Actualidad, Opinión

Rosita de los Vientos: Geoposicionamiento, migración, conciencia y supervivencia  


Por Stevenson Marulanda Plata 

Figura 1. Cogiendo la punta de una vela triangular de La Santa María, la tecnología náutica medieval que hizo posible la Edad Moderna. Mural pintado en el Edificio Mar Caribe de la Universidad del Magdalena. Fotografía cortesía del profesor Gary Caballero García, neurocirujano, presidente y delegado del Colegio Médico Colombiano Magdalena.   

La primera aurora de la Edad Moderna amaneció en el Caribe 

La Niña, la Pinta y la Santa María —en ese orden, en la escuela pública de Fonseca— eran nombradas por las profesoras Dominga Peralta, Nancy Toncel, Chinta Cotes, Gladys Casicote y Mita Coco. Ellas nos enseñaron, junto con el himno nacional de Colombia y otros cantos patrios, que esos eran los nombres de las tres carabelas que el 12 de octubre de 1492 dieron el golpe de gracia a la anciana y moribunda Edad Media. El Caribe inmenso, donde el mapa de Colombia hunde su cabeza hasta el cuello, aquel amanecer, acababa de abrir de par en par sus puertas para que el occidente del orbe cruzara hacia la Edad Moderna. 

Rosita de los Vientos 

Rosita de los Vientos —como yo— ya es una vieja de la tercera edad. Es una tortuga marina de la especie Caretta caretta, popularmente conocida como tortuga boba. Nació en las playas de Boca Ratón, Florida, hace 72 años. Después de sesenta días de incubación, el trece de julio de 1952, rompió su cascarón. Eran las seis de la mañana. Ese mismo día, en Fonseca, La Guajira, amaneció mi primera aurora en el Caribe colombiano.  

Figura 2. Tocando a Rosita de los vientos. Mural pintado en el Edificio Mar Caribe de la Universidad del Magdalena. Fotografía cortesía del profesor Gary Caballero García, neurocirujano, presidente y delegado del Colegio Médico Colombiano Magdalena.  

Aquel 13 de julio fue su propio “Día D” 

Todas, apenas sus patas percibían el roce áspero de los gruesos cristales de la arena —impulsadas por una fuerza misteriosa que parecía emanar desde el núcleo mismo de la Tierra—, desmandadas corrían hacia el encuentro con las olas, en una frenética carrera por salvar su pellejo. 

De manera similar, pero en sentido opuesto, 156,000 soldados avanzaron el 6 de junio de 1944. Apenas se abrieron las compuertas de sus lanchas en las playas de Normandía, se lanzaron tierra adentro, enfrentando una tormenta de 1,200 balas por minuto disparadas desde nidos de ametralladoras MG-42, emplazadas estratégicamente en los búnkeres costeros por órdenes del Mariscal de Campo Erwin Rommel, “El zorro del desierto”. 

La brújula: la enamorada eterna del centro de la Tierra 

El centro de la Tierra es un imán gigante. La brújula, su amante silenciosa, alineada magnéticamente en dirección norte-sur, indiferente a la limitada percepción de los cinco sentidos de los intrépidos marineros medievales de la Niña, la Pinta y la Santa María, lo seguía con una vocación inquebrantable. Insomne y displicente ante los caprichos del oleaje en el fin del mapa, en el borde sur del misterioso Mar de los Sargazos, permanecía imperturbable junto al timón y la rosa de los vientos. Vigilante y certera, la aguja de acero imantada auscultaba, sin pestañear, los latidos magnéticos que palpitaban desde las aurículas y ventrículos del corazón de la Tierra, emitidos por el núcleo terrestre: una inmensa bola de hierro sólido rodeada por una capa fundida de hierro y níquel hirvientes, cuya ebullición convierte al globo terráqueo en un enorme imán. 

Las playas de exterminio de La Florida y Normandía 

Las arenas natales de las tortugas bobas —Boca Ratón, Juno Beach, el Parque Nacional de Vida Silvestre Archie Carr, Vero Beach, Melbourne Beach y el Parque Estatal John D. MacArthur Beach—, durante las temporadas de anidación y desove, se convierten en verdaderos campos de exterminio, semejantes a las playas del desembarco en Normandía, colmadas de feroces depredadores aéreos, terrestres y acuáticos, siempre al acecho de esas diminutas y desamparadas criaturas que, guiadas por una brújula biológica, como zombis desesperados, corren hacia el mar. 

Guanahani estaba cerca: el lingüicidio, musicidio, melocidio y culturicidio taíno también 

Imperturbable, pero celosa del tiempo, del espacio y del traqueteo del oleaje, la brújula sincronizaba, instante tras instante, al piloto, el timón, la rosa de los vientos y el velamen de la Pinta, la Niña y la Santa María. Impertérrita, enlazaba también al astrolabio y la ballestilla con las corrientes marinas y los vientos alisios del Atlántico Norte. Así, alineaba las naves a sotavento y barlovento, asegurando el rumbo y la velocidad hacia el Oeste. 

Europa se acercaba al instante infalible que faltaba para que Colón tocara la puerta de la modernidad y de la gloria. Irremediablemente, Guanahani estaba cerca; la extinción de sus primitivos habitantes también. 

