Cuando las condiciones hospitalarias para la atención hospitalaria de cuidados intensivos de los pacientes que lo requieran no son las adecuadas, es necesario recurrir a medidas urgentes para solucionar la emergencia.
Por Doctor José Edgar Duque – Asesor médico del Consorcio Aristizabal Velasquez Abogados Ltda.
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Hace muchos años, cuando estudiaba medicina en la ciudad de Bogotá, de visita en una residencia de la avenida 19 con calle 100, en el separador de la avenida, al frente de la clínica Barraquer, existía una señora que vendía frutas y que tenía dos hijos, pareja de cuatro y cinco años. Estos niños cruzaban la calle 100 y la avenida 19 con mucha frecuencia y a pesar del intenso tráfico de la zona, nunca tenían o provocaban accidentes.
Este ejemplo ilustra la forma en que se crean mecanismos de defensa para evitar catástrofes en la vida de las personas; ¿qué ocurriría si a los niños de la avenida 19 se les cambiará el entorno? Seguramente serían víctimas de accidentes de tránsito, a veces mortales, pero no con la frecuencia que tendrían aquellos niños que no tuvieran experiencias previas de exposición al tráfico.
Pienso que los profesionales de la salud están en circunstancias similares al asumir la atención de los pacientes con enfermedades infecciosas, algunas para las cuales existen vacunas que los defenderían, otras para las que los individuos crearían sus propios mecanismos de defensa y los menos que podrían padecer las enfermedades con sus consecuencias, cómo lo sufrirían los primo-expuestos o aquellos con compromiso de su sistema inmunológico.
La reciente aparición del nuevo agente infeccioso, el coronavirus, que ha desencadenado una declarada pandemia, nos ha puesto a pensar nuevamente en el tema y ha revivido el llamado heroísmo del cuerpo médico, al enfrentar con decisión y filosofía hipocrática la atención de la salud para salvar al mayor número de contagios y la vida de aquellos que sufren la enfermedad.
Mi visión del problema es que este heroísmo es reiterativo, que cuando hablamos del cuerpo médico estamos incluyendo a todo el personal de salud como médicos generales y especialistas, odontólogos, enfermeros, terapistas respiratorios, fisioterapeutas, auxiliares clínicas de enfermería y odontología, instrumentadoras quirúrgicas, entre otros, todos ellos merecedores del calificativo de héroes y que, como lo han manifestado, no tienen en el sistema nacional de salud los mecanismos de defensa ni los elementos de protección diseñados para tal fin y que les permitan su adecuada defensa.
Un aspecto muy interesante denota la aparición de un agente infeccioso nuevo, con gran poder infeccioso, de difusión comunitaria y alta mortalidad como el coronavirus para el cual no existen vacunas, medicamentos específicos ni la experiencia inmunológica por parte de las personas. Cuando las condiciones hospitalarias para la atención hospitalaria de cuidados intensivos de los pacientes que lo requieran no son las adecuadas, es necesario recurrir a medidas urgentes para solucionar la emergencia.
Otro aspecto importante al respecto lo constituye la exposición infecciosa desde muy temprano en la vida, cuando dichos profesionales de la salud inician sus estudios y prácticas clínicas en las IPS, riesgo que persiste durante toda su carrera profesional al atender permanentemente a los pacientes que sufren todas las enfermedades infecciosas contaminantes.
Si bien es cierto que no es posible mantener un inventario permanente de elementos de defensa y protección para cuando aparezcan las necesidades, si deben existir los mecanismos claramente establecidos para su rápido desarrollo cuando ello sea necesario.
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