En términos generales, el consumo problemático de una sustancia o actividad puede alterar diversas dimensiones de la vida cotidiana.
Por Samuel David Barbosa, Esp Pediatria, MSP, MIM, Me-H ©, Estudiante Maestría Bioética y Ética de la Investigación UNIANDES. Coordinador de Proyectos – CMC
El concepto de “consumo” y su construcción conceptual están profundamente vinculados con la estructura social derivada de la Revolución Industrial y el sistema económico capitalista, el cual define a la sociedad contemporánea como una “sociedad de consumo”.
Este modelo se sustenta en el intercambio de valor como mecanismo de desarrollo económico, y, en consecuencia, el consumo determina en gran medida la identidad de los individuos en relación con los bienes y servicios que consumen (Posada, 2013).
De acuerdo con esta perspectiva, la Real Academia Española (RAE) define el consumo como “la acción y el efecto de gastar o usar bienes, tales como alimentos, productos o servicios, con el propósito de satisfacer necesidades o deseos” (RAE, 2025).
En este marco, la noción de “consumo problemático” debe integrar características y categorías relacionadas con las implicaciones que este consumo acarrea para la salud y el bienestar de los individuos, en función del contexto social en el que se inserta.
En términos generales, el consumo problemático de una sustancia o actividad puede alterar diversas dimensiones de la vida cotidiana, como la capacidad productiva (es decir, la productividad laboral), las relaciones interpersonales, el manejo de recursos económicos y la interacción con las autoridades encargadas de garantizar el orden social.
Asimismo, puede entrar en conflicto con las normas y valores que la sociedad considera “moralmente” aceptables. Este enfoque resulta coherente con la definición de “consumo problemático” proporcionada por el Ministerio de Salud y Protección Social de Colombia (MSPS.CO, 2019), que lo describe de la siguiente manera:
“Un consumo es problemático cuando afecta la salud, las relaciones familiares y sociales. También cuando altera las actividades cotidianas, como el trabajo o el estudio, o cuando implica problemas económicos o legales. Se considera que todo consumo de sustancias lícitas o ilícitas es problemático cuando afecta a mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, así como a niñas, niños y adolescentes” (párr. 10).
La comprensión del consumo desde una perspectiva social permite clasificarlo, en términos de sus consecuencias, como “bueno” o “malo”. Estas categorías sociales de salud ayudan a entender cómo las diferentes formas de consumo inciden sobre la sociedad.
Sin embargo, esto también plantea preguntas cruciales en el ámbito la salud y vida: ¿por qué el consumo de sustancias psicoactivas se considera problemático al punto de que requiere tratamiento, intervención o clasificación, mientras que el consumo de otras sustancias como el azúcar o el uso del internet no reciben el mismo tipo de categorización? Los mecanismos de participación o implicación con el consumo de estas sustancias y actividades pueden desencadenar una “ruptura del equilibrio” psicológico y físico del individuo.
¿En qué momento, y bajo qué criterios, los organismos estatales, las comunidades científicas y académicas, y la sociedad consideran necesario establecer límites para este consumo, si es que tales límites deben existir?
Bibliografía:
– Ministerio de Salud y Protección Social, (s.f.). Prevención del consumo de sustancias psicoactivas (SPA). Recuperado de: https://www.minsalud.gov.co/salud/publica/SMental/Paginas/convivenciadesarrollo-humano-sustancias-psicoactivas.aspx
– Posada, J. (2013). La pobreza: consumo de identidad social en la ciudad. Revista de Urbanismo, 28, 17-26. doi:10.5354/0717-5051.2013.23211
– Rae.es. Recuperado el 30 de marzo de 2025, de https://dle.rae.es/consumo
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