ENSAYO
Cuarta Parte: Genes, cultura, epigenética, sexualidad y marxismo
Por Stevenson Marulanda Plata, presidente del Colegio Médico Colombiano
El tema central de este ensayo es la corrupción y busca correlacionar este complejo comportamiento humano, el marxismo y el capitalismo con la biología de la mente. Se explorará cómo la biología mental (psicobiología), al entrelazarse con la cultura local, es impactada epigenéticamente, y cómo esta dinámica influye en la moral y en la conducta política, social, sexual y económica del Homo sapiens.
En este capítulo se profundizará en la influencia crucial de los genes sobre el sexo y la sexualidad, así como en sus interacciones con el entorno, la cultura y la epigenética. Se examinará cómo estas dinámicas inciden en emociones básicas como el deseo y el placer sexuales, la sensualidad y el erotismo. Además, se analizará su impacto en la orientación e identidad de género, contrastándolos con la teoría del materialismo histórico y dialéctico de Marx y Engels.
Genes, entorno, cultura, epigenética y disociación sexo-género LGBTQ+
La sexualidad humana implica una coordinación compleja entre múltiples órganos (tanto corporales como mentales), sustancias sexuales disueltas en la sangre (hormonas sexuales) y pequeñas moléculas que transportan mensajes entre neuronas (neurotransmisores sexuales), las cuales están contenidas en los espacios sinápticos de los circuitos cerebrales. Con el paso del tiempo evolutivo, todos estos elementos han conformado El gran sistema sexual humano (1,2). Esto sugiere que el conjunto de genes localizados en los cromosomas sexuales XY, y posiblemente en otras partes del genoma humano, contienen la información genética suficiente y necesaria para desarrollar un embrión masculino o femenino y coordinar El gran sistema sexual humano como una unidad heterosexual, monista e indivisible cuerpo-mente (sexo-género), otorgándole una identidad de género acorde con su sexo biológico, es decir, masculina o femenina. Esto sucede en el 80% de la población. De estos genes sexuales, el más estudiado y comprendido es el gen SRY, contenido en el cromosoma Y. (3,4)
Un estudio de 2019 publicado en Science investigó la base genética del comportamiento sexual mediante el análisis de los genomas de casi medio millón de personas. Los investigadores encontraron que no existe un solo “gen gay”, sino múltiples variantes genéticas que influyen en la homosexualidad. Estos hallazgos indican que la orientación sexual es un rasgo complejo, influenciado por una combinación de factores genéticos, ambientales, psicológicos y sociales. (9)
La alta prevalencia de la heterosexualidad (80%) y la presencia significativa de la diversidad sexual LGBTQI+ (8%) en la población global refuerzan la idea de que existen componentes genéticos involucrados en el comportamiento sexual, además de factores ambientales, culturales y epigenéticos. Esta distribución demográfica sugiere que el 80% de la humanidad posee la información genética adecuada para desarrollar un embrión masculino o femenino, que, al crecer en determinados entornos y culturas, logra coordinar su gran sistema sexual (1,2) como una unidad monista e indivisible cuerpo-mente (sexo-género), otorgándoles una identidad de género masculina o femenina alineada con su sexo biológico.
Sin embargo, la biología, la cultura, el entorno y la epigenética, debido a su compleja interacción, no siempre actúan de manera monista e indivisible en lo que respecta a gustos y comportamientos sexuales, es decir, en términos de cuerpo-mente o sexo-género. En este contexto, la prevalencia de identidades LGBTQI+ del 8% indica que, en este porcentaje de la población, el embrión masculino o femenino, luego de su posterior desarrollo ontogénico epigenético y cultural, lleva a que estas personas se identifiquen y funcionen sexual y socialmente dentro de una gran diversidad sexual como: gay, lesbiana, bisexual, transexual, queer, no binario u otra identidad.
Esto sugiere que, por alguna razón biológica, cultural, epigenética, o por la combinación de ellas, las lesbianas, los gais y los bisexuales mantienen una identidad de género alineada con el sexo biológico con el que nacieron, pero su “mapa” y “brújula” mentales los orientan sexualmente hacia un destino homosexual o bisexual. En el caso de los transexuales, la identidad de género se desvía y no coincide con el sexo asignado biológicamente al nacer.
A estas personas se les denomina “transgénero”, que incluye a quienes nacen con cuerpo de hombre, pero se identifican como mujer, y viceversa. En contraste, los heterosexuales, lesbianas, gais y bisexuales se denominan “cisgénero”, lo que significa que su identidad de género coincide con el sexo biológico asignado al nacer. (10,11,12,13,14)
De este modo, hoy está claro que los genes son mucho más influyentes que casi cualquier otra fuerza en la conformación de la identidad de género y la orientación sexual, si bien, en ciertas circunstancias, algunos atributos de genero pueden adquirirse mediante una reprogramación cultural, social, epigenética y hormonal (15,16,17,18,19,20).
El gen de la masculinidad
Existen experimentos en los que, al introducir el gen de la masculinidad (el gen SRY) en ratones cromosómicamente hembras (XX), estos desarrollaron características masculinas. Estos machos transgénicos, que expresaban el gen SRY, desarrollaron testículos, lo que demostró que el gen SRY puede iniciar el proceso completo de diferenciación sexual masculina. (21)
De igual manera, otra investigación identificó una mutación en el gen SRY en una persona XY que se desarrolló fenotípicamente como mujer (mujer trensgenero). La mutación en el gen SRY impidió su función normal, lo que resultó en la falta de desarrollo de las características sexuales masculinas a pesar de la presencia del cromosoma Y. (22)
Genética y neurobiología de las emociones sexuales
Las emociones sexuales básicas —deseo y placer sexuales, sensualidad y erotismo—, como componentes mentales de El gran sistema sexual humano (1,2), son antiguos motores que inician y sostienen la actividad sexual. Al igual que las emociones no sexuales, como el miedo, el asco, la ira, la alegría, la risa, el llanto y la vergüenza, estas emociones sexuales básicas deben estar codificadas en alguna parte del genoma y cableadas de manera innata en alguna región del cerebro.
Sin embargo, existe una diferencia biológica y funcional interesantes entre las emociones sexuales y las no sexuales. A diferencia de las emociones no sexuales, las emociones sexuales están orientadas y dirigidas hacia un objeto de deseo sexual, persiguiendo un destino que puede ser heterosexual o LGBTQI+. En contraste, el miedo, el asco, la ira, la alegría, la risa, el llanto y la vergüenza, no tienen ningún interés sexual.
En otras palabras, las personas, por mandato de su genoma, nacen con las emociones, deseos y placeres sexuales, sensualidad y erotismo, integrados en circuitos neuronales en alguna parte de su cerebro. De manera metafórica, es como si nacieran con un “mapa” y una “brújula” sexuales, que podrían equivaler a la identidad de género y la orientación sexual, permitiéndoles ubicarse y navegar en el mundo sexual según sus preferencias, deseos, placeres y gustos sensuales y eróticos.
En las personas heterosexuales, su “mapa” y su “brújula” los guían hacia los deseos y placeres sensuales y eróticos que les brinda el sexo opuesto. Del mismo modo, en las identidades LGBTQI+, su “brújula” y su “mapa” los conducen hacia la diversidad de destinos sexuales que corresponden a sus deseos y orientaciones. (23,24,25,26,27,28,29,30)
Esta perspectiva sugiere fuertemente que las emociones sexuales están profundamente enraizadas en nuestra biología genética y que la identidad de género y la orientación sexual deben tener una base genética significativa, sin perjuicio de la influencia de la crianza, la cultura y el entorno. (3)
¿Es posible sobrevivir y reproducirse sin ganas ni deseos?
