Papá sácame de este infierno
Actualidad, Opinión

Papá sácame de este infierno


No me equivoco cuando digo que “estudiar medicina general en este país es una ruina económica, una desgracia familiar y un fracaso personal del egresado”.


Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente Colegio Médico Colombiano

Así me dijo por celular llorando Lina María, mi hija médica general que trabajaba para una agencia de reclutamiento de trabajadores misionales que los contrataba y pagaba a destajo, integrada oscuramente a una Empresa “Promotora” de Salud.

—Estudiar medicina general en este país es una ruina económica, una desgracia familiar y un fracaso personal del egresado— Me dije atribulado.

Y, sin despegar el teléfono de mi caliente oreja izquierda, me puse a pensar que, mi otrora romántica hija, egresada de la aprestigiada Universidad de la Sabana, apasionada por el milagro de la vida y el sufrimiento de la enfermedad, que estudió medicina con honesta y casi santa apostólica devoción y profunda vocación y dedicación, orgullo de su padre y de su madre, pues sentía en su corazón la llama de un histórico legado familiar, pero estaba casi llegando al punto de no retorno de renegar de todo eso y convertirse en una hereje de la hermosa profesión de Hipócrates.

Yo no la veía —no era video llamada–, pero la sentía, y estoy seguro de que estaba arrellanada, atosigada por la pantalla inquisitorial de un computador comandado por una inteligencia robótica, un software verdugo que le zampaba sin piedad un enfermo cada 15 minutos, más los favorcitos personales extras que exigía la indolente capataz supervisora, -(la misma que un día la obligó a asear unos fluidos intestinales altos y bajos, nauseabundos ambos, que un infante había esparcido en proyectil en el estrecho y anti ergonómico, pero eficiente espacio de diagnóstico médico-empresarial), acortando la entrevista por unidad de tiempo real de atención hasta de siete, máximo diez minutos por cada paciente. Esto se repetía, día tras día, todos los días, de lunes a sábado, desde las siete de la mañana hasta las cinco de la tarde.

No me equivoco cuando digo que “estudiar medicina general en este país es una ruina económica, una desgracia familiar y un fracaso personal del egresado”: un estudio de Diego Roselli del año 2016 muestra lo siguiente:

El costo total de la carrera de medicina en pesos del 2016, incluyendo gastos académicos, transporte y sostenimiento, en una universidad privada es de $244 millones, y en una universidad publica de $165 millones; y el tiempo de retorno de esa inversión en la universidad privada es de 34 años y 3 meses, y el de la universidad publica es de 16 años y 6 meses.

La llamada no se terminó normalmente, como es la costumbre. Todavía recuerdo que no hubo despidos ni adioses formales, al final la tecnología inalámbrica solo transmitía sollozos y lágrimas de lado y lado, (aunque no vi las de ella, las sentí resbalar revueltas con las mías por entre mis profundos surcos nasogenianos y por mis ya viejos y arrugados  cachetes, hasta sentir su saborcito salobre en mis comisuras labiales, así la comunicación se fue muriendo lentamente hasta que un silencio largo y profundo nos desconectó.

Profecía año 2000: los médicos generales serán los parias del sistema de salud colombiano. Alfonso López Michelsen – El Tiempo, abril del 2000

—El sistema de salud colombiano nunca va a funcionar bien mientras esto permanezca así—Me dije otra vez.

Lina sufría de insomnio, de nerviosismo, anorexia, hipertensión y taquicardia con extrasístoles sin causa aparente. Necesitó visita a cardiólogo, endocrinólogo e internista, ellos, muy solícitos, pidieron electrocardiograma, ecocardiograma, medición continua diurna y nocturna del ritmo cardiaco y de la presión arterial con un brazalete robótico, y hormonas tiroideas, entre otros muchos exámenes rutinarios para estos casos.

En fin, a mi hija la estaba matando el burnout. Esta enfermedad causada por el sufrimiento extremo a causa de condiciones indignas de trabajo, se ha ensañado en los médicos de Colombia, así, literal, lo demuestra una encuesta realizada por el Colegio Médico Colombiano en el año 2019 que muestra, entre otras cosas:

  • Entre el 40%  y 66% de los médicos en Colombia presentan puntuaciones altas de síndrome de burnout.
  • Las mujeres presenta puntuaciones más altas: 70% de cansancio emocional, 61.2% despersonalización y 45.7% falta de realización personal.

Cuando estábamos a punto de someter a Lina a medicación especializada para equilibrar su mente y su función cardiovascular ¡uff! sucedió el milagro: conseguimos un cupo para residencia en patología en la FUCS (Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud de Bogotá): santo remedio, el burnout y toda su corte desaparecieron como por arte de magia.

