Por Carlos Pol Bravo – Médico Psiquiatra. U. de Barcelona, España – Master en Sexología. U. de Valencia, España.
En España se diría “reza un refrán popular”. En Colombia podemos decir “reza una bella canción de Garzón y Collazos”: ‘Espumas que se van, como rosas viajeras y se pierden en la distancia en la lontananza, aunque sean duraderas’.
Lo mismo se puede decir desgraciadamente de muchos temas en nuestro mundo médico. En nuestro mundo de cada día, nuestra cotidianidad, de cómo, cual las espumas viajeras, se habla de tantos y tantos temas y, a la hora de la verdad, ninguno de ellos, absolutamente ninguno, es valorado. Eso sí, se hacen columnas, se gasta tinta, no hay papel porque es virtual, sin embargo, la hipocresía social, la pereza, diría yo, una figura de absurdez y abandono invade de tal forma nuestro espíritu, nuestra mente, que temas como la urgencia en la salud mental con los trabajadores de la medicina, porque somos trabajadores, no se tocan, se dejan ir.
La salud mental con los que hacen teletrabajo, porque hay quien hace telemedicina, la salud mental de la gente del común, quien vive y sufre y trabaja y aguanta y llega a casa y se lamenta, intentando muchos evitar las agresiones intrafamiliares, las tragedias sexuales, toda la serie de situaciones y acciones completamente dispares y ajenas a una realidad no virtual como la que estamos viviendo. Hay que incluir en este apartado de salud mental la frase mía ya conocida sobre “la pandemia que viene”, esa pandemia psíquica de ansiedades, depresiones, miedos, angustias y terrores que llevan a trastornos de conducta, del sueño, de la personalidad y de conductas sexuales y, en algunos casos, a situaciones peores.
Por eso digo que hablar y no hacer, ni ejecutar ni decidir, todo esto es como las espumas que se van, que se habla mucho de ellas, como cuando miras un río, y constantemente ves el agua pasar, pero ni te acercas a ella para beberla, solo verla pasar, no sea que te moje… Entonces hasta entra la angustia del ¿y ahora qué voy a hacer?
Etiquetar es fácil, mejor dejar una inquietud; y la mía es que ya va siendo hora que dejemos de escribir, que dejemos de mirar, que dejemos de ver pasar las espumas viajeras de Garzón y Collazos —esa maravillosa pareja de artistas colombianos que con su tiple recorrieron América, porque en aquellos tiempos no se podía tan fácilmente llegar a Europa, sino también la hubieran conquistado— que, como ellos, mantengamos quizá el grito y la intención de que una palabra no es una imagen, y que seamos valientes y sepamos retomar la realidad de lo que estamos viviendo, porque, de lo contrario, las pandemias sociales, psiquiátricas, virales no van a parar hasta que el mundo se acabe o al menos lo destruyamos quienes no miramos más que las espumas viajeras, sin dar fuerza en la acción frente a la realidad y las situaciones que estamos viviendo.
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