Hace un par de años leí este libro de Nicholas Wade. Un periodista especializado en temas científicos que estudió en el Eton College y en el King’s College de Cambridge, y emigró a Estados Unidos en 1970, nacido 1942 en Aylesbury, Reino Unido.
Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente Colegio Médico Colombiano
Durante años ha sido redactor de las revistas Nature y Science y corresponsal científico en el New York Times y es autor de varios libros científicos divulgativos.
Entre ellos se destacan: A natural history of vision (1998), The secret life of dust (2001), Una herencia incómoda. Genes, raza e historia humana (2014)
Y ahora, navegando en internet, me acabo de encontrar esta entrevista publicada en el portal del PAÍS de España el 6 de marzo de 2015, y debido a mi interés por la influencia de la genética en el comportamiento de los seres vivos, incluyendo a nuestra especie humana, la reproduzco en este chat, con la esperanza de que más personas, como yo, se interesen en este apasionante asunto.
Y dice así:
“El autor de ‘Una herencia incómoda’ enfada a los científicos al defender la influencia de los genes en el comportamiento. Ciencia y política, dice, son terrenos distintos.
“Para los amantes del jazz no hay discusión alguna sobre las diferencias entre razas: los negros son superiores. Sin embargo, más allá del mundo de Charlie Parker o John Coltrane, el tema no admite bromas. Es un asunto vetado. No se habla de razas, sino de poblaciones, y quien se atreve a decir otra cosa, o hurga en los avances sobre el genoma, aplicados al comportamiento social, corre el riesgo de ser acusado de racista. En algunos casos, de forma merecida.
“La tesis que sostiene Wade, es que la evolución humana reciente ha dado como resultado las razas; que hay una influencia genética en el comportamiento social humano; que este componente genético evoluciona, y que leves diferencias evolutivas explican las diferencias en las instituciones sociales de las principales poblaciones. Esas instituciones sociales son, pues, una mezcla de genética y cultura.
“Frente a esta idea, la comunidad académica, desde historiadores a antropólogos, pasando por genetistas, defienden que la evolución humana se detuvo hace 50.000 años. Por lo tanto, afirman, no existe una base biológica para las razas; las diferencias de comportamiento entre los humanos son culturales, no genéticas; y la mente nace como una página en blanco cuyo contenido es modelado por la cultura.
“Para Wade, la idea de que las poblaciones humanas son genéticamente diferentes entre sí ha sido ignorada por razones políticas, “por temor a que su estudio pudiera promover el racismo”. Y va más allá. Denuncia a la “izquierda académica” por basar su oposición al racismo, no en principios, sino en la afirmación de que la raza es una construcción social, no una realidad biológica. “El racismo y la discriminación son censurables por una cuestión de principios, no de ciencia. La ciencia trata de lo que es, no de lo que debiera ser”, escribe en su libro.
PREGUNTAS DEL PAÍS:
¿Es usted racista?
NW. No. Ser racista significa creer que una raza, por lo general la tuya, es superior por naturaleza a las demás, y que no hay nada que pueda cambiarlo. Se trata de la idea de que la sangre y los genes marcan la diferencia. Eso es ser racista, y yo no lo soy en absoluto.
Sabía que su libro iba a suponerle un enorme quebradero de cabeza. ¿Por qué lo escribió?
NW. Sabía que iba a ser controvertido, pero tenía la sensación de que, una vez disipada la controversia, cuando la gente empiece a leerlo atentamente, verá que no dice nada chocante ni sorprendente, que es puro sentido común. Llevo muchos años informando sobre el genoma humano y empecé a darme cuenta de que estaba generando una información increíble relacionada con las razas. Sin embargo, al preguntar a los científicos, apenas pronunciaba la palabra raza, todos se sumían en un silencio sepulcral. Me resultó evidente que era un tema importante sobre el que los académicos e investigadores no estaban diciendo a la gente toda la verdad, lo que me parece mal. Creo que los científicos deberían explicarle a la gente lo que descubren, sea lo que sea.
¿Cómo se siente un periodista científico al ver que 139 genetistas afirman en una carta pública que está equivocado, que su libro es peligroso?