(Véase el próximo capítulo: Genocidio, lingüicidio, musicidio, melocidio y culturicidio taíno). 

El fin de un drama biológico 

Rosita ya está pensionada en un asilo de tortugas viejas en La Florida. La pobre está casi ciega y apenas nada. Topeta mucho. Un tipo de tumor viral —fibropapilomatosis, le dijeron sus cuidadores— apareció en su piel. Son como unos bultos. Mejor dicho, su cuerpo se llenó de verrugas vulgares, como “ojos de pescao”, especialmente en los ojos, los labios, las aletas y los órganos internos. Estas excrecencias han crecido tanto que ya interfieren con sus capacidades biológicas para ver, nadar, leer el palpitar del centro de la Tierra y alimentarse. Ya se presagia lo peor. Esta epopeya biológica, como la mía, sin segunda instancia, está a punto de llegar a su fin.  

Rosita de los Vientos: migrante libertaria intercontinental 

Más intrépida y atrevida que los marinos, cosmógrafos y cartógrafos medievales, Rosita surcó el Atlántico sin brújula ni rosa de los vientos, sin astrolabio ni ballestilla, sin reloj de sol, sextante, carta náutica ni GPS. Durante 70 años ininterrumpidos —sin espíritu eunuco y con alma vagabunda— recorrió las vastas distancias entre Boca Ratón, su playa natal y de desove, y sus cotos de alimentación en América, el Gran Caribe, Europa y África. 

Aprovechando las corrientes y los vientos del Giro del Atlántico Norte, acumuló más de 140,000 kilómetros, unos 2,000 al año. Colón, en sus cuatro viajes, apenas llegó a recorrer 74,000. 

Figura 3. Giro del Atlántico Norte. Una corriente que rota en el sentido de las agujas del reloj y recorre el Océano Atlántico entre Norte América y Europa. Video. https://navegantesoceanicos.com/corrientes-del-atlantico-norte-video-descriptivo/ 

Rosita de los Vientos: única sobreviviente del contingente del 13 de julio 

Una entre cada diez mil tortugas bobas logra alcanzar la edad adulta. Las playas de Florida, como las de Normandía, plagadas de belicismo natural —pinzas, picos, garras, hocicos y dientes—, fueron testigos de un infanticidio cruel aquel 13 de julio. De 3,556 tiernos bebés que intentaron salvar sus vidas, solo 363 lograron cabalgar una ola e ingresar a la Mar Océano. El otro 90%, víctima de tropas de hambrientos cangrejos, pandillas de gaviotas y cuervos, y sigilosos zorros y mapaches, sucumbió en el intento. Rosita de los Vientos lo logró. 

Figura 4. Rosa de los vientos. Es un esquema cartográfico que representa los puntos cardinales y sus direcciones intermedias, marcado con símbolos que indican el norte, sur, este y oeste. Funciona como guía de orientación en mapas y brújulas, facilitando a navegantes y viajeros la ubicación tanto en tierra como en alta mar

“Carreras” y “calles” de la Tierra: paralelos y meridianos 

Los paralelos y meridianos son líneas imaginarias transversales y longitudinales que rodean el planeta. Metafóricamente, podríamos decir que las líneas transversales, llamadas paralelos, son las “carreras” de la Tierra, y las longitudinales, llamadas meridianos, sus “calles”. 

“Carreras”: paralelos y latitud 

La metáfora principal que divide la Tierra en dos mitades iguales —el hemisferio norte y el hemisferio sur— se llama línea ecuatorial o ecuador. Este círculo máximo de la esfera terrestre representa la “carrera” cero. Las demás “carreras”, también paralelas al ecuador, son círculos concéntricos horizontales que siguen una dirección este-oeste y se vuelven más pequeñas a medida que se alejan del ecuador. Estas “carreras” se denominan paralelos, y el ecuador es el paralelo cero. 

La distancia en línea recta de norte a sur entre un punto del ecuador y un punto de otro paralelo es lo que se conoce como latitud. La latitud se mide en grados (°), y los paralelos se numeran desde 0° en el ecuador hasta 90° en los polos norte y sur. La latitud será norte o sur, dependiendo de si el punto se encuentra en uno u otro hemisferio. 

“Calles”: meridianos y longitud 

La “calle” cero del planeta es el meridiano de Greenwich —la línea imaginaria que circunscribe la Tierra desde el Polo Norte hasta el Polo Sur, pasando por la ciudad homónima—. Es el equivalente al ecuador, pero en dirección norte-sur. Al igual que los paralelos, o “carreras”, existen las “calles# que se extienden de polo a polo y se denominan meridianos. La Tierra cuenta con 360 meridianos en la circunferencia completa de 360°; cada uno representa un grado de distancia este-oeste. La distancia entre meridiano y meridiano se llama longitud y se mide desde el meridiano de Greenwich (0°) hasta los 180° al este y los 180° al oeste.  

Riohacha, Uribia y Manaure ¡tortuguicidas! 

