La musicoterapia, sin caer en el conocido refrán algo burdo de…”la música amansa a las fieras” por el contrario, es un refuerzo mental para armonizar nuestros estados de ánimo.
Por Carlos Pol Bravo – Médico Psiquiatra – Máster en Sexología – Director Científico Central Médica de Sexología – Colombia
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Todos tenemos anécdotas de nuestros primeros tiempos en nuestra historia profesional, de nuestras primeras ansiedades, experiencias, decisiones… o eso, simples anécdotas.
Y, relacionado al título, voy a compartir con los lectores una de mis primeras experiencias tras pasados solo unos meses de recibir mi título de especialista en psiquiatría. ¡Guarda relación, y muy directa!
Allá, por los inicios de los 90, un flamante psiquiatra novel, ilusionado, así como enamorado de su especialidad, fue llamado al despacho del Catedrático, por cierto, de mi Maestro y Mentor, el mundialmente reconocido Profesor Carlos Ballús Pascual. Lo que significaba ir a su despacho, amplio, sereno, discreto, pero con ese sello de la época, que tan solo entrar, imponía a cuantos formábamos parte de su equipo….
Y el motivo era… “Carlos, debes ir a una entrevista en la Cadena Ser —de alto impacto en España— y representar a nuestra Cátedra del Hospital Clínico”
- Honor que me hace profesor, ¿y cuál es el tema?
- La musicoterapia, me contestó entre amable e irónico.
Ese tema en los noventa se conocía, pero… muchos, y me incluía en esa época entre ellos, no le dábamos la importancia Holística que, tras ser entrevistado, era la intención de mi Maestro, que, y a través mío, la valoráramos los jóvenes médicos.
Acudí a la radio con esa fogosidad de quienes empiezan, algo inexperto [al igual que/así] como incrédulo sobre el tema.
No estaba solo. Estábamos un profesor italiano, de la Facultad de Medicina de Roma, un gran músico y cantautor, Joan Manuel Serrat, y este novatillo, para esos tiempos, en temas de medios, como de tantas cosas cuando se inicia una andadura en la vida.
La entrevista transcurrió con una altura académica, un respeto al tema, una lluvia de ideas, que, como notas de pianista experto, entraban en mi cerebro con desconocida armonía. Me integré, me plegué, me emocioné… ¡Si! Y a partir de esa ocasión, y con esos inductores, aprendí que la musicoterapia ¡existía!
Y entendí cómo ese principio utilizado en la de la musicoterapia ya era aplicado en los aviones, la MÚSICA, ¡la compañera de los vuelos a quienes volamos!
Y hoy, pasadas ya las décadas, las vivencias, el aumentar conocimientos, el experimentar momentos tanto humanos como en consulta, me dan pie para escribir estas palabras.
No es mi intención profundizar en áreas diferentes a mi especialidad, pero sí ahondar en la parte psicosocial de su acción terapéutica con pacientes neurológicos, psiquiátricos o simplemente en el manejo del estrés emocional.
Así las cosas, me convertí en un detector de sonidos, y, posteriormente, comencé a percibir razonadamente que, hasta en las salas de espera de nuestros consultorios, es usada. ¡Y como todos hoy sabemos, con un solo y gran fin, relajar a cuantos allí nos encontramos!
Cuántos seres, en el hoy de esta pandemia, sean médicos, enfermeras, personal sanitario, familias en su angustia, en fin, los que se encuentran y siguen encontrando con esa ya rutina diaria de los hospitales y el combate actual por la vida, tienen la música como fiel acompañante. Y quizá no lo perciban, no lo detecten, no lo busquen ni deseen. Algo más que lógico ante los motivos de encuentros y tristes desencuentros…
Por tanto, debe dársele el valor y el sentido que lleva, trae y tiene. Y no solo en psiquiatría social, en todas nuestras ramas galénicas y entorno de vida y vivencias.
La musicoterapia, sin caer en el conocido refrán algo burdo de…”la música amansa a las fieras” por el contrario, es un refuerzo mental para armonizar nuestros estados de ánimo.
Nos comprende o la comprendemos según nos encontramos. En la soledad, la compañía, la tristeza, la alegría, el intimismo del autor, o con la pareja, o un grupo de amigos.
Y, lógico, no me refiero a la música bailable, ni a fiestas. Tan solo al encuentro entre nuestra mente y las notas.
Y en estos tiempos y circunstancias que vivimos, cuando la ansiedad frente a lo desconocido nos transporta a decidir rumbos, a crear horizontes, considero es muy conveniente aplicarla en todas las áreas posibles, y no solo de nuestra profesión.
Tal vez la música sea un verdadero, norte o cómplice, según se sienta o se oiga, según el sitio, las horas…
De aquí, solo recordar y comunicar cómo esos sonidos dan compás a nuestros actos, cuando la soledad o el desamparo, la incertidumbre o la angustia invaden, y, ¿por qué no?, cuando la alegría e ilusión por nuevos futuros nos mantiene vivos.
No es de alargar un tema, pero una buena pieza musical es de filtrarse en la mente a través del oído en quien escucha y dejarle un mensaje. Aquí desearía fuese así con mis palabras.
En psiquiatría social, durante las últimas décadas, esta antigua pero siempre nueva forma de armonizar la psiquis con el entorno social, cada vez tiene más auge pues consigue un nivel valorable de relajación en quienes la perciben y también disfrutan de oírla.
¡Bienvenida la música como terapia a nuestras rutas profesionales!
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