Nuevas reflexiones sobre la pandemia desde la salud mental
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Nuevas reflexiones sobre la pandemia desde la salud mental


Estudios nacionales e internacionales han informado que los síntomas de ansiedad se han triplicado y los síntomas de depresión cuadriplicado si se comparan con datos de 2019.


Por José A. Posada Villa – MD Psiquiatra – Grupo de Investigación Nuevas Perspectivas en Salud Mental, UCMC

Sin pretender abordar todas las reflexiones necesarias y pertinentes sobre el tema, se vuelven prioritarios y motivo de análisis en estos momentos algunos aspectos fundamentales relacionados con las neurociencias, los comportamientos saludables incluida la vacunación y el abordaje de poblaciones específicas.

No importa si ha sufrido COVID-19 o no, es probable que su cerebro haya cambiado en los últimos meses. El virus como tal puede causar problemas neurológicos y síntomas de ansiedad y depresión. También el aislamiento y el estrés crónico causados por la pandemia pueden alterar la química del cerebro.

Comencemos con la infección por COVID-19. Los síntomas comunes incluyen fatiga, dolores de cabeza, pérdida de memoria y problemas de atención, además de ansiedad y depresión. Hay varias razones para estos cambios, que incluyen inflamación y eventos cerebrovasculares.

Las investigaciones sugieren que el virus puede llegar al cerebro a través del bulbo olfatorio del prosencéfalo. Este, como parte del sistema del olfato, tiene vías neuronales a otras regiones del cerebro, incluida la amígdala, la corteza orbitofrontal y el hipocampo, que desempeñan un papel importante en las emociones, el aprendizaje y la memoria.

Además de tener múltiples conexiones con otras regiones del cerebro, el bulbo olfatorio es rico en dopamina, sustancia importante en los mecanismos neurológicos de placer y motivación. Hay investigaciones en curso sobre evidencias que el virus altera los niveles de dopamina y otras sustancias químicas, como la serotonina y la acetilcolina en el cerebro.

Estos cambios en el cerebro probablemente sean responsables del estado de ánimo, la fatiga y los cambios cognitivos que comúnmente experimentan los pacientes con COVID-19, y a su vez, pueden estar relacionados con los síntomas de estrés, ansiedad y depresión en personas que han sido infectadas.

Por otra parte, la preocupación excesiva por contraer o transmitir el virus a otros miembros de la familia, así como el aislamiento y la soledad, también pueden cambiar la química del cerebro.

Se sabe que el estrés persistente es un desencadenante importante de inflamación crónica que también puede afectar al cerebro, disminuir de tamaño el hipocampo y, por lo tanto, afectar las emociones. El estrés también puede afectar los niveles de serotonina y cortisol en el cerebro, lo que puede incidir en el estado de ánimo. Eventualmente, estos cambios pueden causar síntomas de depresión y ansiedad.

La buena noticia es que el cerebro tiene neuroplasticidad, lo que significa que puede cambiar y compensar el daño producido por estos factores, haciendo cosas que modifican la función cerebral y su química.

Ya sabemos que el ejercicio y el entrenamiento de la atención plena, método que ayuda a permanecer en el presente, es útil cuando se quiere manejar el estrés cerebral. De hecho, estudios recientes con resonancia funcional magnética han demostrado cambios funcionales y estructurales benéficos en la corteza prefrontal, el hipocampo y la amígdala después del entrenamiento de la atención plena. Es importante destacar que estas son todas las regiones que se ven afectadas por el virus COVID-19.

La atención plena, llamada también conciencia plena, consiste en estar atentos, de manera intencional a lo que hacemos, sin juzgar, apegarse, o rechazar en alguna forma la experiencia. ​La aceptación no es aprobar, no es ceder ni darse por vencido. Es abrirse a la realidad del momento presente. La aceptación permite seguir viviendo una vida significativa alineada con sus valores, a pesar de estos tiempos difíciles. Técnicas como estas adquieren gran importancia en salud pública mental.

Otro aspecto clave en la situación actual es que muchos ciudadanos, animados por líderes políticos o religiosos no han dado crédito a las recomendaciones de los expertos para el manejo de la pandemia y han optado por ignorar, minimizar o politizar estas recomendaciones al tiempo que apoyan creencias y comportamientos peligrosos y en contra de la evidencia científica.

