Si se me permite el símil, la pandemia de coronavirus es un gran drama que se centra en el hacer, en el actuar, y la acción y su naturaleza y desarrollo depende del conflicto.
Por Dr. José A. Posada Villa, Médico Psiquiatra – Grupo de investigación nuevas perspectivas en salud mental – UCMC
Aquí el conflicto es la oposición entre fuerzas que luchan por vencerse unas a otras. Un personaje desea obtener algo (protagonista) y uno o más personajes se oponen a sus deseos (antagonistas). Se establece de esa manera, una lucha que supone el triunfo de una de las dos fuerzas y la derrota de la otra. El conflicto desde su aparición hasta su resolución es una acción dramática.
La obra se inicia con la presentación del conflicto: qué hacen los personajes, qué buscan, qué temen, cómo se relacionan, etc. Es decir, se presentan las fuerzas, lo que buscan y los opositores. Posteriormente se da el desarrollo del conflicto: las fuerzas en pugna, se enfrentan, el conflicto se hace más intenso, pasando por momentos de tensión y distensión, hasta que llega a una fase en la cual alcanza su máxima tensión: el clímax. Por último, llega el desenlace. En este momento se resuelve el conflicto. Una de las fuerzas vence a la otra y se evidencia qué ocurre con ambas. El desenlace no siempre es explícito; en ocasiones queda abierto.
Apartándonos ya del símil teatral, lo que permiten inferir los conocimientos actuales en emergencias y desastres, y esta pandemia lo es, pasa por unas fases bien definidas. Por supuesto hay situaciones externas determinantes como son la respuesta de emergencia, la evaluación del daño o la recepción de ayudas sociales, económicas y de salud pública.
Estas son, en general las fases:
Fase de advertencia o amenaza. Cuando no hay un plan definido, las personas se sienten más vulnerables, inseguras y temerosas de lo impredecible. La percepción de que no tienen control sobre la situación para protegerse o proteger a sus seres queridos llega a ser muy estresante.
Fase de impacto. El tamaño del foco, de la afectación comunitaria y de las pérdidas personales asociadas con la pandemia, puede explicar la magnitud de los efectos emocionales. Dependiendo de las características del fenómeno, las reacciones de las personas y comunidades fluctúan de inhibición y parálisis, como de shock, a las menos comunes de pánico o disociación. Generalmente, las personas responden inicialmente con confusión e incredulidad y se concentran en la supervivencia y el bienestar físico personal y el de sus seres queridos.
Fase heroica. En esta fase, son prioridades las consecuencias inmediatas, la supervivencia y la atención a los familiares afectados y la búsqueda de seguridad. Puede ser necesaria la cuarentena. Para algunos, la desorientación post impacto da pie a que la situación estresante induzca comportamientos para salvar vidas y proteger la propiedad. Pero, si bien, el nivel de actividad puede ser alto, la efectividad es frecuentemente baja pues puede estar alterada la capacidad para evaluar los riesgos. En esta fase, el altruismo es alto. Las condiciones asociadas con la cuarentena tienen un gran significado emocional. Cuando hay peligro de enfermar o separación familiar durante esta, las personas frecuentemente experimentan reacciones de estrés agudo y si las familias no están juntas debido a los requerimientos de la cuarentena o a otros factores, un foco ansioso sobre el bienestar de los que no están presentes puede distraer de la atención necesaria para la solución de problemas inmediatos.
Fase de alivio o luna de miel. Por días o semanas, la ayuda gubernamental y de grupos voluntarios generalmente está disponible y los lazos comunitarios se ponen de manifiesto en el dar y recibir apoyo personal, organizacional y comunitario. Las personas muchas veces experimentan un corto período de sensación de optimismo pensando que la ayuda que recibirán solucionará todo.
En este ambiente, los factores estresantes abundan: discordias familiares, pérdidas financieras, disputas burocráticas y políticas, falta de tiempo, reconstrucción de cotidianidad y falta de recreación y tiempo libre.
Fase de inventario. Con el tiempo, las personas comienzan a reconocer los límites de la ayuda disponible para la situación y están exhaustos debido a las enormes y múltiples demandas del medio, de las presiones económicas y del estrés que produce la situación, y se pasa fácilmente del optimismo irreal inicialmente experimentado al desaliento y a la fatiga.
Fase de desilusión. Cuando los organismos de ayuda y los grupos de voluntarios comienzan a disminuir su acción, las personas se sienten abandonadas y resentidas. La realidad de las pérdidas y los límites y términos de la ayuda disponible se vuelve más palpable. En esta fase, las personas calculan la diferencia entre la ayuda que han recibido y lo que ellas requirieren para lograr de nuevo las condiciones y estilos de vida previos. En este ambiente, los factores estresantes abundan: discordias familiares, pérdidas financieras, disputas burocráticas y políticas, falta de tiempo, reconstrucción de cotidianidad y falta de recreación y tiempo libre. Los problemas de salud y las exacerbaciones de problemas físicos y mentales preexistentes van emergiendo y retroalimentando el estrés y la fatiga. Las comunidades menos afectadas por la pandemia van retornando a sus quehaceres y negocios cotidianos y esto desanima a las personas y comunidades más afectadas. Pueden aflorar malestar y resentimiento cuando las personas reciben apoyo económico que perciben como injusto para su situación personal o familiar y las divisiones minan la cohesión y el soporte comunitario.
Fase de reconstrucción o recuperación. La reconstrucción de los recursos laborales y económicos y la recuperación del bienestar físico y mental pueden continuar por meses después de la pandemia. Las personas tienen claro que necesitarán resolver los problemas para reconstruir ellos mismos sus proyectos de vida y van asumido gradualmente la responsabilidad de hacerlo y están enfrentados con la necesidad de reajustarse y reintegrarse en un nuevo entorno cuando todavía continúa añorando lo perdido. Las fuentes de apoyo emocional dentro de la familia pueden estar exhaustas y el apoyo social puede estar debilitado.
Cuando las personas llegan a hacer consciente el significado, el crecimiento personal y las oportunidades de desarrollo que brindan estas experiencias a pesar de las pérdidas y el dolor, se puede decir que van por el camino de la recuperación.
Si bien la pandemia puede producir graves pérdidas que cambian la vida, también conllevan la oportunidad de reconocer las fortalezas personales y reexaminar las prioridades de la existencia.
Los individuos y las comunidades progresan a través de esas fases a diferentes ritmos, dependiendo del grado y naturaleza de la exposición a la pandemia. Esta progresión no necesariamente es lineal o secuencial, ya que cada persona y comunidad llevan características únicas para el proceso de recuperación.
Las variables individuales tales como la resiliencia emocional, el apoyo social y los recursos económicos influyen en la capacidad de los sobrevivientes para moverse a través del proceso.
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