Pese a que los usos medicinales de la planta del cannabis se han documentado desde la antigüedad, este cáñamo se ha convertido en los últimos cinco años en un área de gran interés para la medicina moderna.
En la Cita con el Experto del Colegio Médico Colombiano, la doctora Sandra Carrillo, Presidenta de la Asociación Médica Colombiana de Cannabis Medicinal (ASOMEDCCAM), cocreadora de la diplomatura Aplicaciones Terapéuticas del Cannabis Medicinal de la Universidad CES, profesora de la facultad de medicina de la Universidad de Panamá del Programa Educativo y Científico de Cannabis Medicinal y Cofundadora Medicann-IPS Clínicas Cannabis Medicinal, en Colombia, explicó en detalle la evidencia científica del empleo del cannabis en el manejo de diversas patologías y las preocupaciones en lo concerniente a su utilización en determinados grupos de la población.
La relación entre el sistema endocannabinoide y la fisiopatología de múltiples enfermedades es cada día más conocida. Es por eso que el potencial terapéutico de los cannabinoides en estudios epidemiológicos, preclínicos y clínicos aleatorizados han comenzado a sustentar las distintas posibilidades terapéuticas que tiene el cannabis y sus derivados.
Las primeras referencias del cannabis medicinal en Occidente mencionan al médico irlandés William Brooke O’Shaughnessy, quien en un viaje por la India aprendió a preparar el extracto de la resina del cáñamo para convertirla luego en píldoras o disolverlas en alcohol con el fin de producir una tintura que utilizó primero en animales. Después comenzó a usar esta tintura en en humanos para tratar el cólera, las convulsiones infantiles e, incluso, el tétanos.
Tras una series de experimentos, en 1851 el cannabis se introdujo por primera vez en la tercera edición la farmacopea de Estados Unidos gracias a sus efectos analgésicos y de inducción del sueño.
A comienzos de la tercera década del siglo XX, el gobierno estadounidense, preocupado por la vertiginosa comercialización del cannabis, inició una campaña conocida como ‘reefer madness’ (‘locura por el porro’) para desacreditar el consumo de dicha hierba.
Así se originó la prohibición y con ella el mercado negro. Hacia 1937, el Congreso estadounidense, en contra del consejo de la Asociación Médica Americana, aprobó la Ley del Impuesto sobre la Marihuana, haciéndola costosa y difícil de obtener. Por presión estadounidense, la planta también se empezó a prohibir en el resto del mundo.
En 1972, la administración de Nixon colocó a la marihuana en la categoría IV, como parte de la clasificación de los medicamentos según la Ley de Sustancias Controladas se considera que no tienen uso médico y sí poseen un alto potencial para el abuso.
Años después, como consecuencia de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre los beneficios médicos y terapéuticos que los derivados de esta planta tienen para el bienestar, la Comisión de Estupefacientes de la Organización de Naciones Unidas eliminó el cannabis de la Categoría IV de la Convención Única de Estupefacientes de 1961, donde figuraba junto a opioides adictivos y letales como la heroína. De esta forma, la Comisión abrió la puerta al reconocimiento del potencial medicinal y terapéutico de la planta, aunque su uso con fines no médicos y no científicos continúa siendo ilegal, por lo que en la actualidad está en la Categoría I, aclaró la profesora.
Beneficios y riesgos asociados al cannabis
Pero pese al veto que tuvo el cannabis en la mitad del siglo pasado, el doctor Raphael Mechoulam descubrió el componente psicoactivo de la marihuana, el THC, en 1964, y veinte años después la ciencia empezó a comprobar que el THC interactúa con el sistema receptor más grande en el cuerpo humano, el sistema endocannabinoide y también se descubre que el cerebro produce su propio cannabis – una sustancia química a la que denominaron anandamida, del sánscrito “ananda”, que significa “alegría, felicidad suprema”.
Una de las recopilaciones más completas con respecto a los efectos del cannabis en la salud fue realizada por la Academia Nacional de Ciencia, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos (NASEM, por sus iniciales en inglés), que rigurosamente revisó la literatura relevante existente publicada desde 1999 hasta 2016, comentó la doctora Carrillo.
“Este informe representa la mirada más completa que se ha hecho a la evidencia con respecto al cannabis con fines medicinales, y clasifica la evidencia encontrada como contundente o conclusiva, moderada o limitada dependiendo de la calidad de los estudios analizados. Es así como en la evaluación de más de 20 mil investigaciones se ha logrado esclarecer tanto los beneficios como los riesgos asociados con el uso del cannabis”.
La principal conclusión es que el cannabis tiene valor terapéutico para las siguientes patologías: cáncer, náuseas, vómito, anorexia, caquexia, colon irritable, epilepsia, espasticidad, esclerosis lateral amiotrófica, Parkinson, distonía, demencia, glaucoma, trauma cerebral, adicción, ansiedad, depresión, desórdenes del sueño, estrés postraumático y psicosis.
Sin embargo, los investigadores encontraron que entre los riesgos asociados están: incrementos en la incidencia del cáncer, del riesgo metabólico y de las afecciones respiratorias; también tiene efecto sobre la inmunidad; puede ser causa de muerte porque favorece los accidentes; genera daño pre, pos y perinatal; tiene impacto psicosocial, en la salud mental y puede secundar la adicción al cannabis u otras sustancias.
La evidencia más contundente o conclusiva se ha encontrado en las siguientes circunstancias: Manejo del dolor crónico en pacientes adultos, como compuestos antieméticos en pacientes con náusea o vómito inducidos por quimioterapia y en el tratamiento de espasticidad relacionada con la esclerosis múltiple.
