Psicólogos, Psiquiatras y diversos estudios coinciden en que un alto porcentaje de la población ha sufrido trastornos en su salud mental como consecuencia del COVID-19. La tasa de depresión en Colombia subió a 4,7%, frente a 4,4% del promedio mundial.
Laura Gómez* es estudiante de literatura de una prestigiosa universidad de Bogotá. A principios de 2020, cuando se detectó la presencia del COVID-19 en el país, su rendimiento académico se vino a pique.
“Tenía miedo, dice la joven, de lo que pudiera pasarme a mí y a mi familia, porque había compartido con mi amiga que había llegado de Italia y que fue quien se convirtió en la primera persona contagiada, según reportes del Instituto Nacional de Salud”.
Para Laura, ese 6 de marzo, cuando se divulgó la noticia, fue de preocupación. Se llenó de angustia, de temores y no se podía concentrar. En su intimidad estaba segura de haber contraído el virus.
Entonces se encerró. Intentó conectarse a clase vía digital, pero fue imposible mantener la atención. “Me dispersaba a cada instante”, recuerda. Días después decidió cancelar el semestre y aferrarse a la idea de que había que sobrevivir.
Como Laura, fueron miles de personas que sufrieron episodios de estrés, ansiedad, depresión, nerviosismo y miedo.
Trastornos al alza
Según reportó el Departamento Administrativo Nacional de Estadística -DANE-, a partir de los resultados de la Encuesta de Pulso Social, los tres trastornos más comunes en Colombia son el estrés, la ansiedad y la depresión. Los jóvenes entre 18 y 28 años y las mujeres jefas de hogar son quienes más experimentan este tipo de padecimientos.
Según explica la psicóloga Jessica Riaño Romero, dicho fenómeno se denomina síndrome de la cabaña. “Esto obedece a que un grupo de personas experimenta una sintomatología asociada a estados ansiosos, tras estar mucho tiempo encerrados, sin que una nueva persona acceda a ese grupo y sin otros estímulos, que fue lo que sucedió durante el confinamiento”.
Laura, que tenía un promedio superior a 4.5, es la viva manifestación del síndrome. “Acudí al psicólogo de la universidad y me diagnosticó estrés por ese episodio traumático. Mi rendimiento se fue al suelo, no podía concentrarme y finalmente tuve que aplazar los dos semestres de 2020”, relata.
Lo que sucede en este caso, se gún Riaño Romero, es que por los roles sociales previamente establecidos, la sintomatología ansiosa y depresiva empieza a emerger. No es lo mismo una hija en el pleno de su rendimiento que desempeñe su papel de estudiante, que una joven destrozada emocionalmente. Ante esto, la gente empieza a desarrollar preocupación, anticipaciones catastróficas y desesperanza en relación con los planes que tenía para el futuro, explica la psicóloga.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, durante la pandemia, el índice de depresión mundial fue de 4,4%. sin embargo, en Colombia este indicador se situó en el 4,7%, aunque estudios realizados en el país señalan que podría alcanzar los 19 puntos porcentuales, y lo que es peor: la Asociación Colombiana de Psiquiatría advierte que solo uno de cada diez colombianos con depresión recibe tratamiento oportuno.
Para Jessica Riaño, estas cifras están altamente relacionadas con la fragilidad social, porque las condiciones sociales y económicas de los colombianos no proporcionan garantías para la salud mental, además de que pedir una cita de psicología es bastante dispendioso y muchas veces resulta ser negligente.
Las cifras del suicidio
Mientras los fallecidos por COVID-19 se contaban por cientos en todos los medios de comunicación, calladamente, miles de familias lloraban la pérdida de parientes por causa del suicidio. Entre 2020 y 2021, esta práctica repuntó hasta alcanzar las cifras más altas de los últimos años.
El Instituto Nacional de Medicina Legal reportó un total de 2595 personas fallecidas por lesión autoinfligida en 2021, (9,2% más que en 2020), de las cuales 2101 fueron hombres y 494 mujeres. Esto habla de peligrosos índices de desajuste en la salud mental de los colombianos.
María Susana Redondo, especialista en psiquiatría y salud mental, atribuye el elevado número de suicidios a los factores precipitantes de esta conducta, entre los que se cuentan los genéticos, ambientales, las experiencias emocionalmente perturbadoras, los antecedentes de trastornos mentales y de personalidad, el contexto socioeconómico y el acceso a medios letales capaces de producir la muerte.
