ALZHEIMER LEGISLATIVO
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ALZHEIMER LEGISLATIVO

Leyes Lázaro y cementerio nacional de leyes


Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente Colegio Médico Colombiano

La Guajira, el departamento que más remite.

El Departamento de La Guajira es el que más remisiones hace, dijo la senadora wayuu, Marta Peralta Epieyú, presidenta de la Comisión Séptima, en la audiencia pública sobre la reforma a la salud este 22 de enero en Riohacha.

Manifestó la Honorable “paisana” que la causa de estas remisiones obedece, a veces, a la falta de oferta en el territorio, pero otras veces al abuso de la posición dominante de la dupla de amigas íntimas EPS-IPS, que hacen derivaciones de pacientes comercialmente estratégicas a clínicas de Valledupar, Barranquilla y Santa Marta, existiendo oferta disponible en La Guajira.

Insistió también la senadora Peralta Epieyú, que la oferta de servicios de salud en La Guajira no es despreciable, y que mediante la reforma se quiere organizar la red de prestadores en La Guajira y fortalecer la atención primaria en el territorio a fin de disminuir esta alta tasa de remisiones y paseos de la muerte —varios pacientes han fallecido en esos trayectos—, incluyendo una tía mía, Nohora Solano, quien, remitida tardíamente a Barranquilla, falleció en la ruta llegando a Palomino, debido a un infarto cardiaco.

Aunque, lo cierto es que la oferta de salud en La Guajira, sobre todo de nivel superior, no es la mejor en cantidad y calidad, —hematología, quemados, oncología, hemodinamia, unidad coronaria, perinatología, cirugía de tórax y ortopedia mayor complejidad—, también es cierto que existe subutilización de oferta propia, lo que le da la razón a la Senadora “paisana” Marta Peralta Epieyú cuando se refiere al amiguismo íntimo EPS-IPS.

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El cuarto nivel soy yo, primer caso.

Cierta vez, en la remota y natal Guajira, Arnoldo Enrique Marulanda Brito, doble primo, por los Marulanda y por los Brito, en San Juan del Cesar, me contactó para que fuera a ver a un amigo que estaba “muy malito”.

—Como no, primo, vamos—. Le dije.

Era un hombre joven, diagnosticado con un cáncer de cabeza de páncreas, tan avanzado e inoperable, que ya le había tapado de manera absoluta e irreversible la corriente que conduce la bilis del hígado hacia abajo rumbo al intestino delgado. Los médicos decimos “cáncer en estado terminal”. Hacía un mes, en Barranquilla, le habían puesto por la boca, mediante endoscopia digestiva alta (sin operar), un tubo de algún plástico moderno (stent) en la vía biliar, para destaparlo y aliviarlo un poco; paliativo, también decimos los alumnos de Hipócrates. —Conducta humanitaria y apropiada en estos casos—. El problema es que al poco tiempo aparece un terco mazacote, un fangoso barro, un lodazal biliar, y de manera necia tapa de nuevo el stent, y toca cambiarlo por ahí cada dos meses.

Examinado el caso con todos los documentos e imágenes le dije: “Primo, toca operarlo ya”.

Había que hacerle, encima, sobrepasando el tumor, un puente de intestino delgado. Una boca de dicho “by pass” (usamos también este anglicismo) debía construirse bien arriba de la corriente biliar (en la bocatoma que colinda con el hígado), y la otra, bien abajo; más allá de la obstrucción, de manera que este puente elevado pase por encima de toda la zona obstruida.

La ventaja de esta operación (colédoco yeyunostomía en “Y” de Roux), con respecto al “stent”, es que, debido al calibre amplio de las dos bocas y del mismo puente, no se tapa. De este modo, el mazacote grasoso no se forma, (la bilis es una grasa espesa), y el enfermo no tiene que someterse a ese incómodo recambio cada dos meses.

Presentada la idea a la autoridad administrativa competente, con voz metálica, imperativa y seca, nos dijo:

—No señores, eso es cuarto nivel, ese paciente está esperando la orden de su EPS para recambio de “stent” en Barranquilla.