Mosaico del talento humano de la salud de la familia Marulanda de Fonseca La Guajira: 30 profesionales de la medicina y 24 de las otras profesiones. Mi segundo hijo médico, segundo en la cuarta hilera, Jorge Stevenson, de Los Andes, aún no se ha especializado, ama lo que hace, lo admiro tanto: es médico domiciliario de ambulancia empresarial en Bogotá. Otros familiares, muchos, ya migraron,

Ya voy Toño

–Es una necedad, como sucede en el macondiano cuento del gallo capón, creer inocentemente que el sistema de salud colombiano basado en la tan cacareada Atención Primaria en Salud, va a funcionar a punta de especialistas o con pobres e infelices médicos generales sin capacidad resolutiva y quemados por el destajo, el uso y el abuso opresor de los carteles de la contratación y la vista gorda y ciega del Estado y de la justicia— Seguía diciéndome.

—Si tu población está mal y las finanzas de tu hospital están bien, tu hospital está mal—

Dijo la joven ministra, el jueves 21 de julio en la ciudad de conferencias, la histórica Cartagena, en el elegante Hotel Radisson, donde yo asistía, y ella había sido invitada por la Asociación de Hospitales Públicos a su XIX convención de Salud para Todos. 

Carolina Corcho, la ministra de salud designada, con un  pensamiento holístico, integral, planteó en esencia, un conjunto de 6 puntos fundamentales, básicos, que serán incluidos en en su gestión ministerial y en la reforma legal que se avecina, así:

  1. Implementación de un sistema único de información en línea, público y claro, anti corrupción, anti deuda, preventivo y predictivo, clínico, epidemiológico, financiero, contable y administrativo, que contemple: historia clínica electrónica interoperable, caracterización sociodemográfica de sanos y enfermos, que  permita predecir la causa y la penetrancia de las enfermedades en las poblaciones, para poder hacer proyecciones estratégicas de promoción y prevención.
  2. Implementar un modelo de atención primaria con énfasis territorial: preventivo y predictivo, interconectado con en este sistema informático.
  3. Formalización laboral y equidad salarial de los trabajadores de la salud.
  4. Acción sobre los determinantes sociales.
  5. Eliminación de la intermediación financiera y administrativa (EPS).  Este papel lo puede asumir con eficiencia el pagador único ADRES, mediante auditoría y giro directo a redes integradas e integrales diseñadas por los entes territoriales.
  6. Fortalecimiento de los hospitales públicos. Fundamento de la Atención Primaria en Salud, mediante recursos de oferta y formalización laboral, con personal hospitalario contratado y pagados directamente por el Estado, como los maestros,  revirtiendo así los daños que les propinó la ley 100.

¡Eureka! Un sistema de salud funciona como un sistema genómico.

Valentina, mi tercera hija graduándose de médica este viernes 22 de julio, me dijo seriamente que se va del país. Ninguno de sus compañeros, los oí, quiere ser médico general.

Oyendo este discurso, esa noche entendí en La Heroica con suficiente claridad que, estos seis puntos, aunque se podrían tratar y estudiar separadamente, en la realidad funcionan como un todo. Sí, como los genes en un genoma. Interconectados entre sí. Unos con mayor jerarquía y poder que otros, pero definitivamente interdependientes. O sea, los seis asuntos, como en todo sistema, son un conjunto armónico de elementos que funcionan de manera integral, de manera que,  si uno solo disfunciona, todo el sistema falla; como cuando un jugador de dominó chambón pierde el juego por una ficha mal puesta.

Así las cosas, la comprensión de la situación de salud colombiana y de sus trabajadores es total: si no se atienden los determinantes sociales, o la plata se pierde en corrupción, o las EPS despilfarran o ganan mucho, se termina arruinando el goce efectivo del derecho fundamental a la salud, ya que la gente se enferma de pobreza, de hambre, de sed, y el dinero no alcanza para el fortalecimiento de hospitales públicos, formalización laboral ni atención primaria. De aquí, que el pensamiento y el discurso de la doctora Corcho, se me antoja que son un ovillo genómico, un código de supervivencia, de buen vivir y de felicidad.

Teniendo en cuenta lo dicho, y que la capacidad resolutiva de los médicos generales solo es del 20% y el estándar internacional es del 80%,  la pregunta obvia es….

¿Cómo hacer para sacar a los médicos generales del infierno del burnout y sean felices, sin necesidad de que el cielo de todos ellos sea una especialidad, y que, por fin, funcione la tan anhelada y esquiva Atención Primaria en Salud?

Bogotá julio 25 del 2022

julio 25, 2022

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