Un ensayo neurocientífico, histórico y humanístico
Actualidad, Opinión

Un ensayo neurocientífico, histórico y humanístico


Parte III


El Domingo de Ramos y “El Renco”, el burro más erótico de Fonseca


Crónica Novelada


Por Stevenson Marulanda PlataPresidente del Colegio Médico Colombiano

Nación de burros ilustres

—¡Ajo! * Enrique Marulanda Aarón, como tu padre, alambre liso de ese que no revienta, dame un palito é yuca ahí, pa´ comémelo con leche de esa de “La Bejuquillo

Derrota del Diablo en Macho Bayo”. Acuarela de 69,5 x 79,7 cms. Colección: En busca de Francisco “El Hombre” de Jacobo Daponte V. Portada de mi libro: “La venganza del ángel malo. Raíces y alas de la música de acordeón y del vallenato”.

De roza en roza, de caridad en caridad, y de tramoya en tramoya, engarabitado en la angarilla de “Gasolina de Agua”, con una contenta pata de palo cruzada sobre la buena, feliz de la vida, se la pasaba este legendario pobre hombre. Un verdadero juglar de la mentira piadosa. Pícaro y noble callejero, deambulante histórico de los caminos reales de esta nación de ilustres burros juglares, consentido de los vecinos agrícolas y pastoriles de esta comarca del Magdalena Grande que fue, incluyendo a mi papá, quien efectivamente le regaló el harinoso tubérculo que el mocho Miguel Flores comió con desmandada fruición esa tarde fonsequera con la leche de su única vaca, que igual a “Gasolina de Agua”, también pastaba de contrabando.

La pierna la había perdido en un santiamén. Dormido, borracho en la carrilera del tren de bananos, apenas sintió un ardorcito de un relámpago acerado. La locomotora 26 de la United Fruit Company de Sevilla, la del primer turno del primer crepúsculo mañanero, en algún lugar de la Zona Bananera, se topó con su cuerpo inservible por la alta alcoholemia de ron barato,  tendido boca abajo al borde de la férrea línea cuando un rutinario y metálico chasquido, de tantos, de su pesado rodaje, soltó de su cuerpo su extremidad inferior izquierda por encima de la rodilla, que muy cómoda, como el cuello de Luis XVI en la guillotina, descansaba a merced de su filo y del peso y la velocidad del monstruo que se avecinaba,   que impío, como Robespierre con la cabeza regia, hizo volar ensangrentada por los aires de Macondo.

Este “Juglar de las rozas y de la mentira piadosa” jamás dijo una sola verdad. Liberal rebelde, leal acérrimo al caudillo Rafael Uribe Uribe, como presumía jactanciosamente, sostuvo hasta su memento mori, asesinado accidentalmente con una leche envenenada para animales de monte cuatreros de gallinas, de patos y de piscos, que había sido en el feroz combate en la plaza de Fonseca, en la Guerra de los Mil Días.

—La guerra en Fonseca comenzó de Pepe Escalante pa´lante. A mí me tocó el puesto de la torre, la godarria allá racatatá … racatatá, y nosotros aquí, tras pu … tras pu—.

Pregonaba en los sardineles altos del viejo pueblo y debajo de las umbrías inmensas de los ignotos y frescos palos de higuito, rodeado siempre de pueblo, ávido de sus juglarescos embustes.

La línea Liverpool Kingston Riohacha

Esta línea mercante fue una de las cuatro rutas que explotaron hasta la extremaunción, sin misericordia, desde la mitad del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX, dos de las bonanzas guajiras: la de perlas y la forestal de palos de tinturar telas europeas: el dividivi y el palo de Brasil; además de café, cueros de chivo, venado y ganado mayor. 