En mar adentro la tasa de mortalidad de las tortugas sigue siendo alarmante. Enfrentan múltiples amenazas: depredadores naturales como peces grandes, tiburones y pulpos; la pesca incidental y criminal en lugares como Riohacha, Uribia y Manaure; la contaminación (especialmente el plástico, que confunden con medusas); y la destrucción de playas de anidación debido al desarrollo costero. De los 363 bebés que alcanzaron el mar ese día, Rosita de los Vientos fue la única que llegó a la madurez sexual. 

El astrolabio y la ballestilla 

La Niña, la Pinta y la Santa María solo sabían que se encontraban en latitud norte navegando rumbo oeste. Colon, sus pilotos y capitanes, que únicamente contaban con brújula, rosa de los vientos, astrolabio, ballestilla y la observación del Sol y las estrellas —en especial la estrella polar, ignoraban por completo la longitud. Faltaban cinco siglos para inventar el GPS. 

Figura 5. El astrolabio al apuntar un astro alineado con el ojo humano mide la altura y el ángulo entre este y el horizonte, así calcula la latitud de un punto náutico. El cálculo de la longitud solo fue posible con el cronómetro marino de John Harrison inventado en 1735.

¡Depreda! ¡Depreda! ¡Sobrevive! Una orden del más allá biológico  

Rosita, embutida en una dura armadura ancestral, un caparazón cóncavo, dotada de gruesas aletas y poderosas mandíbulas, era una depredadora carnívora letal. Además, provista de una brújula y un mapa genéticos, recorría el vasto Océano Atlántico con una precisión implacable y una malicia depredadora impecable. Al decir de Richard Dawkins, era una orden de sus genes egoístas.  

Durante sus setenta años de depredadora activa, recorrió ciento cuarenta mil kilómetros con una precisión magnética milimétricamente cuadriculada por “calles” y “carreras” de la vasta oceanografía atlántica, aplastando y devorando moluscos, crustáceos, erizos de mar, medusas y otros invertebrados marinos, peces pequeños y huevos de peces. 

Figura 6. Rosita de los Vientos en plena juventud idealizada con inspiración magnética gracias a la colaboración de ChatGPT-4, navegando plácidamente en algún lugar del Giro del Atlántico Norte, bien lejos de Riohacha, Uribia y Manaure.

Zugunrube 

Tras satisfacer sus deseos y apetitos venéreos y gastronómicos —había alcanzado la madurez sexual a los 25 años—, Rosita, arrastrada y acosada por un poderoso sentimiento orgánico activó su sistema de geoposicionamiento. Buscó los vientos y las corrientes del Giro Atlántico Norte que la llevarían de regreso a casa, y le puso “play”. La ansiedad migratoria por el retorno, esa impaciencia visceral por volver, —el Zugunrube dicen los alemanes— la acosaba irresistiblemente. 

Figura 7. Representación simbólica de una doble hélice del ADN sexual de una neurona de Rosita especializada en identidad femenina, orientación heterosexual y comportamiento de madre, evolucionada desde hace cien millones de años. Ilustración realizada con la colaboración de ChatGPT-4.  

El GPS: una constelación de 24 lunas artificiales 

En la actualidad, la nomenclatura exacta de “calles” y “carreras” de cualquier punto sobre la superficie terrestre puede viajar en forma de datos digitales a la velocidad de la luz. Esto es posible gracias a una constelación de 24 satélites que orbitan a una altitud de 20,200 kilómetros. Impulsados por paneles solares y baterías recargables para periodos de sombra, estos satélites transmiten señales mediante ondas de radio. 

El sistema cubre toda la superficie terrestre, garantizando una cobertura global constante. Los receptores en la Tierra, los dispositivos GPS —Global Positioning System—, reciben estas señales y determinan la posición exacta del usuario en cualquier punto del planeta calculando la distancia a partir de las señales de al menos cuatro satélites diferentes. Este cálculo es independiente de las condiciones meteorológicas, lo que hace que el sistema sea confiable para navegación y posicionamiento en cualquier lugar y momento.  

El zugunrube migratorio  

La pulsión migratoria, profundamente arraigada en la conciencia del reino animal, además de en las ballenas, está presente en aves como los albatros, pingüinos, pardelas pichonetas y algunos cuervos; en mamíferos como las ratas topo y los murciélagos morenos; en peces como los salmones y las anguilas europeas; en insectos como las polillas australianas bongong y las mariposas monarca norteamericanas; y en reptiles como las tortugas marinas. 

Este don evolutivo les confiere una brújula y un mapa naturales que les permiten orientarse y navegar por el vasto paisaje del planeta, una habilidad náutica que los humanos no poseemos. 

Migrar o morir: una orden genómica 

Los genomas —la totalidad de la información genética de un individuo— de Fernando de Aragón, su consorte Isabel de Castilla, de Colon, los millones de migrantes desarraigados y sufrientes de hoy, y Rosita de los Vientos, aunque divergieron hace 300 millones de años y comparten el 60% de su información genética, obedecen ciegamente, al igual que todos los genomas habidos y por haber, al mismo mandato imperativo del ADN: existir, sobrevivir y multiplicarse. 

Bajo el asedio constante de la extinción y en obediencia a esta orden de la naturaleza, el ADN animal se ha especializado a lo largo de la evolución en tres funciones vitales primarias: la alimentación, la actividad sexual y reproductiva, y el cuidado de las crías. A estas, la evolución seleccionó una cuarta función y se la asignó a algunas especies, entre ellas al Homo sapiens:  la migración. Las historias épicas de Rosita y de Colon son una vívida escena de los imperativos mandatos de la biología migratoria. 