La mente humana es un software diseñado por la evolución y la biología para asegurar nuestra supervivencia y reproducción. Como parte de esta estrategia evolutiva, el tiempo biológico dio origen a El gran sistema sexual humano (1,2), estructurado en una forma binaria: masculino y femenino. No obstante, aunque lo masculino y lo femenino sean anatómica y funcionalmente complementarios, y se encuentre en óptimas condiciones reproductivas, el apareamiento sería imposible sin el deseo y el placer mutuo. Si la evolución y la biología no hubieran inventado el deseo sexual y el placer sexuales, el reino animal sería muy diferente de lo que conocemos hoy, o quizás no existiríamos. El sexo, que es la base de la procreación, comienza con el deseo; sin deseo, no hay sexo. (25,27,31,32,33,34,35,36,37,38)
La dopamina es el combustible mental de la lujuria, la corrupción y la adicción.
Es la molécula de la iniciativa privada y de la eterna insatisfacción, cuyo lema es “dame más”. Desear o querer algo es tener ganas de hacer o poseer alguna cosa, pero sin la presencia de dopamina en nuestro cerebro, esto sería completamente imposible. En otras palabras, sin este neurotransmisor, no tendríamos ganas de hacer nada. Así pues, sin esta pequeña molécula, el entusiasmo, la ilusión, la esperanza, la obsesión, las “mariposas” del enamoramiento, la pasión y la emoción por la expectativa de obtener o realizar algo, e incluso el deseo de hacerse rico, no serían cosas de este planeta.
“Si vives bajo un puente, la dopamina te hará querer una tienda de campaña. Si vives en una tienda de campaña, la dopamina te hará querer una casa. Si vives en la mansión más cara del mundo, la dopamina te hará querer un castillo en la luna”. (39)
La dopamina y el circuito neuronal del deseo sexual
El deseo y el placer provienen de una región del cerebro configurada genéticamente llamada área ventral tegmental, ubicada en lo profundo del cráneo. Esta área es rica en dopamina, la gasolina del deseo. Junto con la sustancia negra, el área ventral tegmental es una de las principales fuentes de dopamina en el cerebro. Las células de esta región tienen largas colas que se extienden hasta el núcleo accumbens, una estructura cerebral clave en la motivación y la gratificación que producen la satisfacción de un deseo. Esta área innata también es conocida científicamente como el Dispositivo Cerebral del Emparejamiento Sexual. (27,35,40,41,42,43,44,45,46,47,48,49,50, 51,52)
En este contexto, el Dispositivo Cerebral del Emparejamiento Sexual es un sistema autónomo e innato de alta jerarquía que ejerce una influencia decisiva en nuestra sexualidad. Actúa como un director que coordina el Gran Sistema Sexual, conectando el cuerpo (sexo) con la mente (género). Funciona como un mapa y una brújula que, utilizando la dopamina como combustible, orienta y guía el deseo hacia el objeto de su preferencia sexual.
Esto sugiere que, en las personas heterosexuales, la dopamina y el Dispositivo Cerebral del Emparejamiento Sexual dirigen su sexualidad hacia el sexo opuesto. Mientras que en el caso de las personas LGBTQI+, se podría especular que su dopamina y su Dispositivo Cerebral del Emparejamiento Sexual orientan y conducen su deseo hacia una variedad de objetos sexuales, reflejando la diversidad de atracciones dentro de esta población.
“Los seres humanos que tienen genes que segregan niveles altos de dopamina son los que tienen más parejas sexuales y su primera relación sexual a una edad más temprano”. (38)
Epigenética y sexualidad
La epigenética es el estudio de los cambios en la expresión de los genes que no implican modificaciones en la secuencia ni en la estructura del ADN. Estos cambios pueden ser influenciados por factores ambientales, culturales, dietéticos, entre otros. La investigación sugiere que la orientación sexual podría estar modulada por la exposición prenatal a hormonas y otros factores epigenéticos. Del mismo modo, la homosexualidad podría desarrollarse como resultado de cambios epigenéticos que afectan la respuesta del cerebro a las hormonas durante el desarrollo prenatal.
Aunque la orientación sexual es un área compleja y en estudio, algunos científicos han investigado la influencia de factores epigenéticos en la misma. Un estudio publicado en la revista Nature sugirió que la exposición a ciertas hormonas durante el desarrollo prenatal podría modificar la metilación del ADN en regiones específicas del genoma, afectando la respuesta del cerebro a las hormonas sexuales y, potencialmente, la orientación sexual. Si bien no se trata de una conclusión definitiva, esta investigación abre la puerta a la comprensión de cómo los factores epigenéticos podrían influir en la sexualidad. (53,54,55)
Epigenética y hambre
Durante la Segunda Guerra Mundial, los Países Bajos experimentaron una hambruna severa conocida como “Hongerwinter”. Investigaciones posteriores han demostrado que las mujeres embarazadas durante esta época dieron a luz a niños con cambios epigenéticos que afectaron la expresión de genes relacionados con el metabolismo y la salud en general. Estos cambios no se debieron a alteraciones en la secuencia de ADN, sino a la exposición prenatal a la falta de alimentos, lo que sugiere un impacto directo del ambiente sobre la expresión genética. (56,57,58,59)
La formación de parejas sexuales y el amor romántico también es asunto de la naturaleza.
La oxitocina la “hormona del amor”
La oxitocina es una hormona y neurotransmisor que juega un papel crucial en una variedad de funciones sociales y biológicas. Es conocida como la “hormona del amor” porque está profundamente involucrada en la creación y fortalecimiento de vínculos afectivos. Esto incluye el vínculo entre madres e hijos, el apego en parejas y la formación de lazos sociales en general.
La oxitocina facilita la confianza entre individuos, lo que es esencial para las relaciones sociales saludables. También se ha demostrado que aumenta la empatía, permitiendo a las personas entender y compartir las emociones de los demás. La oxitocina fomenta comportamientos como la generosidad, la cooperación y el altruismo, lo cual es fundamental para la cohesión social y el funcionamiento de comunidades y grupos. (60,61,62,63,64)
La oxitocina se libera en grandes cantidades durante el acto sexual en ambos sexos sin importar la diversidad sexual ejecutante. En las mujeres, está asociada con la excitación sexual y el orgasmo, donde facilita las contracciones uterinas y vaginales. En los hombres, también se libera durante la actividad sexual y puede estar involucrada en la erección y la eyaculación.
Durante el orgasmo, se produce un aumento significativo de oxitocina en el cerebro, lo que contribuye a las sensaciones de placer y satisfacción post-coital. Esta liberación de oxitocina también fortalece el vínculo emocional entre las parejas sexuales, lo que subraya su papel en la unión afectiva post-sexo.
Después del sexo, la oxitocina continúa desempeñando un papel clave en la creación de un vínculo emocional entre las parejas. Este fenómeno se conoce comúnmente como “efecto de abrazo“, ya que la oxitocina promueve el deseo de cercanía y contacto físico después del coito, reforzando así la conexión emocional. (65,66)
La vasopresina la “hormona del buen marido”
La vasopresina es una hormona que desempeña un papel importante en la regulación de la presión arterial y la retención de agua en el cuerpo. Sin embargo, también tiene funciones importantes en el comportamiento social y emocional, especialmente en los hombres, lo que ha llevado a que se le apode la “hormona del buen marido”. Los estudios en animales, especialmente en roedores como los ratones de campo, han mostrado está relacionada con la formación de vínculos de pareja y el comportamiento monógamo.
