El problema compadre es que no hay ventana
Actualidad, Opinión

El problema compadre es que no hay ventana


Por muy buena que sea una semilla, nunca dará buenos frutos si antes de sembrarla no preparamos bien la tierra.


Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente CMC

Un amigo mío, de Fonseca, parrandero crónico y rutinario, allá en el epicentro de acordeones y de remotos juglares que parrandeaban con el Diablo, en plena mitad de la calurosa Guajira, cierta vez me consultó por problemas de insomnio y nerviosismo , y de inseguridad hasta de la elocuencia de sus pasos y de todo su cuerpo, desde la cabeza pasando por lengua, manos y pies.

Yo, de manera ligera, le recomendé unos ansiolíticos somníferos, y le dije que disminuyera el trago.

No pasaron muchos días cuando de nuevo me buscó, y con los ojos fuera de sus órbitas y el semblante atribulado y desencajado por el estrago del desespero que sufrían los cuarenta pares de músculos de su cara atosigados por el insomnio y el nerviososmo, me dijo:

–Compadre el asunto está peor.

–¿Y eso?– Le pregunté.

–Hay un tipo que no me deja dormir.

–¿Cómo así?

–Sí, así como lo oye. El “malpechoso” se la pasa asomándose de cada rato por una ventana de mi dormitorio mirándome fijamente de manera inquisitoria y amenazante toda la noche, y así quién duerme compadre.

–¡Pero cierre la ventana!– Le dije con cierto tono de regaño.

–¡El problema es que no hay ventana compadre! — Me confesó con amargura.

Ahí fue cuando comprendí que el problema de tragos de mi compadre era muy serio, y que me había equivocado formulándole sedantes soporíferos para una enfermedad mental tan seria como es la alteración de la realidad debido a los estragos que produce el alcohol en las redes neuronales del aparato cognitivo del cerebro.


Es que la gente en Colombia cree que a punta de leyes va a resolver sus malas y perniciosas costumbres.


Algo parecido de lo que me sucedió a mí con la enfermedad mental de mi compadre, siento que le está pasando a Colombia. Nuestro congreso se ha convertido en una fábrica esquizofrénica de sedantes soporíferos para unas realidades impunes que se burlan de ellas, hasta el sonámbulo exceso reciente de haber hecho una ley para criar los niños del país. La verdad, esto se me parece mucho al viejo cuento de hacer puentes donde no pasan ríos.

Es que la gente en Colombia cree que a punta de leyes va a resolver sus malas y perniciosas costumbres. No funciona una ley, ni siquiera se han hechos sus decretos y reglamentaciones ministeriales, cuando ya quieren sacar otra idéntica, como decía Einstein:

“Es cosa de tontos hacer una y otra vez lo mismo y esperar resultados distintos”.

Con la reforma de la salud está pasando eso. La ley 1438 de 2011 y la Estatutaria de 2015, por ejemplo, son muy claras y contundentes en proponer la estrategia de la Atención Primaria en Salud –modelo centrado en la persona, la familia y la comunidad, con atención de los determinantes en salud–, sustentada en la baja complejidad pero con alta capacidad resolutiva de redes hospitalarias, ordenadas de manera jerárquica por niveles de complejidad en cada región y comarca colombiana, interconectadas e integradas geográfica y funcionalmente.

De esta forma, estas dos bonitas teorías (las leyes son teorías escritas para modificar en bien de la sociedad una realidad o un comportamiento) pretendían que el sistema de salud colombiano previniera la enfermedad, promocionara la salud y curara las patologías de manera integral, comenzando desde abajo, desde esa malla de hospitales públicos (930) y sus centros de salud satélites sembrados por toda la extensa geografía colombiana, con equipos de profesionales de la salud básicos intrahospitalarios y extramurales móviles y penetrantes hasta la más recóndita comunidad y puntos poblados, conformados por médicos generales y de familia, enfermeras, nutricionistas, psicólogos, odontólogos, bacteriólogos y terapistas, suficientes, bien incentivados, competentes, comprometidos y motivados.

