Es importante que la formación médica se fortaleza e incluya la reflexión sobre la vocación, para que los futuros médicos puedan conectar con sus principios y desarrollar una práctica profesional ética y satisfactoria.
Por: Doctor Herman Redondo Gómez, MD. Médico de la UIS, especialista en Obstetricia y Ginecología de la UNAL, diplomado en Seguridad Social para Directivos de UTADEO, miembro de número de la Academia Nacional de Medicina y actual presidente del Tribunal Nacional de Ética Médica – Me expreso aquí, solo como un médico colombiano egresado de la facultad de medicina hace 50 años.
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Según lo publica la Asociación Colombiana de Facultades de Medicina1 – ASCOFAME- en Colombia a septiembre de 2025 existen 57 programas vigentes de medicina, 15 de los cuales son públicos y 42 son privados.
La carrera propiamente dicha dura 5 años, más el año de internado y el Servicio Social Obligatorio (año rural), son 8 y, si se hace una especialización de 3 o 4 años, suman 11 o 12 años estudiando.
Las universidades públicas tienen costo de matrícula accesible pero el número de cupos es insuficiente para la creciente demanda; en tanto estudiar esta profesión en una universidad privada implica una inversión considerable, especialmente en universidades privadas, que concentran la mayor parte de los programas acreditados.
De acuerdo con la publicación de la Federación Médica Colombiana -FMC- de enero de 2025, “la Universidad de los Andes tiene un costo de $36,230.000 por semestre, seguida por la Universidad del Rosario ($35,903.000), la Pontifica Universidad Javeriana ($35,041.000), la Universidad de la Sabana ($31,530.000) y la Fundación Universitaria de Ciencias de la Salud (FUCS) son $28,303.000. En otras regiones del país también se registran valores elevados: la Universidad del Norte, en Barranquilla, cobra $26,261.800 por semestre, mientras que la Universidad Icesi, en Cali, alcanza los $25,410.000”.
Si al nuevo médico le va bien económicamente, en el mejor de los casos, recuperará su inversión en el mismo tiempo unos 12 a 14 años.
El primer mensaje al joven aspirante es que si decide escoger las disciplinas de la salud por amor al dinero, se equivocó de sendero, pues su camino no es el de las facultades de ciencias de la salud, lo que no quiere decir que el profesional de la salud se debe resignar a una vida monacal.
Como dice Pedro Laín Entralgo, médico y filósofo español, “… que no queda duda, que percibir honorarios es algo éticamente válido, moralmente bueno, pues se ciñe al principio de justicia que establece que todo trabajo debe ser remunerado, bien sea en dinero, en especie o en gratitud pura”.
Al respecto, la Ley 23 de 1981, nuestro Código de Ética Médica, predica lo siguiente: “el médico tiene derecho a recibir remuneración por su trabajo, la cual constituye su medio normal de subsistencia. Es entendido que el trabajo o servicio del médico solo no beneficiará a él y a quien lo reciba. Nunca, a terceras personas que pretendan explotarlo comercial o políticamente”.
Bien decía el profesor de George Town: “La medicina es la más humana de las ciencias y la más científica de las humanidades”. La medicina es arte, es ciencia y la más ética de las vocaciones, al punto que algunos la han comparado con el sacerdocio, al nivel de un apostolado, de una forma de vida.
Desde tiempos milenarios, con Hipócrates nació el juramento médico que predica en su forma original las obligaciones hacia el maestro y su familia, hacia los discípulos, hacia los colegas y, sobre todo, hacia los pacientes.
La vocación médica debe nacer del alma, generalmente teniendo un faro luminoso que nos inspira, un ser al que se admira profundamente y al que se desea emular, podrá ser alguien tan próximo como uno de los padres, o un familiar cercano, o un médico que con fraternal empatía nos brindó asistencia médica durante algún padecimiento.
La vocación médica se refiere a una motivación profunda y a un deseo de dedicarse al ejercicio de la medicina impulsada por el servicio a los demás a un compromiso auténtico con la salud y el bienestar de los pacientes puestos bajo nuestro cuidado. Creo que esa es la mayor inspiración de los que nos decidimos por esta profesión, la cual sigue vigente.
Ese deseo generalmente nace desde la infancia, crece en el adolescente y se materializa cuando ingresa a la universidad, donde sus maestros guían su sentir y orientan su admiración por el ejercicio profesional de la medicina.
El ejercicio de la medicina va más allá de una simple profesión y se manifiesta en un llamado interno a cuidar, mejorar, sanar y siempre procurar aliviar el sufrimiento. La vocación genuina está alejada del interés económico, está impregnada de un interés profundo en la ciencia, la investigación y el aprendizaje continuo que permite cada vez ser mejor, hasta lograr la excelencia profesional.
