Un ensayo neurocientifico, histórico y humanístico
Actualidad

Un ensayo neurocientifico, histórico y humanístico


PARTE VI


DEBATE


Narcotráfico: prohibición y legalización


La adicción al poder y al dinero del narcotráfico hace más daño al orden social que la simple adicción a las drogas.


Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente del Colegio Médico Colombiano

Salud pública versus prejuicios religiosos, raciales y morales.

Si bien es cierto que la marihuana, el opio, la cocaína y el alcohol, a finales del siglo XIX y principios del XX eran consumidos libremente en los Estados Unidos —en la década de 1890, por ejemplo, Sears & Roebuck distribuyó a millones de hogares estadounidenses legalmente una jeringa y una pequeña cantidad de cocaína por $ 1.50—, también es cierto que no eran el gran problema de salud pública, sino más bien un problema moralista y con fuerte tinte racial, y ese desenfreno pecaminoso había que prohibirlo. Igual sucedió en tiempos de la Colonia, cuando la Iglesia Católica en la segunda mitad del siglo XVIII prohibió los bundes en toda la Costa Caribe colombiana —esos bailes lascivos, lúbricos y libidinosos de indios y negros, hombres y mujeres borrachos, que danzaban dentro de un círculo de tierra alrededor de un poste central en las plazas públicas al son de tambores, luces de esperma, palmoteo y cantos monótonos y responsoriales, que los alejaba de la fe cristiana, y que hacían los dos de febrero para la fiesta de la Virgen de la Candelaria—. Eran las ruedas de cumbiamba de bailes cantaos, la raíz negra, el fundamento rítmico ancestral de toda la música autóctona de la Costa Atlántica, incluyendo la cumbia, el porro y el vallenato.

A principios del siglo XX en Estados Unidos a los consumidores de cocaína, opio y marihuana, por ese solo hecho, los consideraban criminales, sobre todo a los negros, chinos y mexicanos.

Se decía de ellos:  

“Negros locos por las drogas y el sexo”. “Bajo la influencia de las drogas asesinan a blancos”. “La cocaína es a menudo el incentivo directo del delito de violación”. “Mexicanos degenerados fumando marihuana”. “Chinos seduciendo a mujeres blancas con drogas”. ” Las drogas vuelven incontrolables a los negros, les dan poderes sobrehumanos y los hacen rebelarse contra la autoridad blanca”. “La mayoría de los ataques contra las mujeres blancas del Sur son el resultado directo de un cerebro negro enloquecido por la cocaína”. “El asesinato y la locura aumentan entre los negros de clase baja”

Sin embargo, investigaciones contemporáneas precisan que los negros consumían drogas a tasas muy inferiores que los blancos.

La cocaína y el alcohol fueron prohibidos en los Estados Unidos.

¿Qué tienen qué ver los médicos europeos Franz Joseph Gall y Cesare Lombroso del siglo XIX con los políticos estadounidenses Francis Barton Harrison y Andrew John Volstead de principios del XX?

Aparentemente nada, pero sí, y es lo siguiente:

El crimen es un estado mental que Gall y Lombroso intentaron elucidar, y las bandas de tenebrosos y terroristas criminales, organizados mundialmente, son un invento de Harrison y Volstead, al impulsar las leyes prohibicionistas del consumo de drogas y alcohol, respectivamente, sin tener en cuenta que la neuroquímica mental (el circuito deseo-placer/ dopamina-endorfina) de la adicción al poder y al dinero, producto del tráfico ilegal de drogas, es mucho más potente que la neuroquímica mental adictiva de los consumidores, y produce mucho más crímenes y desorden social, religioso, económico y moral, que los que pretende controlar.

La Ley Harrison.

La presión racial, moral y religiosa de la gran nación del norte tuvo lugar en la preparación de la opinión para que, en 1914, el congreso de Estados Unidos aprobara una ley promovida por el congresista Francis Barton Harrison, a fin de controlar la producción, venta y uso del opio, de la cocaína (y sus derivados) y el cannabis.

