La ley de oferta y demanda devastó la calidad
Opinión

La ley de oferta y demanda devastó la calidad

En Colombia, los primeros programas clínicos quirúrgicos surgieron de manera informal a principios de los años 60, es decir, hace solo 50 años. 20 años atrás, en la década de los 40, Estados Unidos ya había transformado los currículos basados en la propuesta del profesor y pedagogo Alexander Flexner para abrir nuevas alternativas a la generación de conocimiento.

Así surgieron las líneas de especificidad en la medicina y organizaron la formación médica en disciplinas básicas y clínico quirúrgicas. América Latina, y en especial Colombia (con las siete facultades que existían en el momento), emularon dicho cambio. Con el apoyo de Fundaciones como la Kellog y Rockefeller, nuestros profesores fueron a Estados Unidos para adquirir dichas habilidades y destrezas. Al regresar al país, desarrollaron las especialidades médicas en los departamentos académicos que se crearon en los hospitales que servían de sitios de práctica y formación.

No fueron programas de posgrado construidos a partir de elementos pedagógicos ni didácticos, no tenían estructura ni forma definida. Los profesores que ya habían recibido el entrenamiento simplemente acercaban a estudiantes durante la formación final del pregrado (internado) por afinidad o aptitudes; allí les transmitían sus conocimientos y los entrenaban.

Ninguno de estos profesores recibió el título universitario; muchos de ellos fueron titulados hace 15 o 20 años en señal de gratitud. Para finales de los 90, los programas continuaban funcionando de esta manera, tenían una duración de tres años en promedio, durante los cuales el entrenamiento y la formación recibida surgía del modelo aprendido y copiado en la interacción personal, constante y directa con los profesores.

La proliferación no regulada de facultades de medicina y de egresados dio lugar a una alta demanda de médicos generales para acceder a la especialización. No hubo un propósito para su creación, ni una buena orientación, ni regulación, fue a raíz de la oferta y la demanda que surgieron. Hoy existen 30 facultades en el país que ofertan 1900 plazas por año. A partir de la Ley 100 en salud surge la necesidad de habilitar a los especialistas.

Es entonces cuando al sistema educativo le comienza a interesar este nuevo campo en exploración. En ese momento no existían planes de estudio, no se había constituido la adquisición de habilidades y destrezas progresivas, y mucho menos la delegación de competencias responsables y rigurosas con los pacientes atendidos. La formación estaba basada en el uno a uno (profesor-residente). En dicho proceso la generación de conocimiento a través del qué hacer (investigación clínica) no tuvo lugar, puesto que el adiestramiento se basaba en la profesionalización de un quehacer, suscitando poco avance en investigación aplicada (clínica).

Estos elementos hicieron que la formación se entregara y delegara a los hospitales que exigieron el pago por ello, sin tener la visión y el objetivo de la formación del talento humano de manera integral. Los currículos, los planes de estudio, las estrategias didácticas, las competencias genéricas (éticas, críticas, analíticas) y las específicas, así como la delegación de competencias para el entrenamiento en habilidades y destrezas recién empiezan a pensarse y construirse en los últimos diez años. Con este devenir histórico, lo que menos ha interesado es la calidad. Prueba de ello es que hasta el año pasado no existían los lineamientos de acreditación en calidad. Solo pocas facultades se han interesado y junto a la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina, Ascofame, han comenzado a construir unos programas de posgrado clínico-quirúrgicos estructurados desde lo macro hacia lo micro-curricular, con estrategias didácticas adecuadas y óptimas. La dinámica oferta y demanda del sector educativo (talento humano médico general y especialista) y de sector salud (atención especializada) controlan la formación, en donde los intereses económicos juegan un papel importante.

Hasta el momento ha sido imposible alcanzar el reconocimiento económico que ameritan los cerca de 5000 residentes en formación para que puedan tener posibilidades acordes a las exigencias. Hay sectores que hoy los apoyamos con la voluntad política de alcanzar este objetivo.

enero 2, 2019

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