Así, expectante, llevaba dos semanas. Ya había salido de una crisis infecciosa de la bilis (colangitis) —sepsis decimos nosotros—, enfermedad casi siempre letal, si no se trata adecuada y definitivamente.

Arnoldo Enrique, una persona extremadamente solícita y diligente, que le busca solución humanitaria a todo, con temple me dijo: “primo espere un momento aquí, voy a hablar con Moisés”.

Efectivamente, bajó el ginecólogo Moisés Daza, gerente propietario de la Clínica SOMEDA. Enterado de todo, me dijo: Stevenson, pero es cierto, esta clínica no es cuarto nivel y no está preparada para una intervención de ese calibre. Lo único que puedo hacer para ayudar al paciente y a Nono (Arnoldo) es interceder para que la remisión salga rápido.

Fue cuando le dije, también imperativo, como cuando Luis XIV de Francia dijo al Parlamento de París, el Estado soy yo:

—Moisés, el cuarto nivel soy yo. Solo necesito un buen anestesiólogo, pinzas de Rochester, de Kelly rectas y curvas, mosquitos ídem, seda 0, catgut y vicryl 3-0, tijeras Metzenbaum, y unos buenos drenes de Penrose (elementos simples del siglo pasado).

Y rematé:

—Y como dijo Diomedes Diaz, el “Cacique de La Junta”, el resto lo pongo yo, no necesito ni sangre.

Se me quedó mirando retrechero, como gallina que mira sal, con mirada de Daza, de los Daza de La Guajira de Aquel Corral de Piedra, —con más conos que bastoncillos—, y me dijo, está bien confío en ti, opéralo.

Efectivamente, fue un acto quirúrgico muy fluido, higiénico y sereno. Sin sangrado, y sin ningún contratiempo, fabriqué una boca del puente bien arriba y la otra bien abajo.

El paciente sobrevivió con una calidad de vida aceptable para su enfermedad, sin mazacote, sin obstrucción y sin “stent” biliar, casi dos años.

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El cuarto nivel soy yo, segundo caso.

Riohacha, año 2016. Me dice Henry Galarza, eminente cirujano, expresidente del Colegio Médico Colombiano, capitulo Guajira: “Profe, tengo un caso complicado de “una paisana” con una lesión de vía biliar post colecistectomía ¿me ayuda?”.

Estas lesiones, aunque cicatrizantes y benignas, tapan la vía biliar como los cánceres, y si no se las trata adecuadamente y a tiempo se portan como ellos. Con imágenes en mano me la mostró, le dije prográmela, para ayer es tarde, necesita un puente.

Asimismo, en una clínica en Riohacha, como el de San Juan, fue un acto quirúrgico higiénico, fluido y sereno, sin ninguna complicación.

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El cuarto nivel soy yo, tercer caso.

Atención primaria de cuarto nivel en noche oscura en chinchorro wayuu. Con ecógrafo de última generación alimentado con pilas solares, buscando corazones enfermos in útero en el desierto guajiro.

Esta vez el protagonista médico no soy yo. Es Gustavo Mendoza Berardinelli, pediatra cardiólogo, medio indio, medio “arijuna” * —delegado de la Guajira ante la asamblea nacional del Colegio Médico Colombiano—, quien hace una ecografía materno fetal a una “paisana” **,

*Lo que no es wayuu, en lengua wayuu.  ** Mujer wayuu.

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La atención primaria en salud es una ley muerta.

Cementerio nacional de leyes.

Colombia es una fábrica de hacer leyes muertas, un cementerio nacional de leyes con muchos panteones, la salud es uno de ellos donde la atención primaria tiene su pomposo mausoleo. La estrategia atención primaria en salud vio la luz legislativa en el 2011 (Ley 1438), pero es como si nunca la hubiera visto. Nació muerta. No alcanzó ni a respirar, o al menos, nació ciega, sorda, insensible y muda, que es lo mismo que estar muerto.

Leyes Lázaro y alzheimer legislativo.

Colombia, como Jesucristo con Lázaro, hace leyes nuevas para resucitar otras viejas.

Es que las leyes difuntas se parecen a los muertos olvidados, nadie se acuerda de ellos, ni para ponerle flores.