Francis Burton Harrison, Partido Demócrata, Estado de Nueva York

La Ley Volstead.

¿Era el alcoholismo un “serio” problema en Estados Unidos?

 La verdad, más moral y religioso, como la drogadicción, que de salud pública. Sin embargo, igual que la cocaína, fue prohibido en 1919. Andrew John Volstead, un influyentepolítico moralista de Minnesota, de la Cámara de Representantes por el Partido Republicano 1903 – 1923, junto con la Liga Anti-Saloon (Anti Bar), apalancados en las comunidades religiosas impulsaron en el Congreso una ley para prohibir la producción, el tráfico y el consumo de alcohol en todo el extenso territorio gringo.  Así nació la “Volstead Act”, la prohibicionista Ley Volstead o “Ley Seca”

Volstead volvió mafiosas a Avaricia y Codicia. 

Al Capone, Lucky Luciano, Vito Genovese y Frank Costello, no fueron delincuentes natos, según Gall y Lombroso. Andrew John Volstead, los volvió criminales y mafiosos, incluyendo a Salvatore Maranzano, quien primero oyó el llamado de Dios y quiso ser sacerdote católico, pero fue más fuerte la voz del Diablo, que se le apareció en el camino en forma de este señor, y con su ayuda llegó a ser Jefe de jefes o “Capo di tutti i capi” de la Cosa Nostra.

Esa cultura mafiosa italo-americana (traqueta) de riqueza aparatosa y dinero fácil —extravagancia, ostentación, bienes suntuarios, mujeres bonitas y violencia—, de carteles y bandas de criminales y asesinos profesionales, llamados gánsteres, no fue debido solamente a la permanente acechanza natural (el poderoso circuito cerebral deseo-placer) de la biología de la mente de los humanos a acumular poder y riquezas sin límites y vivir lleno de privilegios a costillas del prójimo sin importar el daño colateral que se derive de ello, sino primordialmente a la Ley Volstead, que “tanqueó” a reventar ese potente circuito neuronal con altos y permanentes flujo de dopaminas y endorfinas, (respectivamente los neurotransmisores del deseo y el placer)  que los volvió delincuentes psicópatas  de alta gama y “prestigio” social y económico, al convertir el deseo y el placer de beber de la gente común y corriente en un crimende enorme lucro para esos grandes criminales.

Resultados de la Ley Volstead.

La ley Volstead fue peor que el alcoholismo. Engendró una fuerza destructiva maligna muy superior al problema de salud y de moralidad pública de borrachos y sus borracheras que quería corregir: el terrible mercado negro: una empresa criminal operada por medio millón de delincuentes. Avaricia y Codicia, “Las Hermanas Mayores”, se alborotaron y envalentonaron, y junto con un señor peligrosísimo llamado Crimen, y de dos señoras horribles y malas, Violencia y Corrupción, armaron un súper combo que se hicieron llamar “Los Cinco Grandes Volstead”. De esta manera, de la noche a la mañana, se volvieron súper ricas, súper poderosas y súper criminales.   

“Los cinco grandes Volstead” hicieron más daños morales y perjuicios materiales al orden social que los borrachos.Los bebedores siguieron bebiendo y festejando, pero, aunque alegres, infelices y escondidos del Estado, de contrabando y en sitios clandestinos de mala muerte, peligrosos y sórdidos, “ollas” podridas de borrachos terminales, que dejaron 30.000 muertos y 10.000 ciegos intoxicados por productos adulterados y por beber alcohol metílico y otras destilaciones venenosas. La corrupción a gran escala no se hizo esperar: la justicia, la policía, los políticos sucumbieron a la dopamina y endorfina del dinero traqueto. Dos ministros —Interior y Justicia— fueron condenados por conexiones con gánsteres y contrabando, 34% de policías Volstead tuvieron notas desfavorables en su expediente, 11% fueron acusados de extorsión. Masacres y balaceras en las calles de las grandes ciudades era el pan de cada día. Los presupuestos carcelario, policiaco, administrativo y judicial prohibicionistas eran enormes. Igualmente era la congestión del sistema de justicia penal, las cárceles de todo el país permanecían atiborradas de borrachos buenas gentes, inofensivos, no violentos ni criminales, convertidos en delincuentes lombrosianos por el solo hecho de pegarse unos tragos. 