Entre los animales migrantes, el ser humano ha sido el más exitoso desde que, hace 70.000 años, sintió un fuerte zugunrube y salió disparado de África en busca de asegurar su existencia, supervivencia y reproducción. La migración permitió al Homo sapiens escapar de las condiciones adversas africanas, aprovechar recursos en nuevos territorios y garantizar su éxito como especie dominante y máxima depredadora del planeta. 

Aquel genoma egoísta, migrante y depredador, desde el mismo instante en que su madre lo enterró en su huevo en Boca Ratón, marcaría con precisión genética el destino de Rosita de los Vientos. Como un profeta bíblico, le dictaría con exactitud qué debía hacer y, sobre todo, qué evitar como hembra para existir, sobrevivir y multiplicarse bajo la caparazón de una tortuga de la especie Caretta caretta

Filopatria: el sentimiento genético de nación 

Con precisión satelital, llegó una luminosa madrugada a Boca Ratón, a los mismos granos gruesos y aireados de su arena natal. El Zugunrube era maternal: Rosita de los Vientos estaba embarazada. Tras cavar un nido y asegurarse, husmeando y comprobando, de que las condiciones de oxigenación, humedad y temperatura (las tortugas nacen macho o hembras dependiendo del calor que reciban los huevos) fueran las adecuadas, depositó cuidadosamente ochenta y cuatro huevos fértiles y los enterró con esmero de madre. 

Figura 8. Representación simbólica de una doble hélice de ADN maternal de una neurona de Rosita especializada en cuidado parental, evolucionada desde hace cien millones de años. Ilustración realizada con la colaboración de ChatGPT-4.  

Este sentimiento genético de amor a la patria, este llamado ancestral inscrito en los genes de Rosita, este mandato de la biología al servicio de la evolución —tan distinto del nacionalismo, la xenofobia y el chauvinismo humanos—, la obliga a regresar a Boca Ratón cada tres o cuatro años. Es una victoria de la vida y de la especie Caretta caretta, incluso frente a las adversidades impuestas por los riohacheros, uribieros y manaureros. 

El mundo magnético 

 La superficie de la Tierra está cartografiada de manera magnética en “calles” y “carreras”. El globo terráqueo está arropado en su totalidad por una neblina invisible: un manto magnético imperceptible para los sentidos humanos, conocida como campo geomagnético. Este manto, que brota desde el núcleo del planeta gracias al hierro y el níquel fundidos, es una entidad física como la luz, la gravedad, la electricidad, los átomos, el sonido o las ondas de radio, y como tal, posee propiedades específicas que la distinguen de las demás. 

Al envolver una esfera, el campo geomagnético no se distribuye de manera uniforme sobre toda la superficie del globo. Por ello, su fuerza y dirección varían en cada punto terrestre, configurando una combinación única en cada ubicación. La fuerza de este campo se denomina intensidad y su dirección, inclinación. Juntas —de manera similar a la latitud y la longitud—, actúan como coordenadas, esto permite que el campo geomagnético funcione como un mapa natural de los océanos. 

El yo magnético de las ballenas 

¿Por qué se varan las ballenas? 

Las ballenas quedan varadas porque pierden su conciencia magnética —un sentido con que ellas tocan el mundo y el mundo las toca a ellas—. Esto ocurre cuando el manto geomagnético de la Tierra es alterado por las rabietas solares. Estas tormentas cósmicas lanzan chorros de radiación y partículas cargadas que forman una espesa nube electromagnética que, al tropezar y colisionar con el campo geomagnético modifican su intensidad y dirección.    

Las ballenas, como las tortugas marinas y otros grandes viajeros naturales, tienen una mente magnética, una conciencia magnética, un yo magnético, un sentido magnético —una brújula y un mapa biológicos— evolucionado para percibir la intensidad y dirección del campo geomagnético de la Tierra. Cuando este entorno magnético se altera, su mapa y su brújula genéticos se desconciertan, esto las desorientan y si están próximas a una orilla terminan varadas. 

La conciencia magnética en el reino animal 

 El sentido magnético está profundamente arraigado genéticamente en el reino animal desde tiempos inmemoriales. Centenas de millones de años antes de que los humanos inventaran la brújula, la rosa de los vientos, el astrolabio, la ballestilla y el GPS; el ADN de muchas especies ya había desarrollado la capacidad biológica de dominar el sistema de coordenadas geomagnéticas de la Tierra.  

Figura 9. Sistema de Posicionamiento Global Magnético. Representación simbólica de una doble hélice de ADN de una neurona mental del cerebro de un animal migratorio, especializada evolutivamente desde hace decenas de millones de años en posicionamiento global y orientación geoespacial. Ilustración realizada con la colaboración de ChatGPT-4.  

Además de las ballenas, el sentido de la magnetorrecepción está presente en las tortugas marinas como Rosita de los Vientos, en muchos pájaros migratorios y aves como los albatros, pingüinos, pardelas pichonetas y algunos cuervos; en mamíferos como las ratas topo y los murciélagos morenos; en peces como los salmones y las anguilas europeas; en insectos como las polillas australianas bongong y las mariposas monarca norteamericanas. 