En seres humanos, la vasopresina también está relacionada con el mantenimiento de relaciones estables y el comportamiento paternal. La investigación ha sugerido que los hombres con variantes genéticas que influyen en la actividad de la vasopresina tienden a ser más propensos a mantener relaciones monógamas y a ser más atentos y protectores con sus parejas e hijos. La vasopresina actúa en el cerebro modulando el comportamiento social y emocional, incluyendo la agresividad y la protección hacia la pareja y la familia. Esto contribuye a la estabilidad de las relaciones y el cuidado de la descendencia, características que son valoradas en el concepto de un “buen marido”. (67,68,69,70,71,72,73,74)
El materialismo científico versus el materialismo histórico y dialéctico de Marx y Engels
El materialismo científico sostiene que son las ciencias naturales, como la cosmología, la meteorología, la geología, la física, la química, la biología y la evolución darwiniana, entre otras, las que, mediante la aplicación rigurosa del método científico, pueden explicar el funcionamiento de la materia como sustancia fundamental del universo. De esta forma, se pueden desvelar los secretos y las leyes que lo gobiernan. Esta perspectiva incluye los procesos mentales del cerebro, argumentando que son el resultado de la actividad cerebral y no requieren de una entidad inmaterial separada.
Desde esta óptica, el materialismo científico afirma que la mente es consustancial al cerebro, y que los procesos mentales, incluyendo la conciencia, no son una entidad separada de la materia del universo, sino productos emergentes de la actividad de la materia física cerebral. En este marco, la mente es una realidad que debe estudiarse y explicarse a través de una comprensión materialista, enfocándose en el estudio de la materia cerebral, empleando rigurosamente el método científico y complementando sus resultados con las llamadas ciencias humanas y sociales. (75,76,77,78,79,80)
Considerando que el innato Gran Sistema Sexual, su director ejecutivo —el Dispositivo Cerebral del Emparejamiento Sexual—, sus neurotransmisores y hormonas sexuales son materia física formada por átomos y moléculas del gran universo según un orden genético, podemos afirmar que esta naturaleza biológica congénita, que sustenta el comportamiento sexual humano, es parte de la misma materia primordial (átomos y moléculas) que compone el universo y que se originó hace 13,500 millones de años. Por lo tanto, debe estudiarse bajo el rigor de las ciencias naturales aplicando el método científico.
De otro lado, el materialismo histórico de Marx y Engels es una narrativa teórica y filosófica fundamentada en la dialéctica, que describe el desarrollo de la historia humana como un proceso impulsado por las contradicciones inherentes a la lucha de clases entre opresores y oprimidos. Estas contradicciones, que surgen y se resuelven dentro de la estructura económica, se perciben como el motor de la historia, generando cambios sociales, políticos y económicos a lo largo del tiempo. En este marco dialéctico, la estructura económica —compuesta por el trabajo humano y la tecnología— actúa como la fuerza productiva y el factor fundamental del cambio histórico y social, organizando la producción y distribución de bienes.
Esta estructura económica, a su vez, determina todas las demás esferas de la vida social y cultural, las cuales emergen como un reflejo denominado superestructura. Esta superestructura abarca las ideologías, los sistemas de ideas, el pensamiento, la conciencia, la religión, la moral y las instituciones políticas y jurídicas. No obstante, la superestructura también puede influir en la estructura económica, generando una relación dialéctica entre ambas.
En otras palabras, el materialismo histórico y dialéctico postula que la evolución de la sociedad resulta de la interacción entre la estructura y la superestructura, es decir, entre la base económica y las instituciones y fenómenos sociales que emergen de ella. (81,82,83,84,85,86,)
Al contrastar el materialismo científico con el materialismo histórico y dialéctico de Marx y Engels, es evidente que la teoría marxista es, en esencia, una narrativa teórica y filosófica que no debe ser considerada una ciencia, ya que no emplea el riguroso método científico como lo hace el materialismo científico utilizado en las ciencias naturales.
En este contexto, coincidimos con otros autores al señalar que la teoría del materialismo histórico y dialéctico presenta serias y sustanciales falencias para explicar científicamente que el motor de la historia humana, que genera cambios sociales, políticos y económicos, sea un proceso impulsado por las contradicciones inherentes a la lucha de clases entre opresores y oprimidos. (65,66,67,68,69,70,71) (87,88,89,90,91,92,93)
El fundamento del sexo y de la sexualidad es la biología
A nuestro parecer, el gran error de los autores de El Manifiesto Comunista es que no tomaron en cuenta la naturaleza del ser humano como motor fundamental de la historia de la humanidad. En contraste, nosotros defendemos la idea de que la biología de la naturaleza humana no solo constituye la estructura basal, innata y congénita que rige el comportamiento sexual de la humanidad, sino que también influye en todos los comportamientos humanos que los autores del Manifiesto Comunista denominaron superestructura, la cual está compuesta por instituciones políticas, jurídicas, la cultura, la religión, las ideologías, el pensamiento y la conciencia, y la misma economía, que no hace parte de la estructura sino de la superestructura.
De este modo, podemos afirmar que la biología mental, al entrelazarse con la cultura local, es impactada epigenéticamente, y cómo esta dinámica estructura-superestructura influye en la moral y en la conducta política, social, sexual y económica del Homo sapiens.
Utilizando una analogía marxista podríamos decir que la cultura, el entorno y los factores epigenéticos actúan como una superestructura capaz de interactuar con esta estructura basal natural y biológica. En consecuencia, el comportamiento sexual de una persona estaría determinado por la interacción entre la estructura biológica y la superestructura compuesta por la cultura, el entorno y la epigenética.
Al comparar el materialismo científico con el materialismo de Marx y Engels, resulta evidente que el enfoque que nos permite comprender científicamente que la biología es la estructura fundamental que determina todas las esferas de la vida corporal, social, sexual, económica, espiritual y cultural es el materialismo científico, y no el materialismo histórico y dialéctico de Marx y Engels. En este sentido, la física y la química aplicadas a la medicina, junto con la biología, particularmente la genética, la epigenética y la neurociencia, en interacción con el entorno, son capaces de explicar cómo emerge del cerebro el reflejo marxista y hegeliano conocido como superestructura, con todos sus componentes: las ideologías, los sistemas de ideas, el pensamiento, la conciencia, la religión, la moral, y las instituciones políticas y jurídicas.
Bibliografía brevemente comentada para una mejor comprensión de las ideas.
1. Marulanda, S. (2023). “Un ensayo científico para entender a la humanidad. Capítulo XII. “El gran sistema sexual”. https://epicrisis.org/2023/12/29/un-ensayo-cientifico-para-entender-a-la-humanidad/
Explica que la sexualidad humana es amplia y espectral, donde operan varios órganos y sustancias ejecutantes, unos visibles a simple vista, otros ocultos y misteriosos, y son:
– El circuito neuronal de la sexualidad y sus neurotransmisores, principalmente la dopamina, que maneja la psiquis del sexo.
– Los circuitos neuronales de los cinco sentidos, que atrapan el mundo sensual y erótico que rodea a un individuo.
– Forma y belleza corporal: el imán sensual-erótico, la fuerza gravitacional biológica bruta de animal salvaje, que atrae las carnes para que irremediablemente se junten y copulen.
– Piel y clítoris. La piel es el órgano sensual y erótico más grande que tenemos, y el clítoris, su punto de mayor densidad y potencia erógenas.
– Hormonas sexuales, estrógeno y testosterona, principalmente.
– Hormonas sociales, oxitocina y vasopresina.
– Órganos reproductores femeninos y masculinos: ovarios, testículos, pene, vagina, útero, trompas, que se encargan solamente de la parte técnica y mecánica de la fecundación, embriogénesis y parto.
– Mano y boca. Son órganos sensuales y eróticos acariciantes, ejecutantes de las caricias, la masturbación, el beso y el sexo oral.