De igual manera, existen alrededor de una veintena de normas: constitución, códigos, leyes, sentencias, líneas doctrinarias, resoluciones ministeriales y del ministerio público, donde hasta la saciedad prohíben y castigan el mal trato laboral y el abuso de la posición dominante de empleadores sobre sus trabajadores, incluyendo a la 1438 en su artículo 59 y la Estatutaria en el 18, y sin embargo, cada día que pasa el asunto está peor, como me dijo mi compadre, el parrandero crónico de Fonseca con síntomas de delirium tremens.

Así como lo oyen. Han pasado diez años desde que promulgaron la ley 1438 de 2011, seis desde la Estatutaria, y muchos más desde la existencia de las normas que protegen y dignifican el trabajo y específicamente a los trabajadores de la salud colombianos, y ahora nuestro Congreso quiere hacer una ley, que en su capítulo de prestación de servicios de salud, es idéntica a la 1438 y a la estatutaria, con un capítulo para “dignificar” a los profesionales de la salud, en vez de hacer cumplir las ya mencionadas.

Con el agravante de que los hospitales de Colombia, sus puestos de salud y sus trabajadores son inapropiados para soportar la estrategia de la Atención Primaria en Salud y la medicina familiar, ya que ha pasado el tiempo y aún este mandato del artículo 14 de la 1438 que dice: “El Gobierno Nacional formulará la política de fortalecimiento de los servicios de baja complejidad para mejorar su capacidad resolutiva, con el fin de que se puedan resolver las demandas más frecuentes en la atención de la salud de la población”, no se ha cumplido, y por consiguiente no tienen las competencias requeridas para resolver los problemas de salud que este abordaje demanda. En otras palabras: la bonitas teorías escritas en las leyes 1438 de 2011 y Estatutaria de 2015, no son aplicables al mundo real y tozudo colombiano.

La patética realidad de los hospitales colombianos –una rara figura quimérica con cuerpo de empresa y alma social–, es la siguiente:

El aseguramiento y su integración vertical los castiga fuertemente con baja contratación y mala paga, y de este modo, no tienen como laboralizar a sus trabajadores porque no tienen presupuesto, ya que su contratación depende del recaudo, de la facturación al debe y del pago diferido y difícil, y no de las reales necesidades de la población a su cargo.

Por venezolanos les deben 900.000 millones, por no POS otro tanto y la cartera global está al rededor de los 10 billones. De un total de 930 hospitales, 350 están en riesgo fiscal y financiero y al borde de la extinción por liquidación o fusión. La iliquidez, la baja capacidad de inversión y resolutiva, la ruina y obsolescencia tecnológica, y las abultadas y difíciles deudas con el talento humano de hasta años, es la regla.


Lo que toca es modificar favorablemente la mente de los colombianos y la ominosa realidad de los hospitales y del talento humano en salud, para que las leyes sanitarias y laborales vigentes puedan funcionar.


Muchos gerentes faraónicos que manejan esas quimeras como sus propias fincas. Y, como si lo anterior fuera poco, no han modificado los currículos universitarios para formar los médicos de familia, ni actualizar las competencias de los médicos generales ni la de los otras `profesiones para soportar el modelo propuesto.

El problema aquí entonces, como en la mente y el dormitorio de mi querido compadre, es que no hay ninguna ventana qué cerrar porque no existe. Lo que toca es modificar favorablemente la mente de los colombianos y la ominosa realidad de los hospitales y del talento humano en salud, para que las leyes sanitarias y laborales vigentes puedan funcionar.

Moraleja:

Por muy buena que sea una semilla, nunca dará buenos frutos si antes de sembrarla no preparamos bien la tierra.

I am for believing that the laws in Colombia are Macondian fictions, because bad customs go unpunished for them.

“Yo estoy por creer que las leyes en Colombia son ficciones macondianas, pues las malas costumbres son impunes a ellas.

Bogotá junio 19 del 2021.

junio 21, 2021

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