Parece que estamos en un punto de inflexión para la humanidad. Después de la esperanza de que el descenso en la oleada de contagios por la variante ómicron supusiera del comienzo del fin de la pandemia, el mundo entró en vilo por la amenaza de una guerra entre potencias para definir un nuevo orden mundial, que lamentablemente ya apareció.
Por Dr. Roberto Baquero Haeberlin – Expresidente del Colegio Médico Colombiano
El ambiente nacional no es mejor. Por un lado, seguimos en una profunda polarización producto de las campañas políticas, que nuevamente son motivo de discordias familiares y entre allegados. Esa profunda división en la que estamos sumidos hace años ha impedido que se realcen las reformas que el país necesita para que avancemos como sociedad. No salimos de las posiciones irreconocibles, de los inamovibles, de los calificativos, de los extremismos que no permiten alcanzar acuerdos que fortalezcan la democracia y se traduzcan en la reducción de las desigualdades. Hasta la selección Colombia que hace un tiempo aspiraba a entonar el himno a una sola voz, pasó a ser protagonista de rivalidades y desencanto.
Precisamente, la decisión de la Sala Plena de la Corte Constitucional de despenalizar la interrupción voluntaria del embarazo hasta la semana 24 de gestación ha encendido el discurso de los pro y los contra. Hasta no conocer el detalle de la sentencia de la Corte, no sería prudente fijar una posición. Sin embargo, el tema del aborto involucra múltiples argumentos acerca de la legalidad o ilegalidad, posturas ideológicas, interpretaciones morales y se requiere una mirada desde la bioética que brinde respuestas. La discusión siempre ha sido determinar desde cuándo el embarazo tiene estatus moral y, por ende, derechos que hagan que sea reconocido como algo vivo que debe ser protegido. Desde la profesión, también hay posiciones encontradas entre los que están a favor y. los que están en contra, respetable el criterio de cada quien.
Los discursos y los actores que hoy compiten por la supremacía de sus “derechos”, en cierta medida, terminan por desconocer los avances científicos que se tienen actualmente en relación con el cuidados de la vida humana y el respeto de la misma. La demanda de la despenalización del aborto por parte de sectores feministas en defensa del derecho que tiene la mujer a decidir sobre su propio cuerpo y como parte de la autonomía reproductiva de la igualdad de género desconoce al futuro padre como sujeto de derecho en tema de reproducción. Si tanto el hombre como la mujer tienen el potencial de crear vida, es de esperar que el padre participe en la decisión de interrumpir el embarazo del que también participó.
Llegó la hora de promover un amplio debate social acerca de los alcances judiciales, de las políticas que existen pata abordar el tema de la prevención del embarazo indeseado o la interrupción del mismo como un asunto de salud pública, así como la defensa del derecho de los médicos objetores de conciencia. Eso sí, en el fondo lo que muestra esta problemática es baja calidad en la educación en escuelas y colegios. Se precisan programas de educación sexual que den conocimiento en este campo, así como una adecuada política de salud sexual y reproductiva.
Por último, extiendo la invitación a ejercer el derecho y el deber a votar por el candidato cuyo programa se ajuste a sus convicciones y a respetar los resultados de la democracia. Espero que el nuevo Congreso resulte más eficaz y cumpla con la responsabilidad de legislar sobre los asuntos que realmente transforman una sociedad, como el aborto y la eutanasia, entre otros.
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