El término chemsex, de origen británico, resulta de la fusión de las palabras chems (derivada de chemicals, en referencia a las drogas) y sex (sexo). Esta práctica ha emergido predominantemente en las comunidades homosexuales y bisexuales desde finales del siglo XX.
Por doctor Andrés Camilo Clavijo Rodríguez, médico especialista en toxicología clínica de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS)–Ministerio de Salud y Protección Social.
El término ha ganado reconocimiento en Europa y Asia, mientras que en América y Australia se utilizan expresiones como “fiesta y juego”, y el término “drogas sexualizadas”, se ha popularizado para describir la combinación de consumo de drogas y encuentros sexuales. En Colombia, el uso de drogas para potenciar las relaciones sexuales ha cobrado fuerza. Hoy en día, esta práctica puede observarse en otras comunidades o, incluso, o en fiestas swinger.
El uso de estas sustancias es intencional con cambio en los patrones de consumo en contextos sexuales, buscando facilitar, intensificar o prolongar la experiencia en estos entornos. Estas nuevas tendencias de drogas asociadas con la actividad sexual requieren más estudios, entendiendo que las razones para practicar chemsex son complejas e involucran factores biológicos, psicológicos y sociales.
Prevalencia y motivaciones
El chemsex se observa predominantemente en comunidades homosexuales y bisexuales, aunque no es exclusivo de esta población. Las motivaciones para practicar chemsex varían, incluyendo la búsqueda de nuevas sensaciones, experiencias sexuales más enriquecedoras y un sentido de pertenencia.
Algunas personas informan que el chemsex les ayuda a superar el deseo sexual o los problemas de erección, a encontrar pareja y a acceder a nuevas formas de contacto físico y prácticas sexuales. Sin embargo, la práctica también está vinculada a consecuencias negativas, como relaciones deshumanizadas, dudas sobre los sentimientos y un fuerte impacto en la propia sexualidad.
Investigaciones recientes, como la de Giulio Ruffini y colaboradores, han demostrado que la visualización de aplicaciones de citas puede generar un impulso que provoca ansiedad y lleva a conductas consumatorias. Es fundamental abordar esta información de manera clara y sin estigmas, centrando la atención en los riesgos, la identificación de síntomas, la reducción de daños y el acceso a servicios de salud.
Es importante señalar que las sustancias psicoactivas son diversos compuestos, tanto naturales como sintéticos, que actúan sobre el sistema nervioso, generando alteraciones en las funciones que regulan pensamientos, emociones y el comportamiento. El uso de estas sustancias siempre conlleva un grado de riesgo, incluyendo consecuencias adversas a corto y largo plazo en distintos órganos, como intoxicaciones o lesiones por accidentes, así como una mayor vulnerabilidad en contextos delictivos.
El riesgo de estas prácticas también se relaciona con alteraciones en la percepción del peligro y conductas sexuales en condiciones inseguras, aclarando que el uso repetido y prolongado de estas sustancias puede favorecer el desarrollo de trastornos por dependencia, adicción y síntomas de ansiedad caracterizados por una intensa necesidad de búsqueda de la sustancia y la pérdida de control sobre su consumo. Las consecuencias no se limitan a la sintomatología en salud, sino que también interfieren en otras esferas de funcionamiento interpersonal, familiar, académico, laboral y legal.
Las sustancias más comúnmente asociadas con el chemsex incluyen la metanfetamina, que puede provocar sensaciones de euforia y energía, aunque presenta un alto riesgo de adicción y se ha correlacionado con psicosis hasta 72 horas después del consumo.
El GHB (Gamma hidroxibutirato) es un potente depresor del sistema nervioso central que inicialmente puede producir bienestar y desinhibición; sin embargo, su dosis letal es estrecha y puede llevar a la depresión respiratoria y la muerte.
El GHB es conocido también como “éxtasis líquido”, se han detectado en el mercado sustancias adulteradas con GBL (Gamma butiro lactona), que tiene una estructura similar al GHB y desencadena efectos similares. Ambos han sido relacionados con “agresiones sexuales inducidas por drogas”.
Otras drogas utilizadas durante el acto sexual incluyen la mefedrona, una sustancia estimulante que genera euforia y empatía, aunque su uso prolongado se ha correlacionado con crisis de ansiedad. La ketamina, considerada en el uso recreativo como droga disociativa, está asociada con desconexión y fantasías.
Por último, el nitrito de amilo o poppers, son sustancias inhalables que provocan relajación muscular y una sensación instantánea de euforia. Estas drogas son elegidas por su capacidad para intensificar las sensaciones, reducir inhibiciones y prolongar la actividad sexual.
El uso prolongado de estas sustancias ha popularizado conductas de riesgo, donde se han reportado angustia emocional, problemas de estado de ánimo, ideación suicida y preocupaciones sobre el bienestar sexual.
El consumo de drogas en contextos sexuales a menudo surge de factores emocionales y psicológicos profundos, como el afrontamiento de traumas y el deseo de desconexión; no se trata simplemente de un problema de comportamiento, sino que está intrínsecamente ligado a desigualdades estructurales más amplias, a menudo sin un reconocimiento adecuado de los riesgos.
La investigaciones sobre el chemsex continuarán centrándose en comprender su prevalencia, los riesgos asociados y las intervenciones efectivas. Las futuras líneas de investigación incluyen:
- Estudios longitudinales: realizar estudios longitudinales para examinar los efectos a largo plazo del chemsex en la salud mental y física.
