En una ciudad marcada por desigualdades sociales y retos sanitarios, una amenaza silenciosa ha comenzado a tomar forma: la intoxicación por talio, un metal tóxico, difícil de detectar y con consecuencias devastadoras para la salud.
Por Doctor Andrés Camilo Clavijo Rodríguez – Médico especialista en toxicología clínica de la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS)–Ministerio de Salud y Protección Social
En Bogotá, la intoxicación por talio ha generado alarma entre profesionales de la salud, al ser una sustancia altamente tóxica. Este metal, prácticamente desconocido por la mayoría de la población, incluso por profesionales de salud, ha cobrado relevancia por los hechos ocurridos el cinco de abril del año en curso.
Lo que hace especialmente letal al talio es su capacidad para imitar al potasio en el cuerpo humano, interfiriendo con funciones celulares esenciales. El talio se distribuye rápidamente a tejidos como el sistema nervioso, el hígado y los riñones; se acumula en órganos vitales y provoca un daño progresivo.
Talio: una sustancia con historia oscura
Descubierto en 1861 por William Crookes, el talio es un metal pesado de color grisáceo, extremadamente tóxico para el ser humano. Aunque en sus inicios tuvo aplicaciones industriales en óptica, semiconductores, vidrios especiales y pesticidas, su historia está marcada por el uso criminal. A principios del siglo XX fue comercializado como veneno para ratones, y por su facilidad de absorción, su toxicidad incluso en dosis pequeñas y la dificultad de detección, se convirtió en el agente ideal para envenenamientos intencionales o como arma homicida.
A diferencia de otros metales, el talio carece de olor, sabor o color detectable al mezclarse con alimentos o bebidas. Su absorción puede ocurrir por vía oral, inhalatoria o cutánea, y sus efectos pueden pasar desapercibidos por días o semanas, todo depende de la dosis y la concentración. Esto ha hecho que su uso esté fuertemente restringido en muchos países. Sin embargo, aún hoy, puede encontrarse en procesos industriales y en productos almacenados sin contar con un adecuado control.
¿Cuáles son los síntomas?
La intoxicación por talio es difícil de diagnosticar porque sus síntomas iniciales son inespecíficos. Las manifestaciones clínicas varían ampliamente y pueden incluir dolor abdominal intenso, neuropatía periférica dolorosa y alopecia. El malestar gastrointestinal suele presentarse a las pocas horas de su ingesta con dolor abdominal agudo, náuseas, vómitos y diarrea, aunque algunos pacientes pueden experimentar estreñimiento. Los síntomas pueden ser leves, severos o crónicos según la dosis o la concentración que tenga este metal.
Por otra parte, los síntomas neurológicos suelen comenzar a aparecer entre dos y cinco días después de la exposición, y pueden incluir neuropatías periféricas ascendentes dolorosas y de rápida progresión, que se pueden confundir con el síndrome de Guillain-Barré, acompañadas de inestabilidad en la marcha, temblores, parálisis de nervios, dolores de cabeza, convulsiones, insomnio y, en casos graves, estado de coma y muerte. También se ha encontrado que los pacientes pueden experimentar manifestaciones neuropsicológicas como ansiedad, confusión, alucinaciones y psicosis, que pueden confundirse con otros trastornos psiquiátricos.
Signos cardinales:
- Manifestaciones gastrointestinales: dolor abdominal intenso, náuseas, vómito y diarrea.
- Neuropatía periférica: dolor, debilidad y pérdida de sensibilidad en manos y pies.
- Alteraciones mentales: desde insomnio hasta psicosis o pérdida de la conciencia.
- Lesiones en la piel y alteraciones cardiovasculares o hepáticas, entre otras.
- Caída del cabello (alopecia): una señal clásica de intoxicación por talio.
- Sin una sospecha clínica y pruebas de laboratorio especializadas, la intoxicación puede pasar desapercibida hasta que es demasiado tarde.
- El talio es un riesgo presente con vigilancia ausente
En Colombia, el control y monitoreo de sustancias químicas peligrosas sigue siendo limitado. La legislación se ha centrado en el registro de productos de uso agrícola y su regulación, pero sustancias como el talio no siempre cuentan con trazabilidad ni vigilancia epidemiológica sistemática. Los hospitales, especialmente los de primer y segundo nivel, carecen en general de los reactivos especializados para confirmar intoxicación por metales pesados, lo que genera un subregistro de casos.
