Un ensayo científico para entender a la humanidad
Actualidad, Opinión

Un ensayo científico para entender a la humanidad


Capítulo XII


El gran sistema sexual


Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente Colegio Médico Colombiano

Un sistema visual másculo atrapa toda la sensualidad y el erotismo animal que brota de la pechuga desnuda de una fémina. Dibujo de: “Guía para fanáticos del sexo”. Editorial Diana, México D.F. 1995. Roland Fiddy. 

“La orientación sexual no parece ser una cuestión de autodefinición consciente, sino de circuitos cerebrales. Algunos estudios de familias y de gemelos aportan una clara demostración del componente genético en la orientación sexual, tanto masculina como femenina. Ya sabemos que la exposición prenatal a un entorno hormonal del sexo contrario —como la testosterona en un cerebro genéticamente femenino—, lleva al sistema nervioso y los circuitos cerebrales a desarrollarse según líneas más típicamente masculina. Este entorno prenatal hormonal tiene efectos perdurables en rasgos del carácter, como los juegos agresivos y la atracción sexual”.

Louann Brizendine en: El cerebro femenino. Comprender la mente de la mujer a través de la ciencia.

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Si entendemos a un organismo complejo —un mamífero o un ser humano—, como un conjunto de varios sistemas de órganos, cuyas células trabajan juntas, de manera cooperativa y sincronizada, donde cada una de ellas se especializa en realizar un trabajo específico, con el fin de llevar a cabo una “gran tarea evolutiva” para hacer posible la vida de cada individuo biológico: —respiratoria, cardiovascular, digestiva, nerviosa, mental, neurotransmisora, hormonal, inmunológica, urinaria, reproductora, etc.—, nos queda fácil entender la existencia de un gran sistema sexual, cuyo fin o “gran tarea evolutiva” fue “pensada” por la evolución para que los organismos se reprodujeran sin cesar,  garantizando de esta forma la perpetuidad de las especies sexuales en la Tierra, incluyendo la humana, y de paso, formaran familias unidas.

Órganos y sustancias que integran el gran sistema sexual.

La sexualidad humana es amplia y espectral, donde operan varios órganos y sustancias ejecutantes, unos visibles a simple vista, otros ocultos y misteriosos, y son:

  1. El circuito neuronal de la sexualidad y sus neurotransmisores, principalmente la dopamina, que maneja la psiquis del sexo.
  2. Los circuitos neuronales de los cinco sentidos, que atrapan el mundo sensual y erótico que rodea a un individuo.
  3. Forma y belleza corporal: el imán sensual-erótico, la fuerza gravitacional biológica bruta de animal salvaje, que atrae las carnes para que irremediablemente se junten y copulen.
  4. Piel y clítoris. La piel es el órgano sensual y erótico más grande que tenemos, y el clítoris, su punto de mayor densidad y potencia erógenas.
  5. Hormonas sexuales, estrógeno y testosterona, principalmente.
  6. Hormonas sociales, oxitocina y vasopresina.
  7. Órganos reproductores femeninos y masculinos: ovarios, testículos, pene, vagina, útero, trompas, que se encargan solamente de la parte técnica y mecánica de la fecundación, embriogénesis y parto.
  8. Mano y boca. Son órganos sensuales y eróticos acariciantes, ejecutantes de las caricias, la masturbación, el beso y el sexo oral.
  9. Ano. Aunque no es un órgano sexual propiamente dicho, y evolutivamente no pertenecen al gran sistema sexual, lo menciono porque, igual que con mano y boca, es muy común su uso como instrumentos para conseguir la emoción placer, que invariablemente, cual sombra impetuosa, acompaña todos los actos propios y voluntarios de la sexualidad humana.

Estas esencias naturales se comunican y trabajan juntas, de manera cooperativa —acoplada y sincrónica—, con el objeto de lograr dos grandes tareas evolutivas creativas: una biológica y otra social. Su gran tarea biológica consiste   en hacer que el prójimo copule, recombine sus genes y cree nuevos seres, perpetuando así la especie humana en la Tierra. Y, su gran tarea social es la de crear la familia, la unidad elemental y básica de todas las sociedades humanas.

El matrimonio es un invento social, y si es religioso, es un invento religioso.

Cuestiones filosóficas y biológicas.

El gran sistema sexual —cual bosque virginal primario— es un tupido ecosistema de células, tejidos, órganos y sustancias, diseñado y organizado evolutivamente para perpetuar la vida en la Tierra formando núcleos familiares.