– Ano. Aunque no es un órgano sexual propiamente dicho, y evolutivamente no pertenecen al gran sistema sexual, lo menciono porque, igual que con mano y boca, es muy común su uso como instrumentos para conseguir la emoción placer, que invariablemente, cual sombra impetuosa, acompaña todos los actos propios y voluntarios de la sexualidad humana.
2. Marulanda, S. (2023). “Un ensayo científico para entender a la humanidad. Capítulo XIII. “Comprensión evolutiva, anatómica y funcional de El gran sistema sexual. https://epicrisis.org/2023/12/29/un-ensayo-cientifico-para-entender-a-la-humanidad-2/
Explica como El gran sistema sexual humano comienza a organizarse y prepararse desde el mismo momento en que las primeras células del embrión se disponen a formar las estructuras del feto, dentro del útero y antes del nacimiento. Este proceso tiene como finalidad configurar el futuro equipo, compuesto por las nueve partes descritas en el capítulo anterior, que trabajarán en estrecha colaboración y armonía a lo largo de gran parte de la vida. Su misión, en términos evolutivos, es crucial: asegurar la perpetuación de la especie humana mediante la creación de unidades sociales elementales, las familias.
3. Philippe Berta et al., “Genetic evidence equating SRY and the testis-determining factor”, Nature, vol. 348, n. 6.300 (1990), pp.448-450.
El estudio proporciona evidencia genética que vincula el gen SRY con el factor determinante de los testículos. Los investigadores lograron demostrar que el gen SRY es esencial para la diferenciación de las células sexuales masculinas. Concluyeron que la presencia del gen SRY es un determinante clave en el desarrollo de los testículos en los mamíferos. Esta relación directa entre SRY y el desarrollo testicular establece una base genética sólida para entender los mecanismos subyacentes en la determinación del sexo.
4. John Gubbay et al., “A gene mapping to the sex-determining región of the mouse Y cromosome is a member of a novel family of embryonic expressed genes”. Nature, vol. 346 (1990), pp. 245-250.
El estudio concluye que:
a. Se identificó un gen en la región determinante del sexo del cromosoma Y del ratón, que es parte de una nueva familia de genes expresados durante el desarrollo embrionario.
b. Este gen juega un papel crucial en la determinación del sexo en ratones, lo que sugiere que está directamente involucrado en el desarrollo de las características sexuales masculinas.
c. El gen descubierto pertenece a una familia novedosa de genes que se expresan durante la embriogénesis, indicando que hay un grupo de genes relacionados que podrían tener funciones importantes en el desarrollo temprano.
d. Las conclusiones del estudio proporcionan una base para futuras investigaciones sobre los mecanismos genéticos de la determinación del sexo y el desarrollo embrionario en mamíferos.
Este descubrimiento es un paso significativo en la comprensión de cómo los genes en la región determinante del sexo del cromosoma Y influyen en el desarrollo sexual, proporcionando una perspectiva más amplia sobre la regulación genética durante las primeras etapas del desarrollo.
5. Gates, G. J. (2011). “¿How many people are lesbian, gay, bisexual, and transgender?“. The Williams Institute, UCLA School of Law.
Este estudio ofrece estimaciones detalladas sobre la prevalencia de personas que se identifican como LGBTQI+ en diferentes países, proporcionando un contexto útil para entender las estadísticas globales.
6. Savage, N., & Mehta, P. (2014). “Prevalence and public awareness of asexuality: A psychometric perspective.” Archives of Sexual Behavior, 43(5), 799-810.
Este artículo ofrece una visión sobre la prevalencia de asexualidad y la forma en que la orientación sexual se reporta o no dentro de la población, ayudando a contextualizar las cifras de personas que no se identifican claramente dentro de las categorías tradicionales de orientación sexual.
7. Institute of Medicine (US) Committee on Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender Health Issues and Research Gaps and Opportunities. (2011). “The Health of Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender People: Building a Foundation for Better Understanding.”. National Academies Press.
Este informe destaca la subestimación de la población LGBTQI+ debido al estigma y la discriminación, respaldando la afirmación sobre la posible subestimación del 8%.
8. Pew Research Center (2020). “The Global Divide on Homosexuality Persists.”
Este informe global proporciona datos sobre las actitudes hacia la homosexualidad en diferentes regiones del mundo, lo cual puede ser útil para contextualizar el estigma y cómo afecta la autoidentificación.
9. Science – Large-scale GWAS reveals insights into the genetic architecture of same-sex sexual behavior (SciTechDaily).
10. Bailey, J. M., & Pillard, R. C. (1991). “A genetic study of male sexual orientation.” Archives of General Psychiatry, 48(12), 1089-1096.
Este estudio clásico exploró la heredabilidad de la orientación sexual en hombres, sugiriendo que los factores genéticos pueden jugar un papel en la determinación de la orientación sexual.Los autores investigaron la influencia genética en la orientación sexual masculina. Estudiaron gemelos y hermanos adoptivos para evaluar la prevalencia de la homosexualidad en estos grupos. Los resultados mostraron una mayor concordancia de orientación sexual entre gemelos idénticos en comparación con gemelos fraternos y hermanos adoptivos, lo que sugiere un componente genético en la homosexualidad masculina. Sin embargo, el estudio también subrayó la influencia de factores ambientales, concluyendo que tanto la genética como el entorno juegan un papel en la determinación de la orientación sexual. Este trabajo es considerado seminal por ser uno de los primeros en establecer una posible base genética para la orientación sexual.
11. Sanders, A. R. (2017). “Genome-wide scan demonstrates significant linkage for male sexual orientation.” Psychological Medicine, 47(7), 1379-1388.
Este estudio más reciente también sugiere la existencia de componentes genéticos en la orientación sexual masculina.
12. Savage, J. E., Lee, J. J., O’Connor, L. J., Statham, D. J., Wray, N. R., Macgregor, S., … & Martin, N. G. (2018). “The influence of heritable risk factors on the decision to engage in same-sex sexual behavior: A twin study.” Psychological Science, 29(5), 744-756.
Estudio de gemelos que analiza los factores hereditarios y su influencia en el comportamiento sexual, destacando la interacción de factores genéticos y ambientales.
13. Mustanski, B. S., Chivers, M. L., & Bailey, J. M. (2002). “A critical review of recent biological research on human sexual orientation.” Annual Review of Sex Research, 13(1), 89-140.
Una revisión crítica de la investigación biológica reciente sobre la orientación sexual humana, abordando factores genéticos, hormonales y epigenéticos.
14. Pillard, R. C., & Bailey, J. M. (1998). “Human sexual orientation has a heritable component.” Human Biology, 70(2), 347-365.
Este artículo revisa la evidencia de que la orientación sexual tiene un componente hereditario, aunque reconoce la complejidad de la interacción con factores ambientales.
15. Hamer, D. H., Hu, S., Magnuson, V. L., Hu, N., & Pattatucci, A. M. (1993). “A linkage between DNA markers on the X chromosome and male sexual orientation.” Science, 261(5119), 321-327.
Este estudio identifica un posible vínculo genético en el cromosoma X relacionado con la orientación sexual en hombres.
16. Bocklandt, S., Horvath, S., Vilain, E., & Hamer, D. H. (2006). “Extreme skewing of X chromosome inactivation in mothers of homosexual men.” Human Genetics, 118(6), 691-694.
Este estudio sugiere un posible mecanismo genético a través de la inactivación del cromosoma X que podría influir en la orientación sexual masculina. Los autores encontraron que las madres de hombres homosexuales mostraban una proporción significativamente alta de inactivación extrema del cromosoma X, en comparación con un grupo de control. Este fenómeno sugiere que ciertos factores genéticos ligados al cromosoma X podrían influir en la orientación sexual masculina. Las conclusiones del estudio apoyan la idea de una base biológica en la orientación sexual, específicamente vinculada a la genética materna.