Derrotaron al Diablo Volstead, el moralista republicanofue metido al closer.

¡Santo remedio! Se prohibió la prohibición. En 1933, después de 13 años de amarga prohibición, tomarse unos tragos en los Estados Unidos, feliz y tranquilo, volvió a ser una dicha. El trago fue desconectado del crimen. Inmediatamente se pudo beber en paz, como en los Carnavales de Barranquilla o en el Festival Vallenato, seguro y de buena calidad. Adiós sórdidas “ollas”. La ceguera y los muertos intoxicados dejaron de ser un problema. Los Cinco Grandes de Volstead se aquietaron…por un rato. Los estados, incluyendo Minnesota el de Volstead, remplazaron las penas y castigos de los bebedores enfermos (la inmensa mayoría de la población americana no lo era, algunos eran bebedores ocasionales, no había bebedores gallianos ni lombrosianos), por educación, tratamiento médico y social, y leyes que reglamentaron la calidad, pureza y venta comercial decente y segura del alcohol. Los enormes gastos dedicados a la prohibición se ahorraron, y junto con los generosos impuestos a las bebidas alcohólicas, ahora legales, fueron utilizados para el desarrollo social, la prevención, promoción, recuperación y atención de la salud pública e individual, de esta forma las oportunidades económicas legítimas y el emprendimiento, incrementaron la tranquilidad, la seguridad y el orden social en todos sus aspectos.

Pero Harrison se salió del closer vuelto un Diablo más grande que Volstead.

Y “Los Cinco Grandes Volstead” se pusieron felices.

Acabado el negocio Volstead, Los Cinco Grandes, ahora bien experimentados, exultantes se desmandaron con más ansia dopamina-endorfina al negociazo de las sustancias prohibidas por la Ley Harrison: marihuana, morfina, heroína y cocaína, más caras, más tóxicas y con mayor poder adictivo que el alcohol. Obvio, se volvieron mucho más ricas, más poderosas y muchos más peligrosas y con mayor poder de destrucción del orden social.  De este modo, “Avaricia”, “Codicia”, “Crimen”, “Violencia” y “Corrupción” aumentaron de manera exponencial su cultura traqueta, porque la masa de consumidores anónimos siguió consumiendo de manera clandestina, en tal forma que el negocio Harrison en la gran Nación del norte floreció con más fuerza que el negocio Volstead.

Así las cosas, el negocio Harrison, impidió que Sears & Roebuck siguiera distribuyendo legalmente millones de dosis de cocaína y jeringa a millones de hogares estadounidenses. Sin embargo, este mercado blanco no se perdió, se transformó en negro. “Los Cinco Grandes”, ahora Harrison, con la enorme fuerza y ventajas competitivas comerciales que da la ilegalidad, debido a sus ganancias exorbitantes, se apropiaron de él. El gran problema fue quehicieron metástasis al sur del continente buscando tierras cocaleras y gobiernos, políticos, justicia, policías, órganos de control, instituciones y sociedad en general con neuroquímica mental galliana y lombrosiana (propensa al crimen) para que les alimentara el negocio y el vicio, que nunca dejaron, y nunca, nunca dejarán.

“Los Cinco Grandes Harrison” hacen metástasis a Colombia.

