En pleno siglo XXI, aún existen comunidades enteras en Colombia con acceso limitado o incluso nulo a servicios básico como el agua potable, la alimentación, la educación y, por supuesto, la salud.
Por Angie Valentina León Carvajal, Directora Proyección Social Nacional (Acome) – Presidenta de la Asociación Colombiana Médica Estudiantil, capítulo Bogotá – Médica interna del Hospital Departamental de Villavicencio – Estudiante de medicina de la Fundación Universitaria Juan N. Corpas.
Esta realidad, aunque dolorosa, sigue siendo ignorada por muchos. Como profesionales y futuros profesionales de la salud debemos recordar que nuestra vocación no puede estar motivada únicamente por la retribución económica, sino por el genuino deseo de servir al ser humano en su totalidad: cuerpo, mente y alma.

Desde la Asociación Colombiana Médica Estudiantil (ACOME), hemos liderado durante años brigadas de salud en distintas regiones del país, llevando atención primaria a comunidades vulnerables. Estas iniciativas, aunque pequeñas en escala, han demostrado que un “granito de arena” puede transformar realidades cuando se actúa con amor, empatía y compromiso.
Como directora de proyección social de ACOME, he tenido la oportunidad de conocer de cerca estas problemáticas. Una de las experiencias más significativas ha sido trabajar en La Guajira, particularmente en las rancherías. Allí, en medio del abandono estatal, muchas familias sobreviven sin acceso a necesidades básicas.
La desnutrición, las enfermedades prevenibles y la falta de atención oportuna son una constante. Lo más alarmante es que muchas de estas condiciones podrías haberse evitado con una adecuada atención primera en salud.
Estoy convencida de que, junto con nuestro equipo conformado por fonoaudiólogos, psicólogos, nutricionistas, médicos y otros profesionales hemos logrado aportes significativos en los pueblos y municipios que hemos visitado.
Hemos recorrido largas distancias, viajado durante horas, todo con un solo objetivo: contribuir al bienestar de comunidades olvidadas por el sistema.
Gracias al apoyo de organizaciones y fundaciones, muchas de ellas con recursos limitados, hemos conseguido hacer grandes cosas. Ahora bien, imaginemos lo que podríamos lograr con un mayor respaldo. Para nosotros, la falta de instrumentos o recursos nunca ha sido un límite. En cada lugar que visitamos, el propósito es claro: hacer lo máximo posible con lo que se tiene.
Durante este trabajo, también se promueve la prevención en salud. Se educa al paciente sobre el cuidado de su bienestar, siempre teniendo en cuenta su entorno, sus condiciones de vida y sus costumbres. Al mismo tiempo, estas experiencias nos enriquecen profundamente. nos permiten conocer sus culturas, sus creencias, sus religiones. Todo esto lo hacemos desde el respeto profundo hacia la comunidad, aprendiendo a ver al otro con una mirada más humana y menos técnica.
No obstante, si bien estas brigadas logran cubrir necesidades inmediatas e incluso iniciar tratamientos desde la base, surge una pregunta crucial: ¿dónde queda el seguimiento, el tratamiento continuo, los controles médicos?, ¿dónde queda el acceso real a una atención integral y digna? Tapamos con curitas problemas estructurales que requieren soluciones profundas, sostenidas y comprometidas desde todos los niveles.
Esta responsabilidad no recae únicamente en las brigadas o en las organizaciones sociales. Es un desafío de toda la sociedad: del gobierno, de las alcaldías, de las entidades de salud. Es urgente visibilizar y priorizar a las zonas rurales, a las comunidades campesinas y a tantas otras que siguen en el olvido.

Debemos recordar que el acceso a la salud no es un privilegio reservado para unos pocos. Es un derecho fundamental que debe ser garantizado para cada colombiano, sin importar su ubicación geográfica ni su condición socieconómica.
La medicina no puede reducirse a un diagnóstico rápido ni a una prescripción automática. A veces, lo más poderoso que podemos ofrecer como médicos es nuestra capacidad de escuchar con empatía. En muchas ocasiones, la raíz de una enfermedad está más relacionada con el entorno y el estado emocional del paciente que con sus síntomas físicos.
Por eso, es fundamental volver a lo esencial: poner al paciente en el centro. Recordar que una sonria, un gesto de amabilidad o un abrazo sincero pueden tener un pacto tan profundo como cualquier tratamiento médico. Hoy, más que nunca, necesitamos profesionales de la salud que estén dispuestos a recibir como única recompensa la gratitud de quienes más nos necesitan.
Finalmente, invito a mis colegas a mirar a sus pacientes a los ojos, a saludarlos con amabilidad, a tocarlos con respeto y humanidad. Muchas veces, somos nosotros quienes marcamos la diferencia en el futuro de esa persona y en la calidad de vida que puede alcanzar.

No se trata de los recursos con los que contemos ni del lugar donde ejerzamos sea un consultorio, un puesto de salud, una jornada, una brigada o un hospital. Es momento de reconectar con nuestra vocación y de ejercer la medicina no solo como ciencia, sino también como arte y servicio.
Fuente: Órgano de información del Colegio Médico Colombiano. Epicrisis. Ed. N° 37 (Septiembre-Noviembre 2025). ISSN: 2539-505X (En línea). #SaludDignaYa
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