¿Quieres que te eche el cuento del gallo capón?
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¿Quieres que te eche el cuento del gallo capón?


Política Nacional del Talento Humano en Salud


Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente del Colegio Médico Colombiano

Se reunían a conversar sin tregua, a repetirse durante horas y horas los mismos chistes, a complicar hasta los límites de la exasperación el cuento del gallo capón, que era un juego infinito en que el narrador preguntaba si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que sí, el narrador decía que no había pedido que dijeran que sí, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando contestaban que no, el narrador decía que no les había pedido que dijeran que no, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y cuando se quedaban callados el narrador decía que no les había pedido que se quedaran callados, sino que sí querían que les contara el cuento del gallo capón, y nadie podía irse, porque el narrador decía que nos les había pedido que se fueran, sino que si querían que les contara el cuento del gallo capón, y así sucesivamente, en un círculo vicioso que se prolongaba por noches enteras.

Gabriel García Márquez, Cien años de soledad.

Conejo, Serranía del Perijá.

A 7 tabacos en lomo de bestia o a 12 a pie, dista de Venezuela este corregimiento de Fonseca, en La Guajira.

Allá vivía yo con mi abuela, hija de un judío errante, Henry Aarón Kennedy, mercante de la marina inglesa, de esos que trajeron los primeros gitanos a Macondo junto con sus inventos y la mágica caja de música que ellos llamaban piano de marinero, el acordeón.

Henry no volvió más nunca a la mar. Se quedó en Riohacha y los alrededores de la Sierra Nevada de Santa Marta, adicto a preñar negras caderonas hijas de esclavos recién libertos. La mamá de María Aarón, mi bisabuela paterna, fue una de esas. Mi papá se llamó Enrique Marulanda Aarón.

Así fue como se llenó de Aarones esa comarca del Magdalena Grande. El Abra de Aarón se llama un pueblito a 14 minutos de Riohacha.

En Conejo yo era un niño estupefacto y mi oficio, el primero en mi vida, era despuntando la claridad muy a las cinco de la mañana tentar unas decenas de gallinas ponedoras. Me tocaba meterles, una por una, el dedo meñique en la cloaca.

Mi abuela me había enseñado perfectamente. Por eso, cuando era estudiante de medicina y después interno de obstetricia en el Hospital Materno Infantil en Bogotá, tocar parturientas y saber si habían roto fuente, el grado de dilatación del cuello uterino, la presentación, postura y altura fetal en el canal del parto, para mí, eran pan comido. Las gallinas conejeras me lo habían enseñado todo perfectamente. La sensación digital de algo duro y ovalado en esas entrañas húmedas y calientes me hacía tomar la decisión de dejar presa en el gallinero a la opípara correspondiente y vigilarla hasta que pusiera el huevo. A las otras, ipso facto, les daba salida.

Así como todavía mi memoria auditiva guarda el sonido metálico de las gotas gruesas de lluvia cayendo sobre el zinc de la pieza a medio hacer donde dormíamos muchos primos, cinco o seis, y la conciencia sensitiva de mi dedo meñique guarda todavía el recuerdo nítido de un huevo en el canal de su postura. Así mismo, mi memoria pensante, nostálgica, guarda ileso el cuento del gallo capón, que interminable nos echaba alguno de los tíos hasta dejarnos felizmente profundos y seguros como todos los niños libres y felices del mundo.

Política Nacional del Talento Humano en Salud.

Este excelente y hermoso documento teórico publicado por la Dirección de Desarrollo del Talento Humano en Salud del Ministerio de Salud y la Protección Social el 10 de julio de 2018, siendo ministro de salud el doctor Alejandro Gaviria Uribe, es un ejemplo más de que las leyes en Colombia son ficciones macondianas como el cuento del gallo capón.

De todas maneras, no es mi querer enredar en el círculo fantasioso y vicioso de nunca acabar en este cuento de los niños guajiros de mi edad, ni mucho menos enterrar en el Cementerio Nacional de Leyes de la Salud a esta Política Nacional del Talento Humano en Salud del ministro Gaviria Uribe del 2018.

Todo lo contario, pienso que todavía estamos a tiempo de masajear, desfibrilar, reanimar, y resucitarla.

Todo consiste en que el gobierno que viene entienda, definitivamente, que Colombia tiene que ser más real y creíble como Nación civilizada. Que solo, no va a poder. Que un gobierno íngrimo —dictatorial y autoritario, de derecha o de izquierda, liberal o estatista, o de cualquier color— sin el acompañamiento y emprendimiento de las instituciones civiles, organizadas libre y espontáneamente alrededor de valores fundamentales, no va a poder cerrar los abismos de inequidad, desigualdad y violencia que nos consumen como sociedad.

En este caso, el de la salud, me refiero a las organizaciones civiles nacidas en el seno y en la historia del talento humano que sostiene nuestro sistema sanitario. Las que se preocupan por el trabajo digno y decente, las vocaciones hipocráticas, la educación, el desarrollo profesional permanente, la ciencia y tecnología, el conocimiento, la ética profesional y el humanismo.

