Si bien ya se han identificado los aspectos que necesitan reformarse para que cualquier persona tenga acceso real a los servicios de salud, también es cierto que no tenemos el peor sistema de salud del mundo.
Por Dr. Roberto Baquero Haeberlin – expresidente Colegio Médico Colombiano
Las discusiones acerca de la conveniencia de que se apruebe la reforma a la salud que presentó el Gobierno están a la orden del día.
A lo largo de las últimas décadas se han debatido diferentes proyectos de Ley con el ánimo de enfrentar los desafíos comunes que surgen en todos los sistemas del mundo a medida que las dinámicas sociales evolucionan y se transforman; ningún proyecto ha dado con la fórmula mágica.
Si bien ya se han identificado los aspectos que necesitan reformarse para que cualquier persona tenga acceso real a los servicios de salud, también es cierto que no tenemos el peor sistema de salud del mundo.
Una de las principales justificaciones del Gobierno para tramitar la reforma es lograr que haya una mayor equidad; aunque la cobertura en el aseguramiento se incrementó hasta llegar al 99%, el acceso a los servicios de salud no creció de forma paralela.
Aumentar la equidad en atención médica requiere de una combinación de voluntad política, una lucha sin cuartel contra la corrupción y de estrategias que prioricen el acceso, la prevención y la atención primaria en salud.
Para ello el Gobierno insiste en acabar con las EPS y así poner fin a la intervención financiera para que los recursos se entreguen directamente a las instituciones prestadoras de salud. Existen razones suficientes para apoyar el giro directo universal, pero no se puede desconocer la experiencia acumulada por más de 30 años en la intermediación administrativa que han realizado con éxito las EPS.
Para organizar el nuevo modelo de de salud, donde cabe señalar que es muy diferente al que conocemos hoy, el Gobierno propone crear el Consejo Nacional de Salud conformado por más de 40 miembros, lo que a mi juicio va a resultar inoperante, ineficiente e incapaz de resolver los verdaderos problemas en materia de salud porque no tiene en cuenta al talento humano en salud.
Pero lo más preocupante es que para dar apoyo al Consejo Nacional se propone la creación de unas 60 entidades nuevas en los territorios, donde los antecedentes de corrupción han tenido como uno de los blancos favoritos los recursos públicos de la salud. Eso hace sospechar que la organización de las distintas redes en los territorios puede generar problemas más serios y acrecentar los existentes.
No podemos olvidar que no solo el recurso financiero es limitado, también el talento humano, la infraestructura y el equipamiento, especialmente en esa Colombia dispersa y profunda de la que tanto se habla.
Otro de los riesgos de la controvertida reforma es la estatización y burocratización del sistema. Se plantea que el Estado asuma el control, la administración y distribución de los servicios de salud, al tiempo que crea un monopolio a través de la Adres para manejar los recursos del aseguramiento en salud.
En este sentido, es importante hacer las reformas a que haya lugar para garantizar el derecho real, pero con las cuentas claras de cuánto costará para garantizar la sostenibilidad financiera y sin perpetuar los mismos males que nos han aquejado por años, llámense burocracia, clientelismo y corrupción.
Una de las formas más efectivas de garantizar la equidad en la atención sanitaria es abordando los determinantes sociales de la salud. A menudo la salud está asociada a factores externos a la atención médica, como el acceso a agua potable, la ingesta de alimentos saludables, la educación de calidad, los trabajos dignos y las viviendas seguras.
Por lo tanto, el modelo de salud que se adopte solamente puede contribuir a abordar las disparidades en el cuidado de la salud cuando se atiendan el conjunto de necesidades individuales y comunitarias.
En este momento se requieren grandes esfuerzos para llegar a acuerdos que construyan sobre lo construido. El modelo que resulte después del trámite por el Congreso seguirá teniendo grandes retos que afrontar, pues el aumento progresivo de los costos en salud es un problema mundial debido al aumento de la expectativa de vida, la incidencia de las enfermedades crónicas y al avance de la tecnología.
Es evidente que no existe un sistema ideal, pero es posible avanzar en la calidad y oportunidad de los servicios al combatir la corrupción y mejorar la transparencia.
De todos modos, persiste la gran duda: ¿de verdad se requiere de una nueva ley ordinaria que repita muchos de los puntos que ya se encuentran en leyes aprobadas y sancionadas? Si es por el giro directo, ya lo hace el subsidiado; el modelo que priorice la atención básica primaria, ya está establecido en la ley 1438; y la regularización del talento humano en salud, ya está en los convenios de trabajo digno con la OIT.
Entonces, ¿será necesaria una nueva ley o realmente lo único que falta es voluntad política?
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