Este sentido les permite ubicar su yo con precisión orbital en cualquier punto de la superficie terrestre y navegar dejando arrastrar su conciencia correctamente hacia destinos específicos, incluso a miles de kilómetros de distancia ida y vuelta. 

Una brújula y un mapa en la retina y el cerebro 

La topografía geomagnética se puede leer. En la retina y el cerebro de estos animales existe un sistema físico-químico-neurológico que les permite captar tanto la intensidad como la dirección del campo magnético terrestre. Este sofisticado equipamiento técnico es fundamental para que puedan navegar miles de kilómetros por “calles” y “carreras” —longitud y latitud— a lo largo y ancho del globo terráqueo con asombrosa precisión. 

Una proteína fotosensible llamada criptocromo, al ser impactada por el espectro azul de la luz solar, genera radicales libres que interactúan con las coordenadas del campo magnético, lo que permite al cerebro del animal interpretar esta información y “leer” el campo magnético de la Tierra. Este sistema se complementa con otros sentidos, como la misma percepción visual de elementos geográficos y la posición del sol. 

Figura 10. Rosita de los Vientos idealizada magnéticamente con la colaboración de ChatGPT4. Los criptocromos, ubicados en las neuronas de la retina, al ser impactados por el espectro azul de la luz del sol, desencadenan un proceso que permite a estas neuronas transmitir información eléctrica relacionada con datos del campo geomagnético (intensidad y dirección) desde la retina hasta el cerebro a través del nervio óptico. 

Conciencias eléctrica y sonora en el reino animal 

Al igual que la conciencia magnética conecta los “yo” de algunas especies con su entorno, los “yo” de los peces eléctricos, murciélagos y delfines se conectan con sus respectivos entornos a través de campos eléctricos y ondas de ecolocación. Así, podemos afirmar que los peces eléctricos utilizan una conciencia eléctrica, mientras que los quirópteros y delfines recurren a una conciencia sonora para sobrevivir.  

La electrorrecepción —o sentido eléctrico— de tiburones, rayas y otros peces eléctricos les permite percibir, a través de su propio campo eléctrico, los campos eléctricos generados por otros organismos u objetos en su entorno acuático. Esta habilidad resulta especialmente útil en aguas turbias o durante la noche, cuando la visibilidad es limitada, facilitando así la localización y captura de sus presas. 

Los murciélagos emiten ultrasonidos que rebotan en insectos y otros objetos en su entorno. Al analizar el eco pueden identificar no solo la ubicación de sus presas, sino también su tamaño y textura. Esta habilidad depredadora permite a los murciélagos cazar en completa oscuridad, un logro sensorial impresionante. 

Los delfines emplean un sistema similar, emitiendo clics de alta frecuencia que se propagan a través del agua. Al interpretar los ecos que regresan, son capaces de detectar detalles de su entorno, incluso a largas distancias. Esta ecolocación acuática es extraordinariamente precisa gracias a la densidad del agua, permitiendo a los delfines “ver” de manera ecográfica incluso los órganos internos de otros animales. 

Primero fue la física y la química, después la conciencia 

Primero fue la superficie, después el tacto 

Primero fue la rama, después la mano del simio 

Primero fue la luz del sol, después el sentido de la vista 

Primero fueron las moléculas gustativas, después el gusto 

Primero fueron las moléculas odoríferas, después el sentido del olfato 

Primero fueron las ondas sonoras, después los sentidos del oído y ecolocalización 

Primero fueron los electrones, después la electricidad y después el sentido eléctrico 

Primero fue el hierro de la Tierra y las ondas magnéticas, después el sentido magnético 

La conciencia: un software evolutivo de supervivencia 

​​ ¡Si no eres consciente de que enfrente tienes un muro te estrellas contra él! 

La conciencia es el procesamiento mental de la interacción del yo animal con su entorno. Cuando la biología animal decidió inventar el movimiento voluntario se vio obligada a inventar la conciencia. De este modo, el ADN teniendo como espejo la física y la química de cada entorno, construyó el yo de cada individuo dotando a las especies de sentidos, memoria, emociones, sentimientos y pensamientos.   

Todos los animales poseen un “yo” —una individualidad e iniciativa privada inherentes a su ser— una subjetividad que lo impulsa a existir, sobrevivir y multiplicarse, una conciencia existencial acorde con las capacidades mentales de su cerebro.

Figura 11. La conciencia es una construcción modular de la biología evolutiva. Se estructura en el cerebro a partir de la captación del entorno a través de los sentidos, percepción que es almacenada y procesada en forma de recuerdos por la memoria y modulada por las emociones, los sentimientos y los pensamientos de cada “yo” individual y subjetivo. 

La conciencia y el “yo” humanos son los más evolucionados en el planeta. Tenemos cinco sentidos —vista, oído, tacto, gusto, y olfato— cientos de poderosas memorias y un robusto cerebro emocional, sentimental y de razonamiento abstracto.  

La clase de sociedad y de orden social de cada especie animal depende de la capacidad mental de su cerebro para resolver y crear problemas.   

