Me parece abominable y doloroso la costumbre de tener pájaros presos. La libertad es el máximo don de la naturaleza. La libertad es un acuerdo entre el ambiente y el genoma animal.
Por Stevenson Marulanda Plata – Presidente Colegio Médico Colombiano
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En mi casa paterna, en Fonseca, tenemos un comedor de pájaros libres: azulejos, carpinteros, palguaratas plataneras, cucaracheros, palomitas tapatierras, vicho fues, y uno que otro toche, llegan todos los días; les conozco el horario y otras costumbres. Comen en dos jornadas, por la mañana y por la tarde. Al medio día desaparecen, yo creo que a hacer siesta ¿o el amor? No sé. Nunca los he visto hacer transferencias de genes; no sé dónde, cómo y cuándo lo hacen.
Los cucaracheros son los más escandalosos y madrugadores, y los que se acuestan más tarde. Les encantan los huevos de gallina, tienen un pico largo y fuerte, herramienta exacta para abrir un orificio y extraer yema y clara, que se beben con fruición, como las gallinas al beber agua: subiendo al cénit el pico y tragar compulsivamente. Son depredadores, y como los cerdos, son omnívoros, ¡comen de todo¡ Los he visto cazando y atrapando avechuchos y gusanitos en los ramajes bajos de los musgos y los helechos, y en los tiestos de tinajas. Las palomitas se cortejan sensualmente por parejas mientras comen, también andan por el suelo. Los azulejos son los más numerosos, y me parecen los más alegres.
Una pareja de amorosos carpinteros taladró un nido en un muñón de una rama seca, suplicante de vida, que da a un costado de la sala; ya han sacado y criado varias familias, y la rama, seguro, también se pone feliz.
Y yo, desde el vaivén de los colorinches de mi chinchorro, también me ahogo en felicidad al compartir todos los días mi pandémica vida con esta naturaleza tan elemental.
Los pericos no bajan al comedor, se comen los mangos, los mamones y los cotoprices de la sombra que arropa al comedero.
En todas las especies observé que el meneo y movimientos de la cabeza son exactamente los mismos. Debe ser el mismo gen. “El gen del meneo nervioso de la cabeza”. Nunca se ensanchan. Pican y miran. Miran y pican. Pican y levantan la vista en todas direcciones, y al menor visaje vuelan. Si no fuera así, ¡pobrecitas¡ no existieran, sus depredadores las hubieran extinguido.
También se bañan, porque Josefina, mi hermana, les pone un plato hondo de peltre viejo y escarchado lleno de agua limpia que cogen de piscina. Además les pone guineo maduro y papaya, y el alimento concentrado de un gato heterocromático adoptado que tiene ahí, gordo, castrado y discapacitado de la cintura por un accidente de carro que sufrió. El Chueco es el gato más gordo, patuleco, mancurreto, cambeto, y feliz que he visto en mi vida. La heterocromía que tiene es un fenotipo muy común en perros y gatos, sobretodo muy blancos, y consiste en tener ojos de diferentes colores, lo que sucede por una “confusión” genética, que de paso deja sordos al 30% de los animales que la sufren. Afortunadamente Chueco no es sordo.
Los huevos de los cucaracheros se los compro yo al cachaco de la tienda de la esquina; me fascina verlos afilar el pico con saña contra los ladrillos de la tapia antes de perforar con precisión robótica la cáscara.
El holocausto de los canarios
La dieta de cada especie es distinta; ya no hay canaritos, desparecieron por la dieta tóxica embadurnada de plaguicidas que usan en los cultivos de arroz, su comida, que desde El Hatico, la tierra del Pollo Vallenato –donde Bienvenido se iba a llorar el amor de Berta–, inunda su holocausto –los tendales de secado del grano en las trilladoras de Fonseca–.
La libertad es el principal instinto de la naturaleza
Invito a que alimenten y acojan pájaros libres en sus patios.
Me parece abominable y doloroso la costumbre de tener pájaros presos. La libertad es el máximo don de la naturaleza. La libertad es un acuerdo entre el ambiente y el genoma animal.
Josefina dice que las palomitas son muy “pelioneras” porque comen por turnos que se ganan a picotazos y golpes de ala entre especies.
Todas las especies animales son así, territoriales, incluyendo ¡obvio! al ser humano.
Un día Josefina me puso pensativo, cuándo me dijo:
–Tincho*, te “acordai” cuando Papá decía:
— “Las hormigas locas, no son tan locas ¿por qué no se meten al pote de la sal, sino al del azúcar?”
Y entonces remató mi hermana mayor:
–Bueno, los cucaracheros tampoco son brutos ¿por qué no se comen sus propios huevos?
¡Qué bello es tener la naturaleza viva y libre en el patio de la casa!
Una verde mañana, otro pájaro libre nos estuvo visitando, y se sentó exactamente debajo de la rama seca donde los carpinteros tienen su nido de amor, como el que él le regaló al mundo, de Octavio el poeta, del parnaso de Patillal.
–“¡Ajo! este patio está es bueno para una parranda”.
Me dijo ese día el Jilguero de América, el Ruiseñor del Valle.
Parranda que me ofreció pero no se pudo; Jorge Oñate tuvo que irse urgente para el cielo como una metástasis musical a acompañar a los otros cantores del Valle que allá lo estaban esperando.
*Tincho me dicen en la casa, en el pueblo y mis amigos.
Fonseca La Guajira, marzo 12 del 2021.
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