17. Zucker, K. J., & Bradley, S. J. (1995). Gender Identity Disorder and Psychosexual Problems in Children and Adolescents. Guilford Press.
Un análisis comprensivo de los trastornos de identidad de género en niños y adolescentes, incluyendo la influencia de factores biológicos y sociales.
18. Baron-Cohen, S. (2003). “The Essential Difference: Male and Female Brains and the Truth About Autism”. Basic Books.
Examina las diferencias cerebrales entre géneros y cómo estos pueden influir en la identidad de género y orientación sexual. Explora las diferencias cognitivas entre los cerebros masculinos y femeninos, argumentando que estas diferencias son fundamentales y se pueden categorizar en dos tipos principales: el cerebro “masculino”, orientado hacia la sistematización, y el cerebro “femenino”, más inclinado hacia la empatía. El autor concluye que estas diferencias no solo son biológicas, sino que también se ven reforzadas por factores sociales y culturales, lo que contribuye a la diversidad en la experiencia humana.
19. Hyde, J. S., & Else-Quest, N. M. (2013). “Half the Human Experience: The Psychology of Women”. Cengage Learning.
Este libro ofrece una perspectiva sobre cómo los factores biológicos y sociales influyen en la identidad de género y la orientación sexual.
20. Diamond, M. (2006). “Biological and psychosocial development of children with ambiguous genitalia: Reconsidering the treatment paradigm.” Hormone Research in Paediatrics, 67(2), 101-110.
Discute la influencia de factores biológicos y sociales en el desarrollo de la identidad de género.
21. Peter Koopman et al., “Male development of cromosomamally female mice transgenic for SRY gene”. Nature, vol. 351 (1991), pp. 117- 121.
El estudio concluye que:
– Al introducir el gen SRY en ratones que son cromosómicamente hembras (XX), se observó que estos ratones desarrollaron características masculinas.
– El gen SRY es suficiente para inducir el desarrollo de características sexuales masculinas en individuos que, de otro modo, serían fenotípicamente hembras. Esto confirma que el SRY es el factor determinante principal para el desarrollo masculino en mamíferos.
– Los ratones hembras transgénicos que expresaban el gen SRY desarrollaron testículos, lo que demostró que el SRY puede iniciar el proceso completo de diferenciación sexual masculina.
– Este experimento proporciona una prueba directa de que el SRY es el gen determinante del sexo masculino, ya que su expresión en un organismo XX es capaz de redirigir el desarrollo sexual hacia el masculino.
22. Ralf J. et al., “A human XY female with a frame shift mutation in the SRY gene”. Nature, vol. 348 (1990), pp. 452- 454.
El estudio concluye que:
a. Se identificó una mutación en el gen SRY en una persona XY que se desarrolló fenotípicamente como mujer.
b. La mutación en el gen SRY impidió su función normal, lo que resultó en la falta de desarrollo de las características sexuales masculinas a pesar de la presencia del cromosoma Y.
c. Este caso proporciona evidencia directa de que el gen SRY es crucial para la determinación del sexo masculino en humanos. La presencia de la mutación y su correlación con el desarrollo femenino en un individuo XY subraya la importancia del SRY en el desencadenamiento de la diferenciación testicular.
d. El hallazgo destaca la necesidad de considerar mutaciones en el gen SRY al investigar trastornos del desarrollo sexual en individuos con cariotipo XY y fenotipo femenino.
23. Craven, E. (2015). “The Neuroscience of Desire: How the Pleasures of Love and Sex Influence Our Brains”. HarperCollins.
Este libro analiza cómo el deseo y el placer sexual están conectados con la actividad cerebral y el funcionamiento hormonal.
24. LeVay, S. (1993). “The Sexual Brain”. MIT Press.
Explora cómo las diferencias en la estructura y funcionamiento del cerebro humano influyen en la sexualidad y el comportamiento sexual. Algunas de las principales conclusiones del artículo son:
– Presenta evidencia de que existen diferencias biológicas en el cerebro, que se correlacionan con la orientación sexual y el comportamiento sexual. Estas diferencias pueden ser observadas en varias estructuras cerebrales y en la actividad neuronal.
– Las hormonas prenatales, especialmente los andrógenos, juegan un papel crucial en el desarrollo del cerebro y la posterior orientación sexual. Estas hormonas influyen en la formación de circuitos neuronales que afectan el deseo y la preferencia sexual.
– Destaca estudios que muestran diferencias en la estructura de áreas específicas del cerebro, como el hipotálamo, entre individuos homosexuales y heterosexuales. Estas diferencias sugieren una base biológica para la orientación sexual.
– El artículo también aborda las implicaciones sociales y éticas de estos hallazgos, señalando que el reconocimiento de una base biológica para la orientación sexual puede influir en las percepciones sociales y en las políticas públicas relacionadas con los derechos LGBTQ+.
En resumen, LeVay concluye que la sexualidad humana está profundamente influenciada por factores biológicos, y que el cerebro desempeña un papel central en la determinación de la orientación sexual y el comportamiento sexual.
25. Marulanda, S. (2023). “Cambio de sexo, de identidad de género y de orientación sexual del bebé Bruce Reim. Parte VII. Genética Conductual. Efectos de los genes en el comportamiento de las personas”. http://bit.ly/3GDqe5N
Evoca un caso clínico del fracaso de la terapia conductista sobre el cambio artificial de la identidad de género.
26. LeVay, S. (2011). “Gay, Straight, and the Reason Why: The Science of Sexual Orientation”.Oxford University Press.
Discute cómo la orientación sexual podría estar influenciada por factores genéticos y hormonales durante el desarrollo prenatal, sugiriendo una base biológica para la orientación sexual y las emociones sexuales. Este libro ofrece una visión sobre la orientación sexual y el deseo, y cómo estos están influenciados por factores biológicos y neurológicos.
27. Bailey, J. M., & Pillard, R. C. (1991). “A genetic study of male sexual orientation”. Archives of General Psychiatry, 48(12), 1089-1096.
Este estudio examina la prevalencia de la homosexualidad en gemelos y hermanos, proporcionando evidencia de una influencia genética en la orientación sexual.
28. Panksepp, J. (1998). “Affective Neuroscience: The Foundations of Human and Animal Emotions”.Oxford University Press.
Explora cómo las emociones están relacionadas con diferentes sistemas en el cerebro y sugiere que las emociones básicas, incluidas las sexuales, están profundamente enraizadas en nuestra biología. Proporciona una visión detallada de cómo los sistemas emocionales, incluidos aquellos que impulsan el deseo, están integrados en el cerebro. Discute cómo las emociones y los deseos se originan en el cerebro, incluyendo la función del área ventral tegmental y la dopamina.
29. Hamer, D. H., & Copeland, P. (1994). “The Science of Desire: The Search for the Gay Gene and the Biology of Behavior”. Simon & Schuster.
Hamer y Copeland investigan la posibilidad de que ciertos genes influyan en la orientación sexual, discutiendo el papel del cromosoma X en los hombres homosexuales.
30. Savic, I., & Lindström, P. (2008). “PET and MRI show differences in cerebral asymmetry and functional connectivity between homo- and heterosexual subjects”. Proceedings of the National Academy of Sciences, 105(27), 9403-9408.
Este estudio utiliza neuroimagen para mostrar diferencias en la asimetría cerebral y la conectividad funcional entre individuos homosexuales y heterosexuales, sugiriendo una base biológica para las diferencias en la orientación sexual.