Visto así, y teniendo en cuenta que, en un porcentaje importante de humanos, la mente sexual se desacopla y se desarticula de su cuerpo biológico, perdiendo así su sentido evolutivo primigenio, nos plantea preguntas biológicas y filosóficas muy interesantes, como las siguientes:

¿Cómo se comunican, acoplan, articulan, interactúan, sintonizan y sincronizan estos órganos y sustancias sexuales para lograr su gran misión?

¿Qué señales informáticas circulan entre ellas?

¿Cómo se desacoplan y desarticulan?

¿Por qué se desacoplan y desarticulan?

¿Por qué el comportamiento sexual humano no es binario —macho y hembra—, y punto?

¿Existe una razón biológica para esta conducta espectral?

¿Son misterios de la naturaleza animal o existe alguna explicación científica?

¿Los genes y las hormonas hacen parte de las bases biológicas de los diferentes comportamientos sexuales, sociales y familiares?

 ¡Ojo, no es desacople ni desmoronamiento del sistema moral de la persona!

Son asuntos biológicos —del más allá del paisaje moral de la humanidad—, que las sociedades humanas deben acatar y respetar.

Pistas

La primera pista para intentar responder esta espesa manigua de preguntas, nos la dio Louann Brizendine, neuropsiquiatra y neurobióloga de Berkeley, Yale y Harvard, en el acápite sobre orientación sexual que, en cursiva entrecomillé arriba, donde afirma que la relojería de la brújula sexual es cuestión de circuitos cerebrales, genes y hormonas.

Segunda pista:

Del mismo libro —misma relojería—, la autora señala:

“La mayor parte del desarrollo cerebral que determina los circuitos específicos del sexo acontece durante las primeras 18 semanas del embarazo. Hasta la octava semana todo cerebro fetal parece femenino. La naturaleza efectúa la determinación del género femenino por defecto. Si dispusiéramos de fotografía periódicas con las que observar un cerebro femenino y otro masculino mientras se desarrollan, veríamos que sus diagramas de circuitos se establecen conforme al proyecto diseñado, tanto por los genes como por las hormonas sexuales.”

Tercera pista:

Louann sigue explicando más engranajes de piezas de la relojería sexual: 

“En la octava semana se registrará un enorme aflujo de testosterona que convertirá este cerebro unisex en masculino, matando algunas células en los centros de comunicación y haciendo crecer otras más en los centros sexuales y de agresión. Si no se produce la llegada de la testosterona el cerebro femenino continúa creciendo sin perturbaciones (…)”

Estudiando un poco, más adelante en su libro, la neuropsiquiatra y neurobióloga de Berkeley, Yale y Harvard, nos aclara estas cosas precisándonos que, el comportamiento sexual adulto de una persona, cuyo embrión genéticamente XY (masculino), que no hubiese tenido un baño apropiado y eficaz de testosterona durante el octavo mes de embarazo, como debe ser, podría tener un comportamiento afeminado, o ser abiertamente homosexual, a pesar de que fenotípica y genéticamente sea todo un varón XY.

Y seguidamente señala que lo contrario también puede suceder: el lesbianismo: o sea que el resultado adulto de un embrión XX (femenino), sometido a una sobre exposición in útero a esta hormona masculinizante, podría ser una mujer hecha y derecha que podría sentir deseo sexual por otra mujer.

Cuarta pista:

Las hormonas sexuales tienen enormes efectos sobre todos los rincones de la ecología de la sexualidad: son los tambores que retumban en la inmensa jungla emocional y sentimental que es el gran sistema sexual humano.

Dice nuestra neurocientífica en la obra citada:

“Durante la pubertad y la adolescencia toda la razón biológica de una muchacha es sentirse sexualmente deseable” —digamos sensual y erótica, sexy dicen ahora—.

“El estrógeno de alto voltaje que corre por sus rutas cerebrales alimenta esta obsesión”.

“Aun cuando tanto los hombres como las mujeres generan testosterona, aquellos producen diez veces más, lo cual significa que su impulso sexual es otras tantas veces mayor que el de las mujeres.”

Quinta pista:

Los circuitos de alambres cerebrales neuronales —fundamento arquitectónico de la estructura mental instalados durante la vida fetal — se contorsionan, estiran y aflojan, como si bailaran mapalé, y hasta sufren amputaciones y retoños durante las crecientes, mareas y oleadas de estrógeno y progesterona producidas en los ovarios en el ciclo menstrual.