La asnería de ascendencia hebrea sefardita

Fueron dos varones y tres hembras, la asnería de ascendencia hebrea sefardita,  desembarcada de   la ruta Liverpool Kingston Riohacha en 1881, que llegó procedente de Jamaica en un bergantín oceánico propiedad de la compañía mercante Wilson & Peterson arraigada en Kingston, junto con un cargamento de vino, lino, artesanías de lujos, perfumes, ornamentos, utensilios, porcelanas, ropa, zapatos, harina procesada, medicamentos, whisky, escopetas para los indios y los contrabandistas, y un lote de cinco acordeones “Tornillo é Máquina”, sin acordeonistas. Los trajo mi tatarabuelo paterno, Henry Aarón, un judío sefardita inglés oriundo de Curazao, radicado en Riohacha desde 1860, socio de la Wilson & Peterson, que exportaba a Europa “frutos de la tierra” a cambio de las mercaderías antes relacionadas.

Raza de sangre mezclada: la “mancha blanca

En la segunda mitad del siglo XIX Riohacha era un puerto muy activo, por allí llegaron los inmigrantes europeos y asiáticos que luego se establecieron en el sur de La Guajira (Provincia de Padilla), Cesar, Magdalena y luego por toda Colombia. Así llegaron los judíos sefarditas: Aarón, Rois, Pinedo, Henríquez. Los holandeses: Daníes, Van Stralen, Weeber, Van Grieken, Van Leenden, Illidge. Los franceses: Dangond, Lacouture, Lafauri, Laborde, Bernier, Chapel, Dugand. Los italianos: Gnecco, Beraldinely, Cerchiaro, Annichiarico, Giovannetti, Canova. Los españoles: Daza, Baute, Molina, Ariza, Castro, Cotes. Y los sirios, libaneses y palestinos: Bendeck, Habib, Yamín, Saieh, Manzur, David, Muvdi, Zugbi, Massiri,  y los negros antillanos Pitre y Penso, entre otros, dejando aquí sus tenderetes de genes brincones que recombinados con africanos e indígenas somos la raza de sangre mezclada que hoy somos los guajiros.

La asnada de Francisco “El Hombre”

Obsequiada por su compadre Alfredo Aarón Celedón, nieto de Henry, por el toque de una cumbiamba en El Abra de Aarón en 1900 en plena guerra civil, eran una prosapia de tres hermosos pollinos descendientes de la asnada judía sefardita jamaiquina que había desembarcado en Riohacha en 1881.

 “Aguanta Callao”, “Aguanta Sereno” y “Aguanta Pesares” fueron los tres burros de Francisco Moscote, cada uno con diferente oficio y temperamento. “Callao”, el más reservado, “enchoyado” y coqueto, que usaba para enamorar y andar por ahí con mujeres furtivas, era la única memoria, después del hipocampo de Moscote, que sabía, con precisión eidética, cuantos amores callejeros tuvo “El Hombre”. “Pesares”, el pobre, de carácter estoico, sumiso y resiliente, era el del trabajo rústico en la roza, y “Sereno”, el más contento y dicharachero, el de la juglaría y de las cumbiambas, alto y cenizo, fue al que le tocó el almendrón y la dicha de presenciar la pelea y la paliza que Moscote le metió al Diablo.

La “piquería” con el Diablo

Esa madrugada, de juglaría y crepúsculo oscuro, montado en el gallardo, garboso y galán “Aguanta Sereno”, su veleidoso acordeón Tornillo é Máquina terciado, afinadísimo y con los once pitos y los dos bajos, como espuelas musicales aún sangrando, solito, íngrimo, regresaba a Macho Bayo. Veníade una cumbiamba en Treinta de derrotar en una justa de piquería de desquite al temible fonsequero Luis Pitre Gómez, donde también cayó herido de muerte “Nandito El Cubano” que acompañaba al negro Pitre como su asesor técnico. El Diablo, en un recodo del camino, de repente y a mansalva, como es su costumbre, lo asalta y lo agrede.  Fue un duro duelo de piquería de acordeón y cantos malignos y sacros, respectivamente, donde Moscote, ya “boquiando” y casi perdido, tocó el Credo al revés, y santo remedio.