Crédito de imágenes 

Figura 3. Las corrientes del Atlántico Norte. Publicado por Juan González-Aller Lacalle | Mar 23, 2023 | Meteorología y Oceanografía para Navegantes Oceánicos  

Figura5. Astrolabio: https://www.youtube.com/watch?v=LzPqPUtz7Tc 

Bibliografía brevemente comentada con la cooperación de chatGpt-4 

I. Ciclo de vida de las tortugas bobas (Caretta caretta)  

1. Miller, J.D. (1997). “Reproduction in Sea Turtles.” En The Biology of Sea Turtles (pp. 51-81), editado por Peter L. Lutz y John A. Musick. CRC Press. 

Este libro ofrece una descripción general de la biología reproductiva de las tortugas marinas, incluyendo los patrones de anidación de Caretta caretta y su fidelidad a las playas natales. 

    2. Bolten, A.B. (2003). “Active Swimmers – Passive Drifters: The Oceanic Juvenile Stage of Loggerheads in the Atlantic System.” En Loggerhead Sea Turtles (pp. 63-78), editado por A. B. Bolten y B. E. Witherington. Smithsonian Institution Press. 

    Este capítulo describe cómo las tortugas bobas jóvenes utilizan las corrientes del Giro del Atlántico Norte para dispersarse hacia áreas de alimentación en el Atlántico. 

      3. Lohmann, K.J., Putman, N.F., & Lohmann, C.M.F. (2008). “Geomagnetic Imprinting: A Unifying Hypothesis of Long-Distance Natal Homing in Salmon and Sea Turtles.” Proceedings of the National Academy of Sciences, 105(49), 19096-19101. 

        Este artículo explora el fenómeno de “impresión geomagnética”, sugiriendo que las tortugas bobas pueden regresar a sus playas natales utilizando el campo magnético terrestre como guía. 

        4. Plotkin, P. (Ed.). (2007). Biology and Conservation of Ridley Sea Turtles. Johns Hopkins University Press. 

          Aunque está centrado en tortugas Ridley, este texto incluye comparaciones y datos relevantes sobre las migraciones y el retorno de las tortugas bobas a las playas de Florida. 

          5. Witherington, B., & Frazer, N. (2003). “Social and Economic Aspects of Sea Turtle Conservation.” En Loggerhead Sea Turtles (pp. 355-379), editado por A. B. Bolten y B. E. Witherington. Smithsonian Institution Press. 

            Este capítulo también aborda las rutas migratorias de las tortugas bobas y su importancia en el contexto del Giro del Atlántico Norte y la conservación. 

            II. Longevidad y madurez sexual de las tortugas bobas (Caretta caretta) 

              6. Avens, L., & Snover, M. L. (2013). “Age and size at maturation and adult-stage duration in loggerhead sea turtles (Caretta caretta) from the western North Atlantic.” Marine Biology, 160(1), 37–54. 

                Este estudio examina el tiempo que tarda la tortuga boba en alcanzar la madurez sexual y sus posibles períodos de longevidad. 

                7. Casale, P., & Heppell, S. S. (2016). “How much sea turtle bycatch is too much? A stationary age distribution model for simulating population abundance and potential biological removal in the Mediterranean.” Endangered Species Research, 29(3), 239-254. 

                  Discute las tasas de madurez y factores que afectan la longevidad, además de evaluar el impacto de la mortalidad.  

                  8. Bjorndal, K. A., & Bolten, A. B. (1988). “Growth rates of juvenile loggerheads, Caretta caretta, in the southern Bahamas.” Journal of Herpetology, 22(4), 480–482. 

                  Aunque este estudio se realizó en las Bahamas, sus hallazgos sobre las tasas de crecimiento de las tortugas juveniles son relevantes para las poblaciones de Florida, ya que comparten rutas migratorias y hábitats similares. 

                    III. Amenazas a la supervivencia de las tortugas bobas (Caretta caretta) 

                      9. Schuyler, Q. A., Wilcox, C., Townsend, K., Hardesty, B. D., & Marshall, N. J. (2014). “Mistaken identity? Visual similarities of marine debris to natural prey items of sea turtles.” BMC Ecology, 14, 14. 

                        Este estudio explora la problemática de la contaminación plástica y cómo las tortugas suelen confundir el plástico con medusas, aumentando el riesgo de ingestión y mortalidad. 

                        10. Wallace, B. P., Kot, C. Y., DiMatteo, A. D., Lee, T., Crowder, L. B., & Lewison, R. L. (2013). “Impacts of fisheries bycatch on marine turtle populations worldwide: toward conservation and research priorities.” Ecosphere, 4(3), 1–49. 

                        Examina la mortalidad incidental debido a la pesca, una de las mayores amenazas para las tortugas bobas en todo el mundo. 

                          11. Witherington, B., Hirama, S., & Mosier, A. (2003). “Effects of beach armoring structures on marine turtle nesting.” Florida Fish and Wildlife Conservation Commission. 

                            Analiza el efecto de las estructuras costeras artificiales en Florida, como muros y rompeolas, que limitan el acceso de las tortugas a las playas de anidación, así como el impacto en la tasa de éxito de los nidos. 

