El gremio de médicos y de profesionales de la salud, así como el mundo y el país, viven un momento crucial, pero con particularidades propias.
Por Dr. Jorge Diego Acosta Correa – Asesor de presidencia del Colegio Médico Colombiano
La pandemia demostró que en asuntos generales de salud como la crisis global que se desató, con afectación no solo de la salud, sino también de la economía, el trabajo, la convivencia, la cultura, entre otras, la palabra, las recomendaciones y el trabajo de los profesionales, investigadores, especialistas, generalistas y de todo el talento humano en salud, llegaron a ser determinantes para que la peste contemporánea no hiciera mayores estragos.
Millones de vidas se salvaron, especialmente en aquellos Estados que acertaron con las medidas oportunas y contaron con los recursos necesarios. Hubo, sin embargo, errores de política, grandes inequidades y falta de solidaridad que no permitieron los mejores resultados posibles.
Ahora, cuando se tienden a olvidar las lecciones dejadas esta singular pandemia, enterradas por el regreso a la “normalidad” previa, nos retrotraen a la etapa de la guerra fía, al enfrentamiento por la hegemonía global entre superpotencias, con el progresivo abandono de los logros de un multilateralismo incipiente, del colaboracionismo y de los amagos de solidaridad logrados entre naciones.
Se polarizan los enfrentamientos en todos los campos: el militar, el económico, el ideológico, en las comunicaciones, el político y el cultural, afectando las posibilidades de progreso y la solución de los más graves problemas que amenazan a la humanidad entera.
Y nuestra gremio, como una micro-cosmos, tiende a reproducir en su seno la confrontación universal y nacional. Olvidamos qué somos, cuál es el sentido de nuestra elección vocacional, nuestro juramento y nos sumamos ala vorágine de la lucha sectaria.
Es cierto que somos ciudadanos y que debemos defender las libertades individuales y el pluralismo, la libertad de optar políticamente y de defender la causa que cada uno crea justa. Por eso nuestras organizaciones gremiales TIENEN que ser democráticas. Pero, también es cierto que nuestra misión, cuidar la salud de todos, es humanitaria, sin distinciones, sin exclusiones, sin privilegios.
Somos parte de una antiquísima, arcaica, comunidad histórica global, hermanados y al servicio de toda la humanidad. Lo que no es tarea de unos pocos locos llamados Médicos sin Fronteras. Nuestra tarea, la de todos, en el trabajo cotidiano, no puede tener fronteras ni distinguir nacionalidades, ni castas, ni género ni edad ni credos o etnias.
Por ello nuestras propias organizaciones, gremiales, democráticas y pluralistas a su interior, TIENEN que ser ante la sociedad, autónomas e independientes del poder económico y político; por lo tanto, sus objetivos no pueden ser diferentes al logro del mejor sistema posible de salud para todos y al logro confluyente de la dignificación y cualificación de nuestro propio trabajo, al ejercicio de nuestro derecho a un trabajo positivo, gratificante, debidamente remunerado, hecho con profesionalismo, basado en sólidos fundamentos éticos y auto-regulado.
No pueden nuestras organizaciones ser apéndice de NINGÚN gobierno, comités de aplausos o notarios del poder, ni tampoco órganos de oposición partidista o ideológica.
En lugar de enfrascarnos en luchas sectarias intestinas, debemos dedicarnos organizadamente a estudiar, analizar el contexto y conocer las realidades de la salud en las comunidades, para definir objetivos y hablarle a la sociedad y a los gobiernos con autoridad, haciendo propuestas pertinentes y viables, tal y como lo hicimos en la pandemia, aplaudir los logros y señalar objetivamente las falencias desde la óptica de los derechos y necesidades de todos, y colaborar con las autoridades legítimas sobre la base de los acuerdos positivos que se logren.
Participación y colaboración crítica y propositiva, debe ser nuestro criterio. Así se lo planteamos al gobierno anterior y lo hacemos igualmente a este. Como organizaciones gremiales, aportaremos y colaboraremos con la reforma, basados en los objetivos señalados y en la medida que seamos escuchados y tenidos realmente en cuenta.
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