A partir del siglo XIX empezó a ser frecuente de forma universal, la realización de un juramento inspirado por el antiguo, que ha venido evolucionando según la escala de valores de cada tiempo y lugar.
Nuestro código de Ética Médica, adopta los términos contenidos en el juramento aprobado por la Convención de Ginebra de la Asociación Médica Mundial, en el que el médico graduando jura conocer y cumplir con lealtad y honor dicho Juramento médico, en el que en un acto solemne jura consagrar su vida al servicio de humanidad:
“… Ejercer mi profesionón dignamente y a conciencia; velar solícitamente y ante todo por la salud de mi paciente; guardar y respetar los secretos a mí confiados; mantener incólumes, por todos los medios a mi alcance, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica; (…)”.
El principio de justicia se expresa de manera clara y contundente: “… juro hacer caso omiso de las diferencias de credos políticos y religiosos, de nacionalidad, razas, rangos sociales, evitando que estas se interpongan entre mis servicios profesionales y mi paciente”.
Estas no son palabras vanas, es algo que toca los sentimientos más nobles y profundos del nuevo médico al coronar sus sueños de dedicar su vida al servicio de los demás.
A fe que en la inmensa mayoría de los casos este paradigma se cumple: acaso, ¿no es cierto que en los rincones de los hospitales se han escuchado oraciones más honestas que en algunas iglesias? Ahí ves un homosexual salvado por un médico homofóbico; aun médico petrista prodigar su cuidados a un fanático uribista o viceversa.
En la UCI ves junto a un negro, un judío, un policía blanco racista y un presidario en la misma sala recibiendo el mismo cuidado. Un rico en el trasplante de hígado, y el donante ha sido un pobre, o viceversa.
¿Comprendes que la salud es única, donde nadie es mejor que nadie? Tal vez no hay mejor ejemplo de resiliencia que el expresado en la práctica por los profesionales de la salud durante la pandemia, por su capacidad de afrontar los desafíos y dificultades inherentes a la práctica médica con fortaleza y determinación, exponiendo sus propias vidas, en cuyo intento de salvar a sus semejantes, algunos perdieron la suya propia.
Es importante que la formación médica se fortaleza e incluya la reflexión sobre la vocación, para que los futuros médicos puedan conectar con sus principios y desarrollar una práctica profesional ética y satisfactoria: Ejercer la medicina con pericia, prudencia y diligencia, bajo los principios de la bioética: Beneficencia, no Maleficencia, Autonomía y Justicia. U la importancia de la vigencia del Código de Ética Médica, en la medida en que, normas de tal naturaleza, constituirán para la sociedad en general una defensa contra las conductas de quienes, por vía de excepción, ejercen la medicina violando los principios éticos de la profesión.
La vocación médica también requiere un entorno laboral adecuado, donde los profesionales se sientan valorados y apoyados, no irresponsablemente atacados o discriminados por quienes tiene el deber moral y legar de proporcionales las mejores condiciones para su ejercicio, que significa cuidar la vida y el derecho fundamental a la salud de sus semejantes, tal como lo predica la Ley Estatutaria en Salud 1751 de 2015, nacida de las entrañas de las instituciones médicas más representativas de la Nación.
Los médicos pertenecemos a la profesión que ha enarbolado la ética como su bandera, el compromiso como el camino y la sabiduría como el mejor instrumento para regalar esperanza y sanar con amor. En cada diagnóstico hay sabiduría, y en cada sonrisa, humanidad.
Los médicos y los profesionales de la salud en Colombia estamos al servicio del país; soportamos el cuidado de nuestros compatriotas las 24 horas, los 365 días de cada año, regidos por los principios éticos que regulan el ejercicio de nuestras profesiones; buscamos el mejoramiento de la salud pública y el nivel de vida de nacionalidad o de orden económico, social, racial, de género o de ideología política partidista o religiosa.
Desde los tiempos de Hipócrates hasta nuestros tiempos, la humanidad ha evolucionado de manera vertiginosa, la medicina moderna no conoce límites per hoy como ayer, necesitamos que las nuevas generaciones que decidan estudiar medicina o alguna de las profesiones relacionadas con la salud, mantengan enhiestas las banderas de la ética y el deseo ferviente de servir y salvar vidas… ¡es esa la razón de nuestras profesiones!
Al decir del doctor Montoya, médico psiquiatra: “Para el médico su doctrina debe ser la ciencia; su ideología, el humanismo; su religión, le ática; y la lealtad… hacia sus pacientes”.
Referencias
- ASCOFAME. Nuestras facultades. Consultado en: https://ascofame.org.co/web/quienes-somos/nuestras-facultades/
- FMC. La realidad de estudiar medicina en Colombia. Consultado en: https://ascofame.org.co/web/quienes-somos/nuestras-facultades/












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