La anemia ferropénica, considerada la enfermedad más prevalente del mundo, afecta aproximadamente al 30 por ciento de la población, según cifras de la OMS y la anemia por enfermedad crónica (AEC) constituye la forma más frecuente de anemia en pacientes hospitalizados y críticos, y representa un tercio de las causas de anemia en adultos mayores.
Por Maricielo Acero Rodríguez – Editora Epicrisis
Las transfusiones de sangre son un tratamiento médico común para los pacientes que experimentan anemia (una deficiencia de glóbulos rojos en el torrente sanguíneo), sangrados o coagulopatías (enfermedades de la sangre que afectan a los cambios en el proceso de coagulación). Sin embargo, en los últimos años ha habido una creciente preocupación por los riesgos asociados con las transfusiones y la necesidad de un mejor manejo de la sangre del paciente.
El doctor Fredy Ariza Cadena, médico anestesiólogo y epidemiólogo de la Fundación Valle del Lili, docente de la Universidad ICESI, coordinador para LATAM de la Sociedad Iberoamericana de Patient Blood Management, miembro del comité de Educación Federación Mundial de Sociedades de Anestesiólogos dijo en la charla de Cita con el Experto del Colegio Médico Colombiano que si bien las transfusiones han sido una intervención que nos han acompañado desde hace muchas décadas y que han salvado muchas vidas, en ocasiones también han minado la salud de muchas personas.
“Las transfusiones son un tratamiento necesario en muchos casos, pero no están exentas de riesgos. Por eso, ahora tenemos un nuevo término que agrupa una cantidad de intervenciones; la gestión o el manejo de la sangre de los pacientes ha surgido como una alternativa importante para hacer rendir los recursos del sistema de salud y para mejorar los desenlaces de nuestros pacientes”, afirmó.
El enfoque terapéutico es hacer menos y mejorar más
La anemia ferropénica, considerada la enfermedad más prevalente del mundo, afecta aproximadamente al 30 por ciento de la población (más de 3000 millones de personas en todo el mundo), según cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la anemia por enfermedad crónica (AEC) constituye la forma más frecuente de anemia en pacientes hospitalizados y críticos, y representa un tercio de las causas de anemia en adultos mayores.
Hasta hace un tiempo la transfusión de sangre alogénica (utiliza sangre donada por otras personas) era la medida terapéutica más utilizada en estos casos. Según el doctor Ariza, eso hizo que se comenzara a transfundir a diestra y siniestra a pacientes anémicos solamente para corregir números o para mejorar ciertas condiciones, hasta que se hizo evidente que la transfusión sanguínea tenía dos o tres veces más riesgos, se empezaron a estudiar la cantidad de eventos adversos importantes y surgieron otras alternativas de tratamiento.
Si bien el manejo de la sangre del paciente es importante para todos los pacientes, es particularmente esencial para aquellos que están en riesgo de anemia. Esto incluye pacientes que tienen enfermedad renal crónica, que están recibiendo quimioterapia y que tienen trastornos hemorrágicos, entre otras condiciones médicas.
Los riesgos asociados con las transfusiones no siempre son evidentes de inmediato, pero pueden provocar una serie de complicaciones, incluidas reacciones alérgicas, autoinmunes, infecciones (sepsis), disfunción multiorgánica, sobrecarga circulatoria asociada a la transfusión (TACO) y lesión pulmonar aguda relacionada con la transfusión (TRALI).
A la luz de los riesgos asociados con las transfusiones, en el año 2007 apareció un estudio científico que empezó a modificar el manejo de la sangre del paciente. Eso implica el uso de una variedad de técnicas para conservar el suministro de sangre del paciente, minimizar el riesgo de complicaciones de transfusión y mejorar los resultados del paciente.
Uno de los objetivos principales del manejo de la sangre del paciente es reducir la necesidad de transfusiones. Esto se puede hacer a través de una variedad de medios, como optimizar los niveles de hemoglobina del paciente, reducir la pérdida de sangre durante las cirugías y usar medicamentos que estimulen la producción de glóbulos rojos. En ese orden de ideas, el doctor Ariza explicó que existen tres pilares en este nuevo enfoque terapéutico: 1. corregir la anemia y el déficit de hierro optimizando, detectando y corrigiendo los componentes del volumen sanguíneo del propio paciente. 2. Minimizar las pérdidas sanguíneas y evitar que el paciente entre en coagulopatía. 3. Utilizar de manera inteligente la respuesta fisiológica del paciente frente a la anemia.
El año pasado la OMS instó a poner en práctica los últimos conocimientos. “En la actualidad hay instituciones en todo el mundo que han desplazado su práctica hacia un abordaje restrictivo o menos liberal de las transfusiones, y han reportado una disminución en la tendencia de mortalidad y morbilidad de sangrados, eventos coronarios e infecciones bacterianas. ¡Quién iba a pensar que hacer menos era hacer más!”, exclamó el anestesiólogo.
Tratamiento de Fe, una opción
Hay muchas otras estrategias que se pueden emplear para reducir la necesidad de transfusiones, todas se apoyan en las necesidades y condiciones del paciente. Por ejemplo, minimizar las extracciones de sangre innecesarias y evitar el uso de productos sanguíneos ciertos puede ayudar a reducir la demanda de transfusiones.
Con el advenimiento del manejo de la sangre del paciente, muchos pacientes con riesgo de anemia ahora pueden evitar las transfusiones por completo. Por ejemplo, algunos pacientes pueden beneficiarse de suplementos de hierro, agentes estimulantes de la eritropoyetina, vitaminas o ácido fólico, los cuales pueden ayudar a estimular la producción de glóbulos rojos y reducir la necesidad de transfusiones.
En ese sentido, el doctor Ariza afirmó que con la firma de la Declaratoria de Santa Cruz durante el Congreso bianual de la Confederación Latinoamericana de Sociedades de Anestesiología (CLASA) todos los delegados de las Sociedades de Anestesiología del continente se comprometieron a hacer un llamado urgente a las autoridades para implementar las normativas que fomenten los principios que componen el “paquete de cuidado” denominado Gestión de la Sangre del Paciente (Patient Blood Management). “Necesitamos que desde el Ministerio de Salud, el Instituto Nacional de Salud, las secretarias de salud y hasta las instituciones prestadoras de salud se superen las barreras para que con el mismo personal y las mismas instalaciones se pueda tener más acceso a tratamientos de ferroterapia, por ejemplo”, señaló el experto.
En conclusión, el manejo de la sangre del paciente es un enfoque revolucionario para la atención médica que tiene el potencial de mejorar drásticamente los resultados de los pacientes al tiempo que reduce los costos de atención médica. Al minimizar los riesgos asociados con las transfusiones y reducir la necesidad de hemoderivados, la gestión de la sangre del paciente puede ayudar a brindar una atención más eficaz y garantizar que los pacientes reciban un tratamiento seguro y personalizado.
Al optimizar los niveles de hemoglobina, reducir la pérdida de sangre durante las cirugías y usar una variedad de otras estrategias, como la ferroterapia, se puede ayudar a los pacientes a evitar las complicaciones asociadas con las transfusiones y lograr mejores resultados de salud. A medida que los encargados de la atención médica adopten este enfoque, se verán mejoras significativas en los resultados de los pacientes y en la calidad general de la atención.
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