31. Marulanda, S. (2023). “Un ensayo genético y neurocientífico & histórico y humanístico. Una guía para entender al ser humano y a la humanidad. Parte VIII. “La homosexualidad: el mejor anticonceptivo del mundo”. https://shorturl.at/klopM
Explica que la sexualidad es un complejo proceso orgánico y evolutivo: genético, neural, hormonal, mental, visceral y ambiental. La sexualidad es más antigua que la humanidad misma, un legado de nuestros antepasados animales más primigenios. Su propósito teleológico-evolutivo fue concebido como una estrategia genial para conservar y perpetuar las especies y la generosidad de la providente placenta de la biodiversidad, a través de la reproducción sexual, la recombinación genética y la selección de los mejores genes, generación tras generación.
Las lecciones evolutivas, aprendidas por los cuerpos y mentes de animales, hombres y mujeres primitivos, desde hace millones de años, para enfrentar los desafíos de la existencia, la reproducción y la supervivencia, aún hoy se siguen transmitiendo de generación en generación. Estas experiencias quedaron profundamente codificadas en nuestro ADN, tanto corporal como mental. Así, nuestros antiquísimos cerebros sapiens cuentan hoy con un implacable dispositivo animal: irracional, ilógico, involuntario, hedónico y adictivo. Este es el circuito neuronal mesolímbico del deseo y el placer, del enamoramiento y del emparejamiento sexual, cuya potente gasolina es el explosivo neurotransmisor dopamina. Se encuentra en las profundidades primarias de nuestra enigmática masa encefálica, desde donde se conecta a los cinco sentidos, a la memoria, y a todas las vísceras sexuales: hipotálamo, testículos, ovarios, pene, clítoris, vagina, piel, y más allá.
32. Damasio, A. R. (1994). “Descartes’ Error: Emotion, Reason, and the Human Brain”. New York: Avon Books.
Este libro aborda cómo las emociones y los deseos, impulsados por procesos neurológicos, juegan un papel crucial en la toma de decisiones y el comportamiento humano.
33. Fisher, H. E. (2004). “Why We Love: The Nature and Chemistry of Romantic Love”. New York: Henry Holt and Company.
Fisher explora la química del amor y del deseo sexual, profundizando en el papel de los neurotransmisores, como la dopamina, en el comportamiento amoroso y sexual.
34. Pinker, S. (1997). “How the Mind Works”. New York: W. W. Norton & Company.
Este libro explica cómo la mente humana ha evolucionado para enfrentar desafíos relacionados con la supervivencia y la reproducción, incluyendo el papel del deseo.
35. Diamond, L. M. (2003). “What does sexual orientation orient? A biobehavioral model distinguishing romantic love and sexual desire“. Psychological Review, 110(1), 173-192.
Analiza cómo el deseo sexual y el amor romántico son impulsados por sistemas biológicos distintos pero interrelacionados.
36. Jouvet M. (1999). “The Paradox of Sleep: The Story of Dreaming”. Cambridge: MIT Press.
Aborda cómo los mecanismos cerebrales, incluidos aquellos que regulan el deseo, son fundamentales para funciones vitales como la reproducción.
37. García, R. (2010). “Cerebro y Emociones: Un viaje por las emociones del cerebro humano”. Barcelona: Ariel.
Explora cómo el cerebro humano gestiona las emociones y los deseos, y cómo estos influyen en nuestra conducta y decisiones. Analiza cómo diferentes áreas del cerebro, incluidas el área ventral tegmental y el núcleo accumbens, están involucradas en la gestión de emociones y motivaciones, incluyendo el deseo.
38. Moreno, F. (2012). “Neurobiología del amor y la sexualidad. En Neuropsicología del amor: La mente enamorada”. Ediciones Pirámide (pp. 45-66). Madrid.
Este capítulo se enfoca en la base neurobiológica del amor y la sexualidad, analizando cómo los neurotransmisores como la dopamina juegan un papel fundamental en el deseo sexual.
39. Cervera, J. (2014). “El cerebro erótico: Cómo construimos nuestra vida sexual”. Madrid: Ediciones B.
Ofrece una perspectiva sobre cómo el cerebro construye la experiencia erótica y cómo el deseo sexual es fundamental para la procreación.
40. Lieberman, Daniel Z., y Michael E. Long. “Dopamina: Cómo el propio elevador del estado de ánimo del cuerpo te ayuda a mantenerte motivado, feliz y productivo”. Dallas: BenBella Books, 2018.
41. Mora, F. (2013). “El cerebro humano: Un viaje al interior de la mente”. Madrid: Alianza Editorial.
Ofrecen una descripción detallada de las estructuras cerebrales involucradas en la recompensa y la motivación, y cómo la dopamina juega un papel crucial en estos procesos.
42. Montañés, F. (2016). “Neurociencia de la motivación y la recompensa: Dopamina, placer y aprendizaje”. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Este texto profundiza en la neurociencia de la motivación y la recompensa, con un enfoque especial en el papel de la dopamina y las áreas cerebrales como el área ventral tegmental y el núcleo accumbens.
43. Hernández, J. (2014). “Bases neurobiológicas del deseo y la recompensa”. Neuropsicología de la motivación (pp. 67-85). Madrid: Ediciones Pirámide.
Este capítulo explora las bases neurobiológicas del deseo y la recompensa, y cómo la dopamina y las estructuras cerebrales asociadas, como el área ventral tegmental, participan en estos procesos.
44. LeDoux, J. (2003). “El cerebro emocional: Los misterios de la mente y la vida emocional”. Barcelona: Ediciones B.
LeDoux aborda cómo el cerebro regula las emociones y el deseo, explicando el papel crucial de las estructuras cerebrales como el área ventral tegmental y el núcleo accumbens.
45. Schultz, W. (1998). “Predictive reward signal of dopamine neurons.” Journal of Neurophysiology, 80(1), 1-27.
Explora cómo las neuronas dopaminérgicas, incluyendo las del área ventral tegmental, están involucradas en la predicción de recompensas y la generación de deseo y motivación.
46. Wise, R. A. (2002). “Brain reward circuitry: Insights from unsensed incentives.” Neuron, 36(2), 229-240.
Examina el circuito de recompensa cerebral, destacando el papel del área ventral tegmental y la dopamina en la motivación y el comportamiento de búsqueda de recompensa.
47. Volkow, N. D., & Morales, M. (2015). “The brain on drugs: From reward to addiction.” Cell, 162(4), 712-725.
Revisa cómo la dopamina y las estructuras cerebrales como el área ventral tegmental y el núcleo accumbens están implicadas en los mecanismos de recompensa y adicción, lo que también es relevante para el deseo.
48. Fields, H. L., Hjelmstad, G. O., Margolis, E. B., & Nicola, S. M. (2007). “Ventral tegmental area neurons in learned appetitive behavior and positive reinforcement.” Annual Review of Neuroscience, 30, 289-316.
Proporciona una revisión detallada del papel del área ventral tegmental en el comportamiento aprendido y el refuerzo positivo, incluyendo la liberación de dopamina y la formación de deseos.
49. Ikemoto, S., & Panksepp, J. (1999). “The role of the nucleus accumbens dopamine in motivated behavior: A unifying interpretation with special reference to reward-seeking.“ Brain Research Reviews, 31(1), 6-41.
Revisa el papel del núcleo accumbens y la dopamina en el comportamiento motivado, proporcionando una base para entender cómo el área ventral tegmental influye en la motivación y el deseo.
50. Berridge, K. C., & Robinson, T. E. (1998). “What is the role of dopamine in reward: Hedonic impact, reward learning, or incentive salience?” Brain Research Reviews, 28(3), 309-369.
