Hazaña en el Amazonas
Monitor Salud

Hazaña en el Amazonas


Así logró convertirse en el primer departamento en alcanzar la inmunidad de rebaño. La intervención de la Supersalud al hospital de Leticia fue crucial.


En junio de 2020, cuando la pandemia convirtió al Amazonas en un réplica interminable de contagiados, John David Ordoñez, el sepulturero del cementerio de Leticia no daba abasto con los entierros. El temor era de tal magnitud que muchos indígenas se adentraron en la busca de salvación.

Ocho meses después, cuando llegaron los biológicos al país, Rogelio Coello, un nativo ticuna, lídedr de la Comunidad de Puerto Esperanza, reunió a su gente y se hizo vacunar en público para dar ejemplo de la importancia de la inmunización.

-Sigan con los rezos ancestrales y con los remedios de nuestras plantas medicinales, pero no le pongan resistencia a la vacuna porque sino nos vamos a morir todos-, les dijo al interior de una maloca remodelada, desde donde se divisa la inmensidad del río Amazonas, el único medio de transporte existente y, por donde alguien, quizá inocentemente, llevó el virus, que amenazó con exterminar etnias enteras.

Rogelio, un nativo que conoce los secretos de la selva como nadie, que atiende a los enfermos de tuberculosis y de fiebre amarilla a indígenas y colonos mordidos por serpientes venosas, es, además, auxiliar de la Secretaría de Salud del Amazonas.

“Creo que la vacuna nos ha salvado de una gran tragedia”, dice, tras admitir que recién se conoció de la propagación del Covid-19 y de su letalidad, nadie en su asentamiento ni en las otras 22 comunidades de Puerto Nariño, donde habitan los huitotos, yaguas y cocamas, aceptaban la inmunización.

Virus e intervención

Fue entonces cuando la nueva administración del Hospital San Rafael, de Leticia, intervenido por la Superintendencia Nacional de Salud en mayo de 2020 al detectarse fallas administrativas, financieras y asistenciales que ponían en riesgo la atención a los usuarios, empezó a trabajar en dos áreas vitales: la promoción y la prevención. Pero para ello fue necesario iniciar un complejo y persistente programa de concertación y socialización con las etnias a donde solo se llega vía acuática y, en las zonas más remotas, en pequeñas aeronaves.

Se articularon las acciones con el Ministerio de Salud y Protección Social y se hicieron alianzas con diferentes entidades y organismos internacionales: secretarías de salud, gobernación, Organización Panamericana de Salud (OPS), Fuerza Aérea Colombiana (FAC), Ejército, Cruz Roja, Defensa Civil y ONG.

A mediados del año pasado, Leticia era un hervidero de contagiados. Según el estudio de seroprevalencia del Instituto Nacional de Salud (INS), seis de cada 10 habitantes de la ciudad se habían infectado y el hospital trabajaba al 120% de su capacidad, con una herencia antes de la intervención de ausencia de recurso humano, escasez de medicamentos, equipos médicos fuera de servicio, prácticas de laboratorio inseguras, dallas en el diligenciamiento de historias clínicas, deudas calculadas en 12.380 millones de pesos y una riesgosa gestión de residuos hospitalarios.

Era un caos en medio de la peor crisis de salud del departamento. La explosión de infecciones era incontenible y desesperanzadora. El primer caso de Covid-19 en la capital del departamento más extenso del país, se reportó el 17 de abril del 2020 y un mes después saltó a 718 y luego a 3.811, con remisiones permanentes de enfermos de la mayoría de las 9 áreas no municipalizadas, que reúnen a 189 comunidades indígenas.

Dos frentes

Con una emergencia de salud donde los enfermos no cabían en el hospital y un plan de concertación y socialización en ciernes, había que actuar en dos frentes. Entonces, el Hospital recibió todo el apoyo del nivel central. Se empezó una remodelación total de las envejecidas y caóticas instalaciones, se adecuó en tiempo récord una unidad de cuidados intermedios, se adaptó una sala UCI con 18 camas mixtas, se adquirió una planta eléctrica moderna que se activa automáticamente, se instaló una planta de oxígeno autosuficiente y se adquirieron monitores y respiradores artificiales.

Según el médico Roberto Sandoval,
coordinador de Cuidados Intermedios
y de COVID-19, del hospital de Leticia,
pudo haber una hecatombe.

Las bombas de vacío, para producir oxígeno, eran insuficiente ante la creciente demanda, pero además había que trasladarlo a las unidades en balas o cilindros. Ante la contingencia, se instaló una nueva planta que conecta a la UCI a través de tuberías y que genera las cantidades suficientes del insumo, vital para atender pacientes críticos.

