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La oxitocina, la hormona de la empatía, la paz y la reconciliación que necesita Colombia


Lo cierto es que la psicología humana no puede evadir a la biología, ni a las fuerzas oscuras de la materia y sus emociones más hondas y esenciales, como el miedo, el deseo, el apetito, el placer y la alegría, estados del alma sapiens, que también evolucionaron para favorecer la supervivencia de la especie humana.


Por: Stevenson Marulanda Plata – Presidente Colegio Médico Colombiano

Este micro ensayo va dirigido, muy respetuosamente, a los que todavía no entienden, cómo funciona la naturaleza química íntima de los seres humanos como individuos sociales que somos los homo sapiens.

Esta vez me apoyo en Marian Rojas Estapé, reconocida y doctíssima joven psiquiatra madrileña que trabaja en la química del cuerpo, especialista en depresión, y lleva a sus espaldas una gran experiencia en psico traumas muy complejos y varios bestsellers escritos.

De esta manera, con ella, intento explicar cómo la biología es capaz de explicar algunos comportamientos y conductas típicos del animal humano en ciertas circunstancias especiales.

Advierto: a esta explicación, algunos la llaman de manera peyorativa determinismo biológico; pero voy a decir como dijo mi papá cierta vez que lo llevé a comer carne a un sitio fino en Bogotá; como no entendía ni pío del sofisticado menú cifrado en etiquetas gastronómicas todas raras, le dijo al mesero:

–Mijito, tráigame un pedazo de carne de res, delgada, bien suave y bien asada, acompañada de yuca buena cocinada en agua, y todo bajito de sal, y le ponei el nombre que te dé la gana.

Muy bien, digo esto porque a los hechos de la naturaleza, estudiados y explicados bajo el rigor del método científico, no le importan, ni la valoración subjetiva que se haga de ellos, ni el nombre que se les quiera poner, ni la utilidad política, social, económica o bélica que de ellos se quiera derivar.

Estas cosas, subjetivas por supuesto, no dependen de la objetividad del hecho de la naturaleza, claro está, si no del tipo de sociedades en que a uno le tocó vivir; de manera que mi papá me enseñó eso, y más.

Así el asunto, pienso que el interés de la ciencia no es otro que entender cómo funciona la naturaleza y sus fuerzas desde lo cuántico, la gravedad, la velocidad de la luz, la energía atómica, la física, la química; hasta la biología, la zoología, la anatomía o la psicología, sin importar que sea una lombriz, una amiba, un virus, una bacteria, un humano, o cualquier etcétera.

En este contexto, lo cierto es que la psicología humana no puede evadir a la biología, ni a las fuerzas oscuras de la materia y sus emociones más hondas y esenciales, como el miedo, el deseo, el apetito, el placer y la alegría, estados del alma sapiens, que también evolucionaron para favorecer la supervivencia de la especie humana.

Pues bien, existe suficiente evidencia científica que demuestra que en nuestra sangre circulan unas sustancias químicas que tienen el poder de alterar nuestro estado de ánimo. Sobra decir que la comunidad científica mundial no tiene ninguna objeción sobre este respecto.

Así lo explica la doctora Marian en el vídeo cuyo enlace encuentran al final de este texto.

Y, dicha comunidad científica afirma, que cuándo estamos en peligro de perder la vida o de sufrir algún daño, se liberan al torrente sanguíneo una gran cantidad de estas sustancias, cuyo fin es prepararnos para la huida o el combate, como si fuéramos, todavía, humanoides primitivos en la sabana africana hace dos millones de años amenazados por una peligrosa fiera.

Esto lo estudié, lo aprendí y lo enseñé mucho en mi paso de estudiante, interno, residente, instructor y luego profesor de cirugía de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia. Esa carrera comenzó hace ya más de cuatro décadas, y aún no termina.

“Biología del estrés”, “Metabolismo del estrés”, “Hormonas del estrés”, “Metabolismo del trauma”, así recuerdo nítidos los títulos de las magistrales conferencias del sabio que me enseñó a pensar como cirujano biólogo y naturalista. José Félix Patiño Restrepo se llamó. Y, fuel él, quien introdujo a Colombia y a Latinoamérica en los años 70 del siglo pasado, esta forma de pensar de los médicos con respecto a la naturaleza química del ser humano con ancestros de animal pre oral y prehistórico.


A estas específicas sustancias que nos cambian el estado de ánimo y preparan nuestro metabolismo para la guerra o la huída, se les llama hormonas del estrés, y son: adrenalina, glucagón y cortisol.


