Aunque Colombia se ha destacado por el buen manejo de los residuos originados en la pandemia, sobre todo con los desechos intrahospitalarios, se observa falta de cultura ciudadana, pues en calles, parques y sitios turísticos se arrojan al piso elementos como los tapabocas.
La víctima olvidada de la pandemia es el medio ambiente, según advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS), agencia de las Naciones Unidas que reconoce el impacto negativo que han tenido y tendrán en los ecosistemas los desechos biológicos utilizados durante las diferentes fases del COVID-19.
Este temor lo complementa con creces la Conferencia de las Naciones para el Comercio y el Desarrollo (Unctad): cerca del 75% del plástico generado por la pandemia del COVID-19, como tapabocas, guantes y botellas de desinfectante para manos, se convertirá en desechos que llegarán a vertederos y mares, con un grave costo para el medio ambiente y la economía.
El mayor problema no son los residuos intrahospitalarios, pues su manejo y disposición están generalmente regulados y sometidos a rigurosos estándares, como en el caso de Colombia donde hace 33 años los desechos que produce el sector salud tiene un enfoque ambiental y de salud pública. El problema es el tratamiento inadecuado dado en los hogares, en las calles y en otros lugares públicos como parques, centros deportivos, senderos y sitios turísticos, donde ya es común observar tapabocas tirados sin ningún recato, coinciden los expertos.
Según un análisis de la Escuela Ambiental de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Antioquia, el manejo de los residuos sólidos ha pasado por diferentes etapas durante la pandemia que ya lleva más de dos años.
Al inicio del confinamiento, se presentó una reducción significativa de generación de este tipo de desechos en los sectores institucional, educativo, comercial, industrial y de servicios -con excepción del de alimentos-, pero a cambio se aumentó su producción en el ámbito residencial debido a que las personas permanecieron todo el tiempo en sus hogares.
Según la docente Lina Claudia Giraldo, la composición de los residuos empezó a cambiar en los estratos medios y altos. Los domicilios incrementaron la generación de plásticos desechables y de bolsas plásticas de los supermercados, a pesar de las metas establecidas por el gobierno nacional y la normatividad vigente en el uso de bolsas plásticas.
Con el paso de los días, dice, algunas personas dieron prioridad a la salud y se quedaron en casa. Sin embargo, otros comenzaron a salir los días autorizados y por eso también aumentó la generación de residuos para la protección personal como guantes y tapabocas, con el riesgo de que este tipo de materiales no fueron adecuadamente almacenados y presentados para la recolección y posterior disposición final.
“Por el contrario, solían dejarse abandonados en el espacio público, lo que generaba riesgo a la salud y al ambiente”, precisa la docente de la Escuela Ambiental de la UdeA. En una etapa posterior, se comenzó a evidenciar una crisis mayor debido a la pérdida de trabajo y dificultad para salir a conseguir el sustento diario y esto llevó a reducir la generación de residuos en algunos hogares.
Sin embargo, señala la investigadora, a medida que fueron otorgando más permisos a los diferentes sectores industriales para reactivar la economía, la producción de residuos comenzó a aumentar. Para ese momento era mucho más evidente la presencia de tapabocas desechables en las basuras de las viviendas.
El trabajo señala que algunos habitantes de mayor poder adquisitivo comenzaron a usar tapabocas reutilizables, de esos que permiten 20, 30 y hasta 50 lavadas. “Pero al final estos también se convierten en residuos y se continúa con el riesgo de su mala disposición final, con lo que se afectan incluso cuerpos de agua por su arrastre en momentos de lluvia”, según la docente.
La pandemia puso de manifiesto la urgente necesidad de mejorar las prácticas de gestión de residuos en todo el planeta para evitar impactos en el medio ambiente.
