Más allá de promover nuevas leyes, el mero hecho de conocer la realidad que afrontan los trabajadores de la salud e implementar las medidas para que se sientan apoyados, competentes y reconocidos tanto por las instituciones como por la propia sociedad es una forma de prevenir la violencia en los servicios de salud.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que uno de cada seis trabajadores de la salud enferma por maltrato en el ámbito laboral y define la violencia en el lugar del trabajo como todos aquellos incidentes en los que la persona es objeto de malos tratos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, (..) con la implicación de que se amenaza explícita o implícitamente su seguridad, su bienestar y su salud.
Según la doctora Clemencia Mayorga, médica pediatra y presidente del Colegio Médico de Cundinamarca y Bogotá, uno de los determinantes de la violencia en los servicios de salud está en que la sociedad no escucha las necesidades del paciente ni las del médico, lo que impide que pueda existir una buena relación médico-paciente.
“Cuando el tiempo de consulta se reduce a 17 minutos y el médico tarda 7.5 minutos en llenar los extensos formatos, pues no es de extrañar que existan quejas en la calidad de la atención. Por más que la publicidad nos quiera vender la idea de que para las EPS e IPS lo importante es el paciente, la realidad demuestra que lo que les interesa es la utilidad, dada por la mayor productividad en el menor tiempo y con los mínimos recursos”.
Sin una sólida relación médico-paciente es imposible que exista calidad en la atención, explica el doctor Roberto Baquero, presidente del Colegio Médico Colombiano.
“Si dicha interacción no la manejan los implicados directamente (médico y paciente), sino la aseguradora, las IPS, las EPS, los auditores, los abogados y hasta los jueces, se produce una ruptura violenta del vínculo médico-paciente, lo que da lugar a desconfianza, agresiones y falta de ética en el ejercicio profesional. Por eso ahora la gente identifica al profesional como el responsable de las carencias de un sistema y se ha perdido de vista que tanto médicos como pacientes padecen las mismas carencias”.
Para Baquero es importante que entre todas las agrupaciones de salud se le dé a conocer al ciudadano la verdadera situación en la que trabajan los médicos que les atienden y conozcan los problemas a los que se enfrentan cada día en el ejercicio de su profesión.
“No se puede negar que el paciente tiene razón en estar inconforme, frustrado y en manifestarse de forma equivocada, pero los médicos también están oprimidos por la limitación del tiempo adecuado para la consulta, la falta de apoyo por parte del empleador, el escaso reconocimiento social, la sobrecarga laboral y la baja remuneración, sin descontar que más del 90 por ciento han sido agredidos en el lugar de trabajo”.
Los gremios médicos coinciden en señalar que para mejorar la atención y tener un sistema de salud con calidad es imprescindible recuperar un espacio con garantías para el ejercicio profesional.
La solución al problema de la violencia hacia el personal sanitario no puede abordarse desde una única perspectiva, sino que debe nacer de un acuerdo entre las organizaciones profesionales médicas, el gobierno y los que administran el negocio de la salud, aclara Mayorga. Se requiere hacer un ejercicio profundo para que las organizaciones de profesionales de la salud retomen el papel que les corresponde y tengan capacidad para determinar las condiciones de trabajo, agrega.
“El día que la relación médico-paciente sea construida por ellos dos, que el médico pueda volver a decidir lo que es mejor para su paciente y renazca la confianza en el vínculo, podrá afrontar mejor cualquier falencia en el sistema de salud y los problemas cotidianos no se convertirán en motivo de violencia
social”.
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