Si durante los noventa muchos de los sistemas de salud de Latinoamérica se transformaron en esquemas de financiamiento apoyados en la competencia regulada, la eficacia en el funcionamiento de estos sistemas de administración está en tela de juicio. La privatización de empresas del Estado y la articulación de un modelo basado en la comercialización han conducido a un marcado deterioro de la atención en salud en toda la región.
En Colombia, el modelo de aseguramiento impuesto en la Ley 100 ha tenido un alto costo por el sacrificio del talento humano en salud. La posición dominante de aseguradores y prestadores no se compadece con el agravio al ejercicio profesional de la medicina y demás ciencias afines. La decisión de dar a las EPS, la mayoría empresas privadas, los recursos destinados a la salud con la hipótesis de que la competencia aumentaría la eficacia y la calidad, fue una ingenuidad. Los responsables han sido muchos, de muy variado perfil y participación política.
Cualquiera que conozca cómo funciona un sistema de salud y haya recopilado las experiencias de otros países, sabe que ningún modelo puede ser exitoso si no cuida de sus cuidadores. Durante los más de 20 años transcurridos y varias reformas de salud, la Ley Estatutaria al fin puso atención a dos de los más grandes problemas: la autonomía y las condiciones dignas de trabajo.
Sin embargo, dos años después de la aprobación de la Ley, los profesionales de la salud siguen siendo los más perjudicados. La inestabilidad laboral, los abusos en las jornadas laborales, los bajos salarios, la pérdida de la seguridad social y la llegada de miles de profesionales extranjeros que entran como “Pedro por su casa” y comienzan a ejercer sin autorización o regulación, con una mano de obra más barata, tienen sumidos a nuestros médicos, odontólogos, enfermeras, terapeutas, entre otros, en una profunda crisis. No se trata de cerrar las fronteras o de negar oportunidades a los extranjeros, sino de combatir la ilegalidad. Los colegas serán bienvenidos siempre y cuando cumplan con los requisitos para poder ejercer en igualdad de condiciones.
La ausencia de liderazgo y la apatía delGobiernopara sacar adelante los contenidos de la Ley, hace que este colectivo se sienta cada día más intimidado, ofendido y esclavizado. La preocupación del Gobierno en la sostenibilidad financiera del sistema y en el control del gasto no ha permitido apuntar a la calidad. Olvida que si falta el trato digno y justo al ser humano, no es posible alcanzar los resultados esperados.
A pesar de las agresiones tanto físicas como jurídicas que atentan contra la ética de la profesión médica (Lex Artis), los médicos siguen defendiendo la dignidad del trabajo, cumpliendo con las obligaciones, respetando su promesa de servir y lo más importante, protegiendo la salud de los pacientes.
Habrá quienes apelen a formas legítimas de protesta para hacer valer sus derechos. Nunca antes existieron tantos cuestionamientos de los colegas para tomar acciones más radicales con el fin de ser escuchados.
Los Colegios, la Academia, los Gremios y las Sociedades Científicas tenemos opciones racionales dirigidas a incrementar la eficacia, la eficiencia y la calidad del sistema para humanizarlo nuevamente.
Precisamente, ladeclaratoria del Año del Talento Humano en Salud abrió el camino para reconocer las fortalezas y equivocaciones. Los principales logros han sido la unanimidad y solidaridad en torno al reclamo por la remuneración justa y digna para los trabajadores de la salud, como lo ordena la Ley Estatutaria.
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