Desaforado, el fantasma Harrison llegó a Colombia. Era la década del 70, Richard Nixon acababa de declarar la “Guerra Total a las Drogas”. “Cero Tolerancia”, dijo después en los 80 Ronald Reagan, y Nancy, su mujer, la primera dama, lanzó su propia campaña: “Simplemente di no”. “Guerra Total”, “Cero Tolerancia” y “Simplemente di no”, que como la Ley Volstead, no han servido para nada, sino para que la tolerancia al consumo hiciera posible que “Los Cinco Grandes Harrison” hicieran metástasis a los países andinos, México y Centro América, buscando socios proveedores de cocaína para abastecer su enorme y negrísimo mercado. Así, ellos, “Los Cinco Harrison”, se convirtieron en seis: “Los Seis Magníficos Harrison”, porque en ese viaje metastásico a Sur América se asociaron con el “Señor Narcotráfico”, un tipo de cara patibularia, el que más males le ha causado a Colombia en toda su historia.

La incorporación neurológica cultural epigenética.

Desde la década de los 70´, apenas comenzó la Guerra Total de Nixon, la locura de la bonanza de la marimba, y luego la de la cocaína, los fantasmas Volstead-Harrison han venido estructurando, alimentado y sonsacando en Colombia las partes más malas —las peores sinapsis criminales— del cerebro de personas que en otras circunstancias habrían podido sacar lo mejor de sí y ser buenas, como le ocurrió al circuito deseo-placer/dopamina-endorfina del “Capo di tutti i capi” de la Cosa Nostra Salvatore Maranzano, cuando lo tocó el diablo Volstead. Dicho de otro modo, es posible que estas personas no son malas genéticamente, —ni gallianas ni lombrosianas—, sino que han brotado del protoplasma ciudadano mediante incorporación neurológica cultural epigenética. Lo que significa que, la prohibición de las drogas y la enorme riqueza que genera, podrían comportarse como un fuerte estímulo cultural que activa el circuito mesolímbico deseo-placer/dopamina-endorfina de las personas que lo tienen más grande y son más proclives al amor desmedido por el poder, el dinero y los privilegios suntuosos; sentimientos y emociones superiores a cualquier precio y valor moral, más allá de la genética.

Los Seis Magníficos Harrison hacen barrejobo en Colombia.

Fue así como apareció en Colombia una   generación, una élite light de políticos banales, tremendistas, maledicentes, ramplones, mal hablados, compra votos, negociantes impúdicos, con jerga de baja estofa, de mala fe, sin ninguna preparación intelectual y menos de Estado, que se eligen mediante el uso de una cantidad enorme de dinero, desproporcionada en varios grados de magnitud al salario que les corresponde. Siendo esa casi la regla, desde el concejal más ínfimo hasta el presidente de la República, sin embargo, y para bien de la esperanza y de la democracia, afortunadamente existen excepciones que vienen in crescendo.

Avaricia, Codicia, Crimen, Violencia, Corrupción y el patibulario Narcotráfico con su plata y sus neo gánsteres:

Mataron a cuatro candidatos presidenciales, un ministro de Estado, un procurador general de la Nación y cientos de jueces y policías de todos los rangos.

Extinguieron un partido político, quemaron un Palacio de Justicia con magistrados y demás funcionarios adentro, explotaron un avión lleno de pasajeros comerciales en el aire, incendiaron una casa editorial y mataron al dueño, sembraron de dinamitas los campos y volaron con explosivos edificaciones oficiales y privadas.

Corrompieron hasta los nucleótidos de los ácidos nucleicos del ADN de los tres poderes del Estado, sus fuerzas armadas y sus órganos de control.

Institucionalizaron la compra industrial y criminal del voto, y se adueñaron de la política y del Estado colombianos. Dicho de otra manera: corrompieron de modo irreversible y quien sabe hasta cuando, el alma de la democracia.

Financiaron campañas presidenciales, se apropiaron de una parte del Congreso de la República, de gobernaciones, asambleas, alcaldías y consejos; a los que hoy nadie quiere entregarles la plata de la salud. ¡Vaya paradoja! Los mismos que los elegimos decimos que no son moralmente confiables.

Comulgaron primero con devoción cristiana con el paramilitarismo y luego se le metieron al alma de la subversión, de sus disidencias y de todas las derivadas y degeneraciones de bandas de criminales urbanas y rurales, haciendo gambetas de impunidad y a los clamores de las propuestas de paz que desde Belisario Betancur hasta hoy se les ha venido clamando.