Contaminación del agua y plagas
La enorme cantidad de vacunas administradas también produce desechos potencialmente perjudiciales, señala la OMS. Cuando el informe fue elaborado se calculaba que los 8.000 millones de dosis utilizadas hasta ese momento habían producido 143 millones de toneladas adicionales de residuos, aunque actualmente se rondan ya las 12.000 millones de vacunas.
El inadecuado tratamiento de estos residuos puede exponer a los trabajadores sanitarios a infecciones, quemaduras o heridas, mientras que en las comunidades cercanas a los lugares donde a veces son depositados, enterrados o incinerados pueden contaminar el aire, el agua o generar plagas, advierte la OMS.
“Es absolutamente vital proveer a los trabajadores un EPP adecuado. Pero también es vital asegurarse de que puede usarse de forma segura sin impactar en el medio ambiente”, dijo el director de Emergencias de la OMS, Michael Ryan. “El COVID-19 obliga al mundo a reflexionar sobre las carencias y los aspectos más olvidados del sistema de gestión de residuos”, señaló la directora de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS, María Neira.
Compromiso de la ciudadanía
Entre tanto, para Carolina Montes Cortés, docente de la Universidad Externado de Colombia y abogada, especialista en Derecho del Medio Ambiente, lo cierto es que si bien el manejo intrahospitalario de los pacientes contagiados con COVID-19 garantiza la gestión sanitariamente controlada de sus residuos, no ocurre lo mismo en los hogares.
“Es necesario el compromiso de la ciudadanía frente a la gestión de sus residuos. Se debe tomar conciencia de la importancia de separar correctamente los residuos en la fuente y de ninguna manera botarlos al medio ambiente”, señala.
No obstante, en la parte institucional Colombia es uno de los países con mejores resultados en el manejo y disposición de residuos hospitalarios que, en total, suman alrededor de 42.000 toneladas al año.
Durante la pandemia, se expidió la resolución 385 de 2020, con el fin de hacer un análisis específico de este tipo de desechos y, a la vez, se divulgaron una serie de normas, lineamientos y guías para la gestión de residuos biológicos, la protección del personal de salud y el tratamiento de pacientes.
Diego Escobar Ocampo, Coordinador del Grupo de Sustancias Químicas, Residuos Peligrosos y UTO (Unidad Técnica de Ozono) del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, afirma que el país hizo un gran esfuerzo en esta materia y coordinó una serie de acciones con el sector privado, entre ellos con la Asociación Nacional de Empresarios (ANDI) que ahora son ejemplo internacional.
Según la Unctad, cerca del 75% del plástico generado por la pandemia, como tapabocas, guantes y botellas de desinfectantes, se convertirá en desechos que llegan a vertederos y mares, con un grave costo para el medio ambiente y la economía.
La consecuencia olvidada
La Organización Mundial de la Salud sostiene que es necesario reflexionar sobre una de las consecuencias olvidadas de la pandemia: las miles de toneladas de desechos sanitarios adicionales que ha producido y que se teme tengan un impacto muy negativo para la salud y el medio ambiente, un problema que “pone de manifiesto la urgente necesidad de mejorar las prácticas de gestión de residuos”.
Guantes, mascarillas y batas desechables, viales de vacunas, agujas y test usados han generado unos residuos que muchos centros sanitarios no tienen la capacidad para tratar adecuadamente, lo que es un peligro potencial para trabajadores y las comunidades cercanas. La OMS señala que la necesidad urgente que hubo de hacer llegar el mayor número posible de equipamiento de protección a todo el mundo hizo que se pusieran menos atención y recursos a los desechos generados.
El informe destaca el impacto de los 1,5 millones de equipos de protección (EPP, 87.000 toneladas aproximadamente) administrados entre marzo de 2020 y noviembre de 2021 y expedidos a los países a través del sistema de Naciones Unidas, una pequeña parte del total utilizado a nivel mundial.
Fuente: Publicación digital de la Superintendencia Nacional de Salud. Revista Monitor Salud. Ed. Nº 9 (Marzo-Junio 2020)
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