Ahí mismo se empezó a producir el oxígeno suficiente que requiere la sede de Puerto Nariño, donde las instalaciones también entraron en un proceso de adecuación y modernización. Y también el requerido por las áreas no municipalizadas como La Victoria, localizada a 10 días en lancha desde Leticia por el Amazonas y sus afluentes.

Se evitó la hecatombe

“Si el hospital San Rafael no hubiera sido intervenido, situación que permitió reformar sus instalaciones, comprar equipos biomédicos, adquirir insumos, aumentar el personal especializado y auxiliares, la pandemia hubiera convertido a la ciudad y al departamento en una verdadera hecatombe”, afirma el médico Roberto Sandoval, Coordinador de Cuidados Intermedios y de Covid-19 en el centro asistencia.

Carolina Cardozo Jiménez, Subdirectora Científica del San Rafael, señala que gracias a que el hospital se intervino y que oportunamente se tomaron decisiones estratégicas que pasó del drama, de la importancia inicial, de la inminente tragedia, a lo que se considera una inmunidad de rebaño, que es como si hubiera ocurrido un milagro en un país donde cada pico del virus llega con nuevas variantes, más contagiosas y letales.

Quizás el complemento más importante de la contención de la enfermedad ha sido la socialización que se ha hecho con las comunidades indígenas. Las brigadas de salud coordinadas por el equipo médico, técnico y administrativo del Hospital, han hecho una tarea titánica para llegar a las diferentes comunidades y convencer a los Curacas (líderes) de la importancia de la vacunación.

Proceso de socialización

Todo empieza con una concertación, un diálogo franco en el que se explica el grado de letalidad del Covid-19 y los riesgos para el grupo técnico, que podría significar hasta su desaparición. Se llevan evidencias, inclusive los casos de contagio y fallecimiento de los propios integrantes del grupo.

Para Norberto Ángel Pinto,
coordinador de Salud Pública de
Puerto Nariño, ha sido importante
la socialización de la vacuna.

No se controvierte el uso de la medicina tradicional ni sus creencias religiosos. “Solo los beneficios de la vacuna y la explicación de que no van a quedar estériles, ni las mujeres embarazadas van a perder sus hijos o que las criaturas que nazcan van a aparecer con un ojo en la frente o sin una pierna”, explica Norberto Ángel Pinto, coordinador de Salud Pública de Puerto Nariño, un nativo que estudió enfermería en la universidad Nacional, sede Bogotá.

Un gran avance

Este labor, realizada aguas arriba y aguas abajo del río Amazonas y de su afluente Loretocayo, ha permitido facilitar la vacunación a la mayoría de los 6.453 habitantes de 22 comunidades conformadas en su mayoría por las etnias Ticuna, Yagua y Cocamas.

El proyecto incluye a habitantes de territorios como Atacaria y Tipisca, en la frontera con Perú porque allí hay intercambio directo y existe convivencia entre muchos de ellos de modo que fácilmente el contagio se puede transmitir y propagar rápidamente, toda vez que en la zona no existe, toda vez que en la zona no existe puesto de salud alguna, como de hecho sucedió en el momento crítico de la pandemia.

Un aspecto importante, es que las comunidades han entendido el esfuerzo de ir hasta sus propias malocas a vacunarlos. No necesitan desplazarse a Leticia ni a Puerto Nariño, que son los dos únicos municipios del departamento, ni a otra área no municipalizada, que son distantes, con los ríos como único medio de transporte y con las distancias que implican horas y hasta días enteros de viaje.

Este es un logro gigantesco del Plan Nacional de Vacunación que valoran mucho los indígenas tras el proceso de socialización. “si ya sabemos que la pandemia nos puede acabar y que además vienen hasta acá a protegernos, sería un error oponernos”, afirma Carlos Iván Alvear Leiva, Curaca de la comunidad de San Francisco, ubicada sobre el margen del río Loretocayo, donde ta no existe un solo contagio y el 90% de los habitantes tiene su dosis respectiva.

No nos dejaremos morir

Doña Pastora Guerrero Cayetano, la protagonista de nuestra portada, es ticuna. De joven vivió en Perú con su esposo, pero regresó a su tierra natal, construyó su maloca Moruapu, con un sendero etnobotánico, donde cultiva plantas medicinales. Ella dice que es médica ancestral y que con sus hierbas y cáscaras de árboles les cura enfermedades de la piel, fracturas, la hipertensión y todo tipo de dolencias.

