Autonomía farmacológica: asegurando medicamentos para las enfermedades tropicales y de interés en salud pública
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Autonomía farmacológica: asegurando medicamentos para las enfermedades tropicales y de interés en salud pública


En Colombia es muy frecuente que un médico tenga un paciente con malaria, toxoplasmosis o chagas y no encuentre el medicamento disponible. Es por esta razón que hemos propuesto que exista un sistema estatal de producción de medicamentos que son esenciales en salud pública.


Por Jorge Enrique Gómez Marín – Director Grupo Estudio Parasitología Molecular – profesor Universidad del Quindío

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Una de las razones importantes para que hubiera escogido la medicina tropical como especialidad, fue la que presentó en una conferencia en 1984 el doctor Gabriel Toro (neuropatólogo colombiano que describió las características de la malaria cerebral) en la cual mostraba como el mundo invertía más en investigación para enfermedades crónicas no transmisibles, que en enfermedades tropicales que afectaban a la mayoría de la humanidad y que esa falta de inversión en investigación explicaba por qué no existían más y mejores medicamentos para estas enfermedades, ligadas indisolublemente con la pobreza.

Por esta razón, la única manera de encontrar solución a los problemas propios era realizando investigación en enfermedades que no interesaban a los países desarrollados.

Poco interesaban en esa época (y hoy día) a las grandes empresas farmacéuticas la inversión en búsqueda de medicamentos en los cuales el retorno de inversión no esté asegurado.

A pesar de que se han alcanzado logros inobjetables en algunas enfermedades tropicales, como, por ejemplo, las geo helmintiasis, la reducción en filariasis y la oncocercosis, siguen sin resolverse muchas inequidades y las enfermedades tropicales siguen vigentes pues resurgen o aparecen pandemias como la que vivimos, relacionadas con cambios ambientales tales como la deforestación, la intrusión del hombre en medios silvestres y el cambio climático.

Una gran paradoja que cuesta entender es que, a pesar de su importancia en salud pública y que muchos medicamentos eficaces y necesarios para el tratamiento de enfermedades tropicales, tales como la cloroquina, la sulfadiazina, la pirimetamina, el benznidazol o el glucantime, son de bajo costo, estos son difíciles de obtener.

Por ejemplo, el benznidazol era fabricado por Roche, pero esta empresa abandonó su fabricación, porqué los costos de producción y los márgenes de utilidad no eran suficientes.

Esto hizo que Argentina y Brasil retomarán una producción a través de un sistema de fabricación estatal.


En Colombia es muy frecuente que un médico tenga un paciente con malaria, toxoplasmosis o chagas y no encuentre el medicamento disponible. Es por esta razón que hemos propuesto que exista un sistema estatal de producción de medicamentos que son esenciales en salud pública.


El Estado es un regulador necesario y el único que puede garantizar que exista inversión y desarrollo en enfermedades para las cuales no se avizora un retorno de inversión inmediato, pero que son de indudable impacto sobre la salud pública.

La misión de sabios lo postuló claramente: “Un país no puede depender de otros países en conocimiento básico para tener un desarrollo económico acelerado o para disputar posiciones relevantes en la economía global. La creación de riqueza está asociada a la productividad científica. La generación de riqueza exige crear nuevas industrias y desarrollar tecnologías propias. En el estado de la economía y de la ciencia en Colombia, se deberá emprender un camino paralelo de desarrollo de capacidades domésticas en ciencias básicas y tecnología y de adopción acelerada de tecnologías de frontera”.

La situación de dependencia para el desarrollo de nuevos medicamentos y la debilidad de nuestra industria farmacéutica no podrá ser saldada si no existe una visión de inversión estatal y del sector privado en ciencias básicas.

Esto requiere pasar de una visión cortoplacista de desarrollo a una estructurada basada en desarrollo de infraestructura y, como lo propone también la Misión de Sabios: una Fase 1 de “Capital público paciente”, en la cual exista un esfuerzo alto del sector público y una Fase 2 de “Despegue de I+D privado” que destaque la inversión privada.


Apoyar e incentivar las ciencias básicas médicas es una obligación ineludible.


Hay que entender que la respuesta a situaciones de emergencia sanitaria por brotes de enfermedades nuevas o remergentes solo se puede llevar a cabo si existe una infraestructura, que no es simplemente la de la manufactura y de sistemas de procesos de calidad sobre medicamentos o vacunas o dispositivos existentes, sino sobre una capacidad de innovación y desarrollo, y esto únicamente es posible si se cuenta con una ciencia básica desarrollada.

El error frecuente y que olvidan economistas, los decisores gubernamentales o los que son usuarios de las tecnologías, es que la innovación y la adaptación solo ocurre cuando existe una base de científicos básicos en matemáticas, física, ingeniería, biología (las llamadas STEM por las siglas en inglés) y sin olvidar las ciencias sociales, estás últimas esenciales a la hora de la apropiación, la adaptación y el uso de las nuevas tecnologías. La posibilidad final de supervivencia de cualquier sociedad depende de adoptar esta visión como esfuerzo conjunto y no descuidarla en ningún momento.

Si eso se logra, los retos en salud presentes y futuros podrán ser asumidos con las mejores posibilidades. Apoyar e incentivar las ciencias básicas médicas es una obligación ineludible.

agosto 26, 2020

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