Al respecto dice la profe Louann, palabras más palabra menos, revolviéndolas con las mías:

Durante las dos primeras semanas de cada ciclo menstrual, en el hipocampo —el centro cerebral de la memoria, el recuerdo y el aprendizaje, incluyendo lo sensual y lo erótico, y sus fantasías —, por acción de fertilizantes marejadas de estrógenos, retoñan y rebrotan un 25% de conexiones neuronales extras: sus tuercas y tornillos, se lubrican y trabajan a plena capacidad en pos de la intimidad, la compañía y el ayuntamiento carnal. Es, exactamente en estas dos semanas, que las chicas están más ávidas de sexo.

Más tarde, al sobrevenir la ovulación, alrededor del décimo cuarto día, la progesterona, un herbicida neurológico eficaz, empieza a salir de los ovarios y a contrarrestar la acción del estrógeno, podando las nuevas conexiones del hipocampo.

Y la profe remata con esta perla: “Durante la adolescencia los circuitos cerebrales de una chica pasan por muchas etapas de crecimiento y poda. Es como si recibieran un nuevo surtido de cables de extensión y tuviera que concretar cuál de ellos enchufar en cada punto.”

Sexta pista:

En la adolescencia, más que todo en la mitad del ciclo, la irrupción masiva de estrógeno actúa sobre los circuitos cerebrales sexualmente específicos de la mujer, activando la producción de dopamina y oxitocina a su máximo nivel.

La dopamina y la oxitocina, son químicos sexuales y sociales que circulan en el cerebro y sostienen el vínculo emocional debido a que activan el circuito neurológico del deseo y del emparejamiento sexual, y de paso, desconectan los del miedo, la precaución, la razón y el juicio, provocando el alocado, impetuoso y ciego enamoramiento.

Manifiesta en su libro Dopamina, Daniel Lieberman que los seres humanos (hombres y mujeres) que tienen genes que segregan niveles altos de dopamina son los que tienen más parejas sexuales, y su primera relación sexual sucede a una edad más temprana. Lo mismo se predica de la testosterona.

La dopamina es la droga del deseo, del deseo incontrolado, del deseo extremo que nunca se complace, la adicción. Este es influjo que condena a los adictos a las drogas y a los que sucumben al amor.

La oxitocina además de contraer la matriz y disparar con fuerza inusitada la creatura por el canal del parto, y producir y disparar chorros de leche por los pezones, dispara también los lazos de las relaciones sexuales, sociales y familiares, liberándose en grandes cantidades con el abrazo, las caricias, el acicalamiento, el beso, la penetración, el orgasmo. Es decir, la oxitocina —el milagro de la felicidad— es un químico sensual y erótico, familiar y social.

Note bien el repertorio bisagra de este artista químico: actúa en el cuerpo y actúa en el alma: en la biología y en la sociología. El cuerpo y el alma son siameses indivisibles.

Séptima pista:

El placer sexual. La enorme sombra impetuosa. El motor más poderoso de la vida —fundamento biológico de la familia—, esencia química de la felicidad proveniente del grandioso flujo combinado de dopamina y oxitocina, es la base neurológica del mayor y más voluminoso deleite visceral.

El placer sexual es transversal a todos los actos voluntarios de la sexualidad humana: una inocente y sensual mirada, una fatal caricia erótica, un letal beso, la encarnizada penetración, el instante fugaz de gloria plena en un salvaje orgasmo, es el catálogo de la felicidad sexual.

Octava pista:

La vasopresina — la hormona del buen marido—el químico del amor eterno.

Igual que la dopamina y la oxitocina, es un combustible que circula por los circuitos neuronales del placer.

Dice Lieberman que es la hormona más asociada con las relaciones duraderas, la que sostiene, a pesar de la rutina del tiempo, el amor de compañeros, el amor sereno, el amor eterno, el amor fiel y monógamo, el amor de viejos, ese que nunca se olvida.

“Desde luego —dice la Brizendine—, la naturaleza es la que interviene con más fuerza a la hora de lanzar comportamientos específicamente sexuales, pero la experiencia, la práctica y la interacción con las demás personas puede modificar las neuronas y el cableado cerebral (…) Dicha repetición fortalece esas neuronas y circuitos cerebrales del niño, que procesa y responde a cualquier cosa que inicialmente haya captado la atención de él o ella.”

Fonseca La Guajira, diciembre 29 del 2023.

diciembre 29, 2023

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