecho plantear si en alguna ocasión he podido violentar a alguno de mis R menores, internos o estudiantes a cargo, además de pensar cómo afrontar y reparar dichos sucesos.

Así que esta es una invitación a nivel general para que las personas denunciadas públicamente, o aquellas quienes están por ahora en los canales internos que estamos organizando, realicen un acto muy íntimo y privado de preguntarse si la actuación que están teniendo con sus estudiantes es la mejor, si en algún momento han tenido episodios emocionales que no han podido controlar llevando a explosiones de ira o de maltrato, o, incluso, si hay algunas situaciones desde la infancia que han afectado su autoestima y necesitan la reafirmación desde la violencia y el ejercicio del poder.

Esto en ningún momento consiste en justificar o apoyar a las personas quienes desde su posición privilegiada lastiman a terceros; y en aquellos casos donde deban responder a las instituciones académicas u hospitalarias, o frente a entes penales, contamos con que las rutas que actualmente estamos construyendo de manera conjunta, permitan que se resuelvan de la manera más justa y así se evite la recurrencia de dichos comportamientos.

Sin embargo, cuando analizamos el maltrato, y más cuando es un tema fundamental en mi proceso formativo como pediatra, es importante profundizar en las variables que se le asocian: la persona que agrede, muchas veces ha sido víctima antes, y los patrones de comportamiento disruptivos en ocasiones reflejan falencias emocionales en la infancia y generación de apegos no seguros, con herramientas defensivas que en algún momento fueron útiles para afrontar los retos que hayan debido asumir, pero que ahora son innecesarias e incluso lesivas. 

Por esta razón, nuestra invitación siempre ha sido al diálogo, a desarrollar estrategias y acompañamiento. Las cifras que nos muestran el estudio de ANIR Valle de un 70 % aproximado de maltrato psicológico por parte de docentes, evidencia que los relacionamientos son inadecuados y probablemente se reproduzcan a otros compañeros de trabajo y áreas de la vida, un 11 % de maltrato físico pone de manifiesto toda la discusión que acompañaba el debate de las crianzas no violentas y la necesidad de aprender el manejo de emociones como la frustración o la ira en el proceso.

Y en lo referente al acoso y abuso sexual, es un análisis mucho más profundo que requerirá el alejamiento de las prácticas y lugares donde estas personas puedan generar más víctimas, ya que nada tiene que ver con el proceso formativo.

Nuestro mensaje ha ido de la mano con la evidente necesidad de crear redes de apoyo y detección temprana del riesgo en salud mental. Cuando sabemos que los médicos y médicas son los profesionales que más se suicidan, nos debe hacer encender las alarmas al momento de evaluar el contexto en el que nuestros colegas se forman y desempeñan sus actividades.

La propuesta hacia las universidades de realizar una tamización a quienes han sido aceptados para determinar personas en riesgo que requieran un acompañamiento más cercano, busca la generación de espacios seguros. Lamentablemente, mientras este tema siga siendo un tabú y la respuesta por parte de la institucionalidad ante quienes presentan una incapacidad de salud mental es argumentar que son flojos, que no quieren hacer turnos o que les falta carácter, evidencia además de la falta de empatía, un conocimiento bastante superficial sobre un tema en el cual estamos formados, quizá por miedo de encontrarse como pacientes de patologías que son estigmatizadas.

Evidenciar que tenemos cohortes con hasta 80 por ciento de residentes medicados por psiquiatría, otras donde más de la mitad tienen un trastorno de ansiedad y/o depresión, exige que busquemos formas para intervenir en determinantes que están al alcance: Desde la regulación de matrículas que evite el endeudamiento y la necesidad de trabajar para costear los préstamos de las residencias, pasando por el respeto de horarios para recuperar el sueño, eliminar la cultura en la cual el residente solo estudia y no puede desempeñarse personal ni familiarmente, y donde se le tiene prohibido el ocio al considerarlo indisciplina; hasta el acceso temprano a profesionales del área de la salud mental, la evaluación y el contactar a las redes de apoyo en los casos que sea necesario y reconocer que al igual que cuidamos, necesitamos ser cuidados, y generar una cultura en torno a este principio y no al del miedo y el maltrato.

Esta es la generación que vio debates como el de la crianza sin violencia, aquella que vio un acuerdo de paz que finalizó más de 50 años de conflicto armado, la misma que tiene sobre la mesa el debate sobre los derechos humanos y el apoyo internacionalista contra genocidios y guerras.

No es una generación de cristal, sino una que está solicitando que cambiemos nuestra mentalidad, desarmemos los corazones y logremos deshacernos de las estructuras caducas que aportan depresión, ansiedad, muerte y la pérdida del amor por algo tan bello como lo es la medicina y la vida misma. Qué la vocación no nos cueste la vida, les invitamos a sumarse a cortar el ciclo.

Fuente: Órgano de información del Colegio Médico Colombiano. Epicrisis. Ed. Nº 33 (Septiembre-Noviembre 2024). ISSN: 2539-505X (En línea). #SaludDignaYA

septiembre 9, 2024

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