Analiza las funciones de la dopamina en el cerebro, particularmente en la creación de incentivos y el deseo, en relación con el área ventral tegmental.
51. Marulanda, S. (2023) “Un ensayo genómico y neurocientífico & histórico y humanístico. Una guía para entender al individuo humano y a la humanidad. Parte XI. “Las neuronas especialistas en sexo y amor erótico agudo”. https://rb.gy/x39hy
52. Pfaus, J. G. (1999). “Neurobiology of sexual behavior”. Current Opinion in Neurobiology, 9(6), 751-758.
Identifica circuitos específicos en el cerebro que son cruciales para la regulación del comportamiento sexual, incluyendo áreas como el hipotálamo, la amígdala y el área tegmental ventral.
Destaca el papel esencial de varios neurotransmisores (como la dopamina y la serotonina) y hormonas (como los estrógenos y la testosterona) en la modulación del deseo sexual y la ejecución de comportamientos sexuales.
Señala que el comportamiento sexual está influenciado por la plasticidad neuronal, lo que implica que las experiencias sexuales pueden alterar la estructura y función del cerebro, modulando así futuros comportamientos sexuales.
Subraya la interacción entre factores biológicos y las experiencias individuales en la formación de la conducta sexual, indicando que ambos aspectos son interdependientes y se influencian mutuamente.
53. Fisher, H., Aron, A., & Brown, L. L. (2005). “Romantic love: an fMRI study of a neural mechanism for mate choice”. The Journal of Comparative Neurology, 493(1), 58-62.
Resumen: El amor romántico activa regiones específicas del cerebro, particularmente el área tegmental ventral y el núcleo caudado, que están asociadas con el sistema de recompensa y la motivación. Estas áreas están fuertemente implicadas en la dopamina.
La activación de estas regiones sugiere que el amor romántico tiene una base neurológica profunda que está relacionada con los mecanismos de selección de pareja, destacando su importancia evolutiva para la supervivencia y la reproducción.
El estudio también indica que el amor romántico se diferencia de otros estados emocionales en cuanto a los patrones de activación cerebral, lo que sugiere que es un estado mental único y específico, profundamente arraigado en la biología humana.
54. Rice, W. R., Friberg, U., & Gavrilets, S. (2012). “Homosexuality as a Consequence of Epigenetically Canalized Sexual Development”. The Quarterly Review of Biology, 87(4), 343-368. DOI: 10.1086/668167.
Propone que la homosexualidad podría ser el resultado de un desarrollo sexual canalizado epigenéticamente. Según su teoría, los “epimarks”, que son marcas epigenéticas reguladoras de la expresión genética, se desarrollan en respuesta al cariotipo XX o XY durante la etapa embrionaria. Estas marcas influyen en la sensibilidad del feto a la testosterona, incrementándola en fetos XY y disminuyéndola en fetos XX, lo que guía el desarrollo sexual típico.
El estudio sugiere que algunas de estas marcas epigenéticas pueden, de manera estocástica (con cierta aleatoriedad), transferirse a generaciones futuras, lo que podría causar un desarrollo sexual mosaico en la descendencia del sexo opuesto, resultando en un fenotipo homosexual. De este modo, proponen que la homosexualidad podría ser una manifestación de la variabilidad en la regulación epigenética del desarrollo sexual, más que una consecuencia directa de factores genéticos permanentes.
Esta investigación introduce un enfoque novedoso y complementario a la comprensión de la homosexualidad, destacando la importancia de los mecanismos epigenéticos y sugiriendo un modelo que puede ser probado empíricamente para validar estas ideas.
55. Ganna, A. (2019). “Large-scale GWAS reveals insights into the genetic architecture of same-sex sexual behavior”. Science, 365(6456), eaat7693. DOI: 10.1126/science.aat7693.
Una conclusión importante del estudio es que no es posible predecir de manera confiable el comportamiento sexual de una persona basándose únicamente en sus datos genéticos, lo que resalta la complejidad de la sexualidad humana y su arquitectura genética. Este trabajo subraya que la sexualidad es un rasgo multifactorial con componentes genéticos y no genéticos entrelazados.
56. ScitechDaily. (2012). “Homosexuality Might Develop in the Womb Due to Epigenetic Changes”.
Discute la posibilidad de que la homosexualidad se desarrolle en el útero debido a cambios epigenéticos. El estudio sugiere que estos cambios epigenéticos, que son modificaciones en la expresión de los genes sin alterar la secuencia del ADN, pueden influir en el desarrollo sexual del feto. Específicamente, los “epimarks” que se desarrollan durante la gestación podrían afectar la sensibilidad del feto a las hormonas sexuales, como la testosterona, lo que podría llevar a un desarrollo sexual atípico y, en algunos casos, a la homosexualidad.
Estos hallazgos proponen que la homosexualidad podría ser un resultado de factores biológicos que ocurren antes del nacimiento, en lugar de ser determinada únicamente por la genética o el ambiente postnatal.
Este estudio destaca la complejidad del desarrollo sexual humano y la influencia significativa de los factores epigenéticos.
57. Heijmans, B. T., (2008). “Persistent epigenetic differences associated with prenatal exposure to famine in humans.” Proceedings of the National Academy of Sciences, 105(44), 17046-17049.
Este estudio seminal encontró diferencias epigenéticas en la metilación del ADN en individuos expuestos a la hambruna prenatal, lo que sugiere que la nutrición prenatal puede tener efectos a largo plazo en la salud y la expresión génica.
58. Tobi, E. W., (2009). “DNA methylation differences after exposure to prenatal famine are common and timing- and sex-specific.” Human Molecular Genetics, 18(21), 4046-4053.
Este artículo amplía los hallazgos sobre la metilación del ADN en personas expuestas al “Hongerwinter”, mostrando que los efectos son dependientes del momento del embarazo y varían según el sexo del individuo.
59. Stein, Z., (1975). “Famine and Human Development: The Dutch Hunger Winter of 1944-1945.” Oxford University Press.
Este libro clásico ofrece un análisis integral de los efectos de la hambruna en el desarrollo humano, incluyendo los primeros hallazgos que vinculan la exposición prenatal al hambre con diversas consecuencias en la salud a largo plazo.
60. Roseboom, T. J. “Hungry in the womb: What are the consequences? Lessons from the Dutch famine.” Maturitas, 70(2), 141-145.
Este artículo revisa la literatura sobre las consecuencias del hambre prenatal, incluyendo los cambios epigenéticos y sus implicaciones para la salud metabólica y cardiovascular.
61. Carter, C. S. (1998). “Neuroendocrine perspectives on social attachment and love.” Psychoneuroendocrinology, 23(8), 779-818.
Este artículo ofrece una revisión exhaustiva de la oxitocina y su papel en la formación de vínculos afectivos, incluyendo el apego entre madres e hijos y en relaciones de pareja.
62. Insel, T. R. (2010). “The challenge of translation in social neuroscience: A review of oxytocin, vasopressin, and affiliative behavior.” Neuron, 65(6), 768-779.
Este estudio revisa la literatura sobre oxitocina y vasopresina, centrándose en su papel en los comportamientos afiliativos y la formación de lazos sociales, y discute cómo estos neuroquímicos facilitan la confianza y el apego.
63. Meyer-Lindenberg, A. (2011). “Oxytocin and vasopressin in the human brain: Social neuropeptides for translational medicine.” Nature Reviews Neuroscience, 12(9), 524-538.
Este artículo de revisión explora cómo la oxitocina influye en la empatía, la confianza, la reducción del estrés y otras funciones sociales, presentando evidencia tanto de estudios en animales como en humanos.