“El verdugo del Diablo”. Acordeón “Tornillo é Máquina” de una sola hilera de diez pitos a la derecha y dos “bajos de cuchara” a la izquierda,con el que Francisco Moscote Gómez, “El Hombre”, derrotó al maligno en Macho Bayo en una piquería de toque y canto sacro y maligno, respectivamente. Reliquia de los primeros acordeones que los judíos sefarditas de Curazao trajeron a Colombia por Riohacha a finales del siglo XIX. Casa Museo del Acordeón de Valledupar. Fina cortesía de Beto Murgas

“Gasolina de Agua”, el burro de “EL Mocho Flores”.

 Muy joven, en 1940, de los corrales de Francisco “El Hombre”, vino “Gasolina de Agua” a dar vueltas y vueltas a las lacrimosas y gimientes ruedas del trapiche de molienda plantado en los glaucos tapetes de caña de Cañaverales (San Juan del Cesar) de María Aarón, la mamá de mi papá. Pasadas que fueron unas dos décadas de arduo trabajo, ya en su senectud, mi abuela paterna, ya viuda de Marulanda, se lo regaló al mocho, el embustero ese, para que se rebuscara “por ahí”.

“Arco Iris”, nuestra ruta escolar

Su resignado y mojino lomo, encorvado, cóncavo hacia arriba, y extremadamente largo, además de ponerlo al servicio de las faenas diarias de “Puyalito”, nuestra roza o pequeña finca de pan coger, era nuestra ruta escolar, cinco de nosotros, holgados ida y vuelta, a la escuela rural de la pequeña comarca, íbamos y veníamos, alegres y cómodos. “Arco Iris” fuehijo de “Gasolina de Agua” y progenitor de “El Renco”

“El Renco”

El protagonista de esta historia de históricos burros guajiros, era descendiente noble y directo del desembarco sefardita de 1881, y obvio, de la camada de Francisco “El Hombre”. “El Renco”, hijo de “Arco Iris” y nieto de “Gasolina de Agua”, fue un regalo de mí papá a la “Niña Pacha”, Francisca Daza Vidal, “la médica del pueblo”, hábil curandera, dueña de la primera botica de Fonseca, tía de José María “Chema” Gómez Daza, el compositor de “Compay Chipuco”, a fin de que le hiciera los domicilios y demás mandados y oficios propios del noble arte de curar y consolar enfermos.

Ya muy mayor, el fonsequero José María “Chema” Gómez con Carlos Vives, quien le grabó su afamado “Compay Chipuco”. Casa Museo del Acordeón de Valledupar. Fina cortesía de Beto Murgas.
“Compay Chipuco”. Juglar elemental de principios y mediados del siglo XX, campesino de la comarca guajira-vallenata, a quien el fonsequero José María “Chema” Gómez inmortalizara con su canto ídem. Casa Museo del Acordeón de Valledupar. Fina cortesía de Beto Murgas

Era un burro ambulancia y dispensador de medicamentos 24/7, lo que equivale hoy a la Atención Primaria en Salud. Como el “caballo blanco” del corrido de José Alfredo Jiménez, “El Renco”, renqueaba de la pata izquierda debido a un fatal mordisco ortopédico producto de una reyerta por un ataque de celos malignos con otro erótico semental.

“La Niña Pacha”, Francisca Daza Vidal (1875-1970), descendiente de los Daza españoles que entraron por Riohacha a mediados del siglo XIX,  tía de “Chema Gómez” el compositor de “Compay Chipuco” y dueña de “El Renco”, el protagonista de esta epopeya. Casa Museo del Vallenato de Fonseca. Fina cortesía de Carmen Lucina Rodríguez y David Hernández.

Placeres tengo”

Cuando tenía siete años vivía retozando en un burro que le llamaban “Placeres tengo”, recuerdo que ese burrito me lo dio mi viejo porque el pobre no tenía pa´ hacerme otro regalo….

Lleno de melancolía cantaba el juglar guajiro-vallenato Hernando Marín Lacouture, evocando la infancia, cuando de roza en roza, como el Mocho Flores en “Gasolina de agua”, andaba en su “Placeres tengo”, robando caña y frutos de pan coger. “Placeres” era hermano de padre de “El Renco”.