Es además partera y si alguien se atora con una espina de pescado se la saca al instante con unos cánticos que aprendió de sus antepasados. Cuenta con 78 años y ya tiene la segunda dosis de la vacuna contral el Covid-19. Ella, que tiene una generosa ascendencia en su comunidad, se ha encargado de divulgar los beneficios del biológico.

“Si hay una tercera vacuna, yo me la aplico. No nos vamos a dejar morir contagiados de ese virus”, dice, y señala que gracias a que las comunidades obedecieron no hay tanto indígena muerto.

Pero además, el Hospital San Rafael, que en el pasado y hasta hace un año, estuvo muy cerca de la liquidación por la corrupción, la desidia administrativa y la inexistencia de servicios médicos esenciales, se ha convertido en líder de la promoción y prevención en los lugares más remotos, a donde solo se llega en lanchas y botes de madera, o excepcionalmente en pequeñas aeronaves.

Médicos, odontólogos, bacteriólogos, enfermeros y auxiliares de enfermería acaban de iniciar una correría por 22 comunidades indígenas de Puerto Nariño para llevar salud primaria, diagnosticar enfermedades, sugerir tratamientos especializados, dictar charlas sobre el Covid-19 y determinar qué nuevas patologías están incursionando en un mundo donde nadie más llega.

Travesía por el Amazonas

Trece integrantes de la misión iniciaron recientemente la correría que durará tres meses, partiendo desde Leticia, con escala en Puerto Nariño, y de ahí en una agotadora travesía hasta la última etnia. “Fuimos seleccionados entre muchos aspirantes para esta labor y estamos emocionados de servirle al Amazonas”, afirma Daniela Reyes, una médica joven que lleva en su equipo de campaña medicamentos, repelente y una carpa para descansar en donde los sorprenda la noche.

Los miembros de la brigada van con una gran ilusión. Salvar vidas. “Si se derrotó la amenaza del Covid-19, que ha provocado tanta incertidumbre y temor, porqué no vamos a reducir otras enfermedades que aquejan a nuestras etnias”, afirma Leonel Ahue Lucas, auxiliar administrativo de la sede del San Rafael, en Puerto Nariño, quien es un promotor de las brigadas.

Superado el pico de la pandemia y reducida de su propagación, cuando todo el mundo temía lo peor, ahora existe un gran desafío: mantener las medidas de bioseguridad. En las calles de Leticia y en las comunidades, se observa mucha indisciplina con el tapabocas y el distanciamento social.

La transformación

Carolina Cardozo Jiménez, Subdirectora Científica del San Rafael

“Antes de la intervención, el Hospital contaba con solo seis camas en la Unidad de Cuidado Intermedio, sin la dotación para la atención de pacientes. Había un déficit grande de medicamentos, insumos y elementos de protección personal para asegurar la bioseguridad del personal asistencial. Cuando llegó la pandemia a Leticia se presentó una renuncia masiva del personal asistencial.

“Con la intervención se empezó a garantizar todo. Se hizo un reforzamiento en el equipo biomédico, pasando de 6 a 18 camas. Durante la pandemia se ha atendido alrededor de 9.800 pacientes potenciales para Covid-19, de los cuales 5.300 fueron positivos. Durante este año de intervención se presentaron solo 7 mortalidades, lo que ha tenido un gran impacto para el Amazonas y el orden nacional.

“Las dificultades han sido muchas, inclusive con el cierre del aeropuerto en febrero que duró 5 meses como medida preventiva por la potencial presencial de la variante brasilera. Hubo inconvenientes para el transporte de medicamentos, insumos y oxígeno, pero se hizo un plan institucional, que incluyó la contratación de vuelos chárter, y se lograron alianzas con el Ejército y la Fuerza Aérea. Sin lo anterior hubiera sido imposible lograr una inmunidad de rebaño como la que ha alcanzado el departamento”.

Misiones médicas

Con el propósito de llevar los servicios de salud a las diferentes comunidades y resguardos de las áreas no municipalizadas, la E.S.E Hospital San Rafael de Leticia, realizará por 90 días la brigada “Atención Primaria en Salud” (APS), por los ejes del Caquetá, Putumayo y Amazonas, con cinco grupo interdisciplinarios, conformados por 13 profesionales y auxiliares. Recorrerán 189 comunidades indígenas, 14 asociaciones, 14 Aastis y 3 cabildos y beneficiar a 9.291 personas.

Los servicios que se brindarán en la brigada de salud serán:

  • Medicina general,
  • Odontología,
  • Bacteriología,
  • Promoción, prevención,
  • Enfermería.

Fuente: Publicación digital de la Superintendencia Nacional de Salud. Revista Monitor Salud. Ed. 06 (Julio – Septiembre), 2021

abril 25, 2022

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