- Desarrollo de intervenciones: implementar y evaluar nuevas estrategias de intervención para abordar los daños relacionados con el chemsex.
- Investigación Intercultural: realizar investigaciones en diversos contextos culturales para comprender las variaciones en las prácticas de chemsex y los riesgos asociados.
Diversas organizaciones de salud han comenzado a explorar las implicaciones de este comportamiento, enfatizando la importancia de comprender los riesgos asociados al consumo de drogas durante las relaciones sexuales, destacando el policonsumo; es decir, la mezcla de diversas sustancias, lo que aumenta el riesgo de sobredosis. La combinación de consumo de drogas y actividad sexual también incrementa el riesgo de infecciones de transmisión sexual (VIH, hepatitis, sífilis, entre otras).
Recientemente, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/SIDA (ONUSIDA) ha instado a mantener todos los servicios esenciales relacionados con el VIH, mientras Estados Unidos suspende la financiación de la ayuda exterior, lo que representa una “exención humanitaria de emergencia”, donde los países deben intensificar urgentemente la transformación de sus respuestas al VIH en medio de una crisis de financiación internacional que pone en riesgo millones de vidas.
Este fenómeno cultural ha captado la atención en los debates de salud pública debido a los riesgos asociados y los importantes desafíos no solo para la salud.
Existe una necesidad apremiante de minimizar el estigma relacionado con el consumo de drogas, ya que puede obstaculizar que las personas busquen la ayuda y el apoyo que necesitan. A medida que el chemsex sigue siendo un foco de estudio e intervención, las políticas de salud pública se mantienen estáticas frente a un fenómeno de las drogas que evoluciona vertiginosamente.
En un mundo donde las dinámicas sociales, tecnológicas y del mercado de sustancias psicoactivas avanzan a una velocidad sin precedentes, seguimos respondiendo con marcos normativos y estrategias asistenciales ancladas en paradigmas del pasado. Esta desconexión profundiza las brechas en prevención, tratamiento y rehabilitación, comprometiendo seriamente la capacidad del sistema de salud para responder de forma efectiva y humana a una problemática en constante transformación.
- Intervenciones y apoyo: se han desarrollado diversas estrategias de intervención y servicios de apoyo.
- Estrategias de reducción de daños: buscan reducir las consecuencias negativas asociadas con el consumo de drogas y la actividad sexual.
- Intervenciones digitales: las plataformas digitales y las intervenciones adaptativas justo a tiempo (JITAI) ofrecen vías prometedoras para brindar apoyo y atención personalizados a las personas que practican chemsex.
- Asesoramiento y terapia sexual: es fundamental abordar los problemas de salud sexual relacionados con el chemsex, como las dificultades para lograr relaciones sexuales sobrias, la disfunción eréctil o los problemas con el deseo sexual.
- Atención integrada: la integración del apoyo en los servicios de salud sexual existentes puede mejorar el acceso a la atención y promover mejores resultados.
Por lo tanto, el consumo de drogas va más allá de un simple efecto en la salud; el objetivo debe centrarse en minimizar el estigma y proporcionar un apoyo efectivo a los afectados, sin juicios ni moralismos.
La reducción de daños salva vidas y debe integrarse en los sistemas de salud. A pesar de las estrategias educativas y la mayor información disponible, los usuarios son percibidos de manera diferente a otras personas con dependencias. Es crucial abordar estos temas con respeto y sensibilidad, reconociendo y valorando las preferencias, necesidades y valores de cada individuo.
“Cuando la empatía se desvanece en los espacios de atención, se pierde mucho más que una cualidad humana: se diluye la posibilidad de generar confianza, de comprender al otro en su dolor, en su historia. En el abordaje del consumo de sustancias, la empatía no es un valor añadido, es el punto de partida. Solo desde una mirada verdaderamente humana es posible tender puentes hacia la recuperación y la dignidad.”
Este cambio de paradigma es esencial para reducir el estigma y garantizar que las personas se sientan seguras al buscar ayuda. Entre las controversias importantes en torno al chemsex se incluyen los debates sobre las implicaciones éticas de la investigación, el papel de los profesionales de la salud en el apoyo a quienes lo practican y la necesidad de atención culturalmente competente que reconozca todos los desafíos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud sexual es: «…un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad, que no se limita a la ausencia de enfermedad, disfunción o incapacidad.
La salud sexual requiere un enfoque positivo y respetuoso hacia la sexualidad y las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de coacción, discriminación y violencia. Para que la salud sexual se logre y mantenga, los derechos sexuales de todas las personas deben ser respetados, protegidos y ejercidos plenamente.
El chemsex es un fenómeno complejo, con importantes implicaciones para la salud pública; la falta de opciones de derivación para los profesionales de la salud sexual y la escasez de instalaciones con capacidad para proporcionar un tratamiento más profundo sigue siendo un área importante de mejora para la continuidad de la atención.
Se enfatiza la urgente necesidad de fortalecer el tamizaje y la atención para las infecciones de transmisión sexual en la población, integrando iniciativas de reducción de daños en los servicios de salud, psicoterapia, sexología y el tratamiento integral en las adicciones.
Nota: Epicrisis es el órgano oficial de comunicación del Colegio Médico Colombiano. La opinión y conceptos personales expresados en los artículos firmados por un tercero no reflejan la posición de Epicrisis o del Colegio Médico Colombiano-CMC-.












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