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El espíritu humano, para nosotros, es un epifenómeno de la materia, realidad funcional y producto de nuestra mente, de nuestro cerebro, específicamente.


Por Dr. Jorge Diego Acosta Correa – Asesor de presidencia del Colegio Médico Colombiano.

Somos unidades individuales de lenguaje, insertas necesariamente en un medio cultural, inmaterial, simbólico, relacional, histórico y complejo, que se alimenta y expresa en hechos materiales.

La conciencia del ser nos hace humanos y es el fundamento de nuestra espiritualidad; entendida esta como el mundo inmaterial y bastracto que construimos como otra realidad, el producto compartido del espíritu humano.

Hacen parte de esa espiritualidad: las ideas, el pensamiento, la racionalidad, la reflexión, la meditación, la contemplación, las comunicaciones, el arte, el discurso… todo lo que asimila, procesa y emite nuestra mente.

Pero dicha expresión espiritual, cortial (emanada de la corteza cerebral), no se da sola, pura, sino que está medidada y moldeada por el sentimiento y las pasiones, los instintos y pulsiones subconscientes radicados en el mesencéfalo, en el sistema límbico, que nos aporta amores y odios, agresividad y cariño, miedo y osadía.

La conciencia moral (del obrar bien o mal) hace parte igualmente de nuestra compleja mente, así esté sometida por impulsos emocionales primitivos como el asia de poder, o sea cultivada como componente fundamental de nuestra espiritualidad.

Por lo tanto, podemos cultivar y desarrollar una esperitualidad positiva, constructiva, dignificante de nostros mismos y del entorno, mediante la reflexión sobre lo que somos y lo que debemos ser, contemplando en el silencio el ser profundo del todo universal, modeando el inmenso poder de nuestro lenguaje para incidir en la cultura circundante, promoviendo el bienestar y la dignidad de todo ser humano, la paz y la sana convivencia y cultivando así mismo las virtudes ciudadadanas (vitud=fuerza moral) como expresión fáctica.

Una cultura fundamentada en el humanismo, en la lucha por la dignificación de todo ser humano, por el desarrollo integral de la humanidad, ajena a los nacionalismos, al racismo, al clasismo y a los autoritarismos; protectora y restauradora del entorno natural, nuestra casa común, sería el factor de unidad entre creyentes de todo tipo y no creyentes.

Pero, también podemos continuar por la senda degrada y degradante de una espiritualidad negativa, perversa e inhumana, destructora del medio. De alimentar una cultura caracterizada por la adicción al hacer irreflexivo, al consumismo, a la excitación e irritación mental mediante sustancias sicoactivas, a la inhumanidad en la economía, en la ciencia y en el arte, a la legitimación del poder opresivo y de la violencia, a la alimentación de los impulsos primitivos y tribales que nos enfrascan en guerras infames, en injusticia, hambre y miseria.

Podemos elegir. Es nuestro dilema existencial, moral y espiritual.

Fuente: Órgano de información del Colegio Médico Colombiano. Epicrisis. Ed. Nº 29 (Septiembre-Noviembre 2023). ISSN: 2539-505X (En línea).

septiembre 27, 2023

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