Es preocupante que, además de enfrentarnos al arduo camino de ser médicos, tengamos que lidiar con la idea de que el sentimiento de servicio a la sociedad ahora se convierta en un enemigo en el ejercicio de nuestra amada profesión.
Por Diego Nicolas Bernal Alarcón – Vicepresidente ANIR – Médico residente de Ginecología y Obstetricia UNAB- Especialista en Epidemiología UNAB
Considero que la práctica de la medicina ha sido una noble labor desde sus inicios, con un objetivo claro: aquel que aspire a formar parte de esta ciencia debe tener presente que, en muchas ocasiones, deberá dejar a un lado sus deseos personales para priorizar el bienestar del paciente y contribuir positivamente a la salud de la comunidad.
Este fue el motivo que me llevó a estudiar esta apasionante profesión. Sin embargo, en los últimos 30 años, y tomando como ejemplo nuestro país, el término “médico” ha sido asociado con numerosos adjetivos calificativos que desacreditan, insultan, cuestionan e incluso desaprueban nuestra labor profesional.
Es preocupante que, además de enfrentarnos al arduo camino de ser médicos, tengamos que lidiar con la idea de que el sentimiento de servicio a la sociedad ahora se convierta en un enemigo en el ejercicio de nuestra amada profesión.
El pasado mes de enero, médicos que cumplían con su servicio social “obligatorio” fueron amenazados de muerte y atacados, sin motivos personales aparentes. La población, en lugar de comprender las limitaciones del sistema de salud que afectan a nuestros profesionales, los señaló como culpables, ignorando que buscan resolver a toda costa las carencias en la atención médica subsecuente a índole ajeno al ejercicio profesional, incluso a riesgo de su propia seguridad.
Este triste suceso me lleva a reflexionar sobre si ser médico implica adquirir una deuda social, si la vocación es nuestro superpoder o si la medicina se ha convertido en un nuevo desafío en el siglo XXI, donde nuestra vida también entra en juego.
Desde mi perspectiva personal, creo que la palabra “médico” es sinónimo de servicio a la comunidad, de brindar conocimientos en pro del cuidado de la humanidad, respaldado por la vocación que caracteriza nuestra profesión, eso no debe cambiar.
Es imperativo destacar que este idealismo se ve obstaculizado por diversos factores, como limitaciones políticas, económicas, de seguridad, y entre otras que son ajenas al servir como médicos dentro de una comunidad.
Nos enfrentamos a esta realidad de manera cruda y directa durante nuestro servicio social obligatorio, especialmente en áreas rurales, donde somos testigos de enormes brechas en la atención médica.
En este contexto, considero que ejercer la medicina implica ser fiel a nuestra vocación, colocar en primer plano a nuestra población y recordar de manera fundamental nuestros juramentos al asumir esta responsabilidad.
También creo que el deber social debe extenderse a la población, identificando verdaderamente a los responsables de las limitaciones en la atención y derechos. Siendo esencial ser autocríticos en las decisiones políticas y económicas de sus comunidades y respetando al equipo médico dispuesto a servir.
Es hora de rescatar la relación médico-paciente, nuestra comunidad y comenzar un acto autocrítico contra aquellos que realmente son culpables de que las limitaciones afecten nuestro sueño de vida y nuestro derecho a una atención digna.
Es fundamental unirnos como pueblo, entendiendo que somos unidad, fuerza y prosperidad.
Fuente: Órgano de información del Colegio Médico Colombiano. Epicrisis. Ed. Nº 31 (Marzo – Mayo 2024). ISSN: 2539-505X (En línea).
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