La Política Nacional del Talento Humano en Salud del ministro Gaviria Uribe del 2018 es un deber ser, es un documento lleno de buenas intenciones. Es lo correcto, políticamente hablando. Diría yo, es uno de los fundamentos y soportes de un sistema de salud honesto y justo.

Miremos algo de lo que dice:

“Los recursos humanos son el fundamento de los sistemas de salud cualquiera sea su modelo de organización, financiamiento y operación. A través de la acción del Talento Humano en la organización y disposición de recursos, instituciones, servicios, conocimiento y tecnologías se materializa el derecho fundamental a la salud y se generan transformaciones sociales que impactan el acceso y los resultados en salud de las poblaciones”

¿Es necesaria otra ley para dignificar el talento humano de la salud?

Cuando leí por primera vez este documento y encontré:

“Trabajo decente y dignificación del Talento Humano. La dignificación del Talento Humano en Salud es un elemento clave para garantizar el desarrollo de los objetivos del sistema de salud y dar cumplimiento a los elementos establecidos en la Ley Estatutaria de la Salud sobre autonomía profesional y respeto a la dignidad de los profesionales y trabajadores de la salud”.

“Así mismo, las relaciones laborales inestables y altamente intermediadas, dificultan la construcción progresiva de capacidades técnicas y administrativas, generan estatus diferenciales no deseables entre trabajadores con responsabilidades y funciones similares, generan un ambiente de baja estabilidad y confianza y desestimulan a unos profesionales frente a otros”.

Inmediatamente, igual que cuando tocaba gallinas en Conejo, estupefacto me pregunte:

¿Para que más leyes? Si aquí está todo.

Y seguí leyendo:

“Formalización y mejores condiciones laborales. El uso inadecuado de instrumentos como la contratación a través de terceros, mediante cooperativa o los contratos de prestación de servicios, someten a los trabajadores a cambios frecuentes e impredecibles en sus condiciones contractuales, que no están en función de su desempeño sino de factores coyunturales, como los cambios de administraciones. Esta situación genera incertidumbre, debilita la confianza entre el trabajador y el empleador y no permite la construcción de capacidades institucionales para el mejoramiento de los servicios, con consecuencias negativas como:

“Afectación de la continuidad en la prestación de los servicios por la rotación frecuente del personal asistencial y administrativo, bajos ingresos, escaso compromiso de los trabajadores con los objetivos y políticas institucionales, inequidad entre personal vinculado a través de diversos mecanismos, pese a que tienen responsabilidades y funciones similares, dificultad para implementar esquemas de incentivos y evaluación del desempeño, desmotivación por las escasas posibilidades para la formación continua, el desarrollo profesional y personal, actitud negativa hacia el sistema de salud y sus instituciones, que algunas veces se traduce en trato deshumanizado hacía los pacientes y usuarios, impacto en la continuidad, seguimiento y calidad de la prestación de servicios”.

“Ejercicio ético, responsable y autorregulado de las profesiones y ocupaciones de la salud. La autonomía de las profesiones de la salud debe estar acompañada por el ejercicio ético y socialmente responsable de las mismas y el desarrollo de ambientes de desempeño propicio para el ejercicio ético de las profesiones, libre de dádivas y prebendas que lo distorsionen. Para esto, se requiere fortalecer y actualizar los mecanismos de autorregulación, como los códigos y tribunales de ética, guías, protocolos y consensos, mecanismos de recertificación, colegios profesionales, sociedades científicas y fortalecer la ética en los procesos de formación, entre otros”.

La verdad es que, si contestamos positivamente a esta pregunta, nos comportaríamos como niños ingenuos jugando irremediablemente la necedad del cuento del gallo capón.

La Política Nacional del Talento Humano en Salud del 2018 tiene que ser una política de Estado.

Este documento recoge elementos de la Ley Estatutaria, del Plan Decenal de Salud Pública 2011 – 2021, de la Política de Atención Integral en Salud establecida en la Ley 1753 de 2015, de la ley de Talento Humano en Salud y de la Ley 1438 de 2011. Por eso, debe ser de obligatoria lectura, estudio, análisis y debate por parte de: candidatos presidenciales, congresistas de la República, la Academia Nacional de Medicina, asociaciones de facultades de la salud, líderes gremiales y de opinión, sociedades científicas de la salud, colegios profesionales de la salud, la Federación Médica Colombiana, asociaciones de clínicas y hospitales, profesionales independientes y los sindicatos del sector.

La invitación, y si se quiere provocación, es que, como Nación urgida de estos desarrollos, no permitamos que la Política Nacional del Talento Humano en Salud del 2018 termine siendo un gracioso chiste más, como la sarta del cuento del gallo capón. Mucho menos, que sea enterrada en el Cementerio Nacional de leyes de Salud, como otras normas de salud y del trabajo, pues eso sería una lástima.

No es aceptable, desde ningún punto de vista, la repetición de la repetidera de leyes inanes, es decir, inútiles.

¡Los trabajadores de la salud no necesitamos más conmiseración, nuestra vocación hipocrática no es de héroes y menos de mártires!

Bogotá, 5 de septiembre de 2021

septiembre 7, 2021

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