La crisis inédita de una pandemia en la era tecnológica, pese a que nuestra situación comparativa no es peor que la de otros, desnudó las falencias estructurales de nuestro sistema de salud y las condiciones precarias en las que ejercemos nuestras profesiones.
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En abril de 2016 varias organizaciones lanzamos el “Año del Talento Humano en Salud”. Para promover dicha campaña se realizaron una serie de foros con analistas del tema, líderes gremiales y funcionarios oficiales y se trataron los asuntos más candentes en el ejercicio de nuestras profesiones.
Se presentaron excelentes debates, de los cuales surgieron valiosos insumos teóricos para la construcción de propuestas orientadas hacia la formulación de una política pública de desarrollo integral del talento humano en salud, que abarcara la formación de pre y posgrado, la educación continua, la recertificación, la escala de categorías en competencias y el número de profesionales requeridos por área, profesión y especialidad (estándares).
Del mismo modo, se examinó el asunto de la migración, la distribución por regiones según las necesidades poblacionales, el trabajo digno y decente, la remuneración justa y oportuna, las condiciones laborales, los incentivos necesarios, y las condiciones del retiro y la jubilación.
En ese lapso se dio un programa de análisis y debate compartido que elevó nuestro nivel de comprensión sobre cómo ejercemos en el país y cómo debemos mejorar la calidad de nuestro desempeño profesional, de los empleos y alcanzar, así, el deseable desarrollo humano integral, al mismo tiempo que procuramos aportar a la necesaria reforma del sistema de salud.
Señalamos, entonces, que una parte fundamental de la reglamentación e implementación de la Ley Estatutaria de la Salud tiene que estar centrada en la adopción de la política pública de desarrollo integral del talento humano en salud.
En ese sentido, no obtuvimos la mínima respuesta deseada del gobierno de turno ni de los medios, las redes sociales, el Congreso de la República, la opinión pública o de la población y sus organizaciones de usuarios.
La crisis inédita de una pandemia en la era tecnológica, pese a que nuestra situación comparativa no es peor que la de otros, desnudó las falencias estructurales de nuestro sistema de salud y las condiciones precarias en las que ejercemos nuestras profesiones.
Todas las organizaciones de profesionales de la salud, con sus diferentes talantes, estilos y concepciones denunciamos amplia y concretamente las fallas del sistema y la situación irregular en que la mayoría de profesionales desempeña su trabajo.
Con distintos enfoques, se llegó a la unidad de objetivos de hecho. Nos expresamos y buena parte de la población comprendió el papel fundamental que ejerce el talento humano en salud para el enfrentamiento de la crisis, al igual que la necesidad de construir un sistema de salud sólido, orientado hacia la garantía del derecho a la salud de todos, con una fuerte intervención por parte del Estado y la urgencia de tener una red pública competente.
No solo en nuestro país, sino en el mundo entero se hizo latente que la inversión en salud y las políticas de cualificación y dignificación del personal sanitario son fundamentales, y hoy se reconoce como un error con graves consecuencias el privilegiar la industrialización y la mercantilización de los sistemas de salud.
En este momento tenemos la audiencia con la que no contábamos antes: Gobierno central y territorial, Congreso, Procuraduría, redes sociales, ciudadanía, partidos políticos, medios de comunicación y hasta los mismos colegas hacen visible la situación.
Aún así, continuamos remando en una gran dispersión organizativa y conceptual, sin contar con que la mayoría de los profesionales no están organizados.
Todo el abanico ideológico tiene expresión en nuestras organizaciones, lo cual resulta muy valioso, si no estuviéramos disgregados.
Desde quienes confunden trabajo gremial con oposición política, debate con confrontación; algunos soñando con las vías de hecho masivas en un extremo, y en el otro quienes anhelan ser lacayos con la esperanza de recibir favores de los gobernantes y del poder.
Debemos ser pluralistas y proporcionar garantías de respeto a todas las organizaciones, ideologías y posturas políticas.
Comprendamos de una buena vez que tenemos que hacer política gremial, diplomacia gremial y reivindicar el derecho constitucional que permite la participación política ciudadana en lo que tiene que ver con nuestros objetivos gremiales.
Para ello debemos ser pluralistas y proporcionar garantías de respeto a todas las organizaciones, ideologías y posturas políticas; debemos acordar objetivos comunes, planificar acciones conjuntas, asumir el trabajo perfeccionando los métodos pacíficos y fortalecer la democracia; avanzar gradualmente; diferenciar las categorías de profesionales existentes, las que generan distintas expectativas y objetivos para no pretender meter a todos en el mismo costal.
No podemos desgastarnos en peleas insensatas e inútiles entre colegas y organizaciones, que las hay; es importante hacer un trabajo serio y fundamentado con los legisladores de todas corrientes ideológicas; ser analíticos, críticos y propositivos para llegar a concertaciones con los gobernantes y conquistar a la opinión pública compartiendo el mismo interés que tenemos con la población por los buenos servicios de salud y por ejercer con calidad, humanismo y profesionalismo.
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