La cosa sucede de la siguiente forma:

Cuando nuestro sistema nervioso detecta un peligro grave, el miedo, susto o pánico, como lo quieran llamar, hace que estas sustancias que son energéticas se liberen en grandes cantidades a la corriente sanguínea y así preparan al individuo para luchar o huir.

Pues bien, como dice ella, la Marian, un tío mal encarado la atracó, y del susto, su cortisol se le fue para las nubes, y le preparó todos sus órganos para pelear o huir, ella inteligentemente prefirió lo último.

–Uff que salvada!

Bueno bien. Ahora es la hora de explicar también que, así como hay hormonas para pelear o huir, como las del estrés que mencioné, también hay unas para la paz, el sosiego, la serenidad, la amistad, la confraternidad, la solidaridad, la empatía, la cooperación; y una de ellas, porque hay más, es nada más y nada menos, la sustancia química que liberan las mujeres cuando están en el feliz y doloroso trance biológico del parto, cuando amamantan a sus críos y cuando los cuidan –como perras paridas– para que no les pase nada malo

Y, es más, no solamente las féminas humanas hacen eso, lo hacen todas las mamás mamíferas, con redundancia y todo.

Y –ojo– esto tampoco tiene debate ni discusión en la comunidad científica internacional.

(Ver video de Marian al final)

Y, ya sabemos también, que la oxitocina, así se llama este producto –milagro químico de la naturaleza animal–, no solamente sirve como la hormona de la reconciliación, la paz, la confraternidad, la amistad y el cuido de las crías, y para que baje la leche de la lactancia, sino también para que la matriz coja fuerza e impulse la criatura hacia abajo, hacia la luz del mundo, por la vagina o canal del parto y le diga chao a la nobleza de su placenta.

Y así, en busca de su propio oxígeno, de su propia existencia y acomodo en los entresijos de la selva social de sus mayores que amenazante lo espera, su incesante placer, por mandato químico, también buscará expansión para el regocijo de sus infinitos sentidos mundanos.

La comunidad científica mundial de obstetras, conoce la extravagante fuerza física muscular de la oxitocina, y por ello, en presencia de un parto demorado por debilidad uterina, administran la mágica hormona vía venosa:

–Pitocín se llama el frasquito; y hay que tener mucho cuidado porque si excede la dosis, su fuerza farmacológica le revienta la matriz a la infeliz parturienta, y es cuando viene la multimillonaria demanda de responsabilidad civil por mala praxis médica o iatrogenia irresponsable.

Y, como si fuera poco, la oxitocina es un pegante madre- hijo- familia, ya que mantiene unida a la prole.

Cuando los animales, se rozan, soban, masajean, manosean, rascan, lamen, abrazan y acicalan cariñosamente, los humanos también, liberan occitocina a tuti plen a su sangre.

Vean pues!

Aquí tienen un vigoroso ejemplo monista, o sea: cuerpo y mente es la misma cosa: la oxitocina te lo aclara, ella es una hormona bisagra: actúa en el cuerpo y actúa en la mente. (alma dirían a esta última los dualistas, o sea los que creen, como San Agustín, Santo Tomás y Descartes, que mente y cuerpo son dos cosas distintas y separadas, o sea, carne por un lado y espíritu por el otro)

Y, para terminar, como dice esa genial doctora:

–Uribistas, santistas, vargaslleristas, rodolfistas, fajardistas, charistas, galanistas, petristas, y toda la demás fauna de istas: abracence, pero con tapabocas.

Pues ya saben: el abrazo cordial, como dice la doctora Rojas Estapé en el vídeo recomendado, también libera oxitocina, y equilibra sus ánimos, les da tranquilidad, serenidad y sosiego para exponer sus argumentos de manera inteligente.

El estrés –el cortisol, la adrenalina y el glucagón–, obnuvila la mente y atropella la inteligencia y las palabras. Observe bien el relato de la inteligente doctora.
Es ella la que, de manera sabia, recomienda abrazos largos, de más de 8 segundos.

Se debe discutir sin insultos, sin ganas de pelear o de huir; es decir, con poquito nivel de cortisol y altos de oxitocina en su sangre y en todos sus cuerpos.

Y, por último, tenga en cuenta que
aún cuando seamos hombres, somos mamíferos, y la oxitocina, como hormona social pacificadora que es, también se produce en el cerebro de los belicosos hombres, así sean machos alfas peligrosamente territoriales.

Riohacha, La Guajira, enero 13 del 2021

enero 13, 2022

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