En Bogotá, la muerte de las niñas por la ingesta de talio debe ser un llamado a la acción, pues la mayoría de los casos por intoxicación por este u otros metales pesados pasan desapercibidos debido a la ausencia de exámenes toxicológicos específicos y a la falta de personal capacitado en toxicología clínica.
¿Estamos en riesgo?
A pesar de su uso restringido, en la actualidad el envenenamiento por talio puede ser un problema grave salud pública, con casos esporádicos de exposición intencional, accidental u homicida en todo el mundo.
Las estadísticas globales precisas sobre el envenenamiento por talio son escasas debido a la falta de denuncias, los diagnósticos erróneos y la rareza del metal en los homicidios. La Organización Mundial de la Salud (OMS) no tiene datos globales completos sobre las muertes relacionadas con el talio, pero estudios forenses sugieren que los envenenamientos deliberados no se reportan en su totalidad, especialmente en regiones con controles regulatorios deficientes.
En Estados Unidos, en 2019, se reportaron 49 exposiciones únicas con un solo resultado importante y ninguna muerte, a través del Centro Nacional de Datos de Envenenamiento. Colombia ha enfrentado recientemente casos alarmantes de envenenamiento con talio, lo que ha generado preocupación sobre su disponibilidad y uso en actos delictivos.
Aunque no está claro cómo llegó el talio al país, se sospecha que podría estar ingresando de manera ilegal, dado que el talio está prohibido para uso doméstico y su manejo está restringido internacionalmente. Colombia cuenta con normativas estrictas para la importación y exportación de materiales restringidos y peligrosos, como el talio, basadas en tratados internacionales como el Convenio de Basilea, que regula los movimientos transfronterizos de desechos peligrosos para proteger la salud y el medio ambiente. Sin embargo, la presencia de talio en el país sugiere posibles fallas en el control o ingreso ilegal de esta sustancia.
¿Los hospitales están preparados?
Uno de los principales retos del sistema de salud colombiano es la disponibilidad limitada de toxicólogos clínicos. Esta especialidad médica no forma parte del núcleo habitual de los hospitales públicos, y solo algunas instituciones de alto nivel (como centros universitarios y hospitales de tercer o cuarto nivel) cuentan con personal especializado en toxicología clínica.
En Bogotá, los servicios de urgencias rara vez cuentan con toxicólogos disponibles, por lo que el manejo de posibles intoxicaciones queda en manos de médicos generales o internistas, quienes muchas veces carecen de la formación en el diagnóstico y el manejo de envenenamientos complejos. A esto se suma que el uso de pruebas como el análisis de talio en sangre, orina o cabello es costoso y no siempre está disponible en laboratorios locales. Los síntomas de intoxicación por talio son fácilmente confundibles con otras enfermedades comunes y esa evolución progresiva dificulta su detección precoz.
¿Qué se está haciendo?
El envenenamiento por talio, aunque poco frecuente, persiste como una amenaza global debido a su alta toxicidad. Hasta la fecha, las respuestas institucionales han sido limitadas y fragmentadas en respuesta a intoxicaciones por sustancias químicas. Existen iniciativas académicas y de algunos hospitales que han comenzado a investigar el tema, pero no hay un plan articulado de prevención ni mucho menos protocolos de respuesta oficial de atención toxicológica en colegios o centros de salud de atención primaria.
Reconocer el peligro del talio es el primer paso. El siguiente es fortalecer la capacidad del sistema de salud para detectarlo, tratarlo y, sobre todo, prevenirlo. Una mejor regulación, mejores herramientas de diagnóstico y la cooperación internacional son esenciales para combatir este enemigo silencioso.
Es necesario implementar con urgencia un sistema de información toxicológica que permita registrar casos, confirmar diagnósticos y articular la respuesta entre los distintos sectores.
- La vigilancia toxicológica debe incluir:
- Protocolos de alerta para síntomas compatibles con intoxicación por metales pesados.
- Acceso a laboratorios con capacidad para análisis específicos.
- Registro nacional de sustancias químicas peligrosas y su trazabilidad.
- Formación continua del personal de salud en toxicología básica y clínica.
- Campañas educativas dirigidas a padres, maestros y cuidadores.
El reciente caso de intoxicación por talio encendió las alarmas entre profesionales de la salud y la población en general. Por lo tanto, es necesario fortalecer los sistemas de monitoreo y la protección en los entornos. Si no se toman medidas, el talio seguirá siendo el arma predilecta de quienes buscan tener un arma casi imposible de rastrear.
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