Ejecutaron con tiros de gracia a miles de inocentes jóvenes disfrazados de subversivos.

Desplazaron y dejaron a millones de campesinos sin tierras y sin donde vivir. Colombia es el segundo país del mundo con la mayor cifra de desplazados internos, seis millones setecientas mil almas.

Convirtieron a los campesinos cocaleros en delincuentes.

Incrementaron enormemente los sembradíos de coca, calentaron el Planeta, descuajaron millones de hectáreas de selva virgen, y pesar de los esfuerzos penales, hoy las drogas son accesibles a quien quiera tenerlas

 Instalaron grandes cadenas de lavandería de dólares y paraísos fiscales.

Narcotizaron buena parte de la juventud y niñez colombianas. Como estrategia de mercadeo, mediante sus campañas jíbaras de inducción al consumo, en las puertas de escuelas y colegios, incrementaron la disponibilidad, el uso y el abuso del alcaloide.

Aparecieron las sórdidas “ollas” de consumo y muerte en casi todos los pueblos y ciudades del país. Hasta en Fonseca, mi pueblo, y en toda La Guajira, hay microtráfico, “ollas”, violencia y muerte narca.

Las mil caras del narcotráfico.

Todo esto en forma de Narco-Políticos, Narco-Policías, Narco-Ejército, Narco-Justicia, Narco-Subversión, Narco-Paramilitarismo, Narco-Terrorismo, Narco-Disidencias, Narco-Bandas, Narco-Clanes, Narco-Minería, Narco-Campesinos, Narco-Empresarios, Narco-Estado, y lo peor de todo: Narco-Cultura, como la de la Narco-Novela de chicas plásticas “Sin tetas no hay paraíso: la del Narco-Poder, la del todo vale si de llegar al poder, al dinero y sus grandes privilegios y conservarlos, se trata.

Si Harrison, como Vosltead, hubiera sido metido al clóser:

La prohibición no es una panacea, pero de dos males el menor. La prohibición es un pecado capital y el consumo es un pecado venial. Según Santo Tomás, un pecado capital es el que da origen a otros pecados. En este caso el narcotráfico es un pecado capital porque engendra muchos otros, como lo hemos dicho. En consecuencia, valdría la pena hacerse las siguientes preguntas, en el contexto de ir pensando en la despenalización de las drogas en Colombia:

¿Habrá mayor disponibilidad de drogas una vez se anule la prohibición?

¿Cuánto impuesto legal hemos dejado de percibir?

¿Cuántos Centros de Atención Primaria de rehabilitación y escuelas podríamos construir y mantenerlos funcionando?

¡Cuánta democracia hubiéramos sanado?

¿Cuánto hubiéramos ahorrado?

¿Cuántos muertos, viudas, huérfanos, pesos y presos, fusiles y municiones, minas antipersonales y niños para la guerra?

¿Cuánto gasto militar, policiaco, judicial, administrativo?

¿Cuánta subversión, cuánta disidencia, cuántos clanes, cuánto paramilitarismo, cuántos carteles?

¿Cuántas “ollas” de venta y consumo, cuántos “jíbaros” iniciadores de colegiales y menores, cuánto incremento del abuso, cuánta inseguridad en las calles?

¿Cuánto daño a la salud pública, cuánto glifosfato, cuánto desplazamiento, cuántos indígenas y campesinos vueltos delincuentes?

¿Cuánta selva descuartizada, cuántas motosierras silenciadas, cuánto calentamiento, cuántos árboles estuvieran en pie entregándonos oxígeno y refrescando el planeta?

¿Cuánta corrupción, cuántos políticos banales, cuántos votos comprados?

¿Cuánto hacinamiento y deshumanización en cárceles?

Adendum. De sobra, debe entenderse que estoy de acuerdo con los que están de acuerdo con legalizar el uso recreativo del cannabis en Colombia. ¡Ojalá se dé!

Fonseca La Guajira junio 17 del 2023

junio 17, 2023

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