En el dolor neuropático, por ejemplo, el consenso sobre las pautas actualizadas y publicadas por la Sociedad Canadiense para el Manejo del Dolor recomiendan los cannabinoides como agentes de tercera línea, después de los fármacos que están disponibles de primera y segunda línea.
En cuanto al vómito y las náuseas, hay que tener en cuenta que los cannabinoides diminuyen la liberación de serotonina, razón por la que sirven para el control de reflejo del vómito. En comparación con el placebo, la terapias con cannabidiol añadidas a las terapias antiemética estándar fue bien tolerada y proporcionó una mejor proporción contra las náuseas y el vómito retardado. Pero se deben utilizar cuando los pacientes han utilizado otras terapias antieméticas y no ha funcionado.
Solo un medicamento de cannabis ha sido aprobado por la FDA
En 2018 se publicó un estudio referente al tratamiento de la epilepsia en niños, epilepsia refractaria (síndrome de Dravet), que mostró evidencia sólida para apoyar el empleo del cannabis en esta condición, agregó la presidenta de ASOMEDCCAM.
“Ha sido tan contundente la evidencia científica de los cannabinoids en el manejo de las convulsiones asociadas a síndrome de Dravet y Lennox-Gastaut y esclerosis tuberosa, que en 2019 la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) aprobó una tintura de aceite a base de CBD para el tratamiento de este síndrome. Hasta la fecha ese ha sido el único medicamento de cannabis que ha aprobado la FDA”
De otra parte, existe evidencia moderada, de acuerdo con el reporte, respecto al tratamiento a corto plazo de alteraciones del sueño relacionadas con apnea del sueño, fibromialgia, dolor crónico y esclerosis múltiple. Varios centros en Europa hicieron uno de los estudios más grandes con 226 pacientes multicéntrico.
Los pacientes tuvieron una reducción significativa en las convulsiones. El inconveniente estuvo en que a mayor dosis de cannabis, también aumentan la cantidad de efectos secundarios. Por el contrario, a dosis menores, el medicamento se vuelve más tolerable y se reducen notoriamente los efectos secundarios, precisó la doctora Carrillo.
Las investigaciones, así mismo, encontraron evidencia limitada respecto al tratamiento del síndrome de Tourette, síntomas de ansiedad, tratamiento de falta de apetito y pérdida de peso en pacientes con VIH/sida, y síntomas de estrés postraumático.
Aún con todo el respaldo científico que avalan el uso de este tipo de medicamentos para las patología mencionadas, hay que estar pendiente de las interacciones medicamentosas debido a que el cannabidiol es una molécula muy noble pero también muy complicada, ya que actúa a nivel de diferentes receptores y de canales iónicos, dijo la doctora.
Fumar marihuana no es una vía terapéutica
Existe evidencia limitada de asociación estadística entre el consumo de cannabis y la exposición con mayor riesgo cardiometabólico. Los investigadores concluyeron que inhalado puede generar mayor riesgo de infarto agudo de miocardio, accidente cerebrovascular isquémico o hemorragias subaracnoidea, pero, a su vez, puede provocar disminución del riesgo de síndrome metabólico y diabetes, mientras notaron un mayor riesgo de prediabetes. Otra de las anotaciones que hicieron es que no existe evidencia para apoyar o refutar una asociación estadística a los efectos del consumo de cannabis.
El año pasado, la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association hizo una declaración donde revisó críticamente el uso de cannabis medicinal y recreativo desde una perspectiva clínica, pero también política y de salud pública mediante la evaluación de su perfil de seguridad y eficacia, particularmente en relación con la salud cardiovascular. La Asociación cita el efecto que tiene a corto plazo especialmente el THC y el CBD de taquicardia, contracción ventricular prematura, fabricación arterial y arritmia.
Uno de los efectos fuertemente asociados con el uso de productos de cannabis por vía inhalada es la tos y bronquitis crónicas. Mientras esta asociación fue conclusiva, no se pudo dilucidar si el fumar cannabis acarrea otros riesgos superiores para otros problemas respiratorios y mayor frecuencia de bronquitis crónica. Lo que se ha establecido es que el cannabis fumado no es una vía terapéutica y los estudios han encontrado que su uso recreativo puede disminuir la función pulmonar y generar enfermedad pulmonar.
Los efectos del uso de cannabis durante el embarazo también han sido revisados, pese a que es muy complicado hacer estudios en mujeres gestantes por cuestiones éticas. La conclusión de lo que se ha podido investigar es que fumar cannabis durante el embarazo se asocia con neonatos de bajo peso al nacer, complicaciones del embarazo para la madre e ingreso del recién nacido en la Unidad de Cuidados Intensivos.
En el aspecto psicosocial, existe moderada evidencia de la alteración en el aprendizaje, la memoria y la atención debido a la neuroplasticidad cerebral. La evidencia es limitada en la asociación del uso del cannabis y la consecución de logros académicos y resultados en la educación, aumento en la tasa de desempleo e ingresos bajos, alteración del funcionamiento social y compromiso con actividades, así como no hay una evidencia robusta en la asociación de la abstinencia sostenida del cannabis y alteración en el aprendizaje, la memoria y la atención.
En la salud mental hay evidencia sustancial de la relación entre el uso de cannabis y el riesgo de sufrir periodos de psicosis o esquizofrenia, mientras que hay evidencia moderada del aumento de los síntomas de manía e hipomanía en individuos diagnosticados con trastornos bipolares y un pequeño incremento del riego de desarrollar desórdenes depresivos, así como mayor incidencia de ideas suicidas e intentos de suicidio.
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