Es como si el Congreso de la República no tuviera memoria institucional, y los honorables congresistas no revisaran lo legislado. Para ser exactos, en el 2015, la muerta olvidada, atención primaria, escrita en la occisa ley 1438 del 2011, fue reescrita otra vez en una flamante ley, la 1751, promulgada con bombos y platillos por el presidente Santos, pues se creía la norma de normas de la salud, la panacea para resolver todos los problemas que arrastraba le ley 100 desde 1993. Fue la rimbombante Ley Estatutaria de Salud, que, como una faraona yace, inmensa, en su propio sarcófago al lado de la 1438 en el panteón de salud del gran cementerio nacional de leyes que es Colombia.

Pero como todo Alzheimer es progresivo y el del legislativo no es la excepción, acaban de radicar otro proyecto de ley estatutaria de salud en la Comisión Primera, y en el actual proyecto de reforma que ya pasó por Cámara y entra a la Comisión Séptima Senado, reinciden y vuelven a hacer un articulado de atención primaria, como si a punta de rumiar leyes muertas, de cortar y pegar artículos reciclados, fueran a resolver la desafiante y cruenta realidad que teóricamente pretenden resolver.

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Antes de sembrar toca preparar la tierra.

Las leyes son unos postulados teóricos, hipotéticos, ideas, mandatos abstractos, que, escritos de buena fe, pretenden resolver una realidad determinada. Así las cosas, la teoría y buena fe no bastan si los potenciales ejecutantes no cuentan con la voluntad, determinación, honradez, herramientas y recursos de todo orden (financiación y sus fuentes, talento humano suficiente, vocacional y preparado, etc). Si estos no existen, la futura promulgada ley (incluyendo esta reforma), seguirá siendo eso: un ingenuo postulado teórico, una tentativa, una idea fracasada, un mandato muerto: una ley muerta sin ninguna aplicación práctica: bien muerta como la infeliz semilla que se enfrenta a la determinación mortífera de un árido desierto, como el nuestro, donde los determinantes pegan tan duro, que la cadavérica y costosísima atención primaria es un fantasma para esos sufrientes étnicos, muertos de hambre, sed y de miseria.

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Necesitamos médicos, enfermeras y nutricionistas “paisanos” wayuu.

La atención primaria en salud, muy costosa, por cierto, debe ser una estrategia territorial, genuinamente vocacional y propia de cada diverso territorio, que garantice contra viento y marea, el acceso a los servicios de salud —promocional, preventiva y resolutiva— en la propia comunidad, territorio adentro —domiciliaria, familiar y comunitaria —.

En el caso de La Guajira profunda, debe hacerse en el entorno cotidiano de las “paisanos” desafiando los determinantes sociales adversos, con recurso humano de la tierra, nivel óptimo, como en mis dos casos biliares, y como el médico mestizo Gustavo Mendoza Berardinelli, cuyo emprendimiento vocacional y el de otros colegas, dicho sea de paso, no son tenidos en cuenta por la dupla de amigos comerciales ya comentada por la senadora “paisana”.

Sobre esta línea argumental es que celebro exultante, el comienzo inminente de los programas de Enfermería y Nutrición en la Universidad de la Guajira, y el de Medicina que ya está bien adelantado.

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PD. La muy costosa atención primaria se puede hacer sin necesidad de reforma, incluyendo la organización de las redes y los equipos multidisciplinarios extramurales, solo basta con resucitar las leyes muertas mencionadas mediante voluntad política, decretos y resoluciones, pero consiguiendo su financiación que no es despreciable y el recurso humano que está muy escaso.

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Epitafio

 “Insistimos en que la verdadera reforma a la salud es la Ley Estatutaria en Salud (1751 de 2015), que solo requiere ser desarrollada para avanzar hacia el mejor sistema de salud posible”.

Carta de Acuerdos Fundamentales (16 organizaciones de médicos y de profesionales de la salud encabezada por la Academia Nacional de Medicina), enviada el 7 de febrero a la presidenta de la Comisión Séptima Senado, Honorable Senadora, Marta Peralta Epieyú.

Riohacha, Fonseca, Valledupar, febrero del 2024.

febrero 9, 2024

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