                            12. Foley, A. M., Peck, S. A., & Harman, G. R. (2006). “Effects of sand characteristics and inundation on the hatching success of loggerhead sea turtle (Caretta caretta) clutches on low-relief mangrove islands in southwest Florida.” Chelonian Conservation and Biology, 5(1), 32–41. 

                              En este estudio, se analiza cómo las características de las playas en Florida, como el tipo de arena y el riesgo de inundación, afectan la tasa de eclosión de las tortugas bobas. 

                              13. Witherington, B. E., Hirama, S., & Mosier, A. (2011). “Sea turtle responses to barriers on their nesting beach.” Journal of Experimental Marine Biology and Ecology, 401(1-2), 1–6. 

                                Analiza las amenazas en las playas de anidación, como el desarrollo costero y los depredadores, que afectan a las tortugas bobas en sus primeras etapas de vida. 

                                IV. Estudios de mortalidad incidental por pesca en el Atlántico occidental 

                                14. Lewison, R. L., & Crowder, L. B. (2007). “Putting longline bycatch of sea turtles into perspective.” Conservation Biology, 21(1), 79–86. 

                                  Este estudio detalla el impacto de la pesca de palangre en las tortugas bobas en el Atlántico occidental, especialmente en áreas de pesca cerca de la costa de Florida. 

                                  15. Hart, K. M., & Fujisaki, I. (2010). “Overwintering behavior of the loggerhead sea turtle (Caretta caretta) in the Northwest Atlantic Ocean.” Marine Biology, 157(2), 355–362. 

                                    Documenta el comportamiento invernal de las tortugas bobas en el noroeste del Atlántico, incluyendo zonas cercanas a Florida, y cómo estas migraciones afectan su exposición a amenazas como la pesca y la contaminación. 

                                    V. Similitud genética y distancia evolutiva entre Homo sapiens y las tortugas 

                                      Similitud genética

                                      16. “Genómica comparada” del National Human Genome Research Institute. Este documento indica que los humanos y las moscas de la fruta comparten aproximadamente el 60% de sus genes, lo que sugiere que la similitud genética entre humanos y tortugas podría ser comparable.  

                                        Distancia evolutiva: 

                                        17. “Turtle” en Wikipedia. Este artículo detalla la evolución de las tortugas y su relación con otros vertebrados, proporcionando información sobre su divergencia evolutiva.  

                                          Ancestro común

                                          18. “El ‘habla’ entre tortugas apunta a un ancestro común con los humanos de hace 400 millones de años” en El País. Este artículo discute estudios que sugieren un ancestro común entre tortugas y humanos hace aproximadamente 400 millones de años.  

                                          VI. El sentido magnético en las ballenas y su relación con los varamientos 

                                          19. Granger, J., et al. (2020). “Gray whales strand more often on days with increased levels of atmospheric radio-frequency noise.” Current Biology, 30(4), R155-R156. 

                                          Este estudio encontró que las ballenas grises tienen una mayor probabilidad de vararse en días con alta actividad de manchas solares, sugiriendo que las tormentas solares pueden interferir con su capacidad de orientación magnética.  

                                          20. Klinowska, M. (1985). “Cetacean live stranding dates relate to geomagnetic disturbances.” Aquatic Mammals, 11(3), 109-119.  

                                          Este artículo analiza la correlación entre las fechas de varamientos de cetáceos y las perturbaciones geomagnéticas, indicando una posible dependencia de estos animales en el campo magnético terrestre para su navegación. 

                                          21. Kirschvink, J. L., et al. (1986). “Magnetite-based magnetoreception in animals: Orientation and navigation.” Journal of Experimental Biology, 120, 1-24. 

                                          Este estudio explora la presencia de magnetita en diversos animales, incluyendo mamíferos marinos, y su papel en la magnetorrecepción y navegación. 

                                          VII. Criptocromos en la retina y su implicación en la magnetorrecepción. 

                                          Tortugas marinas migratorias

                                          22. Lohmann, K. J., et al. (2008). “The Sensory Ecology of Ocean Navigation.” Journal of Experimental Biology, 211(11), 1719-1728.  

                                          ​​Este estudio discute cómo las tortugas marinas utilizan señales magnéticas para la navegación, sugiriendo la posible implicación de criptocromos en este mecanismo.​​ 

                                          23. Fuxjager, M. J., et al. (2011). “Orientation of Hatchling Loggerhead Sea Turtles to Regional Magnetic Fields Along a Transoceanic Migratory Pathway.” Journal of Experimental Biology, 214(14), 2504-2508.  

                                          ​​Los autores investigan cómo las tortugas marinas recién nacidas responden a campos magnéticos regionales, indicando la presencia de un sistema de detección magnética que podría involucrar criptocromos.​​ 

                                          24. Lohmann, K. J., & Lohmann, C. M. F. (1996). “Detection of Magnetic Inclination Angle by Sea Turtles: A Possible Mechanism for Determining Latitude.” Journal of Experimental Biology, 194(1), 23-32. ​​ 

                                          Este artículo explora cómo las tortugas marinas detectan la inclinación magnética para determinar la latitud, sugiriendo la participación de criptocromos en este proceso sensorial.​​ 

                                          Aves migratorias 

                                          25. Wiltschko, R., & Wiltschko, W. (2019). “Magnetoreception in Birds.” Journal of the Royal Society Interface, 16(158), 20190295. 