Parentela bíblica

Uno de Nazareth, Galilea, y el otro del propio Jerusalén, dos ejemplares de equus africanus asinus, parientes remotos del “El Renco”, trabajaron al servicio de la Sagrada Familia.

Al galileo, nazareno, también le tocó duro. Además del trabajo en la carpintería de San José, por orden de las leyes romanas, le tocó atravesar de norte a sur —desde Nazaret en Galilea, pasando por Jerusalén, hasta Belén en Judea—, los peligrosísimos territorios que el poderoso y sanguinario rey, mata niños, Herodes, gobernaba con el peor cerebro reptiliano que jamás haya existido en esas, tan santas tierras.  María, embarazada, con dolorosísimas contracciones de parto, de manera santa, inmaculada y virgen, posó su inmenso vientre sobre el lomo bendito del lejano pariente de “El Renco”. Obviamente, este es el asno que aparece en el pesebre navideño, púes a él, por obligación y ética de su especie, le tocó presenciar el parto, la limpieza, la sangre, el meconio, el primer llanto y el entierro de la placenta del niño divino.  

El otro pariente bíblico, ancestros de esta parentela costeña, fue un burro prestado. Aquél que, según San Mateo, brioso, contento y vanidoso encaramó su divina carga por la empinada ladera que subía a Jerusalén, y raudo pasó por su puerta, y entró triunfante a la Ciudad Eterna, con sus dos elegantes orejas peludas bien erectas, abiertas y exultantes sobre su gesto orgulloso bien alzado al cielo, oyendo la algazara de la multitud que alborotada ¡Hosanna!, los agasajaban a todo pulmón.

Era Yeschua, como decir Jesús hoy, que ya hombre, hecho y derecho, el mismísimo hijo de Dios, ya no en el vientre de María, volvía. Iba montado, el Rey de los Judíos en un burro —como Francisco “El Hombre” en “Aguanta Sereno” cuando victorioso entró a Macho Bayo—, haciendo su entrada triunfal a Jerusalén. ¡Oh Jerusalén! que el santo evangelista narra así:

Mateo. 11.1-11

Cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos, Jesús envió dos discípulos, diciéndoles: Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.  Y si alguien os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará. 

Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el profeta, cuando dijo:

Decid a la hija de Sion:

He aquí, tu Rey viene a ti,

Manso, y sentado sobre una asna,

Sobre un pollino, hijo de animal de carga.

Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó; y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos; y él se sentó encima. 

Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino. Y la gente que iba delante y la que iba detrás aclamaba, diciendo:

 ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas! 

Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo:

¿Quién es este?  

Y la gente decía: Este es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.

Entrada triunfante de Jesucristo a Jerusalén. Dibujo hecho con inteligencia virtual por Jorge Stevenson Marulanda Vargas.

Inevitable, cada vez que respiro incienso mi hipocampo y mi amígdala evocan a “El Renco”.

Aquél, era medio día del Domingo de Ramos. El primer día de la Semana Santa, que los cristianos usan para conmemorar y recalcarle al hipocampo (parte del cerebro que guarda los recuerdos de la memoria episódica) de la cristiandad, cada año la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. A la iglesia de San Agustín de Fonseca no le cabía ni un tinto. Estaba atestada ese día, de gente y de calor.  El antipático sopor, chillón, luminoso y refulgente, estaba cargado de olor ritual a incienso que yo esparcía. “El Renco”, o mejor, sus dopaminérgicas y eróticas neuronas reptilianas, empezaban a envilecerse de pecado carnal cuando una esbelta pollina wayuu atravesaba hacia el mercado la plaza frente a la iglesia en busca de abastecimiento de víveres para la ranchería de Mayamangloma. Mientras tanto, adentro, la fragante gomorresina se apoderaba de la conciencia del olfato humana que, aspirada por el bulbo olfatorio de la multitud, se guardó como recuerdo eterno en la amígdala cerebral y el hipocampo de cada uno de los presentes, sin excluir mi propio cerebro

