Editorial

Violencia hacia los médicos: síntoma de una sociedad enferma


Las escasas estadísticas que existen en el país son aterradoras, pues indican que más del 95 por ciento de los profesionales de la salud han sido víctimas de violencia verbal y cerca del 30 por ciento de violencia física. Y no se trata de falta de respeto.


El cuerpo médico ha sido objeto de lesiones, secuestro, homicidio, acoso, amenazas, robos y arresto. La propia Organización Mundial de la Salud (OMS) denuncia que casi un 25 por ciento de todos los incidentes de violencia en el trabajo se producen en el sector sanitario.

Hace unas semanas registramos con gran dolor e indignación el vil asesinato de Cristian Camilo Julio Arteaga, un joven que entregó su vida por servir a la comunidad.

Esto solo demuestra que cada vez es más grave el problema de violencia hacia el profesional sanitario, sobre todo, hacia el médico.


La violencia, así como la corrupción, se volvieron cánceres sociales y nadie se escapa de los efectos de esa metástasis. Justicia, educación y salud, los tres pilares de una sociedad, hoy son seriamente cuestionados y amenazados.


Es hora de revisar la clase de educación que se está impartiendo. La crisis de valores morales en todas las esferas sociales evidencia la pobre calidad de la educación, pese a los constantes paros de maestros que dicen ser para una mejor educación.

Desde que desaparecieron las cátedras de cívica, urbanidad, de ética y humanismo la sociedad se vino en pique y ahora cada quien se toma la ley por sus manos.

Vivimos en una sociedad enferma y el hecho de ser médico, de portar una bata blanca, no da inmunidad frente a la violencia, que es un fenómeno cultural. La población olvida que los médicos también son víctimas de un sistema y que se encuentran en una situación de impotencia e indefensión frente al dolor y sufrimiento de los pacientes, así como frente a la indolencia e indiferencia de un modelo mercantilista e inhumano.

Este grado de precariedad en el sistema de salud se ha encargado de enfrentar a los pacientes con los médicos, lo que ha perjudicado la calidad de la atención en salud. Como si fuera poco, ha desconocido que los profesionales de la salud son los únicos que ponen la cara, los más interesados en ayudar y los que están pagando los platos rotos.


El médico es un amigo para el paciente, es un ser humano con las mismas necesidades y padecimientos; tanto médico como paciente juegan en el mismo equipo, pues del bienestar del uno influye directamente en el otro.


De ahí que la muerte de un médico afecte directamente a toda una comunidad. Aquí nadie gana. Como dice el doctor José Félix Patiño, la medicina es el manejo de la incertidumbre; es un arte, no una ciencia exacta, pues cada organismo reacciona de forma diferente ante una enfermedad, un medicamento o un tratamiento. Por lo tanto, no hay resultados predecibles.

La muerte de Cristian Camilo me toca en el alma porque tengo una hija que en los próximos meses comenzará el internado; siento miedo de lo que le espera y una profunda aflicción al ponerme en los zapatos de los padres de Cristian Camilo. El sacrificio de este joven médico también nos debe llevar a revisar si estamos cumpliendo a cabalidad con el juramento hipocrático.


La práctica poco ética de la medicina resulta imperdonable por presiones indebidas y abusivas de quienes ejercen una posición dominante al interior del sistema de salud.


En este momento los gremios médicos han hecho un llamado a la unidad para rechazar todo tipo de violencia hacia el personal sanitario. Es el momento de emprender una gran campaña de protección para dignificar el ejercicio de la medicina y también para buscar el amparo legal ante las diversas agresiones.

Es importante tomar medidas encaminadas a la prevención, a la atención del profesional agredido, al mejoramiento del entorno laboral y a la reducción de la tasa de violencia durante la misma consulta médica.

¡Ni un médico más!

enero 11, 2018

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