64. Feldman, R. (2012). “Oxytocin and social affiliation in humans.” Hormones and Behavior, 61(3), 380-391.
Feldman discute cómo la oxitocina actúa como un “modulador central de la afiliación social” y revisa estudios que muestran su influencia en la empatía, el apego y las relaciones sociales.
65. Heinrichs, M., & Domes, G. (2008). “Neuroscience: The role of oxytocin in social interactions.“ Nature Reviews Neuroscience, 9(8), 611-613.
Este artículo analiza cómo la oxitocina reduce el estrés en interacciones sociales y facilita la confianza y el comportamiento prosocial, reforzando la idea de su importancia en la cohesión social.
66. Carter, C. S. (1992). “Oxytocin and sexual behavior.” Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 16(2), 131-144.
Este artículo revisa cómo la oxitocina está involucrada en diferentes aspectos del comportamiento sexual en humanos y animales.
67. Gimpl, G., & Fahrenholz, F. (2001). “The oxytocin receptor system: Structure, function, and regulation.” Physiological Reviews, 81(2), 629-683.
Esta revisión ofrece una visión profunda sobre los mecanismos por los cuales la oxitocina influye en el comportamiento sexual y emocional.
68. Young, L. J., & Wang, Z. (2004). “The neurobiology of pair bonding.” Nature Neuroscience, 7(10), 1048-1054.
Este artículo revisa cómo la vasopresina está involucrada en el comportamiento de vínculo de pareja en animales, proporcionando un modelo para entender su rol en los humanos.
69. Walum, H., et al. (2008). “Genetic variation in the vasopressin receptor 1a gene (AVPR1A) associates with pair-bonding behavior in humans.” Proceedings of the National Academy of Sciences, 105(37), 14153-14156.
Este estudio muestra la relación entre la variación genética en el receptor de vasopresina y el comportamiento de vínculo de pareja en humanos.
70. Young, L. J., & Wang, Z. (2004). “The neurobiology of pair bonding“. Nature Neuroscience, 7(10), 1048-1054.
Este artículo es una revisión de los estudios sobre la neurobiología del vínculo de pareja, incluyendo los experimentos con topillos de la pradera y las funciones de la oxitocina y la vasopresina.
71. Acevedo, B. P., & Aron, A. (2009). “The Neurobiology of Love”. Focus on Behavioral Science. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Este libro aborda el papel de las neurohormonas como la oxitocina y la vasopresina en la formación de vínculos amorosos, incluyendo estudios con animales y humanos.
72. Panksepp, J. (2004). “Affective Neuroscience: The Foundations of Human and Animal Emotions”. Madrid: Editorial Médica Panamericana.
Detalla cómo la oxitocina y la vasopresina están involucradas en los vínculos sociales y de pareja en diversas especies.
73. Young, L. J. (2009). “La química del amor: El papel de la oxitocina y la vasopresina en el comportamiento social y reproductivo“. Revista de Psicología y Neurociencia, 7(2), 120-128.
En este artículo se explora cómo estas hormonas influyen en el comportamiento social y de apareamiento en los topillos y otras especies.
74. Carter, C. S. (1998). “Neuroendocrinology of Social Attachment and Love“. Hormones and Behavior, 40(2), 210-218.
Carter discute cómo las hormonas oxitocina y vasopresina influyen en la formación de vínculos de pareja y el comportamiento monógamo en animales.
75. Guerra-Doce, E. (2017). “La química de las relaciones: Oxitocina, vasopresina y el cerebro social”. Madrid: Ediciones Pirámide.
Este libro examina en detalle cómo las hormonas como la oxitocina y la vasopresina afectan las relaciones sociales y de pareja en humanos y animales.
76. Monod, J. (1971). “Chance and Necessity: An Essay on the Natural Philosophy of Modern Biology”.
Este libro examina cómo la ciencia moderna, especialmente la biología, respalda una visión materialista del mundo, subrayando el papel de la evolución y la selección natural.
77. Dennett, D. C. (1991). Consciousness Explained.
Dennett ofrece una visión del materialismo sobre la conciencia, argumentando que los procesos mentales son resultados de la actividad cerebral y no requieren una entidad inmaterial separada.
78. Dawkins, R. (1986). “The Blind Watchmaker: Why the Evidence of Evolution Reveals a Universe Without Design”.
Dawkins explora cómo la teoría de la evolución por selección natural puede explicar la complejidad de la vida sin recurrir a causas sobrenaturales.
79. Searle, J. R. (1992). “The Rediscovery of the Mind”.
Searle critica la visión dualista de la mente y apoya una interpretación materialista, argumentando que los estados mentales son estados del cerebro.
80. Hawking, S., & Mlodinow, L. (2010). “The Grand Design”.
Este libro discute cómo las leyes de la física explican el universo sin la necesidad de un creador, apoyando una perspectiva materialista y científica del cosmos.
81. Wilson, E. O. (1998). “Consilience: The Unity of Knowledge”.
Wilson aboga por la unificación del conocimiento a través de una comprensión materialista de la realidad, integrando la biología, la física y las ciencias sociales.
82. Karl Marx, Friedrich Engels (1848). “El Manifiesto Comunista”.
En este texto clásico, Marx y Engels presentan la idea central de la lucha de clases y la relación entre la estructura económica y la superestructura.
83. Karl Marx (1859). “Prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política”.
En este prólogo, Marx expone su teoría sobre la base y la superestructura, que es fundamental para entender el materialismo histórico.
84. G.A. Cohen (1978). “Karl Marx’s Theory of History: A Defence”. Oxford: Clarendon Press.
Este libro es una defensa detallada y sistemática del materialismo histórico y ofrece un análisis profundo de la relación entre la base económica y la superestructura.
85. Louis Althusser (1965). “Pour Marx (publicado en inglés como For Marx en 1969)”. Londres: Verso.
Althusser analiza y expande la teoría del materialismo histórico, subrayando la autonomía relativa de la superestructura y su papel en la dialéctica histórica.
86. Perry Anderson (1974). “Lineages of the Absolutist State”. Londres: NLB.
Anderson ofrece una interpretación histórica del materialismo histórico, con un enfoque en cómo la estructura económica y la superestructura interactúan en el desarrollo de los estados absolutistas.
87. Raymond Williams (1973). “Base and Superstructure in Marxist Cultural Theory”. New Left Review I/82, November-December 1973.
Williams examina cómo la teoría del materialismo histórico se aplica en el análisis de la cultura, subrayando la interacción entre la base y la superestructura.
88. Popper, K. “La Miseria del Historicismo”.
Critica fuertemente el historicismo y las bases filosóficas del materialismo histórico. Argumenta que las teorías que pretenden predecir el curso de la historia no son científicas.
89. Popper, K. (1934) “El positivismo lógico”
Argumenta que el marxismo no es una ciencia empírica, sino una filosofía política.
90. Feyerabend, P. (1975) “La miseria de la teoría“.
Critica la idea de que el marxismo es una ciencia y lo considera más como una ideología.
91. Nowak, L. (1983) “El marxismo y la ciencia social“.
Analiza la relación entre el marxismo y la ciencia social, y concluye que el marxismo no sigue el método científico riguroso.
92. Cohen, G.A. (1978) “La teoría marxista de la historia”.
Analiza la teoría marxista de la historia y concluye que no es una teoría científica en el sentido estricto.
93. Rees, J. (1998). “El marxismo como ciencia social”.
Analiza la relación entre el marxismo y la ciencia social, y concluye que el marxismo es más una teoría crítica que una ciencia empírica.
94. Sayer, D. (1983) “La ciencia y la ideología en la obra de Marx“
Analiza la relación entre la ciencia y la ideología en la obra de Marx, y concluye que el marxismo no es una ciencia en el sentido estricto.
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