Colombia sufre de septicemia anómica.
Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente Colegio Médico Colombiano
Finalizando el siglo XIX, el francés Émile Durkheim ꟷpadre de la sociologíaꟷ, inventó el término suicidio anómico.
Ciertamente, en su libro “El suicidio”, acuñó este concepto sociológico, para referirse al suicidio como un hecho social y no psicológico. En otras palabras, en condiciones de anomia, esta muerte auto infringida, deriva del caos proveniente de las graves alteraciones de la sociedad donde la pobre víctima vive, debido a la injusticia e impunidad por la falta de normas o por incumplimiento de las existentes.
De esta manera, agarrándose del griego, Durkheim llamó a este terrible mal social “anomia”: “a”, sin: “nomos”, norma.
Hoy, el término anomia se emplea en sociología moderna para referirse a la disfunción masiva de leyes, lo que conduce a falla de múltiples “órganos” o instituciones sociales y del Estado en sí mismo, como la justicia, el buen gobierno, el trabajo digno, la salud, la educación, la equidad, los valores morales; conduciendo a la sociedad al caos total y al regreso inexorable a las leyes de la selva primitiva, al pillaje más que la cooperación, y al mismo infierno de Leviatán.
En efecto, Durkheim sostenía que “la sociedad es la encargada de integrar y regular la conducta de cada uno de los individuos que la forman a partir del establecimiento de normas, con el fin de lograr un orden estable que les permita desarrollarse plenamente, pero si la sociedad no cumple adecuadamente esto, y entra en incumplimiento de reglas de buena conducta comúnmente admitidas, cae en una situación de anomia, pierde su fuerza para regular e integrar a los individuos, pudiendo producirse consecuencias adversas tales como el suicidio”.
En medicina existe un desorden equivalente: la Falla Orgánica Multisitémica (FOM) o septicemia. Este caos, también mortal, como la anomia, sucede cuando fallan conjuntamente los principales órganos que sostiene la vida: pulmón, riñón, hígado, corazón y cerebro, debido a una inflamación exagerada y sin control que los ataca uno por uno, a través de la misma sangre, que también se inflama.
Como podemos ver, tanto en la Falla Orgánica Multisitémica como en la anomia, reina el caos, cuya causa es la falta de regulación. En la FOM fallan las leyes del metabolismo y del funcionamiento de los órganos; y en la anomia, fallan las leyes y normas que garantizan la regulación social en general, y del individuo en particular.
En efecto, en su libro El suicidio, Durkheim estudia las causas y tipologías de esta letal conducta y encuentra que se caracteriza por una pérdida o supresión de valores: morales, religiosos y cívicos. Y, es esta disminución de valores, lo que conduce a la destrucción y la reducción del orden social. “Este estado lleva al individuo a tener miedo, angustia, inseguridad e insatisfacción y lo pueden conducir al suicidio”, dice el sabio social.
Durkheim consideró la anomia como un mal crónico de la sociedad de su tiempo, y el factor explicativo de un porcentaje significativo de suicidios de la Europa de finales del siglo XIX.
Algunos científicos sociales teóricos más recientes, apoyados en Durkheim, definieron el perfil mental y el comportamiento de los individuos anómicos, es decir, aquellos que sufrían el impacto profundo de una sociedad anómica: estado de ánimo roto, debilitado, desregulado, baja autoestima, insatisfacción y percepción negativa de la sociedad, pérdida de su sentido de cohesión social, percepción del trabajo rutinario y degradante, pérdida de la diferencia entre lo justo y lo injusto, lo legítimo y lo ilegítimo, desviación social y existencia de modelos de conducta marginales o no permitidas.
En este orden de ideas, Colombia es un Estado anómico. Es un cementerio nacional de leyes muertas de olvido voluntario, cómplice y ex profeso. Unas son mortinatas ¡ay hombe!. A otras, las pobrecitas, las matan la impunidad, la injusticia y la anomia antes del primer llanto. !Ay niñas!
Así ha sucedido con las que han intentado modificar o corregir los vicios comerciales abusivos de ley 100 de 1993, como la inocente y virginal ley Estatutaria, y todas las difuntas que prohíben el tráfico laboral a través de cooperativas y falsos sindicatos.
También están enterradas las que no permiten la contratación ilegal en forma de órdenes de prestación de servicios, que se han convertido en una verdadera pandemia laboral, tanto, que ya hacen parte del paisaje laboral, como si fuera lo más normal del mundo.
De igual manera, todas los fallos de las altas cortes que protegen a los trabajadores de la salud son letra muerta.
¡Oh anomia cruel e inmarcesible!
… Y peor aún, el legislativo proponiendo más leyes nuevas para dignificarnos y honrarnos como héroes, mártires y víctimas de la pandemia, en vez de hacerle un control político riguroso, constante y efectivo a la anomia, que es la que nos está matando de crisis existencial y desesperanza.
De este modo es que nuestro sistema sanitario y laboral, está abigarrado y apretujado, de leyes, decretos, planes, programas, estrategias, resoluciones, y fallos difuntos: muertos: occisos, víctimas de la anomia.
Desafortunadamente, esta condición anómica impacta de manera salvaje y cotidiana a un porcentaje importante, por no decir la inmensa mayoría, del talento humano que sirve y sostiene nuestro sistema de salud. Esto explica por qué, el “burn out” y el suicidio en los trabajadores de la salud en Colombia sean muy altos.
Moraleja: El derecho fundamental de la salud y la dignidad del talento humano que lo sirve, son utopías, “de verdad e´ verdad”, imposibles en una sociedad anómica, donde las diosas coronadas son la injusticia y la impunidad total.
!SOS!
¡Colombia está séptica! ¡Tiene la sangre inflamada! Está en Falla Orgánica Múltiple! Le fallaron los pulmones, los riñones, el hígado, el corazón y el cerebro, tiene anomia grave.
Bogotá marzo 5 del 2022.
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