Es de capital importancia reflexionar sobre los factores y mecanismos que dan forma a los conocimientos, las actitudes (entre ellas las creencias) y las prácticas o comportamientos en salud, con el fin de encontrar formas adecuadas para ayudar a que la comunidad valore el bien común basado en la evidencia científica.

Un aspecto único del ser humano es la capacidad de adquirir creencias. Este proceso comienza en la primera infancia, y cuando se llega a la adolescencia, se comienza a construir un fuerte sentido de sí mismo con creencias bien definidas sobre política, filosofía, religión y su propia singularidad en el mundo. Una vez se llega a la edad adulta, hay una tendencia a mantener esas creencias a lo largo de la vida.

Las creencias permiten a las personas construir un modelo interno del mundo con el propósito de sustentar sus decisiones y lograr objetivos externos, obtener recompensas y evitar castigos. Las creencias también permiten lograr recompensas internas, en particular bienestar emocional, lo que ayuda a mantener el sentido de integridad en tiempos de incertidumbre y crisis. Si se percibe la incertidumbre como un desgarro en la cosmovisión de una persona, la creencia es lo que procesa el cerebro para reparar este desgarro y restaurar el bienestar emocional y la integridad individual.

Lo que en la superficie parece irracional es en realidad una situación en la que la información errónea conduce a una creencia internamente consistente, pero falsa, que permite a la persona mantener un sentido interno de integridad durante una crisis.

Es necesaria una corteza prefrontal desarrollada para la correcta interpretación de todos los datos que recibe el cerebro. Sin embargo, la capacidad de evaluar datos científicos no es solo para unos pocos con formación profesional en ciencias o medicina.

La falta de educación no ha permitido fortalecer la corteza prefrontal del cerebro, dejando así a los individuos, susceptibles a falsas creencias. El bajo nivel educativo ha probado ser factor de riesgo para algunas enfermedades neurológicas y problemas y trastornos mentales. Hay estudios científicos que respaldan el hecho que la educación de alta calidad y la alfabetización científica fortalecen fisiológica y funcionalmente el cerebro, protegiendo de la amenaza de creencias falaces. Los científicos y educadores de todas las disciplinas deben redoblar sus esfuerzos para mejorar la alfabetización científica desde la niñez.

Es necesario comprender la relación entre el comportamiento, las emociones, las cogniciones y cómo se interrelacionan entre sí y también con el entorno social y material de pandemia que nos rodea. En esta situación en la que no parece que se vaya a recibir pronto una vacuna universal o un medicamento eficaz, y aún con la población que empieza a ser inmunizada, la ruta conductual es la única que se tiene.

Es difícil predecir exactamente cómo van a actuar las personas. Pero hay algunos principios que se pueden poner en práctica. Uno es que no todos van a actuar de la misma manera y tenemos que reconocer que habrá una amplia gama de respuestas. Por lo tanto, se debe comprender esa diversidad y ser capaces de ayudar a las personas a comportarse de una manera que sea adecuada como individuo y como especie, que permita vivir la mejor vida posible en esta situación de manera segura.

Las campañas de detección del COVID19 a menudo identifican a las personas que tienen un alto riesgo de enfermedad, pero que dicen no haber experimentado ningún síntoma. Porque ellos no se sienten mal, es posible que no asuman las medidas de salud pública necesarias. El Modelo de creencias en salud es útil para desarrollar estrategias que hacen frente al incumplimiento en tales situaciones.

Es posible que las personas asintomáticas no sigan un esquema de manejo recomendado, a menos que acepten que, aunque no tengan síntomas, tienen la infección (susceptibilidad percibida). Deben comprender que la infección puede provocar enfermedad grave o mortal (gravedad percibida), que seguir las medidas indicadas por los expertos, reducirá los riesgos (beneficios percibidos) sin efectos secundarios negativos o dificultad excesiva (barreras percibidas) y las campañas educativas bien orientadas pueden alentar a las personas a seguir las recomendaciones de los expertos (señales para la acción).

Para aquellos que, en el pasado, tuvieron dificultades para mantener comportamientos saludables un manejo conductual podría ayudar a establecer objetivos alcanzables a corto plazo para construir confianza (autoeficacia). En este sentido, un aspecto fundamental que se puede aplicar durante la pandemia es que el riesgo aumenta exponencialmente en la población joven.

mayo 31, 2021

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