                                           Este estudio revisa la evidencia de la magnetorrecepción en aves, destacando el papel de los criptocromos en la retina como posibles receptores magnéticos.​​ 

                                          26. Mouritsen, H., et al. (2004). “Migratory Birds Use Head Scans to Detect the Direction of the Earth’s Magnetic Field.” Current Biology, 14(21), 1946-1949.  

                                          ​​Los autores demuestran que las aves migratorias utilizan movimientos de cabeza para detectar la dirección del campo magnético terrestre, sugiriendo la participación de criptocromos en este proceso.​​ 

                                          27. Ritz, T., et al. (2000). “A Model for Photoreceptor-Based Magnetoreception in Birds.” Nature, 406(6793), 183-186. ​​ 

                                          Este artículo propone un modelo en el que los criptocromos actúan como receptores magnéticos en las aves, basándose en la formación de pares de radicales sensibles al campo magnético.​​​​​​ 

                                          28. Hore, P. J., & Mouritsen, H. (2016). The Radical-Pair Mechanism of Magnetoreception. Annual Review of Biophysics, 45, 299-344. 

                                          Este artículo revisa el mecanismo de pares de radicales en la magnetorrecepción, destacando el papel de los criptocromos en las aves migratorias. 

                                          29. Xu, J., Jarocha, L. E., Zollitsch, T., Konowalczyk, M., Henbest, K. B., Richert, S., … & Mouritsen, H. (2021). Magnetic Sensitivity of Cryptochrome 4 from a Migratory Songbird. Nature, 594(7864), 535-540. 

                                          Este estudio demuestra la sensibilidad magnética del criptocromo 4 en aves migratorias, sugiriendo su papel en la brújula magnética. 

                                          VIII. Libro guía e inspirador: La inmensidad del mundo.   

                                          30. La inmensidad del mundo” es una obra del periodista científico Ed Yong (2023) que explora cómo los sentidos de los animales revelan dimensiones ocultas de nuestro entorno. Yong introduce el concepto de Umwelt, propuesto por el zoólogo Jakob von Uexküll, que se refiere al mundo perceptual único de cada especie. A través de este marco, el autor nos invita a imaginar cómo diferentes criaturas experimentan el mundo de maneras que trascienden nuestra comprensión humana. 

                                          Olfato y gusto: Se examina cómo los perros utilizan su agudo sentido del olfato para navegar su entorno y cómo las serpientes emplean su lengua bífida para rastrear olores.  

                                          Visión: Yong describe la extraordinaria visión de las arañas saltarinas, que poseen una visión de 360 grados, y cómo las aves pueden percibir una gama de colores que incluye el ultravioleta, inaccesible para los humanos.  

                                          Percepción de vibraciones y campos eléctricos: Se exploran las habilidades de ciertos insectos para comunicarse mediante vibraciones y cómo algunos peces utilizan campos eléctricos para orientarse y comunicarse.  

                                          – Ed Yong dedica secciones fascinantes de su libro a los sentidos de la ecolocación y la magnetorrecepción, destacando cómo estas capacidades únicas permiten a ciertas especies interactuar con su entorno de maneras que trascienden la percepción humana. 

                                          – Yong explica que la ecolocación, utilizada murciélagos y los delfines, es una habilidad sensorial basada en la emisión de sonidos y la interpretación de los ecos que rebotan de los objetos. Este mecanismo permite a los animales “ver” su entorno a través del sonido. 

                                          Los Murciélagos emiten ultrasonidos que rebotan en insectos y otros objetos en su entorno. Al analizar el eco, los murciélagos pueden identificar no solo la ubicación de sus presas, sino también su tamaño y textura. Yong destaca cómo esta habilidad permite a los murciélagos cazar en completa oscuridad, un logro sensorial impresionante. 

                                          – Los delfines utilizan un sistema similar, emitiendo clics de alta frecuencia que viajan a través del agua. Al recibir los ecos, pueden detectar detalles de su entorno, incluso a larga distancia.Yong describe cómo esta ecolocación acuática es aún más precisa debido a la densidad del agua, lo que permite a los delfines “ver” incluso los órganos internos de otros animales. 

                                          Yong utiliza estos ejemplos para ilustrar cómo los sentidos como la ecolocación y la magnetorrecepción no solo permiten a los animales sobrevivir, sino que les abren mundos sensoriales radicalmente diferentes al nuestro. Estos sistemas sensoriales avanzados, aunque a menudo invisibles para nosotros, son esenciales para entender la riqueza y la diversidad del reino animal. 

                                          A lo largo de la obra, Yong enfatiza la diversidad sensorial del reino animal y cómo cada especie ha desarrollado adaptaciones únicas para interactuar con su entorno. Además, reflexiona sobre el impacto de la actividad humana en estos mundos sensoriales, destacando cómo la contaminación lumínica y acústica puede alterar las percepciones de diversas especies. 

                                          En resumen, “La inmensidad del mundo” nos invita a expandir nuestra comprensión del mundo natural, reconociendo la riqueza de experiencias sensoriales que existen más allá de la percepción humana. 

                                          noviembre 23, 2024

                                          Deja un comentario

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