Yo, bien vestido, bien bañado, bien motilado y bien educado, con las uñas limpias y bien cortadas, con mi sotana de monaguillo, roja impecable, con vivos de encajes blancos rodeando la falda y la cintura escapular, la cadenita del pote de hierro colado con brasero de quemar el incienso, el turíbulo, asida a mi mano derecha, meciéndola litúrgicamente, como Adolfo Pacheco a la Hamaca Grande en el Cerro de Maco de los Montes de María, era el monaguillo designado por el padre franciscano, Ricardo Alfara de Taroncher, de la provincia de Valencia, España, de sotana marrón oscuro y cíngulo blanco anudado a su bariátrica cintura pélvica, de que las católicas y ecuménicas nubes del fragante y aromático humo,  planearan por el soporífero aire de marzo, que furioso rebotaban los abanicos de mano de las señoras, apenas refrescado por los antillanos vientos alisios del nordeste, que, entrando por El Hatico, la tierra de Luis Enrique Martínez, el “Pollo Vallenato”, el heredero más vagabundo y grande de Francisco “El hombre”, sobrepasaban el rumor del Ranchería, y junto con la gritería de las chicharras de Semana Santa, irreverentes se metían a la iglesia de San Agustín de Fonseca.

El cerebro reptiliano erótico de “El Renco”

Fue en plena lectura. Me acuerdo nítido del Santo Evangelio según San Mateo, cuando irrumpieron las dos creaturas en tropelía. El follaje verde amarillento de los ramos de venas de palmas de coco, aún no bendecidos por el Padre Ricardo, recién cortados, se abrazaban, alzadas al cénit, desde las dos hileras de brazos y manos de la nave central de piso ajedrezado, formando un magnífico follaje arqueado en túnel abovedado como la archiata de los Jardines de Boboli de Florencia.

¿Quién es este?  

Por ahí iba el padre Ricardo, cuando paró en seco la mística lectura del santo evangelio según San Mateo.

Era “El Renco” de la “Niña Pacha”, el descendiente sefardí, que no resistió el barrejobo  de la libidinosa dopamina, y raudo atravesó la archiata con toda su enorme desnudez erótica desplegada, acorralando y tomando por asalto a la asustadísima pollina wayuu, y sin el más mínimo asomo de vergüenza ni recato, la poseyó de manera impune, atropellada y frenética, frente al altar mayor y la mirada desorbitada de la cara roja, más roja que nunca, de San Agustín de Hipona, nuestro santo patrono, y de los ojos vidriosos detrás de los lentes John Lennon del padre Ricardo, y atrás de los velillos faciales de toda la feligresía de las beatas fonsequeras y de las niñas del colegio de las monjas, y de los varones de “La vocacional”, “La Normal” y “La anexa”, que parados ocupaban las dos naves laterales.

El incendio venéreo

El neurotransmisor dopamina y su “circuito mesolímbico del deseo” meticulosamente bien puestos en nuestro cerebro reptiliano, evolucionaron para motivarnos a sobrevivir y reproducirnos. La evolución echó mano de la dopamina por la necesidad de motivar la supervivencia y la actividad procreadora, por eso cuesta resistirse a las demandas de los circuitos dopaminérgicos, sobre todo con algo tan importante a nivel evolutivo como es el placer del sexo, sin perjuicio de los demás gustos y placeres de la vida. El incendio venéreo, que hizo pecar al “El Renco”, a Eva y Adán, también lo sufrimos, o mejor, lo gozamos, los burros y todos los mamíferos del mundo, creados o evolucionados.

*” Ajo”, sufijo de carajo, que los provincianos de Padilla usamos mucho como interjección para denotar, demostrar y darle emoción y realce anímico a la oración o lenguaje preverbal a la que siempre va unido.  

Fonseca, La Guajira, Casa Chaneto, marzo 25 del 2023

marzo 26, 2023

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