NW. Me parece que están traicionando el ethos de la ciencia, que es no dar nunca por sentado lo que se dice, comprobarlo todo. Dijeron que mi libro estaba lleno de errores, pero no citaron ni uno. Si mi trabajo no estuviese en lo cierto, ¿cuántos científicos harían falta para señalar los errores? Solo uno. El libro no tiene errores científicos, así que les pareció necesario sacar a 139. Y no aportaron ninguna prueba. Pero así no funciona la ciencia; así funciona la política. Era una carta política, no científica, así que le presté la atención justa.
Dice usted que su libro pretende mitigar el miedo a hablar de las razas, pero ha provocado miedo a la justificación científica del racismo.
NW. Creo que deberíamos comprender el mundo lo mejor posible, y que toda esta información nueva sobre el genoma nos permite entender por primera vez algo sobre la estructura de la variedad genética de los humanos. Siempre es mejor comprender algo que ignorarlo, aunque también era muy consciente de los peligros que usted menciona. Así que intenté escribir el libro para que se viese que el genoma nos habla, en realidad, de lo unificada que está la raza humana. Todos somos variaciones del mismo tema. Hay diferencias entre razas, pero no llegan al nivel individual: como individuos somos prácticamente iguales. De existir alguna diferencia significativa atañe al nivel de nuestras sociedades.
Admitamos que hay diferencias genéticas entre las razas. ¿Es tan importante?
NW. No en el plano individual. Yo digo que puede importar si supone una diferencia en nuestro comportamiento social.
¿El progreso científico lo justifica todo, aun si descubriésemos algo que los racistas pudieran usar para justificar sus ideas y acciones?
NW. Es una de las preguntas centrales de la ciencia. La política general ha sido: no hemos de temer el conocimiento, sino aceptar que, si descubrimos algo peligroso, sabremos afrontarlo. El ejemplo más evidente es la energía atómica: podríamos haber dicho que era demasiado peligrosa, pero en realidad permitió crear las plantas nucleares, que serán muy útiles si el calentamiento de la tierra se convierte en un problema serio. Si echamos la vista atrás, veremos que las armas nucleares no han sido tan malas, habida cuenta de que mantuvieron la paz entre Estados Unidos y la Unión Soviética. De no existir armas nucleares podríamos haber vivido una tercera guerra mundial. Ahí fuimos valientes para reunir ese nuevo conocimiento y darle buen uso.
Dice que la ciencia trata sobre lo que es, no sobre lo que debería ser. ¿Es así de fácil? ¿Qué pasa con las consecuencias?
NW. Los científicos no son ajenos a la sociedad en la que viven. En la ciencia moderna no se puede hacer nada por uno mismo, se necesita un presupuesto y fondos de los Gobiernos. La ciencia también es un juego intelectual de grupo, el producto de una comunidad de científicos que siempre están criticando el trabajo de los demás y demostrando que no puede probarse. Es un enorme proceso público que los Gobiernos controlan. Creo que esa es una de las razones ocultas tras la carta de los 139 científicos. Los científicos, al menos en EE UU, siempre tienen miedo al Congreso, pues si hacen algo que no le gusta les cortan los fondos.
Cuando habla del éxito de Occidente haciendo referencia a la genética de los occidentales, ¿no le parece un argumento para justificar posiciones racistas?
NW. Lo que intento decir es que como cada sociedad es ligeramente diferente, en un momento concreto una comunidad puede estar haciéndolo mejor que otra, en el ámbito económico, por ejemplo. Durante la mayor parte de nuestra historia, la china ha sido la civilización líder, y puede que vuelva a serlo, puede que el éxito de Occidente sea temporal. Y no es legítimo que porque un país pueda estar arriba y otro abajo se haga una acusación de racismo.
Hay diferencias entre razas, pero no llegan al nivel individual: como individuos somos prácticamente iguales”
En su libro escribe que la medicina occidental es más eficaz, que el arte occidental es más creativo y que las instituciones europeas son más innovadoras. ¿No es eso una afirmación de superioridad? ¿Se puede decir así, sin más?
NW. Sí, porque sin duda es así. No es una afirmación racista, sino una mera descripción, una observación. Pero quizá no duren, quizá nuestras sociedades cambien por algún desafío externo, quizá la época de Occidente toque a su fin. No puede decirse que una raza es mejor que otra por naturaleza.
Fuente consultada hoy marzo 17 de 2022
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