De acuerdo con la OMS, durante la pandemia, el índice de depresión mundial fue de 4,4%. Sin embargo, en el país este indicador se situó en el 4,7%, aunque estudios realizados en el país señalan que podría alcanzar los 19 puntos porcentuales.
“Si se unen todos estos factores a la pandemia, es mucho más probable que una persona que tenía intenciones o antecedentes previos de suicidio termine haciéndolo”, concluye la especialista.
Ya en 2020, la tendencia suicida empezaba a ganar terreno en el país. Se presentaron más de 25.000 intentos de suicidio, que causó un alto impacto en los servicios de urgencias hospitalarias.
María Susana Redondo es enfática al señalar que es importante entrenar al personal de salud para identificar los factores de riesgo que sugieran que una persona presenta conducta suicida. “Hay que preguntar a los pacientes, de manera empática, cómo se sienten, si vale la pena vivir, si han pensado en acabar con su vida, y si es así, qué método utilizarían, para generar un ambiente cálido, cercano y profesional”, recomienda la psiquiatra.
Predominio en hombres
Respecto a la amplia diferencia de suicidios entre hombres y mujeres, ambas especialistas coinciden en que está definida por la construcción social de cada género. Para la psiquiatra Susana Redondo, los hombres cultural e históricamente han sido resistentes, robustos e impulsivos, pero también resolutivos, por lo que pedir ayuda supone perder este rol sociocultural que evolutivamente han tenido.
A esto, la psicóloga Riaño agrega que la pauta cultural de que los hombres deben ser fuertes les impide buscar ayuda psicológica, por el prejuicio de no poder solucionar sus propios problemas.
Pero hay más: los hombres emplean métodos más letales de suicidio, por lo cual lo consuman con mayor facilidad. Los informes de Medicina Legal arrojan que mientras ellos se disparan con armas de fuego o se ahorcan, ellas ingieren sustancias tóxicas, como pastillas o venenos.
El Instituto Nacional de Medicina Legal reportó un total de 2595 personas fallecidas por lesión autoinfligida en 2021, de las cuales 2101 fueron hombres y 494 mujeres.
Violencia intrafamiliar
En junio de 2020, la OMS advirtió que el hogar no era un lugar seguro para las víctimas de violencia intrafamiliar, y señaló que, por causa del estrés propiciado por la emergencia sanitaria, se podía generar un importante aumento de dicha violencia
En Colombia, si bien el Instituto de Medicina Legal reportó una disminución del 50% de casos atendidos por violencia doméstica entre marzo y agosto de 2020, el Observatorio Colombiano de las Mujeres registró un aumento del 142% de llamadas a la línea de atención de violencia respecto al mismo período de 2019.
La psicóloga Jessica Riaño explica que, especialmente en el período del confinamiento más estricto, había una imposibilidad de instaurar denuncias, porque la mayor parte del tiempo la víctima estaba en compañía del agresor.
Además, la pandemia disparó las diferencias irreconciliables que existían al interior de las familias, puesto que aumentaron los trastornos mentales. “Cuando yo no me sé comunicar, mi forma de hacerlo es a través de la violencia”, anota la psicóloga.
Los tres trastornos más comunes en Colombia son el estrés, la ansiedad y la depresión. Los jóvenes entre 18 y 28 años y las mujeres jefas de hogar son quienes más experimentan este tipo de padecimientos.
La salud mental en Colombia después del COVID
La psicóloga Jessica Riaño concluye que las intervenciones en salud mental deben estar orientadas a regular el pensamiento, el comportamiento y la emoción, a través de acciones sutiles. “Lo ideal es realizar acciones con intensidad, duración y frecuencia definidas, para que se convierta en un hábito y sea una conducta aprendida”, recomienda.
Por su lado, la psiquiatra María Susana Redondo puntualiza en que es necesario que se le quite el estigma a la salud mental. “Hay que capacitar al personal de salud, informar responsablemente a través de los medios de comunicación y promover efectivamente tratamientos como la psicoterapia, que no puede ser una cita de quince minutos con la EPS”, finaliza.
Entre tanto, Laura se ha reincorporado a la universidad y, de a pocos, ha empezado a retomar su vida previa a la pandemia. “Busquen ayuda a tiempo y no tengan miedo. Lo que me pasó a mí le puede pasar a cualquiera, pero no es necesario llegar a un límite para buscar apoyo”, aconseja la joven estudiante.
Fuente: Publicación digital de la Superintendente Nacional de Salud. Revista Monitor Salud. Ed. 08. (Enero – Marzo), 2022
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